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“La loica y otros cuentos” de Reinaldo Edmundo Marchant

Una vertiente inagotable

Por Ariel Fernández



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Cuando las aguas se aquieten por el paso del tiempo,  entre los tres o cuatro nombres de escritores pertenecientes a la generación de los ochenta, entre esos sobrevivientes sin duda estará el de Reinaldo Edmundo Marchant, y no lo es por capricho, por adherir a una corriente de moda, estará por lo único que importa: la calidad de su obra, una vertiente inagotable de temas, búsquedas, cultivación de un oficio que, con disciplina y persistencia, ha conducido por un camino personal y único, que lo diferencian de los demás.

Desde su aparición hacia la mitad de los años ochenta, su textos ya  llamaban la atención. Con algo más de veinte años, ganando premios literarios, recibiendo Mención Honrosa (1986) en el Premio Nacional de Novela Andrés Bello, donde participó con tres libros inéditos, para en 1988, a días del triunfo del “NO”, obtener el Primer Lugar de ese certamen con su halagada novela El Abuelo. Este texto  generó un revuelo literario como pocas veces se vio en el panorama cultural: el joven autor había participado con cinco novelas inéditas –distintas a las de 1986-, y Enrique Lafourcade, amargo y parco con sus colegas, indicó que “Marchant será uno de los grandes escritores de Hispanoamérica, y lo digo con envidia porque obviamente viene a reemplazarnos (Diario La Época, El Mercurio y La Tercera, 11 de octubre de 1988)”. Esa es la historia y el respaldo es categórico.

Cuando un medio le consultó por la cantidad de libros que tenía, el autor señaló que “Simplemente los fui –los libros-guardando en una gaveta, esperando que alguna vez se terminara la dictadura de Pinochet”. Más adelante reconoció que un profesor de universidad, el escritor Jaime Hagel, lo motivó a presentar esas obras al concurso Andrés Bello.

Por ello, cada vez que este profetario de la vida nos da a conocer un nuevo libro, percibimos la inquietud de conocerlo. Acostumbrado a leer una simple y rutinaria colección de relatos individuales, en este caso no es así. “La loica y otros cuentos” comprende una diversidad de sucesos, donde en apariencia el hacedor de la ficción literaria es el mismo escritor, expresando estados anímicos, testimonio totalizador de lo divino, de ilusiones que rodean al ser humano, a través de una narrativa iluminante, en donde lo coloquial es el espejo de nuestra esencia.

En este animismo intelectual, Marchant asume un mundo mágico, encara la deshumanización del arte y de la vida cotidiana, refleja la fragilidad social, la vislumbre maravillosa de la Naturaleza, la más inocente pureza de los sueños  como necesidad ineludible para acercar la creación al hombre.

En este recorrido, asombran quizás los relatos más logrados que se hayan escrito de resistencia a la dictadura: La manzana y Estefany. Donde el narrador pone énfasis en el amor y la revolución, ideales que se fusionan de forma precisa, en un acto heroico para hacer desaparecer el tiempo real de un presente sin calendario. Porque una de las cualidades de Reinaldo Marchant, es tomar un simple aspecto y lo convierte en creación.  Para el caso de los cuentos referidos, algo dramático como la lucha en contra de lo establecido o la desaparición de personas, son tratados con un notable talento descriptivo, sin caer en la prosa panfletaria o burdamente política.

También encontramos en “La loica y otros cuentos”, una variedad de narraciones, de distintos tópicos, donde la ironía, el humor, la reflexión brillante, la buena pluma, nunca están ausentes: es la vertiente inagotable de un escritor en permanente producción literaria.




 



 

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