En Nombre de Ninguna, Rosabetty Muñoz. Ediciones Kultrún. Valdivia, Chile, 2006, 36 páginas
Imágenes congeladas
Por Ignacio Rodríguez A.
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 9 de Noviembre de 2008
Hay libros más delgaditos que otros. Éste es delgadísimo, casi un cuerpo moribundo, pero al mismo tiempo entrañable en su delgadez. Por lo demás, es su tema; una historia de auroras que no llegaron a su atardecer. Delgadísimo y triste, de una belleza "inconfesable", como quería Rimbaud, de una melancolía que sólo se desata cuando la lluvia arrecia y nos ponernos a ver viejas fotografías de familia. Hay libros delgadísimos que sólo asi pueden dar cuenta de la delgadísima materia de que está hecha la vida. Libros que se caen del alma cuando ya ésta se disuelve en sus humedades, cuando ¡por la cresta!, la muerte nos ronda y de un solo relámpago de nostalgia nos retrotraemos a la eternidad. Este es un libro delgadísimo de muñecas, de trajes de primeras comuniones, de angelitos y de abortos en un ambiente ritual campesino y femenil. Aquí las palabras son como el obturador de una vieja cámara fotográfica, de esas de los parques y las plazas de antaño. De esas que "congelaban" las imágenes que debían estar previamente "congeladas" para que no salieran movidas, imágenes, por lo tanto, dos veces "congeladas", muertas dos veces. Y luego retocadas con unos azules cobalto y unos rojos pálido. Hasta los ojos negros de la tierra se veían celestes. ¿En cuántas casas campesinas o urbanas de origen campesino hay todavía esas fotografías ovaladas que exhiben abuelos naif, sobrinos rubicundos, reclutas con orgullo de general? Hay toda una
antología ahí, toda una sociología, toda una enorme reserva de dignidad y de sobrevivencia.
Rosabetty Muñoz se encarga en este libro delgadísimo de recordarnos los recuerdos, de hacer aflorar esas aguas subterráneas en las que también flotan nuestras miserias. Un libro que, como las viejas fotografías, abre el repertorio de preguntas sobre el destino: ¿qué habrá sido de éste, y de este otro? ¿Cómo le fue a pasar lo que le pasó si era tan linda? Seres que pasaron por ahí y desaparecieron quizás por dónde. Fijación de las promesas y recordatorio de las catástrofes, marco adecuado para las incertidumbres y lo no-olvidos. Todo destino es eso: purificación y podredumbre, el instante quieto de la gloria y el devenir del desastre. Auroras, como decía Neruda, "convertidas al silencio del ácido".
En fin, un libro delgadísimo; un libro cargado de la peor muerte: la de la vida que no alcanzó a nacer; tristísimo, campesino y femenil, superlativo en su raquitismo y devastado en su contención. Pata terminar, cito: "SIEMPREVIVA: No es un retrato el que te contiene/ bajo este sol desanimado de abril./ Eres tú, sin embargo. Tendrías cuatro años/ tratando de sonreír mientras escondes/ las manos sucias tras la espalda.// Ya picada de muerte, sí/ pero palpitando más allá del paisaje.// Aurora, graciosa niña/ despojada de todo —salvo tu nombre—/ goza de la vida eterna/ en esta imagen que hubieras sido". Esta es la tonalidad general de estas palabras: lo truncado y el dolor de lo truncado, las postrimerías del no ser, las larvas de todo lo no sido, pero retratado en su pequeño instante de anhélito y palpitación. También un no ser nacional, una metáfora de esto que nos está pasando: la patria no sida.