El poemario “1973, el Palacio en Llamas” de Gabriel Rodríguez, devela, junto a sus notables escritos, verdaderos epígrafes de testimonios vivos acaecidos durante la larga pesadilla padecida bajo el mandato del dictador Augusto Pinochet.
Es un volumen de actualidad, de una temática que diversas autoridades no han podido enterrar bajo tierra, como los cuerpos de los cientos de desaparecidos. Describe el dolor perenne, que todavía pernocta en la memoria:
“229 mujeres fueron detenidas embarazadas, 20 abortaron y 15 tuvieron sus hijos en presidio” (dato del Informe Valech).
Lo mejor, es un texto que trasmite vitalmente la vislumbre de una época infausta, bien logrado en su elaboración y que será, sin duda, un aporte literario e histórico en los 50 años del 11 de septiembre que han transcurrido.
El Palacio en Llamas, es una gran entrega de este autor radicado hace décadas en el sur de Chile, es un acierto totalmente necesario, máxime cuando a nivel nacional se intenta esquivar los gravísimos crímenes de lesa humanidad en contra de niños, adolescentes, jóvenes y trabajadores.
A través de sus pasajes, evoca instantes colmados de nostalgia y rebeldía:
Un adolescente
abandona tristemente
el Pedagógico
y desaparece en la noche
susurrando una legendaria
canción de lucha.
Cuánta diferencia de principios con voces balbuceantes, que a punta de micrófonos, regañan en un pacto secreto tendiente a resaltar que los verdaderamente victimarios fueron los golpistas, y no las miles de víctimas, un pretendido olvido que agiganta el dolor de los que esperan verdad y justicia.
Lo peor, los esnobistas de salón, ávidos del flash de cada día en el fetiche pasquín, hacen caricatura y performance de un suceso que es el más violento y vergonzoso de nuestra vida republicana, y que merece el respeto y la seriedad para encontrar alguna vez la sanidad de una sociedad que aún no sana las llagas.
Gabriel Rodríguez pone las cosas en su justo lugar:
Operación Cóndor
aeropuertos de América
aerofalos en vuelo
rumbo a la niebla
de ninguna parte
Hawker Hunter disparando
sobre el cuello de Chile
látigo al final del día
Los arrastraron con sus panzas
cargadas de lunas.
El formidable valor del poemario de Rodríguez, radica en su preparación y arquitectura artística, donde logra mezclar sutilmente episodios de los dramáticos 17 años del gobierno militar, con sus trágicas secuelas humanas; inserta poesía, prosa poética e historia, sin extraviar la coherencia literaria, para ejemplo, un botón:
Lavaba sus cabellos con agua sulfurosa de los volcanes. Manos de generales acariciaban sus abdominales. A veces soñaba con humanos, seres desgarbados, sucios, castrados, que disparaban sus inútiles piedras, sus dardos inocuos y caían destrozados por su brazo poderoso. No existía piedad en su abecedario. Sólo victoria y muerte.
A pesar de la crudeza de las descripciones rítmicas, la valía artística nunca decae, por el contrario, asoman momentos sorprendentes, que descienden como golpes que sacuden:
Debía tragarme el semen de los victimarios o era rociada con sus eyaculaciones en la cara o el resto del cuerpo. Me obligaban a comer excrementos mientras era golpeada… (Informe Valech).
El oficio de escritor reflexivo del autor trasunta a lo largo de cada pieza, sus versos no se desvían en la liviandad denunciante; con pluma y pincel arma retratos de cuerpos despojados, de almas lacerantes, tomando a cuenta gota detalles de las más oscuras noches en calabozos, de sociópatas y violadores que han perdido la decencia en la mísera gestación para lapidar sin piedad:
(...) Introducían ratas, arañas u otros insectos en la boca, ano o vagina. Constan testimonios de personas forzadas a tener sexo con perros adiestrados para este cometido (Informe Valech).
Ya se indicó más arriba, El Palacio en Llamas (que no ha dejado de arder) es un volumen que llega a caminar en un momento crucial, donde la literatura tiene mucho que decir, especialmente cuando en la turbia atmósfera pululan personajes ignorantes de los dramáticos días, del infierno de entonces, y por otro lado los victimarios están siendo elevados a calidad de mártir, ¡albur de un Chile sin sentido de pertenencia!
Por ello, a celebrar esta obra, creada por un poeta, cuentista y novelista, quien permaneció en la primera línea de lucha en aquellos largos e interminables años de Pinochet y sus aliados, y mantiene lazos inequívocos con los nobles principios de la ética fraternal entre hermanos.
Carne exhausta palpita
en la infecta garganta del calabozo
desfiles de pesadillas
emergen de los labios rotos
que escupen sangre y sabia prisionera
En la pared escriben un poema sobre el mañana
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com HISTORIA EN LLAMAS.
“1973, el Palacio en Llamas” de Gabriel Rodríguez.
Por Reinaldo E. Marchant