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Caras

Por Roberto Merino
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 8 de julio de 2018



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Uno de los elementos en que el Diablo se mueve como calamar en su tinta es la ambigüedad. El concepto no solo abarca expresiones verbales sino también gestos, posturas, fisiognómica.

Del prójimo esperamos que de alguna forma calcen sus matices expresivos: el tono de su voz, el contenido de su enunciación, la mirada, el nivel de tensión facial, el sociolecto. En una entrevista de hace unos años, el psicópata Charles Manson pasaba de las amenazas mesiánicas narcisistas a las risitas de niño avergonzado. El rango que media entre uno y otro punto produce el vacío de lo ominoso que todos conocemos.

"El alma siempre se expresa" es uno de los predicamentos fenomenológicos de Félix Schwartzmann en su Teoría de la expresión. Cada rostro humano parece estar construido simbólicamente "bajo siete capas de pavimento", y sin embargo las malas intenciones, los pensamientos arrastrados, el desprecio oculto, todas esas inclinaciones del alma tendrían que ser detestables a simple vista. Siempre algo traiciona al agonista perverso de la vida diaria. Por cierto, a las personas normales estos rasgos estruendosos se nos pasan a cada rato. Es un fenómeno similar al de La carta robada, difícil de encontrar de puro visible.

La antigua película "Juego macabro", en la que solamente actúan Laurence Olivier y Michael Caine, exacerba en un ambiente cerrado esta cualidad de las relaciones expresivas de los individuos. Nunca sabemos cuánto conocen el uno del otro ambos personajes, como tampoco sabemos si en sus conversaciones paranoicas están siendo sinceros o aplicando un libreto estratégico.

Me han dicho alguna vez que aprender a mentir es un signo temprano de inteligencia. Es muy posible que lo propio de lo humano esté en la alternancia de altruismo y de egoísmo, de buenos deseos y de intenciones arteras. Nadie es caballeresco en términos ideales. Una lealtad absoluta a los códigos de la estructura social —una relación perfecta entre lo que se declara y lo que se ejecuta— solo podría ser sostenida por un loco o un outsider. Tal es el caso de Don Quijote, tantas veces molido a palos y revolcado en el polvo de un lugar no solamente real, sino proclive al realismo.

¿Qué caras habrá observado Il Bosco para procesarlas más tarde en sus visiones del mal? Son expresiones captadas de un segundo a otro en el comercio humano corriente, en las calles, en las iglesias, en las tabernas.

Vivir no es más que lo que la palabra indica. No obstante, si analizamos cinco minutos de nuestra vida en sociedad, generaríamos una biblioteca de diversas disciplinas. Todos somos, de hecho, una especie de disgregación ante los otros. Lo notamos en la gente que queremos, en la gente cercana: por asiduidad de su compañía, sabemos que cada una de estas personas tiene muchas caras, incluso al punto de parecer a veces que se descomponen en personas distintas según el día. Algo de esto se ve en "Ese oscuro objeto del deseo", la hermosa película de Buñuel.

 


 



 

 

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Caras
Por Roberto Merino
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio.
8 de julio de 2018