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Acerca de “Los tiempos de la caimaguana”, de Dauno Tótoro Taulis
Ceibo Ediciones, 2011
Por Rodrigo Hidalgo
"El Desconcierto", número 8, correspondiente a marzo 2013
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“Los tiempos de la caimaguana”, de Dauno Tótoro Taulis, es una novela de ciencia ficción cyberpunk con elementos de policial negro, una novela híbrida en la que se han cumplido los peores presagios, como los que hace poco anunciaba el presidente de Uruguay con su tono de campesino sabio: no va a ser por petróleo que vendrán nuevas guerras, sino por comida, porque la población mundial va a seguir creciendo a un ritmo demencial, y de acá al año 2300 es previsible un auténtico colapso. De ahí que la industria bioquímica, la industria farmacéutica, y la industria agro-alimentaria, sean el negocio del futuro. Esas corporaciones tienen un enorme poder en sus manos, tienen el control sobre las hormonas de la población, la propiedad del alimento, los derechos sobre los genes de las semillas y de los gametos. Esta idea, de una sensatez evidente y de una preocupante clarividencia, es la que articula la novela de Dauno Tótoro. Hablamos de una línea argumental angustiosamente interesante, y de una atingencia y valentía notables, una novela –un autor- que denuncia y acusa la voracidad salvaje de los trust y transnacionales, de las compañías y corporaciones poderosas como Bayer o como Monsanto, por ejemplo.
Esta acertadísima apuesta temática se articula en torno a 4 historias que corren paralelas, fechadas en 1933, 2005, 2218 y 2301, y cuyos protagonistas tienen en común el hecho de ser portadores y defensores de los secretos de la Madre Naturaleza en distintas épocas. Los une la misión, el imperativo ético de cuidar y conservarla, encarnada en una suerte de ayahuasca milagrosa, una plantita llamada Ambarina Ritornante, que tiene poderes alimenticios, alucinatorios y curativos.
Ahora, por la magnitud del proyecto, por las dimensiones y complejidad del entramado de tiempos narrativos y personajes, esta novela resulta cuando uno la empieza, un plato denso, excesivamente abigarrado, que dificulta el ingreso a ella. Las primeras 50 páginas el autor tiene la necesidad de informar de demasiadas cosas al lector, debe sitiar y explicar mucho, y esa información que corre por carriles paralelos, obliga a cada rato a recapitular, a volver paginas atrás y a tomar apuntes para evitar confusiones. Se hace farragosa. Y acaso lo sintomático es que se nota que el autor disfruta esto, porque no es en vano que un personaje se llame Michael Bernard James Henrik Ibsen-Crichtersson Shaw. Me refiero a ese tipo de excesos, que colman todas las páginas del libro. Tótoro no se guarda de colocar a personajes secundarios o terciarios que poco contribuyen al meollo de la historia: largas páginas que nos llevan detalladamente a la increíble vida de individuos cuyo aporte al argumento principal resulta mínimo. Ahora, si hemos de ser justos, es lo mismo más o menos y salvando las distancias, que hizo en su momento García Márquez con la genealogía de Buendías o lo que hizo Faulkner con los Compson. De esa magnitud es la volada de Tótoro. Una obra de novelas hijas o hermanas. Y por otro lado es justo también que consigne que una vez traspuesta la página 50, el ojo se acostumbra, el lector concede y la lectura fluye acaso aceitada por la ligereza de las páginas que protagoniza el periodista Marco Buitrago durante el 2005.
Buitrago es clave. Es el Heredia, el Maigret de Tótoro. De hecho protagoniza la anterior novela de su autor, “La sonrisa del caimán”, y hay una conexión explícita, una continuación entre ambos libros, aunque no es central. El principal problema de esta novela creo que pasa por su verosimilitud. Y curiosamente no me refiero a las caimaguanas y todo el futuro de monstruos mutantes. Ese futuro terrorífico es incluso plausible. Lo que uno mira con desconfianza es la parte que vendría a ser “nuestro tiempo”, ese contemporáneo fechado en el 2005, porque Buitrago vive en poco más de 3 meses una cantidad absurda de clichés de thriller policial. Como un verdadero Bruce Willis, pasa por una masacre tras otra, matanzas de las que sale ileso, viaja por todo el planeta, se acuesta con infinidad de mujeres todas despampanantes, y siempre con un whisky en la mano. Me parece que esa condición caricaturesca, si bien hace más ligera como dijimos la lectura del novelón, a veces puede resultar exasperante. Marco Buitrago es presentado en la práctica como un héroe atrapado por un destino casi místico del que no puede escapar.
Digamos que de todos modos enfrentamos un contrapunto dinámico de tonos, ritmos y colores, porque la parte fechada en 1933 tiene aires de Popol Vuh, mientras las fechadas en 2218 y 2301, son como ya hemos dicho de un futurismo orwelliano y distópico. Entonces, para finalizar, haciendo la raya para la suma, creo que “Los tiempos de la caimaguana” es un interesante libro, que bien vale la pena leer por ejemplo en vacaciones, aprovechando que aún hay playa y mar en este planeta que camina inexorable a un abismo oscuro como el que vaticina Dauno Tótoro.