La narrativa, como sabemos, posee una gran capacidad para generar anécdotas y estados de ánimo que a la vez refieren atmósferas que dan cuenta de marcas contextuales, territoriales y psicológicas. Con la publicación del libro Las Pieles de Ramón Muñoz Vela (Ediciones La Polla Literaria, 2019), estamos ante la presencia de un ágil narrador que utiliza el lenguaje para diseñar estados de moral donde los personajes desde sí y para sí, cuentan y reflexionan sobre sus propias historias, historias que no son ajenas a la realidad circundante y que podemos reconocer en nosotros mismos o en nuestros vecinos y vecinas.
De modo que la narrativa nos permite acercarnos a lo real sin otra mediación que las palabras con las que se configuran mundos que en este caso nos conducen a reflexionar sobre la dignidad que ponen de manifiesto ciertos ámbitos de la chilenidad marginal. La forma en que Ramón Muñoz Vela aborda la mayoría de los textos, nos permite sospechar su homenaje a Rulfo en ambientes que parecieran desprenderse de los textos del Paco Rivano y Radrigán, entre otros autores.
En los relatos de Ramón Muñoz Vela, sus protagonistas son individuos derrotados que sólo poseen la sordidez de sus verdades, o bien son menores no ingenuos en busca de la verdad o, cuando menos, de algún atisbo de ella que les permita comprender su estado de indefensión, desarrollando una ejercicio crítico de los roles, convenciones y normas sociales con que se configura la niñez idealizada, cuestión que no se condice con la gran franqueza y, en varias ocasiones, la narración detallada de los abusos sexuales a menores, por ejemplo.
El tono crudo, sensual, morboso y sin tapujos suscita la controversia al criticar el devenir de la niñez precaria, desnudando su cinismo y múltiples contradicciones, con un lenguaje de contenido provocativo y rebelde en relación al relato ortodoxo ofrecido por el mercado literario de los últimos tiempos, transformándose así Las pieles en un texto de época que evidencia la alteración social escondida bajo la alfombra de lo marginal.
Las Pieles de Ramón Muñoz Vila, volumen donde los mundos narrados traen esa sazón de menosprecio e indiferencia por y ante la dominación del otro, dominación ejercida a través de injusticias individuales y sociales, de modo que los relatos operan como espejos del trauma nacional exacerbado. A ratos es la sexualidad el único detonante que opera como reflejo de un contenido mayor y que dice relación con un estado de cosas en que la pobreza y la miseria acorralan a sujetos que deben realizar acciones nefastas para acceder a un poco de comida o un lugar para dormir.
Todas las atmósferas de los relatos de Las Pieles, enfatizan en un llamativo punto: los personajes reflexionan sobre los sucesos de sus historias sin justificarlas ni adornarlas con moralinas o momentos atiborrados por el deber ser. Todos son seres vulnerados, violentados por ese estado mayor que no alcanzan a comprender; por ello se ven a ratos como personajes inmersos en fallidos intentos de rebelión. Y aunque con tono desprejuiciado narran su propia decadencia, en todos subyace la intencionalidad de provocar daño o recibirlo.
Los relatos dan cuenta de diversos momentos en la historia de sus protagonistas, lugares y tiempos en que se hace presente el abandono, la negligencia ética y el ejercicio del poder como práctica que normaliza la arbitrariedad y la violencia. Algo similar a lo que ha venido sucediendo con la policía después del estallido social, en donde la violación a los derechos humanos se ha convertido en un recurso naturalizado a través de golpizas, balines en los ojos, muertes e ilegalidades de todo tipo, afectando fundamentalmente a personas que marchan o protestan.
Por otra parte, hay algo de Baldomero Lillo en los acercamientos a una infancia desprotegida; todos los relatos pasan por allí, pues niños y niñas deben convivir con la vulneración total. El mundo narrado es claramente el turbio caldo de cultivo que dará origen a los hijos del SENAME.
La ironía con la que se describe un espacio psicológico dañado por la conciencia y voluntad de destruir a otros, construye la metáfora de una sociedad injusta, la imagen a escala poblacional de una república de abusos amparados por ley (que en estos relatos pareciera ser la ley de la vida). Los cuentos de Muñoz Vela, empero, evidencian pequeños y fugaces gestos de dignidad presentes sólo en los abusados, mientras el mundo adulto (hoy diríamos empresarial), centra sus tropelías en la acumulación del goce por medio de una imparable y desenfadada codicia, aniquilando a cada paso las antiguas reglas del libre mercado y de la ya desechada sociedad de bienestar.
Los personajes de estos relatos viven al margen no sólo del supuesto progreso económico, sino que también de cualquier moral religiosa o laica, condenados a una difusa ética de la sobrevivencia. Las iniquidades y los estados de miseria son el borde o la piel que contiene lo perverso de la infancia en un mundo de adultos que sólo buscan satisfacer su lujuria por el poder y los cuerpos, instalando como regla explícita o implícita, no sólo el daño permanente a la niñez, al débil o al diferente, sino que a eventuales alternativas de construcción social.
Foto sup. Sergio Larraín. 'Niños en Santiago', Chile, 1955
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
“Las Pieles” o la reconfiguración del realismo en lo narrado
Ramón Muñoz Vela (Ediciones La Polla Literaria, Santiago, 2020)
Por Hans Schuster