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El agua que cruje bajo el césped
A propósito de The Boston Evening Transcript de Rubén Jacob

Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Revista UDPNº06/07, Primer semestre 2008



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Decir que un poeta es singular es casi una tautología, pero hay casos en que esa singularidad resalta desde más de un punto de vista y se hace relevante. Rubén Jacob es un poeta singular en varios sentidos. En el ámbito de la poesía chilena, su caso es satelital, inconexo, raro, y su situación en el canon es difusa y escurridiza, por lo que su inclusión en las antologías no es una tarea obvia. Juan Luis Martínez, contemporáneo suyo, también posee ese carácter desalineado de la tradición, pero lo posee en atención a ella. Jacob desatiende los ejes, y su poesía, por decirlo así, tiene un objeto interno, con el cual pareciera dialogar a puertas cerradas.

Me refiero a The Boston Evening Transcript, su primer libro, que fue publicado een 1993 por Carpe Diem y reeditado en 2004 por Ediciones Altazor. En Chile al menos, no hay antecedentes de un libro semejante. Ya es una excepción la circunstancia biográfica de su autor, cuya aparición en extremo tardía desestabiliza la noción de generación literaria. Rubén Jacob puede ser tan contemporáneo de Juan Luis Martínez como de los poetas que comenzaron a publicar sus libros en los años noventa, lo que además tiene su correlato en el plan de The Boston Evening Transcript, que puede leerse como un reverso asordinado de La nueva novela, en el sentido de que pone en tensión los problemas de la literatura, especialmente el concepto de autor, y a la vez congenia con preocupaciones propiamente noventeras, como la revisión del T. S. Eliot de Prufock and Other Observations, el repliegue de la escritura a su nicho reflexivo y la apropiación afectiva de los referentes literarios en la intertextualidad.

El libro asume la práctica de las «variaciones» en el sentido musical del término, algo infrecuente en los poetas chilenos. Hay, por cierto, varias manifestaciones de traducción, imitación y hasta plagio, como también variaciones sobre un tópico literario —las Variaciones sobre el tema de la rosa, de Alfonso Alcalde, por ejemplo—, pero no conozco otro libro que esté íntegramente concebido como un despliegue de posibilidades «melódicas» de un texto dado. The Boston Evening Transcript se presenta como el desarrollo del poema homónimo de T. S. Eliot, de cuya brevedad Rubén Jacob arranca veinticuatro variaciones relativamente extensas, en las que mantiene algunos cuños sintácticos reconocibles y citas textuales, todo repetido hasta el mareo, pero en lo esencial las subyuga a un flujo discursivo abarcador, ambicioso (no en vano son veinticuatro, igual que las rapsodias de la llíada y de la Odisea), que explora la posible identidad de los personajes del poema, los hasta entonces anónimos y homogéneos «lectores del Boston Evening Transcript», la prima Harriet, el lejano La Rochefoucauld y el propio Eliot-Prufock, para finalmente hacer desembocar esa exposición arquetípica de la humanidad entera en un diálogo casi fraterno, de bar, entre el autor del poema original y el de sus variaciones.

The Boston Evening Transcript es un libro de superficie transparente y fondo abigarrado. Jacob deja a la vista el esqueleto del poema, no hay secretos acerca de su composición. Si en el poema de Eliot «los lectores del Boston Evening Transcript / ondulan con el viento como un campo de maíz en sazón», en sus variaciones «los habitantes de la ciudad susurran / como el agua que cruje bajo el césped / ya cercana la madrugada / después del regadío». Son precisamente esos lectores —esos habitantes de la ciudad— los que son oscuros, opacos, como puede serlo el agua quebradiza bajo el césped, y desde la entrada se vuelven la materia de las variaciones. Los lectores son los habitantes, pero también «los editores de colecciones literarias eróticas y los guionistas de cintas pornográficas», «los compositores oyentes e intérpretes de la música», «los jugadores de fútbol», «los relojeros de Valparaíso», etcétera, produciendo un desfile de oficios y circunstancias. Son, además, lo que fueron al comienzo: lectores del Boston Evening Transcript. Son todos los que pueden ser. Son «vecinos y ausentes a la vez». En ese sentido, estas variaciones tienen un aire a los epitafios de la Antología de Spoon River y se juntan como un álbum de toda especie de seres humanos. No son grandes masas, sino mazorcas únicas, cuya homogeneidad en el campo —imagen de la soledad, la melancolía, la inutilidad de la vida y la belleza— es posterior y opera como un símbolo de la derrota de vivir en un extremo de la calle del tiempo, donde «todo está prescrito» y, pese a ello, seguimos preguntándonos si hay algo o alguien que salga del pasado a decimos que todo ha valido la pena.

La inclusión de una «coda» en la que los lectores del Boston Evening Transcript pasan a ser los lectores de Borges, reemplazando aquel «campo de maíz en sazón» por el aleph y su muestrario de todas las cosas y acontecimientos, es una apertura que matiza el diálogo final con T. S. Eliot y da un giro abrupto e inesperado desde la más completa universalidad enciclopedista de Daneri al más íntimo y frágil entorno del protagonista oculto de las variaciones, que hasta el final se ha mantenido en silencio. Como Prufock, Jacob no dice exactamente lo que quería decir sino hasta el final, donde deja la visión del mundo ancho pero no ajeno para alcanzar, por un instante, el recuerdo de una mujer con la que nunca habló y a la que nunca conoció, pero que era posible buscarla «en el fondo del tiempo». Ser «vecino y ausente a la vez» se revela así como una ley: ser un grano de la mazorca, un grano del que se puede decir absolutamente todo, un grano que vive, que tiene amigos, que se dedica a un oficio, que se vicia, que se malogra, que se masturba, que brilla, que piensa grandes ideas, que asesina en nombre del Estado, que hace poemas, que sólo gana dinero, que habita paraísos artificiales y que incluso puede dejar su nombre en la historia, pero que siempre, al caer la tarde, se acoda en una mesa a cavilar «sobre cuán bella fue la vida y cuán inútil».

La melancolía es el centro gravitacional de The Boston Evening Transcript. No en vano las portadas de sus dos ediciones están ilustradas con el cuadro de Chirico Melancolía y misterio de una calle, ese paisaie desolado en que una niña, o la silueta de una niña, juega con un aro en la parte soleada, corriendo al parecer hacia el fondo de la calle, donde una sombra de un ser misterioso espera algo. Esa atmósfera rige las variaciones de Jacob: una melancolía transparente, en la que todo parece dicho y repetido hasta el cansancio, pero que deja lugar para que la ausencia se manifieste. El cuadro de Chirico, su engañoso onirismo, conecta justamente la melancolía diurna con la desesperación que produce el sinsentido de los sueños, esa desolación en la que poemas como el de Eliot y el de Jacob pueden constatar la irreversibilidad de las pérdidas y, a la vez, jugar una última carta de misterio para conjurar el paso del tiempo.



 

 

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