Ingresar a un texto mediante el camino de la música es hablar de una generación y esbozar una genealogía desde la subjetividad. Escribir es al mismo tiempo un placer no exento de problemáticas en torno a nuestra juventud, marcada con hechos que ya infringieron la seguridad o estabilidad, como el asesinato a John Lennon en Nueva York, el intento de asesinato contra Ronald Reagan, la guerra de las Malvinas en Argentina, la muerte de Bob Marley, la caída del muro de Berlín y la guerra del Golfo y la consolidación de la Internet (Organización Europea para la Investigación Nuclear), hechos que para cualquier adolescente consciente, les determina un carácter y un discurso libre de inocencia, nos referimos a los efebos músicos del estado de Seattle: Kurt Cobain (voz y guitarra), Krist Novoselic (voz, bajo y acordeón) y Dave Grohl (voz, batería y guitarra) de lo que fue la otrora banda Skid Row (1987), Pen Cap Chew (1987), Bliss (1987-1988), o Ted Ed Fred (1988), hoy reconocida como Nirvana.
Creadora de canciones reconocidas por una generación, fueron parte sustancial del grunge, definida por Chris Cornell, como aquel movimiento que nació “naturalmente, fruto del espíritu de una era más complicada y que ofreció a esos adolescentes oportunidades interesantes: hacer su arte, escribir lo que sentían, componer lo que querían”, para jóvenes excluidos por la industria política que tomó decisiones sobre estas identidades, quienes mediante su creación interpelaron la historia, el orden mundial y la democracia, como si dijesen, “los ancianos no vivirán para ver el futuro en el cual invierten” (Derrida, en Caputo, 2009, p. 137). Instalamos la sospecha mediante el análisis de lo que se ancló como verdad inamovible y que en la actualidad es un sentido que, aun inspirado en las orillas o en los vertederos de la intuición, hoy se constituyen en actos y discursos con plena vigencia. Un ejemplo de esto fue el concierto en Buenos Aires en 1992, ante 50 mil personas, ocasión en la que luego de observar que Calamity Jane, su banda invitada, fustigada, Nirvana, destrozó entonces intencionalmente su repertorio, contra este acto sexista.
Quienes observamos la instalación de las cúpulas culturales al retorno de la democracia —la que hoy sigue secuestrada— y que se extendió a todas las latitudes desde sus centros de operaciones gubernamentales durante décadas, las voces premonitorias e inconformes con los procesos sociales imperativos de la época, fueron ensamblándose en las denominadas “juntas de garaje”, quienes ponían el contexto para la interpretación de ideas de caos y expresiones disparatadas, aullidos y estridencias. Considerando que se consolida con esto un movimiento musical de estas características, cabe notar que es imprescindible mencionar que el concepto juega un papel preponderante, tanto en su definición. En Chile vivimos el hastío siendo jóvenes, al mismo tiempo encontramos puntos de fuga con la música y el desgarro implicado, reviviendo nuestras propias composiciones truncadas de generaciones emergentes con una tradición musical en el folclore latinoamericano, la música andina y el rock latino como telón de fondo. Sin embargo, el grunge como una música de residuo nos marcó espiritualmente, dejando de lado todo estereotipo textil o estético, los representantes del subgénero eran tipos que prescindían de cualquier ostentación material, preocupándose por el contrario de la decadencia humana, las injusticias sociales y el mercantilismo de las necesidades, a través de sus letras y sonoridades, manejados por un inconformismo arraigado en sus almas, revisemos una letra de una de las bandas que Cobain y compañía refieren a ellos como sus músicos mentores en el MTV unpplugged, Meat Puppets, con el tema Plateau: “Muchas manos han escalado la gran cara de la meseta/ algunos pertenecen a extraños/ y otras personas que conoces/ espíritus sagrados/ y presentadores de programas en entrevistas/ fueron puestos en la arena/ para embellecer las colinas y estrechar muchas manos// No hay nada en la cima excepto un balde, un trapeador/ y un libro ilustrado sobre aves/ ves mucho allí arriba pero no te asustes/ ¿quién necesita acciones cuando tienes las palabras?// Cuando hayas terminado con el trapeador/ puedes parar y mirar lo que has hecho/ la meseta está limpia no se puede ver suciedad/ y el trabajo fue muy divertido/ no hay nada en la cima excepto un balde, un trapeador// Muchas manos empiezan a buscar la siguiente meseta/ algunos dicen que eran de Groenlandia / y algunas dicen que México/ otros decidieron que no era ningún otro lugar/ excepto donde ellos estaban/ pero todas esas eran solo suposiciones/ que no te ayudarían si pudieran”.
Pese a los temperamentos, la adicción, depresión y dolores gástricos, en Cobain podemos observar una ética que puso en práctica, como si estuviera hablándonos mientras hojeara revistas y fanzines de punk rock y rock alternativo, la importancia de la vida alrededor, sus escapadas para visitar al escritor William Burroughs; con distancia del neoliberalismo y el mundo de la fama y el consumo, por lo mismo, se mostró a ratos inconforme con el Nevermind (1991), porque la multicopia del disco lo arrastró a un ambiente de groupies y el consumo inerte del capital frente a toda su creación, como imposibilitándolo a respirar su época, su silencio, incomodándolo de su umbral, y de la ternura inicial familiarizado con toda la movida de sus pares, buscando la trascendencia, ya que, “el deseo apunta más allá de las satisfacciones, hacia el infinito. El Verdadero Deseo es aquel al que lo Deseado no colma sino ahonda,” (Lévinas, 1998; 41). Hoy Cobain tendría 57 años y estaría por lo que se ha investigado viviendo un retiro de la escena o componiendo música con guitarra acústica, nosotros le desearíamos una vida sin tribulaciones.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com A los 30 años de la muerte de Kurt Cobain
Nirvana: generación y trascendencia en un mundo despreciado
Por Rodolfo Hlousek Astudillo
San Carlos, Ñuble
Rodrigo Massi
Porvenir, Magallanes