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Rodrigo Lira: Anarco francotirador

Por Marcelo Montecinos
Publicado en La Calabaza del Diablo, N°19, noviembre de 2002




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Rodrigo Lira se definió no como un poeta, sino más bien como un productor de textos, fabricante de una escritura transitiva o de una escrituración exasperada. Entre otras cosas fue un erudito de la contracultura, del pop y del pop art. Atento siempre al rock o al nuevo jazz. Su imagen es recordada casi míticamente, sus chuletas, el infaltable jockey, además de las gruesas gafas, son unas de sus notas identificatorias. El ícono. Su producción está concentrada, hasta el momento, en una escasa y fantasmal edición que responde al nombre de "Proyecto de obras completas", por coedición Minga/Camaleón. Estas notas que continúan, están basadas en la lectura de este libro, en su prólogo, escrito por Enrique Lihn, además de una revisión de textos escritos sobre él, los que aparecen reunidos en el sitio de Internet llamado letras.mysite.com. Proyecto Patrimonio. Revisemos pues su condición de fantasma y su identidad de desaparecido, en la letras chilenas.


Rodrigo Lira

Nació el día sábado 26 de diciembre de 1949 y murió el día de su cumpleaños número 32. En su infancia se demostró como un niño precoz, aprendiendo a hablar a la edad de 1 año. Hijo de un oficial del ejército de Chile, ergo se colige su pasada por la Escuela Militar. Luego viene la época universitaria. Tiempo de tránsito. En 1967 ingresa a estudiar Sicología. Eran años de intenso movimiento. Efervescencias de todos los tipos. Lira no duda en adscribirse a cuanto movimiento se le pase por delante. Eran épocas de decisiones más tajantes. Sigue su tránsito pasando por Filosofía, y por la Escuela de Artes de la Comunicación, en el Bellas Artes de la Chile y la carrera de Lingüística. Esto último sucedió en el Campus Macul. Surge allí una relación intensa con ese campus. No olvidar que termina viviendo en los Presidentes, en un pequeño departamento. Es el lugar donde inicia las lecturas de sus trabajos, posteriormente lo hará en el Instituto Goethe, en el Cultural de las Condes —Primer encuentro de Arte Joven—, sala La Capilla, un café llamado Ulm. También realizó actividades en la biblioteca del Museo Benjamín Vicuña Mackenna.

Fue un hombre comprometido con su mundo inmediato, es así como en los años de las utopías, entiéndase los comienzos de los 70, llega a trabajar al departamento de publicaciones infantiles y educativas de la editorial estatal Quimantú. Colabora en la factura de un guión de historieta para niños (1972), una revista llamada "Cabrochico", la que perseguía crear conciencia a través de personajes solidarios. La historieta fue escrita por Lira, dibujada por Carlos Cabrera y se llamó "Panchito en la tierra de la fantasía". Eran momentos en los que los editores de este tipo de trabajos se preguntaban: "¿Hasta cuándo insistiremos en que los príncipes azules deben ser los maridos de nuestras hijas?". El cómic es algo que debe estar presente, al modo de una latencia, en la lectura de sus textos, acaso sea el momento en que el lenguaje está en plena desestructuración, esfumándose, haciéndose imposible. Entonces quizás valga la pena girar hacia la puesta en escena: el lenguaje descarnado del cómic, lenguaje gráfico. Al respecto no se debe olvidar las ediciones fotocopiadas que hacía, para regalar a sus amigos, o la "reedición" de la novela "La orquesta de cristal", que entrega al poeta Enrique Lihn, anillada y con un nuevo montaje más algunas "correcciones" que Lira estimó necesarias de hacer. En general trabajó sus creaciones siempre desde una estética decidida. El uso de letras set, la práctica del collage, intervenciones gráficas. Pues modificar el signo implicaba aceptar otro giro en la lectura. Lo que Enrique Lihn llamará: "las vicerrealidades de Lira", en tanto escritura. La invención de "vicerrealidades" que surgen del lenguaje por la tensión entre éste y la realidad. El sujeto que habla, lo hace fragmentadamente. Se multiplica. Desiste de la individuación. Será el intento de poner al lenguaje por fuera de su propia norma —no olvidemos la legalidad del lenguaje, a saber, la Gramática—, desquiciarlo. La escritura como una red de sentidos que encierra una estrategia de desestabilización del otro, de todos los otros.

Desquiciar el lenguaje sí. Pero desde un punto extremadamente claro, entendamos al yo concreto y real. Vivito y coleando. Por ello es que se hace posible entender la escritura de Lira desde un carácter de crónica, siempre —casi— existe la posibilidad de encontrarse con la realidad del propio escritor. Sus sentimientos. Su pasar por el mundo. Su mirada: Ironía total. Su pronunciamiento frente al (des)orden de cosas. La crónica de la que da cuenta Lira, corresponde a un autoanálisis ligado a la risa, reírse de sí mismo. Escribir desde un dónde. No es el poeta encapsulado, no es el poeta llamado a mantener la llama eterna de nada, es decir, no hay una realidad otra, otro mundo. Su vanguardia se afinca en la contradicción diaria, esa que se vive al minuto, sin descanso. Un poeta político. Un poeta con política. Enrique Lihn dixit: "La poesía de Lira deriva de la censura y es el argot de una promoción o de un grupo generacional, que en no poca medida prolonga el trabajo antipoético y otro, pero en un contexto sociohistórico y político, que convalida la poesía del absurdo y ennegrece aún más el humor negro". Es la idea del borrón. "El Chile de los años setenta tendría que parar la oreja, si no fuera sordo, al enmudecimiento de Lira, fenómeno que ocurre a partir de la letra, como una desestabilización del sentido del acto mismo de escribir". "El texto de Lira es hiperliterario, una parodia de la literatura, apoético o poético a contrapelo. Es el balance de una quiebra, el inventario de una imposibilidad que incluye ciertamente, la cosa política como una actividad del lenguaje"

"Hay aquí textos cuyas oscuridades de referencia, no tardarán en ser borrones; aún y cuando incluyen sus claves en la forma definida por el diccionario (...) ceden a la tentación de un periodismo polémico extremadamente local, barrial, mejor dicho. Anarco francotirador, fue todo lo lejos que pudo en el uso de una palabra a la vez incontinente y correctora, de puntualizaciones torrenciales, plagada de subentendidos, indecodificable para quienes no estuvieran al lado del emisor, facilidad que ha caducado".

Utilizaba la palabra como forma que sirviera para producir y expresar su posición frente a las embestidas del diario acontecer, no es raro encontrar en sus textos cartas dirigidas al presidente de un x jurado, de concurso literario, explicando los por qué de sus desacuerdos o afinidades. La retórica en todo su esplendor, pero ya sabemos que el fondo del asunto va por descentrar el sentido obvio de las cosas. Todos los registros de su época activa como escritor, dicen relación con la puesta en escena de sus intervenciones. Leer en público era aparecer disfrazado, sacar enormes rollos de papel y declamar. Una actitud ofensiva en una realidad en que predominaba lo que los medios llamaron el "apagón cultural". Se trata de la retórica que camina junto a lo que puede llamarse la "dramaturgia de la palabra". Esto es, devolver la palabra al escenario por medio de la palabra. La palabra es la acción. Es así como enfrenta su última aparición en público —sólo seis días antes de suicidarse— en el programa "Cuánto vale el show", hay un instante de la transmisión en que podemos escuchar: "En realidad yo soy poeta, y yo llegué a esto a través de la poesía, con un interés en recitar, en declamar mejor mis propios trabajos y he estado este año trabajando mucho, incluso con trabajos de otros autores. Pero yo, básicamente, soy poeta y no quise traer un poema mío, porque de alguna forma ya tengo algunas publicaciones y no puedo pasar como aficionado. En cambio como locutor, o como actor, o como artista de la voz, digamos, soy absolutamente autodidacto."



*obra citada: El circo en llamas. Enrique Lihn



 

 

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Rodrigo Lira: Anarco francotirador
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Publicado en La Calabaza del Diablo, N°19, noviembre de 2002