RATADA de Rosabetty
Muñoz
Por Kurt Folch
M.
Julio 2005
Ante el título del libro de Rosabetty, antes de leer un solo
poema, recordé una de las que para mi debe ser una de las escenas
ms impresionantes del cine: Klaus Kinsky como Nosferatu, en la película de
Herzog, instruyendo a su sirviente “ve hacia el oeste, contigo irá
el ejército de ratas”. Una ratada es eso, un fenómeno
–digamos que natural- que consiste en una plaga de ratas, ratas; es
decir, la peste, la muerte, una maldición de tinte bíblico,
que castiga al hombre con lo peor de sus miedos, lo peor de si mismo.
La ratada es una imagen de miseria, decadencia, corrupción.
La lectura del parco volumen es coherente con su título. Rosabetty
Muñoz hace algo bastante extraño y difícil; hace
literatura desde una orilla inesperada para alguien que es del sur,
quiero decir que es una poeta del sur con todas las preconcepciones
que la definición acarrea, un sur más o menos turístico.
Rosabetty va en sentido contrario, no elogia lírica y melancólicamente
nada, ningún paisaje, ningún tipo humano. Su voz es
seca, dura y nada amistosa; sin embargo también es recta, compacta,
certera. Poesía desromantizada. Su manejo del lenguaje es de
una artesanía desnuda de pretensiones. Tierra limpia, desbrozada.
Escoge e insiste con materiales sencillos y claros, utilizados con
inteligencia, pero esta es una inteligencia opuesta a la astucia de
la rata. Porque en el fondo, la rata, la plaga, es símbolo,
creo para Rosabetty, de la miseria humana y una de sus peores expresiones:
la vida regida por un corazón e inteligencia rastrera, traicionera
cobarde, la vida del hombre rata. Nuestra vida o la que se nos impone
o autoimponemos.
Pero veamos los materiales del autor. Su vocabulario: rata, celo,
pocillos, palos, trapos, cloro, pueblo, cerros, taxi, cilantro. Y
el tenor de sus imágenes creo que queda perfectamente retratado
con el siguiente fragmento de un poema perfecto (nada ilumina más):
Son niños sin barcos / cruzándoles las pupilas. / Nada
les ilumina más / que el hallazgo de una rata viva / a quien
sacarle los ojos. Palabras bien poco agradables. No, estas no son
tierras de promisión, el pueblo es “un gusano partido en dos”,
“un pueblo de mierda”. Quien habla es quien vive y atestigua un territorio
desamparado, quien habla cumple el requisito esencial “de estar vencido”
y ya no se hace ilusiones. Su mirada es justa e implacable comprueba
que las ratas no paran de entrar, los perros se aparean en la basura,
la juventud un desperdicio, el amor de dios una broma idiota a través
de una ventana miserable. La acidez y amargura de todo esto que se
nos dice, desde una tierra muerta, no deja de maravillar por su claridad,
por la veracidad con que está templada la voz, su confianza
en lo esencial de lo nombra.
Este no es un libro para adolescentes, es un libro ejemplar, riguroso,
maduro, va al grano portador de una entereza moral antigua y estoica.
El sur que aquí se traza es más bien la imagen de un
tiempo de penurias, creo que se trata de nuestro tiempo. Celebro la
publicación de este libro, realmente creo que es un libro mayor,
agradezco a Rosabetty porque leerlo es una saludable lección
de cómo se debe decir lo que se debe decir.