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LA SELECCIÓN, LAS MENTIRAS Y RUEDAS
Por Reinaldo Edmundo Marchant
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-¿Vidal o Bravo?
-Vidal…
Con esta respuesta, brindada públicamente por Ruedas a la prensa, al comenzar su aciago y mediocre proceso a cargo de la selección nacional, quedó en evidencia la animadversión que se incubaba de manera deleznable en contra del mejor golero de la historia de Chile, Claudio Bravo.
El torpe desahogo del colombiano marcarían las sombras de su propio camino como entrenador en estas tierras. Sombras que trasuntan en pobrísimo desempeño futbolístico y en un legado que, ni con un millón de luces, se encontraría. Resultaba insólito constatar que un profesional avezado, con una interesante trayectoria en el balompié, no midiera el efecto del golpe bajo no sólo al brillante arquero, sino a un aspecto que el aficionado del deporte más maravilloso y limpio del planeta nunca negocia: la gratitud a aquellos lideres positivos, que llevaron a la cúspide el escudo de la nación y que, como condimento a su prestigio, levantaron trofeos que se esperaron durante un siglo.
-¡Vidal!, ¡usted acá no hace lo que quiere, sino lo que se le pide…!
Esas fueron las palabras que un medio televisivo captó en un entrenamiento de la Roja, las profirió Marcelo Bielsa al jugador Arturo Vidal, que en esa campaña de eliminatoria al mundial, en ocasiones era citado al banco de suplentes y jugó de titular apenas un par de oportunidades. El trasfondo de la expresión del célebre argentino, por estos días se valora como un valioso tesoro: el rosarino mantenía a raya el orden y la disciplina, dentro y fuera de la cancha. Maravilloso aspecto que, desgraciadamente, hoy no tenemos.
Ya existían penosos antecedentes como proclive al vicio de Arturo Vidal. De escándalo público fueron sus frenéticas salidas de noche a casinos y, posteriormente, de aquel choque en su lujoso Ferrari, que pudo costarles la vida a su mujer y a él mismo. Por ello no llamaría la atención esos informes noticiosos que, en el mismo sentido, vendrían después de Italia y Alemania, donde se desempeñaba. Es decir, el crack, de ejemplo a los niños y a la sociedad, poco y nada.
No hay que obviar más la verdad: la conducta reprochable de Vidal en el partido clave contra Paraguay, que jugó en condiciones deplorables para un jugador de elite, con un estúpido autogol incluido, resultó la gota que dejó a Chile hundido en la tabla. Su conducta irresponsable violentó, además, el anhelo de los hinchas y de un país, impidiendo una participación en aquel certamen.
Nada detendría al nacido en San Joaquín. En su estilo, que no sabe de límites, a través de Twitter difundió días pasados: “El mejor volante central de Italia”, señalando a Erick Pulgar. A parte de resultar una mentira –en ese país hay muchos mejores futbolistas en ese puesto-, daba a entender ex profeso una resolución: “Estás fuera de la nómina Marcelo Díaz, tengo un volante mejor que tú”. De modo que no extrañó a nadie que Ruedas, efectivamente, no considerara al excelente y halagado Care Pato, Campeón con Racing de Argentina, con actuaciones superlativas.
-El recambio es fundamental…
No se cansaba de repetir el colombiano, palabras que después tendría que tragarse en un vaso de sal, por un motivo que nunca despejó: quienes integraron la gesta del Bicampeonato estaban en la plenitud de sus carreras, no en el ocaso. En el fondo, ahora sabemos, sólo se refería al recambio de un par de jugadores que legítimamente le reprocharon a Vidal su conducta.
Es raro este Rueda, o no ve mucho fútbol o es testarudo: en Argentina, Brasil y Chile, sólo a modo de señal, las principales figuras de los clubes tienen sobre los treinta años. Para ejemplo, un botón: los principales goleadores trasandinos están sobre los treinta cinco años y, para ir a los puestos de retaguardia, los centrales del River Plate Campeón de la Libertadores, Javier Pinola y Jonatán Maidana, también se hallaban en esta cima. ¿Por qué el Muñeco Gallardo les daba la titularidad? La respuesta es simple: por la jerarquía.
Cuando hay jerarquía los años no cuentan, Esteban Paredes, el Mago Valdivia, y el otro Mago, Jiménez, en nuestra liga local, son una demostración contundente de que la llama de los nacidos para astros la apagan ellos mismos o las lesiones inesperadas, pero jamás el fetiche de un tabloide.
Deportivamente hablando, ha sido una desgracia la llegada de este director técnico cafetero, los sucesivos equipos que armó, hasta ahora, nunca encontraron una identidad, un funcionamiento, esa alegría que generan tres pases bien urdidos o la aparición de una figura que genere expectativas. Por el contrario, su manejo anquilosado, desordenado, apagó las luces de los propios jugadores y su siembra es un regadío de desesperanza, de apatía y palpitaciones que habíamos olvidado: la próxima cita americana huele a pesticida y, seguramente, marcará el término de su paupérrimo papel de adiestrador.
Ha quedado demostrado que Rueda se inclinó por la cuesta inclinada, que lleva al despeñadero. La cuesta Vidal. Aquella su arrogancia verbal (“Caso cerrado”, “no se habla más del tema”), demostró una intimidación lingüística que nunca se había visto en un técnico encargado del plantel máximo. Su actuación siempre ambigua, indecorosa hacia Claudio Bravo, un profesional impecable, tiene matices muy distantes de los valores pregonado por Marcelo Bielsa: respeto y rectitud hacia sus dirigidos.
La ANF no sólo tiene que dar explicaciones abiertas sobre el porqué cometieron la ignominia de sacar la fotografía de Claudio Bravo, que no da lugar, por su pequeñez, para extenderse.
Igualmente, las autoridades deben considerar la idiosincrasia cultural del futbolista chileno, su impronta de juego y biotipo físico, aspectos que el colombiano nunca consideró: él llegó buscando grandotes para contener centros y no deportistas habilidosos, buenos para la pelota y con hambre de gloria.