El lenguaje no es exclusivo. El lenguaje es una voz bella, infinita y universal. Nuestro cuerpo tiene un lenguaje. Nos avisa de nuestro estado de ánimo, de alegrías y enfermedades. Los buenos médicos recomiendan a sus pacientes “que escuchen a su cuerpo”. Está el lenguaje de los sentimientos, de los gestos y del corazón. El silencio también es un hermoso lenguaje que provoca poemas, melodías, sonidos que muchas veces no escuchamos los oyentes. En el mar los peces vocean con los arrecifes, las aguas de los ríos transitan susurrando el curso incesante de la vida, y las más alta cumbres de las montañas tienen su eco en cada rincón de sus piedras y árboles. En zonas campesinas, los lugareños levantan la vista a los cielos para oír el tiempo que vendrá y el lenguaje que oyen se traduce en cuándo lloverá, en la llegada de días grises o en el buen clima que se avecina. Un hombre de campo me decía que prestaba atención al habla de la tierra, y que de ese modo entendía los períodos fértiles para sembrar o para permitir el merecido descanso del generoso terreno.
Por ello fue extraordinario establecer una conexión con el lenguaje de los estudiantes Sordos de la escuela Anne Sullivan (creada en 1852, la más antigua de Sudamérica), observar el movimiento de sus manos que hablaban de su historia, de sus sueños, de la vida en su amplia expresión humana, era expuesta de manera natural y bella. Además, se trata de adolescentes y jóvenes que tienen preciosos valores, y que invitan a proyectar desafíos como el nacimiento de este libro Mis Manos También Escriben, cuyo único fin es que sea un sencillo aporte a la cultura sorda y a los oyentes, y, quizás por sobre todo, que se escuche el sonido de sus pensamientos para visibilizarlos entre tanta moda de otros segmentos sociales.
Junto a Claudio Ureta Pincheira, trabajador social y quien fue un magnífico intérprete durante todas las jornadas que compartimos con ellos, comprobamos que en este inicio y ejercicio de escritura, en cada uno de los participantes estaba su noble voluntad y deseos de emprender esta pequeña aventura a través de la creación. Buscamos la manera que participaran en confianza, haciéndoles sentir que frente de ellos no estaban unas lumbreras sino dos amigos que tenían confianza en que sus historias y capacidades de un modo u otro debían salir a la luz, y que de aquel esfuerzo germinaría en lo que nos propusimos desde el primer día: crear un libro, el mismo que ahora ya tienen en sus manos y del cual fueron los protagonistas.
Nayra Aceituno Arrué, Valentina Bravo Bolbarán, Rayén Almendra Galvez, Dorian González Sánchez, Amparo Lara Pávez, Marcelo Gutiérrez Labraña, Maite Farías Ramos, Bastían Vera Curinao, Johans Céspedes, son los alumnos que participaron en nuestro taller literario, que ha culminado con la presente publicación. Desde ahora quienes abran estas páginas encontrarán el lenguaje de sus palabras manifestadas en la individualidad personal que cada uno tiene, y que nosotros supimos respetar de la mejor manera posible su gramática y cultura Sorda.
A estos maravillosos estudiantes Sordos simplemente les expresamos la eterna gratitud de habernos permitido ser su copiloto en este episodio de sus vidas, correspondencia y vínculo de amor que, sin duda alguna, guardaremos en un especial rincón de nuestros corazones.
Miles Davis, músico de Estados Unidos, decía: El silencio es el ruido más fuerte, quizás el fuerte de todos los ruidos. Creemos que estos extraordinarios adolescentes y jóvenes Sordos, con la aparición de este volumen, han comenzado a provocar un sonido para que la comunidad chilena se entere de su belleza y lo distante que están de las posibilidades educativas para proseguir sus estudios en Liceos y, menos, en Universidades.
La Directora de Educación Paula Acevedo (que abraza a una alumna) quien apoyó este inédito proyecto.
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MIS MANOS TAMBIÉN ESCRIBEN
— Creaciones de Estudiantes Sordos —
Por Reinaldo Edmundo Marchant