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Los Mundiales, la Dictadura y Fútbol
Por Reinaldo Edmundo Marchant
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Uno de los más grandes jugadores de la historia es el brasileño Sócrates. Médico de profesión (al igual que Tostao, Campeón del Mundo con Pelé en 1970), destacó como un medio campista elegante, con una maravillosa visión de juego, un manejo alegre del balón, despreocupado y con admirables movimientos en una cancha.
Su largo metro noventa y dos, erguido a la manera del Quijote, melena crespa cruzada con un cintillo siempre escrito con alguna leyenda sobre la paz y justicia social, sumado a su peculiar barba, atraían la mirada del público.
Tenía un hueso descolocado en el pie que le imprimía mayor efecto a sus famosos pases de “taco”, que se popularizó con la frase: “Los tacos del doctor Sócrates”. Pelé lo ubicó entre los 125 mejores jugadores de la historia.
Sócrates fue capitán de la selección de Brasil en los Campeonatos Mundiales de España (1982) y México (1986), donde, a pesar de no ganar el certamen, su equipo asombró con un exquisito y grandioso dominio de la pelota, junto a Falcao, Zico y Eder.
Siendo deportista no tuvo inconvenientes en reconocer públicamente su adicción a la cerveza (que acabó por quitarle la vida a los 57 años), a los cigarros y a componer poesía y canciones.
Sin embargo, uno de sus más queridos legados fue su lucha por la democracia: enfrentó directamente a la dictadura militar del general Joao Baptista Figueiredo, utilizando como eficaz medio al fútbol. Para ello hizo de su club, el Corinthians, la imagen de la revolución hasta acabar con el gobierno facto.
Su contribución política y social fue reconocida por el entonces Presidente Lula y el Partido de los Trabajadores de Brasil. Muchas de sus ideas intelectuales fueron incluidas en el gobierno del dirigente socialista.
Paralelamente en Chile, en la misma época de los años setenta, dos connotados futbolistas nacionales, Carlos Caszely y Leonardo Véliz, fueron testigos privilegiados del acoso e injerencia de la dictadura de Augusto Pinochet a nivel de clubes y selección mayor.
A la vergonzosa y lúgubre acción de utilizar el Estadio Nacional con presos políticos, se añade el menoscabo internacional que, injustamente, padeció la excelente generación del Mundial de 1974, atribuida a la violencia y barbarie generada por militares chilenos en contra del pueblo.
Desde sus puestos de atacantes, el Chino Caszely y el Pollo Véliz aportaron su disconformidad de forma valiente, cada uno con su estilo y forma. Uno lo hizo negando públicamente el saludo al dictador y el otro trasmitiendo informaciones de detenidos que padecían en el principal recinto deportivo del país.
Ambos jugadores ex profeso entrenaban en ese lugar con el solo propósito de acercarse a los presos políticos para recibir direcciones y teléfonos para informar a sus familiares de su estado de reclusión.
Hasta ahora, en la vía pública, he podido comprobar el acercamiento de presos del Estadio Nacional para agradecer a Leonardo Véliz las gestiones de informaciones que hizo llegar a sus seres queridos en aquella oscura época.
Por ello, es oportuno el reportaje especial que realizó el Canal ESPN, que se acaba de transmitir, donde se da cuenta de la participación a fondo de estos dos futbolistas (también está el testimonio del poeta Jorge Montealegre, entre otros), en la relación de dictadura y fútbol en 1973.
Es un valioso y emotivo video que se adjunta en link de abajo, que nos recuerda un pedazo de historia que toda memoria rebelde se resiste a ocultar en el armario y que, por estos días, cerca del inicio del Mundial en Brasil, ofrece esas luces de intereses que, un negocio tan inmenso como el balompié, quebranta de tanto en tanto su natural alegría, con fines y propósito que nunca son buenos.
