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NOTICIAS SOBRE LA MUERTE DE LA NOVELA

Rodrigo Jara Reyes


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 “Hemos llegado a un punto en la modernidad en el que es difícil aceptar inocentemente la idea de una obra de ficción.” [1] Estas palabras de Roland Barthes, recogidas en el ensayo “La crisis de la ficción y la novela contemporánea”, escrito a fines de los años 80’ por el novelista chileno Gonzalo Contreras, manifiestan los problemas por los que atraviesa la novela moderna, cuestión que arrastra prácticamente desde que nació. El mismo Contreras lo reafirma más adelante y con sus propias palabras: “La distancia narrativa, el argumento, el relato continuo, muestran un supremo desgaste.” [2] Al leer estas notas y contrastarlas con la realidad pujante de la novela, nos surge una pregunta esencial ¿Es real o es un mito que la novela está en crisis terminal?

La muerte de la novela ha sido predicha muchas veces. Para sostener dicha premisa se ha argumentado que sus formas están agotadas, que no hay estructuras nuevas ni ámbitos novedosos que explorar, que los avances del cine terminarían en que nadie más leería novelas, que la vida moderna, (televisión incluida) no permitiría la sobrevivencia del género. No obstante, la novela continúa ahí, demostrando una salud de hierro y una proyección que ya desearían los cultivadores de la poesía o el teatro. Será que los predictores del apocalipsis olvidaron algunas de las ventajas del género, por ejemplo que la novela es capaz de escudriñar aspectos de la realidad y la existencia humana que ninguna ciencia y ningún arte se permiten. Herman Broch lo señala: “Descubrir lo que solo una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela. La novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de la novela.” [3] Sin embargo, tampoco debemos olvidar lo señalado por el novelista español Javier Cercas, quien nos asegura que la novela no busca respuestas a nada, pues se trata del género de las preguntas, el que nos protege de las respuestas, por lo menos del tipo de respuestas concretas que busca la ciencia y eventualmente la Filosofía.

Pero no se trata solo del aporte neto al conocimiento, también de una perspectiva más artística, holística o religiosa si se quiere, desde la cual es posible apreciar el mundo en su unidad y no solo a través de las especialidades que la ciencia ha instalado. Según Husserl, el desarrollo de las ciencias llevó al hombre hacia los “túneles de las disciplinas especializadas” [4] y a medida que se profundizaba en el conocimiento científico, se perdía la visión general, la visión de conjunto. Es así que, según Heidegger, discípulo de Husserl, la edad moderna devino en el “olvido del ser”. Ahora bien, “si es cierto que la filosofía y las ciencias han olvidado el ser del hombre, aún más evidente resulta que con Cervantes se ha creado un gran arte europeo que no es otra cosa que la exploración de este ser olvidado” [5]  Sábato, novelista y ensayista argentino del siglo XX, lo señala con claridad pedagógica “la auténtica rebelión y la verdadera síntesis no podía provenir sino de aquella actividad del espíritu que nunca separó lo inseparable: la novela. Que por su misma hibridez, a medio camino entre las ideas y las pasiones, estaba destinada a dar la real integración del hombre escindido…” [6]

Es por ello que, a partir de Cervantes, la novela se convirtió en el arte que recoge e interpreta al hombre moderno en su unidad, en su contexto. He ahí la importancia de ir explorando a través del tiempo los diversos aspectos de la existencia, los viajes y la aventura, las emociones del ser humano, la Historia, lo inconsciente, el pasado insondable, el presente infinito. El arte novelístico nos ha acompañado a lo largo de siglos y se podría decir que, “la pasión de conocer se ha adueñado de la novela para que escudriñe la vida concreta del hombre y la proteja contra ‘el olvido de ser’; para que mantenga ‘el mundo de la vida’ bajo una iluminación perpetua.” [7]

Ahora bien, la novela no solo es infinito afán de conocimiento o voluntad de interpretar artísticamente el mundo, el éxito y permanencia de la novela en nuestra cultura también se debe a motivaciones distintas y tan potentes como el mentado afán de conocimiento. Entre esas motivaciones se encuentran algunas necesidades psicológicas del ser humano y, en este sentido, es pertinente recordar las palabras de Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras”:

Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos –ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar —tramposamente— ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo insatisfecho. [8]

Claro que sí, según mi parecer, el aspecto psicológico-existencial es uno de los factores esenciales para el éxito editorial de la novela. Cuando hablo del éxito editorial, quiero decir exactamente que al chequear los 10 libros más vendidos en los últimos meses en países latinoamericanos como México, Venezuela, Colombia, Argentina y Chile, nos percatamos que la novela abarca el 90% de las preferencias, es decir, nueve de los 10 libros más vendidos pertenecen a este género y algo muy parecido ocurre en países como Estados Unidos y España. Detrás de los lectores, detrás de las relaciones familiares y el trabajo, acecha la oscuridad y el vacío. Es por ello que, en los intertantos, en los momentos de ocio y para escapar a la nada es necesaria la palabra y más que la palabra, la ficción. Necesitamos personajes e historias que pueblen el abismo y nos ayuden a detener, aunque sea de manera imaginaria, el avance de la muerte.

Ahora bien, no es solo tarea de los adultos esta lucha contra la nada, viene desde la primera infancia. El niño le da vida a sus juguetes, les otorga personalidad, intenciones, construye un universo en el que él mismo se arroga el papel protagónico, el de víctima o el de director de orquesta. En esta época de la vida, el tiempo está poblado por monstruos y héroes ficticios. El vínculo de autores y lectores con la ficción nace allí, en la prolongación de los sueños infantiles, en la intención de expresar estados de ánimo o afectos heredados de aquel mundo legendario.

Necesitamos constantemente construir o abastecernos de universos ficticios que sustituyan a la realidad cotidiana, necesitamos crear o acceder a personajes hechos a nuestra imagen o al revés, totalmente distintos a los que conocemos: “individuos hechos de la misma sustancia que nosotros, presos en el mismo tejido del espacio y del tiempo, y que, por una suerte de analogías, de semejanzas o de transposiciones, amplifican de pronto el campo de nuestra humanidad.” [9] Y de esa manera nos ayudan a soportar nuestras falencias, nuestra precariedad, nuestra finitud.

Sin embargo, no sé si aduciendo estos argumentos he logrado explicar la necesidad y permanencia de la novela. Tengo la sospecha de que no debo dejar fuera aquellos aspectos más histórico-sociales y comerciales. Señalar por ejemplo que en Europa durante los siglos XVII y XVIII la lectura era posible solo en las clases adineradas y en las mujeres más que en los hombres, pues, estos últimos preferían la caza, el libertinaje, los negocios o el alcohol. A esto se refiere aquello que se decía a fines del siglo XVIII: la novela es un género para la entretención de señoras adineradas. Es solo a partir del siglo XIX que el público para la lectura y la novela específicamente, crece, pues la educación tiende a masificarse y el desarrollo técnico de la impresión permite bajar el precio de los libros. Por otro lado, fueron apareciendo autores tan importantes como Balzac, Flaubert, Dostoievski y otros tantos. A esto se suma la categoría que fue adquiriendo el periódico en la civilización occidental, lo que provocó el surgimiento de la novela por entregas, que hasta muy avanzado el siglo XX, constituyó la única relación con la literatura en amplias regiones de Europa y América.

Desde principios del siglo XX, la novela conoció a fondo el fenómeno de la masificación. A la publicación en periódicos antes mencionada, se sumaron las grandes tiradas de libros de bolsillo que llegaron a muchos más lectores, y luego la comercialización a través de las estaciones, los puestos de periódicos, los supermercados y otros. Además, la novela albergó y todavía alberga el fenómeno de la producción en masa de textos, propiciada por verdaderos fabricantes de historias policiales, eróticas, rosa o de espionaje. Por otro lado, en el último decenio, han comenzado a aparecer los libros electrónicos o e-book. Si bien en la actualidad las ventas en formato digital no sobrepasan el 5% del total, se cree que esto puede cambiar hasta tal punto en los próximos años, que se podría hablar de una revolución del libro digital.

En resumidas cuentas, y según lo señalado en estas páginas, la permanencia y crecimiento de la novela a través de los siglos, se debe a una variedad de fenómenos muy disímiles, que van desde aquellos basados en los avances de la educación y la imprenta, hasta los artístico-filosóficos y los netamente comerciales, pasando también por las necesidades psicológicas y existenciales del ser humano. Ahora bien, respecto del futuro, las opiniones son diversas y contradictorias. Algunos señalan que  las condiciones que se están creando en nuestras sociedades apuntan a que pronto no se leerán libros largos y complejos, las novelas entre ellos. “Existe el peligro de que el gran público deje de leer y se conforme con darse por enterado de lo que sucede en el ámbito cultural, recurriendo a píldoras informáticas vía internet, dejando para los especialistas la lectura de obras literarias.” [10] Como una manera de fundamentar lo anterior, Luis Goytisolo, señala que los planes escolares “descuidan el estudio de las humanidades… leer novelas, ensayos o poesía no es una decisión espontánea, sino algo que deriva de un bagaje intelectual…” [11] En este mismo sentido, Phillip Roth, señala que lo que muere no es la novela sino el lector complejo “que es el que puede leer novela compleja”.  Pero no se trata solo del peligro de que no se lean novelas, el asunto va más allá, y apunta a que en algún momento se dejarán de escribir. “Todo escritor ha sido antes lector, un lector empedernido, diría yo. Pero si el medio no propicia la lectura de novelas más o menos complejas, difícilmente surgirán vocaciones, serán escasos los escritores que afloren en un medio donde la cultura y educación recibida apuntan hacia otros derroteros que nada tienen que ver con la creación literaria” [12].

Por otra parte, están los que señalan que no existe ninguna crisis de la novela, que el público lee más que nunca novela tradicional, que es la que postulan los best-sellers y que la novela de calidad siempre ha sido elitista “tiene el público que tenía, que es un público cultivado.” [13] Además, nuestra época es una época de dispersión, de multiplicación de sentidos e interpretaciones, justo el caldo de cultivo que necesita la novela para crecer y adueñarse de todo y engullirlo todo, que es lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo, según mi parecer. Ya no se trata del reflejo de Stendhal, como la única imagen de la sociedad y el gran medio de instrucción social de las masas. Hoy existen otros reflejos que compiten y acaso la relegan a un segundo plano, pero si los novelistas, como señala Franzen, “seguimos escribiendo como si importáramos, seguiremos importando a la gente que lee novelas. La manera de conservar nuestro territorio no es darnos por vencidos y comenzar a escribir para nosotros mismos, sino tratar de escribir libros que sean relevantes.” [14] Y por último, más allá de los malos augurios que postulan los ideólogos del apocalipsis de la novela, “los novelistas seguirán ahí: mientras exista un ser humano, existirá alguien que cuente su historia. O que se la invente.” [15]

 

 

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Notas

[1]    Roland Barthes, en ensayo de Gonzalo Contreras, “La crisis de la ficción y la novela contemporánea”,1989 (PDF en internet)
[2]    Gonzalo Contreras, ensayo “La crisis de la ficción y la novela contemporáneas”, 1989
[3]    Milan Kundera, “El arte de la novela”, pag. 16, Tusquets, segunda edición 2004.
[4]    Milan Kundera, “El arte de la novela”, pag. 14, Tsquets, segunda edición 2004
[5]     Milan Kundera, “El arte de la novela”, libro Tusquets, segunda edición 2004
[6]    Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas, Seix Barral, Biblioteca breve, 1963.
[7]     Milan Kundera, “El arte de la novela” , pag. 15, Tusquets, segunda edición 2004
[8]    Mario Vargas Llosa, “La verdad de las mentiras”, pag 16, Santillana 2002.
[9]    R. Bourneuf y R. Oullet, “La novela”, pag 26, Ariel, segunda edición, 1981.
[10] Manú de Ordoñana, “El futuro de la novela”, artículo agosto del 2013, serescritor.com
[11]  Manu de Ordoñana, “El futuro de la novela”, artículo agosto del 2013, serescritor.com
[12] Manu de Ordoñana, “El futuro de la novela”, artículo agosto del 2013, serescritor.com
[13]  Javier Rodríguez Marcos, “La muerta viva”, artículo julio 2012, El país.
[14]  Javier Rodríguez Marcos, palabras de J. Franzen tomadas en el artículo “La muerta viva”, artículo julio 2012, El país.
[15]  Javier Rodríguez Marcos, “La muerta viva”, artículo julio del 2012, El país.



 


 

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