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Rosabetty Muñoz, candidata al Premio Nacional de Literatura:
“Soy escritora por la infancia que tuve”.

Por María Cristina Jurado
Publicado en Revista Ya, martes 23 de junio de 2020


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Por los vidrios se cuela la presencia imponente de los árboles bamboleándose en el viento. Es una visión fantasmagórica para el que no está acostumbrado a los temporales del sur, pero para Rosabetty Muñoz, poeta, educadora, directora de un taller literario en Ancud y quien cumplirá 60 años en septiembre, ventolera, lluvia y relámpagos son pan de todos los días. Vive en Chiloé rural desde que tiene memoria; creció entre chucaos, nalcas y la presencia casi física de apariciones y los personajes mitológicos que poblaron su niñez. De pequeña y viviendo en Quenac —una isla de seis kilómetros de largo por tres de ancho frente a Achao—, sus padres la vestían con traje de primera comunión para acompañar las procesiones y la encaramaban en una silla para que recitara fragmentos de poemas. Mientras el temporal le estalla por su ventana, esta poeta que escribe desde la adolescencia —cuando conoció a Rimbaud, su influencia más marcadora en lo vivencial y creativo— dice que los niños recitadores son parte de la cultura del archipiélago.

—Soy escritora por la infancia que tuve. El haber vivido en espacios rurales e islas pequeñas escuchando historias, donde lo real y lo fantástico eran parte de la experiencia vital, hizo que me encantara con el lenguaje, con la oralidad. En mi casa no había biblioteca como en otras casas, mi encuentro con los libros fue en la escuela rural. Con profesores normalistas que nos enseñaban poemas de Gabriela Mistral, Amado Nervo, Carlos Pezoa Véliz y que me hicieron leer cuentos de Manuel Rojas. (...) Yo me sabía unos poemas largos, de más de veinte estrofas. Por eso, desde muy chica le recitaba a la Virgen en mi isla, pero también me llevaban a otras islas a recitar. Así pasó mi infancia. Son experiencias absolutamente marcadoras y parte de la voz que hoy llevo a la escritura.

La edición de lo medular de su poesía —su trabajo de 40 años— en la antología “Misión circular”, publicada por Lumen en marzo, un libro de 328 páginas que recorre desde sus poemas adolescentes hasta su producción presente, fue premonitoria. La candidatura al Premio Nacional de Literatura de Rosabetty Muñoz, poeta de tierras ancuditanas, fue presentada este junio por la Universidad de Los Lagos y acompaña hoy las de Elvira Hernández, Cecilia Vicuña, Elicura Chihuailaf y Claudio Bertoni, entre otros. Ya es palabra sabida, aunque no escrita, que este año el máximo premio literario le corresponde a un poeta.

En Caracoles, en pleno campo a cinco kilómetros de Ancud, Rosabetty no se aparta de lo esencial:

Su profesor en la Universidad Austral, Iván Navarro, le dijo que cuidara su vida, porque era el mejor material para su poesía. ¿Ha seguido el consejo?
—Lo he seguido. Primero, quedándome en mi lugar de origen. He cuidado mi vida y he puesto el alma en la educación pública donde trabajo, en la crianza y en los afectos, material fundamental de mi trabajo literario. También en volver al mundo de la infancia, tan definitivo en lo que escriba. Intenté recuperar el modo de ser de la cultura chilota de donde he sacado la mayor cantidad de materiales para mi poesía. Todos esos hilos los he ido trenzando a lo largo de mi vida.

¿Cómo vive una poeta contemporánea esa mezcla de sincretismo, realidad y superstición que hay en Chiloé? ¿Puede uno sustraerse?
—¡Es que no quiero sustraerme! Me entrego a la experiencia vital de esos lenguajes y saberes. Tengo formación cristiano-católica y de joven participé en grupos católicos, después me alejé por la rigidez y el conservadurismo de la Iglesia. Pero a mi me emocionan los ritos, la fe inquebrantable de la gente, una fe muy marcada por paganismo.

Dice esta poeta que siempre la maravilló ver a mujeres pobres en las islas esmerándose en colgarles collares y hacerles capas de terciopelo a los santos:

—Compran metros y metros de terciopelo para hacer trajes que no podrían pagar para ellas. Son cosas que me conmueven profundamente: yo no podría vivir sin esa fiesta para los sentidos. Entre mis estudiantes, basta que uno ponga una mínima historia y aparecen cantidades de chicos que dicen: "yo aseguro que vi al demonio, estaba sentado fuera de mi casa" Y tú dices: "Un chico de 17 años del 2019 no es posible que diga eso". Pues lo dicen, lo cuentan con entera libertad y lo creen. Eso es lo que les da riqueza y textura a la voz y a la palabra en esta cultura. Yo he tratado de recoger muchos de estos materiales, sin que parezca folclorismo, esa imagen de Chiloé como paraíso terrenal, que me parece tremenda. Este es un mundo lleno de impiedades, terrores y oscuridades también, y he tratado en mi poesía de entrar a esa complejidad.

Hay críticos que han observado en usted una "pertinaz pertenencia" al territorio chilote. ¿Lo siente así?
—Si, yo declaro que escribo una poesía situada. Nace de un territorio especifico e intencionadamente permanezco en forma vital en él, y aquí encuentro mi territorio creativo. Nunca me creí mucho eso del ciudadano del mundo, globalizado, al que la violencia de la historia lo ha traído al reverso, a ingresar de nuevo a los interiores donde nosotros los chilotes más hemos vivido. Creo que somos tan apegados a esta vida porque el canal de Chacao ha provocado esta especie de separación que es física pero también simbólica. Hace que sintamos esta profunda solidaridad con el otro, que está en igual aislamiento. Esa apariencia física del territorio está adentro de nosotros. A estas alturas de mi vida, sigo creyendo que ese vínculo con el otro es lo que sustenta el sentido de la vida.


LAS CRISIS, SU RENACER

Los 60 de Rosabetty Muñoz marcaron un antes y un después en su imaginario de vida. Los cumplirá en septiembre. No fue solo cambiar de década: el estallido social de octubre de 2019 y la pandemia que siguió la hicieron despertar y cambiar. Una revolución existencial que coincidió con su primera postulación al Premio Nacional de Literatura.

—Yo sentía de una forma hasta octubre de 2019 y de otra después. Iba en una ola, pendiente de mis nietos, planeando viajes con mi marido, pensando en lo que haríamos en la jubilación. Una armonía vital asentada. De pronto viene octubre y me remece de tal manera que dije: yo no estoy de despedida de nada. Este tiempo es mi tiempo, no tengo por qué pensar como jubilada ni como abuela como única meta de vida. Me vino un golpe de decir ¡estos tiempos son los nuestros, hay una influencia sobre el mundo!

Para ella fue un hito importante que desde marzo se profundizó. Se hizo preguntas clave.

—¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué mundo habrá cuando salgamos y cómo lo vamos a enfrentar? Me hice todas las preguntas de estos 60 años. Quién soy, cuáles materiales de los que estoy hecha servirán para vivir en ese otro mundo. Preguntas maravillosas, a pesar del dolor y miseria. Fue un espacio tremendo para una revisión personal.

Lo sintió como un renacer.
—Exactamente. a mis 60 años vivo un revival.

¿Le parece coincidente con su postulación al Premio Nacional?
—No lo había pensado. iMira cómo serían los astros en su ordenamiento! Yo siempre estoy atenta a las señales del mundo. He sido muy afortunada en mi vida, me comparo con otros y he tenido privilegios. Mi mamá me cuenta que cuando ella estaba embarazada de mí, acogieron por unos meses a una familia que no tenía dónde vivir. Un día la señora me hizo como una bendición y dijo: "A ella no le va a faltar nunca nada". Yo creo que eso marcó mi vida.

Mientras el temporal arrecia en las arboledas de Caracoles, sentada en su cocina. Rosabetty se emociona. Dice que esa premonición le fue definitiva.

 —Gabriela Mistral es la única poeta chilena que ha ganado el Premio Nacional de Literatura. Usted podría ser la segunda en 75 años. ¿Le son importantes los premios?
—Ya el hecho de que mi nombre esté en un grupo de poetas que yo leo, admiro, y que muestro a mis estudiantes, es para estar orgullosa. Es un gesto muy lúcido de la Universidad de Los Lagos, que pone en circulación el trabajo de creadores del sur. La poesía contemporánea chilota es de tremendo valor y contingencia, sería valioso que se conozca para completar el mapa de la literatura nacional. Los premios ponen un foco sobre una obra El Premio Neruda y el Altazor permitieron que ampliara mi radio de lectores, y la mayoría de nosotros escribe y publica porque espera que lo lean.

Dice que su ingreso a la Academia Chilena de Lengua desde 2014 ha sido otro hito, porque "para mí la lengua española es de una belleza inconmensurable. Y estar en el espacio donde los trabajos respecto de esa lengua son el corazón de su permanencia, ha sido importante".

Frente al estallido social y la pandemia, ¿cómo se vive la realidad del país a 1.123 kilómetros de la capital?
—La oleada de octubre llegó igual, pero las maneras de vivir hacen que se morigere el efecto. Toda la comunidad de Ancud se conoce, es difícil que vayan a destrozarle el negocio a alguien, ese tipo de cosas no se vieron acá.

Pero la rabia, la indignación por la injusticia y por la degradación económica, hizo que saliera la comunidad completa. En el liceo donde trabajo, por votación de los profesores, salimos todos. Hubo muchas marchas.

Después llegó la pandemia y Rosabetty Muñoz se sobrecogió. Y se inspiró para crear una serie de ejercidos poéticos cargados de nostalgia. El resultado, una serie de textos sobre la forma de vivir en Chiloé durante su infancia, será publicado en la revista de la Universidad de Chile. Sus palabras retrotraen a una época de tibieza y asombro infantil. Enseña un fragmento:

Ejercicios para vivir el confinamiento
Por ningún motivo olvidar a los muertos. Sentarse con los niños de la casa alrededor de la mesa de la cocina y ponerse a elaborar flores enceradas para cuando se pueda ir otra vez a conversar con los que partieron. Unos cortarán pétalos de papel volantín, otros enderezarán alambre paro los tallos; la madre calentará restos de esperma y —si tiene— le agregará velas de colores. Mientras todos trabajan, se irán acordando de los mayores, lo que hacían, cómo eran. Se hablará de ellos hasta que aparezcan y se sienten en el corro con sus cuerpos de aire. Se tomarán las flores desde el alambre y se sumergirán en la cera, se dejarán enfriar y se colocarán en el canasto que se ríe a boca abierta.

Una de sus inspiraciones es el poeta Arthur Rimbaud y uno de sus primeros poemas habla sobre él. ¿Qué le pasa con Rimbaud?
—Rimbaud es una lectura obligada para cualquier poeta joven. Me impactó mucho leerlo, porque yo tenía una formación clásica en poesía, lo que se leía en las escuelas. El contacto con gente que tenía una idea de poesía contemporánea —como los Aumen de Castro con Carlos Trujillo y Renato Cárdenas, y con Mario Contreras, quien dirigía Chaicura en Ancud—, me mostró a este poeta joven. Para mí fue un impacto encontrarme con ese lenguaje y esa postura vital radical de incomodidad con la vida. Así como la conmoción que Parra me provocó con su lenguaje, lo de Rimbaud fue una conmoción en términos vitales. Yo tengo el Taller Mistral acá y un día llegó un chico de séptimo básico, e hice lo mismo que hicieron conmigo a los 17 años: mostrarle 'Una temporada en el infierno' de Rimbaud. ¡Y ese niñito se transformó!  Pasa con los lectores de poesía joven que se impactan con la palabra tremenda de Rimbaud. Esa palabra que se comunica con ese joven que todos llevamos dentro y con preguntas vitales sobre el sentido de la existencia.

No solo sus alumnos la motivan. Rosabetty Muñoz ha pasado por la vida con la causa femenina como estandarte. Su convicción no es intelectual, siente profundamente que las mujeres sostienen el mundo, lo vio desde su infancia mientras crecía en la mínima isla de Quenac:

—Las mujeres, a pesar de todo, vamos progresando. Recordando a mi madre criando a cinco hijos, lavando ropa y con cantidades de trabajo doméstico, con inteligencia y ganas de estudiar y nunca pudo, y pensando en que tengo una nuera que puede decidir no ser madre porque quiere desarrollarse, siento que hay un cambio. Yo escribo mucho de mujeres. He vivido en un mundo de mujeres poderosas, fuertes, que han sido los ejes en Chiloé. Aquí ellas no solo han llevado las siembras, la crianza, son quienes creen en la educación y llevan adelante las comunidades. Yo fui muy marcada por la pequeña isla donde viví, donde los hombres se iban casi todos a Argentina porque no había trabajo y sus mujeres llevaban todo. Eso está retumbando siempre en mi imaginario. Mi poesía está muy nutrida por esa vivencia femenina.

Es, entonces, una poeta feminista.
—Si definimos feminismo por tener conciencia del papel de una mujer en la sociedad contemporánea, y de revisar todo lo que se le debe en valorización a su aporte, obviamente soy feminista Lo soy.



 

 

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Rosabetty Muñoz, candidata al Premio Nacional de Literatura:
“Soy escritora por la infancia que tuve”.
Por María Cristina Jurado
Publicado en Revista Ya, martes 23 de junio de 2020