Rosabetty
Muñoz tras la poética en "Sombras en El Rosselot"
Por Hans Schuster
Editorial Poetas Antiimperialistas
de América
Trabajo fue publicado el 5/05/03
Introducción:
La supuesta reiteración de temas en el arte moderno ha dado
lugar a numerosas mal interpretaciones, de modo que no pretendo caer
en la excesiva fidelidad de la interpretación del texto de
Rosabetty, sino más bien y en la medida de lo posible, establecer
una frontera entre el antes y después
de la acción de arte, desde la obra de arte. Vale decir, la
forma en que se aborda el tema: en este caso la prostitución,
y el efectivo desbordamiento que el tema produce en la conciencia
artística que, insuficientemente trata de alcanzar la realidad.
La obra de Rosabetty Muñoz, merecida ganadora del Premio
Consejo del Libro Chile-2002 (Obra inédita), deja lugar a numerosas
interpretaciones, sin embargo optaré por encontrar las rupturas
de equilibrio entre materia tratada y propuesta poética.
Hay una serie de síntomas que pondremos al descubierto a partir
de esta lectura mañosa, que como ya se ve no caerá en
la ironía romántica de aceptar que la hablante del texto
habla desde la prostitución, el tema de la carnalidad como
misión de la conciencia religiosa y filosófica que liga
los silencios entre los textos de la poetisa.
El texto se inicia con un epígrafe anónimo, a fin de
ordenar el mundo a modo de testigo, se debe entrar en él, bajo
el estigma de la conciencia subjetiva. El prostibulo de pueblo que
alguna vez existió en Chaitén:
“Desde el árbol veía sus trajines
en el patio. A veces
me dejaban entrar a recoger los papeles plateados de
las cajetillas de cigarros y me entretenía haciendo
cinturones para ellas o solo mirándolas. Así, hasta
que sentía los gritos de mi vieja llamándome”.
La primera parte, no cifrada, es decir, sólo establecida con
la cita precedente, se compone de 15 textos, allí se alzan
las sombras de un mundo que se desvanece por lo trascendente, se proyectan
sombras de un paisaje exterior e interior, y la experiencia estética
esta palpitando desesperadamente, a través de la aventura formal
del uso del idioma con el cual nos obliga a reordenar el mundo, en
la provincia, en nuestras preconcepciones, en nuestras propias pasiones.
Esas sombras salen de su escondrijo de su escenario para implorarnos
su eterno retorno.
Por ello el primer texto; Casa de citas, remarca la intención
clásica del enunciado y su presentación en la aventura
del mundo, un mundo ingenuo casi cristiano, en cuanto intenta buscar
la trascendencia, la unión espiritual con lo bello como manifestación
sensible del ideal, abrir el abismo al modo platónico de la
verdad. La justificación de la integración en el momento
de la creación artística con el marco referencial de
sustentación amparado en la noción de la verdad en el
arte, de allí que la hablante se vea forzada a proclamar la
textualidad de su verdad:
“Oscurece y las piezas inician movimiento.
Suenan
a veces ríos dulces
a veces ocarinas
o violenta sangre en oleadas.
Hasta el encajar de unos dedos entre el cabello
parece oírse.
Medusas transitan aéreas
Pagándose en la superficies a su paso.
Ferviente esta casa
navega con las ventanas abiertas
de par en par.” (pp.7)
Allí se fija la atención, en la libertad, de modo que
los conceptos dejaran de ser tales, para resignificar el espacio y
la experiencia estética inducida desde y con el lenguaje.
La escaramuza del sueño como señuelo de los acontecimientos
que vendrán, dan buenos resultados, establece la tensión
y al mismo tiempo amplían los grados de interpretación.
Aquí está el gesto de que el arte tiene conciencia de
sí mismo, al decir de Gadamer “la autonomía de lo estético”,
se expresa como una mirada dentro de la comunidad y de la supuesta
inconciencia del artista. Aquí se instaura el estatuto de lo
propio e inevitable, el arte que da cuenta de sí mismo:
“Sueños
Sueño con un pez de ojo taladrante
y sostengo
-apretados en el puño-
nombres.
Restos de frases.” (pp.9)
Al recurrir al campo del enigma en la acción de duplicidad,;
“nombres”, “restos de frases”, espacios de significación aún
no traducidas, pero que ponen en movimiento el futuro inmediato de
lo creado; “ de par en par”, termina el texto anterior, y ahora en
migajas, en pedacitos se va construyendo un espacio del mundo a (d)escribir,
las ventanas de lo subjetivo no sólo dejan entrar sueños,
sino también, a la voz, que portadora de una comunidad y una
época, dará cuenta de lo que acontece, de lo que es
posible llegar a creer, a crear. Ya no sólo es posible sentir
la belleza de lo bello, sino que además debe traducir la imagen
al conjuro poético para certificar el nacimiento en el rincón
de la memoria, allí es desde donde la hablante reconstruye
una espacio de placer y de sensualidad. De modo que los textos operan
como bisagras, lo externo-interno, bajo la oscilación pendular
del simulacro, de la suerte de representación que escenifica
la descripción de un mundo en donde lo pequeños gestos
de lo humano aún yacen abandonados:
“Allá afuera
Despego papeles plateados de las paredes
espejitos plásticos.
El cáscaro pueblo se agita
cubierto siempre,
rugoso y maloliente.
Sus criaturas se donan gestos menores.
No hay jardines en los frentes.
A picotazos los pájaros
pelean sombra contra las gallinas famélicas.”(pp.11)
Las ventanas dejan entrar lo exterior, de modo que los siguientes
textos serán parte de la descripción de un pueblo innombrado,
en Paisaje, Aire de término, Lo que resta, serán
necesarios para demostrar la precariedad en la condición de
vida de los habitantes, que no aparecen, sólo trizaduras a
modo de paisaje conceptual como ruidos que vienen del exterior, lo
que importa aquí es el centro del mundo:
“La casa que habito
Persiste este territorio inmóvil.
Se recoge y abre a voluntad.
Cerrada sobre sí
proyecta en las paredes
escenas imposibles.
Parajes de utilería
que me fijan a esta silla
mientras se encienden las luces
y comienza la música” (pp.19)
Allí se instala la obra como producto del juego, allí
se instala la hablante a espectar, de modo que hay una doble conciencia
en la construcción, la evocación de lo de lo posible;
“proyecta en las paredes...”, “se encienden las luces”, la hablante
es al mismo tiempo la anfitriona de la fiesta y huésped, partida
en dos, es y se convierte en el símbolo de la experiencia que
pasa a relatar. Pero antes, nuevas detenciones; Afuera, un árbol,
Ni sueño ni vigilia, a modo de Balbuceos, como si
temiera estar presente en el juego de la fiesta, consolidando la mirada
a lo exterior para aproximarse a sí mismo, entonces viene la
Bandada, una suerte de hombres pájaros o traucos no
invitados que oscurecen el cielo, sólo se insinúan,
no están dichos, pero recordemos que la hablante está
como una sombra más dejando entrever un discurso que intenta
abordar la condición de la mujer, de allí Las furias
que reconoce como sus propias preconcepciones ante el mundo de lo
femenino. Vivir y desvivirse en el prostíbulo de los tiempos,
en el ex prostíbulo del pueblo, en la noción de uso,
de objeto del deseo. Ahí radica la necesaria confusión
perceptiva de los planos, que ejerce su condición de furia
como hilo imprescindible de la experiencia estética, ante la
visión de la mujer, desdoblada en la voz de la mujer:
“Las furias
Furias de cabellos enardecidos
cabalgan en el lomo de esta casa.
Ni rostros. Ni labios.
Solo una gran cabellera extendida.
Solo levantar de senos.
Furias que quieren entrar.
Me levanto erizada
acopio nieve, verde en explosivo
Y cóncavo, honduras,
máximos picachos.
Rociando agua bendita en las esquinas,
Me interno en la materia del sueño:
Hilos
Que se pueden apartar con las manos.”
Hay una no-distinción entre lo externo-interno, entre la identidad
y la no-identidad, para dejar pasar lo que hay detrás de la
obra, el acto de escritura que recuerda como en un sueño los
momentos del conjuro, la acción de bendecir y apartar el presente
y pasado con las manos, esa Zona de Sombras, que ayer en fiesta explicitan
con vigor la vertiente lúdica de lo que en sueños se
agiganta, y sale al Escenario, en donde ya no hay posibilidades
de ocultar, el juego de contrarios ya está en su baile de mostrar
y ocultar, ahora ya no se remite a lo enunciado, es lo enunciado “Caminar
es esta oración // en la que nos sumamos.” De modo que el texto
ha permitido un reconocimiento del origen, de la búsqueda de
permanencia, y fue capaz de captar lo fugitivo de las sombras:
“Paisajes y Paredes
En síntesis
Esta historia ocurre entre paredes.
Y las paredes son móviles.
Lo urgente se repite una y otra vez
en son intermitente.
El amor
tiene algo de este lento abrazo
en que arder y deshacerse
es uno”.(pp.35)
Ya estamos pues en el espacio de la superación del tiempo,
la fiesta es ahora una celebración como ruptura del presente,
y siguiendo a Gadamer. La experiencia estética es un “tiempo
de celebración”, de allí lo eterno, la poesía
es ahora una vuelta al origen en la esencia del arte, al único
paso posible en la máxima tensión creativa que busca
la esencia de todo cuanto es. Por ello, la nueva ruptura, casi imperceptible,
asomada a la subjetividad de la otra voz que enmarca a modo de epígrafe
las secuencias siguientes:
“no, si yo nunca entré, pero dicen
que iban todos
los empleados públicos, los profesores, los militares.
No,
no me acuerdo del nombre de ninguna”.
El tema del arte, las musas, se resuelve aquí en diez poemas,
lo expresado es ahora el palpitar interno, la esencia del goce, la
descripción de un momento en que las sombras detienen el tiempo
y desvían el ojo anterior que oteaba su ventana desde el plano
inmediato de la escritura de signos, ahora son los propios signos
los que bailan, aquello que intuía intelectualmente la hablante
fija en la silla del lenguaje, puede ver ahora su creación
plástica en la completa eliminación de toda referencia
que no provenga de los objetos para formar la figura de lo estético:
“Humores
Tras los paneles desmontables
(que figuran paredes)
solo una racha helada
y leves ruidos de carreras.
Relampaguean objetos
simulando posiciones.
Huyen cuando aparezco.
Igual que ríos a borbotones
los oía transcurrir.
Sentía esa alegría.
La de ellas.” (pp.39)
Ya estamos en el baile; Festivas, ya todo es un reordenar
el mundo de los objetos, de los pequeños detalles, en contraposición
a las marcas de la historia personal.
“Festivas
Una vez más el sonido de puertas
música intolerable y golpear de uñas.
Arrastran sillas. Se ríen de mí.
Del alto de platos que me falta
por lavar.” (pp.41)
Está fuera y adentro, simultáneamente, Detrás
de las puertas, también, los textos son arrebatos de profunda
armonía, de disonancias que se usan en ella misma, la hablante,
para entrar y salir de los espacios en que habitan estas sombras,
que son algo más que simples Presencias, que siempre dejan
algo tras de sí, entonces el miedo está presente, al
convocarlas en el conjuro, al escribir de noche en la piel de las
sombras, hasta ser parte de esa locura:
“Sombras en El Rosselot
La loca de la casa amaneció
acostada en mi cama.
Cerrado el puño
aprieta los últimos cabellos
que arrancó de su cráneo.
Se asoma a las cuencas vacías
un bullir desesperado
que ustedes verían
si no fuesen también sombras.
Si no fuesen sus propias cuencas
un pozo en vertical” (pp.47)
Las inauditas formas deformes, la musa de la memoria, la libertad
del espíritu, todo lo que la locura extiende entre sus manos
luego de arrancarse los pelos lógicos, y situarnos en otro
plano del espacio observado, la casa; “El Rosselot” es ahora la vía
pública en donde caben todos los conflictos, hay allí
una conciencia histórica y una flexibilidad para tratar los
complejos espacios del arte, en donde lo sano e insano se juntan “que
ustedes verían // si no fuesen también sombras”. No
es casual que la artista supere su propia tensión producida
en momentos anteriores, el borde mismo de la locura es traje que en
la historia del arte está presente una y otra vez, de modo
que nuestra visión y experiencia ha sido instrumentalizada,
al igual que nuestra forma de reflexionar ante lo supuestamente ingenuo,
de allí que nos vuelva a poner ante los ojos nuestro propio
mundo y su escasa validez, si no es visto desde el ojo del arte.
Luego vendrá otro Deseo, que nos interpela ante los
Espectros, en la danza de la noche anterior, los sudores y
la vigilia de quien ama, de allí que Las Otras, no se
contengan en el espesor del goce Amatorio, en la idea de cabalgar
su olor En Celo.
“Las Otras
Ríen ellas, las festivas
abrazando hasta llorar de placer.
Arrojan desperdicios en los rincones
para que yo lagrimee
barriendo
sin nadie
a quien bailar bajo las luces.” (pp. 53)
Desde las sombras, la hablante sale y entra intencionando los objetos
de un esfuerzo regulado, para provocar la tensión, se sabe
en el espacio de la creación, en la doble imitación
de imitar lo figurativo, por tanto ya no es realmente lo que intenta
representar, sino que carga con los enigmas de un discurso en torno
al arte, ya no es la miopía del realismo, de modo que nos dará
otra pista de mayor alcance para que logremos descifrar su arte poética,
aunque no será simple, si todavía asociamos el concepto
de lo bello con la moralidad.
Esta tercera parte compuesta de 23 poemas, trae su epígrafe
que engarza lo subjetivo con la vida comunitaria, el recuerdo de quienes
desde Chaitén realizaban la carretera Austral, pero hay algo
más en la construcción del imaginario, cerrando así
el camino entre lo ideal y lo real:
“Ahí donde usted vive se iban
a divertir los hombres
que estaban construyendo la carretera. Traían mujeres
de Brasil, de Argentina, de todas partes y todas
las noches había desorden.”
En la ejecución del discurso de la lírica hay presente
un espacio por donde la experiencia sensible idealizada nos pone ante
la presencia de lo bello, ante lo universal de esa experiencia idealizada
que actúa por analogía, pues la imagen de las cosas
y nuestra figuración de las mismas se ponen en entredicho,
acercándonos a ese algo que sólo visto ante los ojos
del artista puede ser perceptible ante nuestros ojos. Estuvo allí
o bien, recreo en la imagen aquello que imagino, al modo de:
“Nudosos Vestigios
De tanto conocernos esta casa y yo,
astillarla quisiera
retorcerle el aire de virtud.
Habré de enumerar –después-
con desesperado afán, estos días:
el lugar era ilusorio
terreno inestable.
Convivía con espectros festivos.” (pp.
61)
Reconoce allí, cuando lo bello se hace comunicable, con seguridad
universal, lo expuesto sale al encuentro de nuestra experiencia y
al mismo tiempo deja entrever su carácter subjetivo. Cree en
la belleza y se impone la exigencia de contarla, de acunarla en la
memoria para convencernos de que el mundo existe y tiene sentido si
alguien más está mirando. Entonces puede entrar a describir
el mundo desde otras perspectivas y jugar con los sonidos y el lenguaje:
“Lomo Escamado
Ciertas luces de la calle
suavizan las lomas del paisaje.
Mi cuerpo se alarga sobre el suelo.
Lomo de ballena escamada
-susurro boca a tierra-
de follaje verde azulado.” (pp. 63)
Hay otra configuración, esta vez la proyección está
sujeta a hablar de la acción del arte en su espacio de creación,
de allí que Escasa la Palabra, sea a su vez un Adocenado
Placer, en otro lugar de la página en blanco se habla de
lo mismo al modo de entender en y desde el lenguaje el estado de Vigilia,
de Huellas, de Aire, Resistencia, hasta llegar a Otra:
“Otra
Esta otra que me habita
acalla su placer en el trajín.
Se cierran orificios.
Tapiados los accesos,
el molusco de salobre ardor
cae extendido sobre el piso.
Aun capaz de perlar los excesos
gotea
con brillo intermitente” ( pp. 77)
Cuando ya habíamos alcanzado una suerte de orientación,
dado en el propio nivel del discurso, la acción se desarrolla
en planos confusos, ahora el lugar del goce, el sexo femenino es también
la casa, la hablante y cada texto, en el acto de poseer posee al mundo
que describe, y está al Acecho, con gestos de Absolución,
vale decir, Lo Abisal Del beso, es la acción más
Leve, por donde se contrae y deja hablar a la posesa que había
estado en grados de Postergación, pero ahora se desata
como un Río Nocturno, y se apodera del mundo que describe
en marejadas absorbe todo incluyendo lo que nunca dejó de pertenecerle,
como en Tu beso, se hace más breve, el texto, como si
fueran pequeñas contracciones o espasmos, es casi como si estuviera
en estado de Gracia, en cadencias y ritmos acompasados, como
si observara ante su propio goce las palabras como Espejos,
y el lenguaje no fuera más que un Recipiente, que contiene
el recuento, el Arqueo de aquello que bordea el goce, el Lindes,
de lo afuera, lo otro, aquello que le permite asumir el Riesgo,
en estado de éxtasis Amenaza la mudez. Allí
en el último poema vuelve a encontrar su representación
figurativa, dejando atrás los sueños febriles, de aquello
que la atraía fuertemente:
“Amenaza de mudez
Tengo en el anca
un sempiterno lunar amoratado.
Estrechez entre cocina y lavaplatos.
Desgajo mi memoria.
A dos manos busco orificios
en el pellejo de la cabeza.
Ensarto imágenes
y las repito en voz de salmo.
Está vacía la explanada;
ni un arbusto
no hay paredes, me anillo
soy un atado
de
tres
palabras.” (pp.105)
Dónde estuvo el goce de aquello que sentía goce, donde
la condición del arte no era más que un simulacro, al
modo de sombras en El Rosselot.
Sin lugar a dudas que el ejercicio desarrollado por Rosabetty Muñoz,
fue crear algo ejemplar, su producción fue más allá
de las reglas del oficio y como tal se construyó al modo de
una poética, al intentar hablar desde los diversos planos en
que se construye el discurso poético y al mismo tiempo desde
el propio discurso.
Por ahora, no digo más, ante la certeza de que el texto amerita
una quinta lectura.
NOTAS
1. Muñoz, Rosabetty. Sombras en El Rosselot. Santiago de Chile:
Ediciones LOM, 2002.
2. Gadamer, Hans-George. La actualidad de lo bello. Barcelona: Ediciones
Paidós Ibérica, S.A., 1991.