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10 notas para leer en un acto por la paz en Colombia

Por Rodrigo Hidalgo

 

 

 

 

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1- Locombia

Desde que Gabriel García Márquez metió a su progenie de Buendías en nuestra mente de pre-púberes, Colombia se convirtió para uno, en sinónimo de Macondo. Quienes hayan tenido la suerte de viajar por este continente sudamericano saben que se pueden vivir las más surrealistas situaciones sin necesidad de llegar a La Candelaria en Bogotá. El realismo mágico es una condición que compartimos los sudacas. Un lugar donde naufraga la razón pragmática, donde el absurdo y la paradoja ocupan el lugar de lo que un occidental entiende por sensato.

 

2- Caicedo

Pienso en Andrés Caicedo. El salto o más bien el desbarranco, de esa mirada “mágica” de Gabo, al punk descarnado, al dirty dancing, al pulp bizarre. Los generales y coroneles de esa Colombia que entraba recién fundada y fundida en el siglo XX, devenidos padres de sicarios hambreados, constituyentes de una clase media que a la sazón de los pequeñoburgueses rioplatenses, se vistió de zapatillas y anduvo en moto al ritmo de un flujo de caja tan engañoso como antojadizo, en medio de una sicopática guerra permanente. No future: no vale la pena vivir más allá de los 25 años. Eso decía Caicedo, por eso al tercer intento de suicidio, en 1977, lo logró.

 

3 - Secuestros

Quería escribir un cuento con Ingrid Betancourt como personaje. Desde su liberación en 2008 me llamó poderosamente la atención su historia, su manera tan desprejuiciada de dar la cara. O tan descarada si se prefiere. Se me quedó grabada su imagen fotografiada en una playa francesa o en Miami creo, a escasos meses de ser liberada, guapa, regia en su bikini, sin rastro alguno de haber estado 6 años secuestrada. Imagino un secuestro a todo cachete, carreteando con los soldados de Tirofijo, follando en la selva, chupando whisky con Pablo Escobar. Pienso que Ingrid debe tener en la cabeza un desorden síquico de la puta madre. Se me vienen a la mente otros secuestros famosos, de largos años. Recientemente descubrieron en USA a 3 chicas que estuvieron 10 años secuestradas por el conductor de su bus escolar. O el emblemático y atroz caso austríaco de Elizabeth Fritzl, secuestrada por su padre durante 24 años, y a quien la poeta Alejandra González le ha escrito unos hermosos versos que aún esperan ver la luz. Esas crónicas rojas, esos policiales duros. El secuestro que no busca recompensa, que no busca canje de prisioneros, si no más bien el secuestro como tortura, el secuestro que busca quebrar al secuestrado, que busca el oxímoron del síndrome Estocolmo. La Flaca Alejandra. Mi cuento tendría, con todos estos antecedentes, que ser medio surrealista. Por ejemplo en mi cuento Ingrid tendría una vagina voraz, dotada de insólitos poderes, ante la cual sucumbiría toda la virilidad de la Marulanda and Company, y sería éste el motor real de su liberación tras las negociaciones con Uribe, que tentado por la fama de esta nueva Cándida Eréndira, negociaría con los captores deseoso de probar suerte con ella.

 

4 - Ingrid

O mejor:
Agustín, uno de los jóvenes UDI que sale en el video de las 42 razones para votar por Longueira, es un estudiante de derecho de la UDD, que cierta noche se da el lujo de contratar los servicios de Candy, una escort colombiana. En un descuido de ella, mientras va al baño, acaso movido por sus más bajos impulsos y sin saber por qué, Agustín trajina la cartera de la colombiana, y se encuentra con que su verdadero nombre es Ingrid Betancourt. Tras largas indagaciones, lo que descubre este joven es una red de trata de blancas, descubre que la Ingrid Betancourt que todo el mundo ha conocido en realidad no existe, que es un montaje de la TV norteamericana, parte del Plan Colombia, la mina que sale en la tele es una actriz venezolana. Sin embargo Agustín, lejos de denunciar o de enfrentarse a los poderes, se integra mediante un chantaje a la red de trata de blancas. Candy, o la verdadera Ingrid, amanece meses más tarde, muerta en Alto Hospicio.

 

5 - Candy

La Cándida Eréndira atendía en un departamento con 1 dormitorio, cerca del metro Santa Ana, con 4 amigas. Cuando llegué aún estaba atendiendo a otro cliente. Me quise ir, pero las amigas me retuvieron. Estaban viendo una serie televisiva que se llamaba Don Diablo. Cuando finalmente el otro se fue, Candy pasó brevemente al baño. La sentí orinar. Luego me hizo pasar al dormitorio. Al terminar, mientas yo me vestía, lo primero que hizo fue ir a lavarse largamente los dientes. Se enjuagó la boca como con asco. Luego la oí dirigirse a sus amigas: tengo escalofríos ¿me pueden ir a comprar un paracetamol? Y claro, me vine a dar cuenta después: estaba resfriada, debe haber incluso tenido fiebre. De hecho a la semana siguiente caí con amigdalitis.

 

6 - Putas y pistoleros

Hasta hace algunos años la violencia era la primera imagen de Colombia. Aún hoy pesa sobre la tierra del café y la cumbia esa sombra de sangre, y prueba de ello es que nos convoquemos a leer por la paz en este país hermano. Sin embargo la violencia tiene formas más sutiles y elaboradas que la guerra armada. Es violencia también que el motor de la migración de cientos de colombianas sea la prostitución. Salen de su país huyendo de las balaceras, pero sabiéndose cotizadas en el mercado cruel de la carne, muchas terminan ejerciendo el oficio más antiguo del mundo. Vienen a padecer luego una nueva forma de violencia: el prejuicio. Recuerdo un reportaje televisivo sobre la novedosa migración de raza negra, que comenzó a notarse en Chile hace no más de una década. Una muchacha colombiana, esforzada trabajadora de una panadería, entregaba con la voz quebrada su testimonio: debía soportar a diario que decenas de chilenos la abordaran en plena calle para preguntarle cuánto cobraba. En el vecindario había efectivamente una mayoría que pensaba que era prostituta.

 

6 - Panaderos

En el Centro Cultural Manuel Rojas tuvimos hace algunos años, un horno en el que se hacía pan. Era de un pequeño grupo de colombianos al que decidimos ayudar. Eran refugiados, compañeros de las FARC que estaban tratando de resolver su precaria subsistencia en este hostil territorio que miente con lo de querer al amigo cuando es forastero. Sin embargo debo confesar que teníamos bastante miedo brindando ese apoyo. Tuvimos largas discusiones internas como Centro Cultural por ello. Ya sabemos hoy que los agentes de la dictadura siguen trabajando. Hablo de la inteligencia, de las secretas organizaciones de la represión. Eso nos daba un razonable temor. A pesar de todo, los amigos colombianos alcanzaron a hacer pan unas cuántas veces, reinventándose como panaderos. ¿En qué puede trabajar alguien cuya experiencia no digamos profesional sino meramente laboral, se limita a disparar y obedecer, a ser soldado? Porque vale la pena desmitificar la figura del guerrillero. El guerrillero es un soldado. Las diferencias en términos concretos son mínimas. Para más detalles al respecto recomiendo leer las memorias de Gorriarán Merlo, tupamaro uruguayo. Uno mismo vio esas dificultades, cuando los intentos de lucha armada en Chile se vieron derrotados sin haber llegado a constituir siquiera un ejército. Me refiero a cómo se trataron de reinsertar en la sociedad los primos y tíos que uno conoció de niño, y que no sabían hacer otra cosa que la revolución. Creo que la situación puede servir de ejemplo, pero evidentemente el caso colombiano es por lejos muchísimo más complicado. Porque la revolución se mezcló con el narco. Y ahí ya la noción misma de “reinserción” capotó. Recuerdo nuevamente en los albores de los años 90, un reportaje de televisión en que hablaba por primera vez un hombre de Tirofijo, reconociendo la alianza con el narco. Decía: si los yanquis nos matan de hambre y miseria, nosotros los mataremos con coca. La coca es nuestra arma. El hombre que ha vivido toda su vida enfrentado a esta realidad, declarado el cese del fuego, queda ante un abismo. Desesperado, se hace gásfiter para ocupar en algo las manos. O panadero.

 

7 - Locombia again

En el año 2002, el periodista Rafael Cavada, que ya había estado en Irak para el derrumbe de Sadam Hussein, y que se había subido a un tanque para filmar ese hito convertido por su adrenalina en una suerte de Highlander, tuvo por primera vez que viajar a Colombia, para cubrir si no me equivoco el secuestro de Ingrid Betancourt. Pero no estuvo más de 2 semanas. A su regreso escribió una crónica que no recuerdo si publicamos o no. Cavada colaboraba con la revista La Calabaza del Diablo, bajo el seudónimo de “Ivanhoe”. Su crónica se llamaba así. Locombia. Si Cavada, que está loco, hallaba locos a los colombianos, algo debía haber de cierto.

 

8 - Vallejo

En realidad no hay mejor maldición que la de Fernando Vallejo. A pesar de que sea aparentemente un intelectual burgués que odia a los propios colombianos, que los responsabiliza de haber alimentado el baño de sangre en que está envuelto el país desde hace años. Ciertamente al pueblo colombiano lo venían defenestrando de su dignidad desde hace mucho antes de las FARC y de la narco-guerrilla. Ciertamente la ubicación geopolítica del país lo ha convertido desde hace mucho tiempo en una pieza fundamental para el control que el tío Sam tiene en la región. Pienso en Colombia y en Fernando Vallejo renunciando a la nacionalidad colombiana, declarando que los colombianos son asesinos, mezquinos y estúpidos. Pienso en Vallejo y admiro su total y consciente blasfemia, mandar al diablo, o a la reconchesumare para usar un equivalente al lenguaje utilizado por él, mandar a la reconchesumare a la Iglesia católica y a todos sus fieles y santos, asumiendo públicamente que es gay y que eso afortunadamente le facilita la decisión de no tener hijos, porque en este mundo no vale la pena seguir reproduciéndose como especie y debieran esterilizarse todos los hueones, partiendo por los colombianos y las colombianas, tropa de calientes.

 

8 - El Patrón del Mal

Ahora está de moda, se hacen memes en las redes sociales con el actor que encarna a Pablo Escobar. Cualquier cosita que a uno le moleste, parece cómico, le mandamos a un sicario colombiano y que lo ponga a dormir con los peces. Sangre fría total. Imposible no recordar sin embargo lo mucho que quieren a Pablo Escobar miles de colombianos. Porque les dio dignidad. Porque les construyó casas y calles a los más pobres. ¿Qué se hace con eso? ¿Cómo enfrentamos, desde qué moral, ese inmenso acto benefactor de un hombre incuestionablemente malvado? ¿Podemos desechar la obra buena por provenir de una razón utilitaria? No tengo la respuesta. No creo que la haya. O no al menos UNA respuesta. No sé qué es el mal y qué es el bien a estas alturas, para la mayoría de la gente. Sé que significan para mí, apenas, porque vivo en un mundo que a cada rato lo trastoca todo, en donde libertad es esclavitud y virtud es bajeza, en donde de sobrevive para mal morir. Y mis hermanos colombianos, vaya si saben de esto.

 

9 - Disparen sobre el futbolista

En el Mundial de Estados Unidos 1994 Andrés Escobar, defensa central de 27 años y 1 metro 84 centímetros de estatura, convirtió un autogol en el juego contra Estados Unidos, con lo que Colombia perdió por 2 a 1 quedando eliminada del campeonato. Todavía es considerado como unos de los ídolos más importantes del Club Atlético Nacional de Medellin, y su historia trasciende la barrera del tiempo por haber sido uno de los mejores jugadores colombianos. De regreso a su país, mientras se encontraba en el estacionamiento de una discoteca en las afueras de Medellín, fue asesinado por un hombre que resultó ser guardaespaldas y chófer de una pareja de hermanos empresarios vinculados al paramilitarismo y al narcotráfico. A los funerales de Andrés asistieron cerca de 120.000 personas, entre ellas el presidente de Colombia de aquel entonces César Gaviria Trujillo. Investigaciones posteriores vincularon al homicidio con mafias dedicadas a las apuestas deportivas, aunque esto no pudo ser comprobado judicialmente. El autor del asesinato fue condenado a 43 años de prisión, pero luego la pena rebajada a 23 años, y salió en libertad en octubre de 2005, acogiéndose a un beneficio extracarcelario.  (Fuente: Wikipedia)

 

10 - La cumbia

Sólo por ese gol en el mundial de Italia 90, contra Alemania, sólo por esa selección maravillosa con Higuitas, Valderrama, Asprilla y Rincón, Colombia debería ser declarada íntegramente patrimonio de la humanidad. Sólo por esa cumbia que se permitieron bailar con los teutones, como si estuvieran escuchando con audíofonos a Totó “la momposina” o a Los gaiteros de San Jacinto. El lenguaje juvenil tiene esas cosas extrañas y hoy en Chile, cuando algo es lo máximo, cuando algo es genial, los jóvenes dicen “es la cumbia”. Entonces pienso: Colombia es la cumbia.

 



Leído en bar Restaurant “El Chancho Seis”
el viernes 10 de mayo de 2013



 

 


 

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