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La Sonrisa de Gladys. Un libro de Richard Sandoval.
Editorial Planeta Chilena S.A. 2022, 228 páginas.


Por Rony Núñez Mesquida
Publicado en Le Monde diplomatique, 29 de octubre de 2022


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1. Gladys Marín en la perspectiva del actual ciclo político.

"La luz que proyecta el sol de mediodía deja ver los efectos de la oxidación en el metal. El rostro vaciado, mediante los cortes sobre el fierro, muestra una imagen sonriente. A través de sus ojos y su boca se ven murallas de concreto y rejas sobre tumbas igualmente antiguas. El Cementerio General y su soledad adornan el monumento solo con un puñado de rosas rojas. Gladys Marín hoy cumple ochenta años, pero hace dieciséis que no vive físicamente. Una pandemia azota al planeta entero y nadie se mueve sin mascarilla en el camposanto, ni en ningún otro punto de la ciudad. Los adultos mayores temen salir y contagiarse. Pero Gladys espera, es decir, esa figura que se alza frente a su tumba"[1].

Así comienza las páginas del último libro de Richard Sandoval, ‘’La sonrisa de Gladys’’ (Editorial Planeta 2022), con la prosa envolvente de un escritor que, a pesar de su corta edad, muestra un notable oficio al momento de acometer una crónica lúcida, cautivadora, de unos de los personajes políticos contemporáneos más notables del Siglo XX y principios de este siglo: Gladys Marín, cuya figura se encumbra hoy en la perspectiva no sólo de un referente para un determinado sector político, sino que un ejemplo de consecuencia y ética que, no tengo dudas, hubiera jugado un rol central en el actual contexto político: un antídoto quizás para esta especie aún de resaca post plebiscito que no nos deja de interpelar y que, lejos de dar por cerrado un ciclo, nos abre a más interrogantes que certezas. En esta modernidad líquida como afirmara Bauman, la figura de Gladys y su perspectiva intelectual nos aportan un camino bastante más nítido que lo que la post modernidad nos puede aportar. En efecto y tal como lo destaca Justo Barranco en el diario La Vanguardia, a propósito del filósofo polaco-britanico: "modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Un mundo que Bauman supo explicar como pocos".[2]

Como muy bien nos señala la preclara prosa de Sandoval: "Es 16 de julio, y en Chile se acaba de constituir la Convención Constitucional. El ánimo está por las nubes entre los militantes y simpatizantes de izquierda, y cuando las voces de los asistentes mencionan la palabra “Constitución” los ojos de la mayoría se iluminan. No pueden dejar de pensar en Gladys y sus sueños de transformación radical, antes de morir"[3]. Es decir, frente al desvanecimiento que lúcidamente plantea Bauman, la figura de Gladys acomete con la claridad y firmeza de una figura que estaba plenamente consciente de lo que su generación se jugó, en la perspectiva de una construcción colectiva que nos salvase de la lenidad neoliberal en que nos encontramos.

De esta forma, el riguroso trabajo en base a una impresionante cantidad de fuentes, nos permiten abarcar la complejidad de una figura de la estatura de Gladys Marín, aquella precoz y decidida diputada de la república antes incluso a los tiempos de la Unidad Popular, adelantándose a su tiempo, cuando las esperanzas colectivas aún no eran aplastadas por la bota castrense. Cuando aún Gladys podía caminar libre por las calles de su propio país, antes que el Golpe precipitara su dura clandestinidad lejos de sus hijos. Como muy bien lo reseña Sandoval sobre la joven diputada Gladys Marín: "El popular columnista y escritor Eugenio Lira Massi, en su libro La Cámara y los 147 a dieta, cuenta quién era Gladys Marín a partir de 1965, el año de su primer triunfo electoral como diputada de las Juventudes Comunistas, representando al segundo distrito de Santiago, que por entonces comprende las comunas de Renca, Conchalí, Recoleta, Independencia, Colina, Tiltil, Talagante, Curacaví, Quinta Normal y Barrancas. Con apenas veintitrés años, Gladys era “todo entusiasmo, todo nervio, toda energía”. En la Cámara, Gladys estaba “en 23 su salsa. Siempre debía andar vestida con falda azul marino y pañuelo rojo al cuello porque es imagen misma de la actual Juventud Comunista. Trabajadora, disciplinada, capaz de cualquier sacrificio por su Partido. Vive caminando de un lado para otro. De una población a otra. Con los pies metidos en el barro, pisando los alfombrados despachos de ministros para exigir solución a los problemas de los pobladores”[4].


2. Valentía en tiempos aciagos.

"En las radios ya se escucha el bando militar número 10. Gladys Marín no está en casa y es oficialmente una de las cien personas más buscadas de Chile. A juzgar por la amenaza que su existencia implica para la Junta Militar, su vida nunca más volverá a ser la misma. Ni tampoco la vida de sus hijos, ni la de Jorge, ni la de nadie que se haya aproximado a su entorno más íntimo. Desde ahora, Gladys será fugitiva y pasará los días, los meses y los años en medio de la incertidumbre, entre sueños y añoranzas, amparada siempre en la lucha política y social como la única manera de conseguir algo de tranquilidad; la paz que le permita volver a dar un abrazo a sus amados sin los sobresaltos de la sombra constante de rifles y mordaza".[5]

Ciertamente para las nuevas generaciones nacidas en democracia, es difícil imaginar lo que para la generación de Gladys Marín significó el golpe de estado. No sólo un término dramático de un país que, hasta 1973, gozaba de una asombrosa continuidad de gobiernos democráticamente elegidos, lo cual contrastaba con otros países de la nación.

 

 

Más allá del terror, torturas, exilio y desapariciones: triste legado de la dictadura chilena y latinoamericanas, Gladys Marín, lejos de intimidarse, por el desolador panorama, regresa a Chile clandestinamente: su ética y compromiso eran más fuertes que el riesgo real que su vida y la de sus hijos corría por este tipo de decisiones. Esta estatura moral hoy debe invitarnos a la reflexión: la democracia actual que tendemos a normalizar como un mínimo civilizatorio, fue ganada, recuperada y defendida primero gracias al movilización popular, contexto en el que el liderazgo de Gladys juega un rol fundamental, en la rearticulación de las fuerzas políticas diezmadas por los aparatos de seguridad del régimen. Sin figuras de la valentía de Gladys Marín, no hubiera sido posible la recuperación de la democracia. Es por ello que las nuevas generaciones, sin saberlo, el deben mucho a la generación que vibró y construyó primero las condiciones políticas y sociales para que el Presidente Allende llegara al poder y luego en la clandestinidad de la década de los setenta y ochenta, el pueblo de Chile se atreviera a salir nuevamente a las calles a enfrentar a un dictador todo poderoso: el gran legado de Gladys hoy es permitir que en democracia procesos de movilización inéditos como el de octubre de 2019 fueran posible, sin que los millones de personas que salimos a las calles tuvieran el temor de la desaparición, de la tortura, del exilio: el precio de la generación de la que Gladys fue parte y sufrieron en carne propia y pagaron miles de ellos con su vida. En efecto, el octubre de 2019 tiene la sonrisa de Gladys Marín, independiente de la posterior derrota. Sin embargo, que duda cabe que, si Gladys hubiera estado viva, hubiera estado al frente encabezando las multitudinarias marchas que forzaron e hicieron posible un proceso constituyente como salida institucional.

Más allá de tiempos aciagos, de lo que significó primero el exilio y luego el reingreso clandestino a Chile, nos quedan estas reflexiones que la propia Gladys escribe en sus memorias y que Sandoval incluye en estas páginas que estremecen y conmueve, recordando su estadía de asilo en la Embajada de Países Bajos: "Pasó noviembre, llegó diciembre. En la embajada había un rinconcito donde encontraba un poco de calma, de ese recogimiento que tanto necesitábamos para pensar. Vivíamos pensando en los cadáveres del Mapocho, en los cuerpos que bajaban por el Bío-Bío de nuevo, en el asedio a las poblaciones, en los helicópteros y los aviones sobrevolando los barrios. Solo después de un mes de abrir y mirar por la ventana vi unas ramas verdes que lograron darme un poco de felicidad en la tristeza. Fue solo un instante. De nuevo la dura realidad, que el encierro y la impotencia de no poder salir, convierten en pesadilla".[6]


3. Entrevista a Richard Sandoval: "Gladys es mucho más que el rostro pintado en una bandera".

Converso con Richard Sandoval sobre su libro, el cual no sólo ha sido un fenómeno editorial, estando dentro del top 10 por semanas de ventas en Chile y el libro más vendido de la editorial Planeta en Chile. En efecto, a pesar de que Gladys Marín fallece hace más de 15 años, su figura en medio del actual contexto político sigue cautivando a nuevos lectores y generaciones: es lo que motiva una figura universal y totalmente vigente. Aquí las reflexiones del autor.
 

¿Cuál es la tesis central del libro y por qué te motivó la figura de Gladys Marín?
—La tesis central del libro es: Gladys Marín es mucho más que el rostro de lucha pintado en una bandera. Gladys es una mujer con todas las complejidades de un ser humano. Una mujer alegre, sencilla, coqueta, gozadora de la vida, anclada firmemente a la naturaleza de su Chile tan querido; y es también la dirigenta política que arriesgó su vida permanentemente por la democracia, el socialismo, y su partido. Es una mujer de familia, una madre sacrificada y una amiga a toda prueba.

Me motivó escribir sobre ella para indagar en estos aspectos de su existencia. Sacarla del afiche para mostrar a la mujer que reía con las bromas de sus amigos y gozaba con el amor como lo hacen los adolescentes. 

¿Qué significa la figura de Gladys en el Chile y su contexto político actual?
—Gladys es una figura sumamente inspiradora, naturalmente. Su aura de disposición a la lucha está en el aire de las calles del país. Su rostro pintado en los muros es un recordatorio de que sin constancia en las reivindicaciones no se logran las conquistas. Gladys es amor y resistencia a la vez, por eso acompaña como un talismán a todo tipo de movimiento social transformador.

¿Cuáles son a tu juicio las características humanas y del liderazgo de Gladys que la convierten en una figura clave de la política chilena?
—A nivel humano Gladys tenía una especie de aura, una energía que movía, entusiasmaba, provocaba movimiento a donde fuera que llegara. Eso conlleva una responsabilidad que nunca desconoció: la de su liderazgo, el que ejerció con constancia, solidaridad y firmeza. Ella a todo lugar que llegaba pedía opiniones, perspectivas, críticas; y luego tomaba decisiones, a veces difíciles, pero nunca eludió las decisiones que marcaron su rumbo.

¿Cuáles son tus referentes intelectuales y literarios que te han construido como autor?
—En el camino de la no ficción ha sido fundamental la lectura y talleres con Leila Guerreiro, escritora argentina cuyo estilo ha sido iluminador para pensar y escribir mis libros; el talento, arrojo y manejo dramático de la peruana Gabriela Wiener, o la solvencia en la investigación y redacción del estadounidense Gay Talese. En el país, resultaron cruciales las miradas y orientaciones de Juan Cristóbal Peña, Roberto Herscher -mis profesores en el diplomado de escritura narrativa de No Ficción de la UAH- y la visión artística y escénica de Nona Fernández.

4. Epílogo bajo versos de Simonov.

"La sonrisa de Gladys", a mi juicio, será recordado como un libro esencial para que las futuras generaciones se acerquen a la figura que significó y significa Gladys Marín para la historia de Chile. Conocer la complejidad de su reflexión política e intelectual trasciende las fronteras impuestas por el paso del tiempo. Su sonrisa perenne es la sonrisa de las madres trabajadoras de Chile que, con esfuerzo sacan a sus familias adelante, a pesar de la adversidad de un modelo que muchas veces las ha excluido de los beneficios de un crecimiento que se concentra entre unos pocos y que Gladys, ya retornada la democracia, nunca dejó de denunciar.

Ya lejos quedan borrados para el común de las y los chilenos que hoy deambulan por la calle, ensimismados en sus celulares, los estertores de un exilio; palabra que hoy se encuentra vaciada de sentido, pero que Gladys desde una Moscú inhóspita resistió a pesar de la lejanía, a pesar del frío de sus calles, a pesar de la lejanía de sus hijos, antes de volver clandestina a un Chile en estado de sitio, con las noticias de su compañero desaparecido, como duro recordatorio de lo que la dictadura fue capaz de hacer con ensañamiento.

Imagino y las páginas de este gran libro de Richard Sandoval permiten develar, al personaje también en su dimensión humana. Como muy acertadamente concluye Sandoval: "La mujer de la sonrisa, las ideas; su legado vive. Se reproduce, secretamente, por siglos, en las pequeñas hojas de un viejo árbol. Entre el polvo de las hojas. Eterna como esa materia".

Sobre aquellas hojas hoy resuenan estos versos que cito de memoria del poeta Simonov, en los cuales Gladys, una imprescindible de nuestro tiempo, se refugió todos sus días para recordar a su compañero Jorge Muñoz. Su amor es suficiente para que nosotros continuemos su ejemplo.


"Espérame y volveré,
espera, espera,
aunque las lluvias amarillas
infundan tristeza, espera.
Espera aunque la nieve caiga y vuelva a caer,
espera aunque otros
olvidados de ayer
no esperen".

 

Gladys Marín junto a su esposo Jorge Muñoz (1969)

(tomado de https://diccionario.cedinci.org/marin-millie-gladys-del-carmen/)

 

 




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Notas

[1] La sonrisa de Gladys, Sandoval Richard, página 11, Editorial Planeta, 2022
[2]  https://www.lavanguardia.com/cultura/20170109/413213624617/modernidad-liquida-zygmunt-bauman.html
[3] Idem Op.cit página 11
[4] Idem Op cit página 22 y 23
[5] Idem Op cit página 34
[6] Idem Op. Cit página 59

 

 

Rony Núñez Mesquida, escritor y columnista Le Monde Diplomatique Chile.

 

 

 

Lectura primeras páginas

 

 

 

 



 

 

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