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Rosabetty Muñoz hizo poesía con lo que se habla en Chiloé
"Técnicas para cegar a los peces". Editorial Universidad de Valparaíso. 96 págs.
Por Amelia Carvallo
Publicado en suplementoku.cl 23 de junio de 2019
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Rosabetty Muñoz es profesora de Castellano y vive en Chiloé haciendo clases. Sus poemas publicados en "Técnicas para cegar peces" (Editorial UV) están inspirados en el desastre de la marea roja, en la restauración de los santos y en lo que oye de boca de sus estudiantes y de la gente con la que se cruza en la calle. "Trabajo con el material que tengo, que se me da con estar permanentemente alerta al mundo en el que vivo", dice.
La poeta tiene un pasado. En el año 2000 recibió el Premio Pablo Neruda por el conjunto de su trabajo que incluía obras como "Hijos" (1991), "Baile de señoritas" (1994) y "La santa, historia de una elevación" (1998). Por su obra "Polvo de huesos" recibió el Premio Altazor en el 2013.
¿Quién es? ¿Desde qué lugar escribe? La misma poeta se dibuja: "Soy una mujer bastante convencional, tengo un marido hace
más de 30 años, hijos ya grandes, nietos, soy profe, voy todos los días a mi trabajo. Lo que me mueve y me motiva es borrar lo personal, creo que voy a estar contenta cuando nada mío se note. Sólo quiero dejarme traspasar por las voces, ser un canal".
Se reconoce como "ladrona de frases". "Hay poemas míos en los que sólo puse el título. Como ese que se llama 'Castidad' y que es textual a lo que me dijo una alumna cuando me contó de una compañera que había llegado al hospital con una guagua por nacer. Yo me enteré porque yo también estaba con mi hija recién nacida: 'En serio señora, estuvimos en clases durante toda la mañana, después fuimos a esperar la micro y comprarnos dos kilos de manzanas. Me dijo que le dolía el estómago y la acompañé al hospital. Casi altiro nació la guagua. En serio señora, ella no sabía nada´".
PECES Y RESTAURADORES
El primer poema de su nuevo libro se llama "Marea roja" y está inspirado en el año en que murieron muchos salmones (2016). "Fue una varazón gigantesca. Pero por un lado estaba lo tremendo de la marea roja y por otro, un Chiloé que creíamos muerto: lo comunitario, fogatas entre vecinos tomando mate, cosas que uno creía que ya no existían", explica Rosabetty Muñoz.
La segunda pante del libro se llama "Los restauradores" y son poemas que describen el trabajo de un grupo de personas que llega a restatuar las figuras religiosas de las iglesias de Chiloé. "Es el backstage de un trabajo precioso que hizo Mariana Matthews. Ella fotografió los santos que todavía están en las iglesias de Chiloé. Unos restauradores arreglaron a los santos con un gran respeto por la fragilidad de las imágenes y lo que representan. Y como lo repito en los poemas: 'ninguno tiene fe', ninguno era creyente y, sin embargo, trataban a las imágenes con sumo cuidado. Las iglesias de Chiloé no tienen sentido si no es por la comunidad que está detrás. Eso es lo que importa, las personas que les dieron poder a esas imágenes. Todavía se cree que esas figuras hacen milagros y sanan todo. Y cuando se enojan con los curas todavía se las llevan para sus casas. Ese trabajo de restauración es muy simbólico para mí y estaba al lado de esta urgencia de la marea roja", añade la escritora.
LAS SANTAS
La última parte del libro se llama "Lengua de santas". Allí Muñoz le
da voz a las santas de los altares. Sobre lo sagrado la poeta apunta a lo colectivo: "Lo que realmente me conmueve es la fe de la gente. Gente que a pesar del abandono y la pobreza son capaces de creer con toda el alma en algo, un sentido que aunque cueste racionalizar existe y está. Eso para mí podría ser lo sagrado, el poder que tiene una comunidad. A pesar de lo aparentemente cambiado que está Chiloé, ha aparecido eso que estaba por debajo. Con mis estudiantes basta que pase un rato, rasguñas un poco la superficie y te encuentras otra vez con todo un mundo que es distinto a lo que puedes ver en la televisión o en la radio. Todavía hay una creencia profunda en la solidaridad, una apuesta por algo superior que ordena de algún modo el mundo".
"Las palabras tienen que servir para sanar. Nadie quiere que los chilotes vivan sin acceso a los bienes de los que todos disfrutamos. No se me ocurriría pensar que las islas pequeñas tienen que sostener una cultura al margen de los bienes que todos disfrutan;
pero hay que restaurar el sentido de comunidad: mirarse, conversar", apela Rosabetty.
Para la poeta, la provincia es un espacio de resistencia: "Pero no tan romántico con esto de tener una vida de privilegio, sino que porque creo que a la larga, todos van a tener que retornar a un destino de vida que es como, entre comillas, provinciano. De menos luces -tal vez- pero con este contacto con lo natural, con lo humano, con la maravilla de poder mirar por la ventana y ver el mar, el cielo. Yo me paro a cada rato a mirar cómo la luz le da al mar, a las casas. Uno no puede andar apurado después de ver eso. Vivir en un lugar como en el que estoy yo permite que uno se detenga, que haga foco en algo, que haya tiempo para la amistad, el amor, los pequeños tránsitos cotidianos, esa cosa maravillosa de ir por la calle y que de diez personas que te encuentras, con ocho te saludas y te deseas un buen día. No creo que haya algo más bonito que eso", asegura.