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Películas contadas

Por Roberto Merino
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de octubre de 2019



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En sus despeinadas memorias, Eugenio Lira Massi recuerda a un muchacho del barrio Plaza Zañartu al que los amigos le pagaban, mediante una "vaca", la entrada al cine. Esto porque ninguno tenía muchos recursos y porque el muchacho era un buen contador de películas.

No era rara en las conversaciones de los niños de antes la presencia de estos narradores espontáneos. Incluso, yo diría, en los barrios de Santiago, en las esquinas y en las plazas de los sábados en la tarde, aparecían representantes de una variedad especial de cuenta películas el que por edad o apariencia había podido entrar a las películas para mayores de 21, eróticas o picaronas, y las exponía con detalles lúbricos ante una audiencia de púberes cuyas respectivas imaginaciones se disparaban en esas circunstancias.

No hay nada romántico en estas escenas, ni estoy promocionando, al mencionarlas, el "rescate" de alguna clase de oralidad o pamplinas por el estilo. Simplemente se trataba de algo funcional a las posibilidades que las antiguas generaciones tenían al momento de escrutar el mundo donde la vida parecía ocurrir de verdad, curiosamente, el que se mostraba en las películas. Violencia estética, paisajes impensados, deseo, amor tortuoso, aventuras, todo eso estaba en la estructura de las representaciones mentales de quienes no tenían acceso a mayores estímulos visuales.

En nuestros días, en esta época infantilizada, me encuentro con que cada vez que quiero analizar una película o serie ante alguien, llegado un punto me paran en seco: "¡No, basta de spoilers!". Confieso que me costó entender el alcance de esta brutalidad: me estaban pidiendo que no revelara el argumento, que no les arruinara el final, como si todas las películas fueran de suspenso. Pienso en los libros de Nabokov o en los de Henry James que volvería a leer y realmente no recuerdo qué había en sus finales. Qué me importa a mí, por lo demás, si la muerte del protagonista va al final o en la mitad del libro.

Me pregunto qué spoiler podría arruinar una de las películas más angustiosas y cautivantes que he visto en mi vida: "Antes que el diablo sepa que has muerto", la última de Sydney Lumet. La historia se expone en fragmentos no cronológicos, retrocediendo medía hora, avanzando dos días, volviendo a retroceder. La transferencia del vértigo se logra precisamente mediante esa dislocación.

Decía que los contadores de películas eran individuos muy funcionales a las posibilidades de su tiempo, que era un tiempo anterior a los videos, al cable, a internet. Uno por entonces veía una película en el cine o en la televisión y sabía que esa experiencia fugaz difícilmente se repetiría. Solo podía atesorar la cuestión en su memoria, incluidos pedazos de diálogos. Me pasó con "Brotherly love", donde Peter O´Toole y Susannah York hacían de hermanos, y con "Bunny Lake is missing", con Laurence Olivier y la increíblemente hermosa Carol Lynley.



 

 

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Películas contadas
Por Roberto Merino
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de octubre de 2019