Gonzalo Rojas
Ganador del Premio Cervantes 2003
Gonzalo Rojas galardonado con el Premio
Cervantes 2003
El poeta chileno Gonzalo Rojas, cuyo nombre no se
encontraba entre los favoritos, se impuso a los candidatos que venían
sonando como posibles ganadores del galardón como Juan Marsé, Mario
Benedetti, Alfredo Bryce Echenique, Carlos Bousoño y Ana María
Matute.
La ministra de Educación, Cultura y Deporte, Pilar
del Castillo, hizo pública la noticia tras la reunión del jurado, que
estuvo presidido por el director de la Real Academia de la Lengua,
Víctor García de la Concha.
Gonzalo Rojas, de 85 años, se ha impuesto a candidatos como Benedetti
y Marsé, y ha sido finalmente el galardonado con el distinguido premio
de la literatura en castellano que desde 1976 concede el ministerio
español de Educación y Cultura y que está dotado con 90.152 euros. Es la
segunda vez que este galardón se entrega a un escritor de nacionalidad
chilena, el anterior premiado fue Jorge Edwards en 1999.
El jurado estaba compuesto, entre otros, por el director de la Real
Academia Española, Víctor García de la Concha, y los escritores Antonio
Muñoz Molina, Rosa Montero, Fernando Sánchez Dragó y Arturo
Pérez-Reverte, todos ellos partidarios de Juan Marsé, al que votaron
hasta el último momento. Los otros seis miembros del jurado que
inclinaron la balanza hacia el poeta chileno Gonzalo Rojas eran Gregorio
Salvador, José Jimenez Lozano, Victorino Polo, Enrique Krause, y los
chilenos Jorge Edwards y Alfredo Maltus.
La entrega del premio al escritor chileno por el conjunto de su obra
tendrá lugar el próximo 23 de abril del año entrante, coincidiendo con
la fecha aniversario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, durante
un acto que presidirá el rey Juan Carlos de España en el paraninfo de la
Universidad de Alcalá, en Alcalá de Henares, ciudad natal del autor de
"El Quijote".
El Nobel de las letras hispanas
Los candidatos al premio Cervantes son propuestos todos los años por
la Real Academia Española -que este año presentó la terna compuesta por
Carlos Bousoño, Mario Benedetti y Julián Marías-, por las Academias de
la Lengua de los países de habla hispana, por los autores premiados en
convocatorias anteriores, por las instituciones vinculadas a la
literatura en lengua castellana o por los miembros del jurado. No puede
ser dividido o declarado desierto o ser concedido a título póstumo,
según las normas que se establecieron después de que en la edición de
1979 el jurado decidiera conceder el premio ex aequo al español Gerardo
Diego y al argentino Jorge Luis Borges.
El jurado está integrado por el director de la Real Academia
Española, el director de la Academia Iberoamericana de Chile, el
premiado en la edición anterior y seis personalidades del mundo
literario. El premio recayó el año pasado en el escritor español José
Jiménez Lozano y ha distinguido hasta ahora a quince intelectuales
españoles y a trece latinoamericanos, de los que sólo dos han sido
mujeres, la española María Zambrano y la cubana Dulce María Loynaz.
Los galardonados en las sucesivas convocatorias han sido: Jorge
Guillén (1976), Alejo Carpentier (1977), Dámaso Alonso (1978), Gerardo
Diego y Jorge Luis Borges (1979), Juan Carlos Onetti (1980), Octavio Paz
(1981), Luis Rosales (1982), Rafael Alberti (1983), Ernesto Sábato
(1984) y Gonzalo Torrente Ballester (1985). El premio recayó también en
Antonio Buero Vallejo (1986), Carlos Fuentes (1987), María Zambrano
(1988), Augusto Roa Bastos (1989), Adolfo Bioy Casares (1990), Francisco
Ayala (1991), Dulce María Loynaz (1992), Miguel Delibes Setién (1993),
Mario Vargas Llosa (1994), Camilo José Cela (1995), José García Nieto
(1996), Guillermo Cabrera Infante (1997), José Hierro (1998), Jorge
Edwards (1999), Francisco Umbral (2000), Alvaro Mutis (2001), José
Jiménez Lozano (2002) y Gonzalo Rojas (2003).
GONZALO ROJAS O EL AMOR DESENFADADO
La poesía de Gonzalo Rojas, uno de los inventores de la lengua
coloquial en castellano, ha sido galardonada con el Premio Cervantes
2003. Gonzalo Rojas (20/12/1917, Lebu, Chile) es el poeta del amor y el
desenfado. Entre los años 1938-1941 participa, más bien como disidente,
en el grupo surrealista Mandrágora fundado por Braulio Arenas, Teófilo
Cid y Enrique Gómez Correa. Siete años más tarde aparece La miseria del
hombre (1948), su primer libro de poemas, provocando reacciones
encontradas entre los críticos oficiales que no fueron compartidas por
Gabriela Mistral: "su libro(...) me ha removido y, a cada paso admirado
y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy
original, de lo realmente inédito".
En 1952, habiendo obtenido el grado de Licenciado en Filología
Clásica, gana -por concurso-, las cátedras de Literatura Chilena y
Teoría Literaria en el Departamento de Español de la Universidad de
Concepción donde permanece hasta 1970, fecha en que es nombrado por el
Presidente de la República, Salvador Allende, Consejero Cultural en
China. En su permanencia en la universidad organiza y dirige importantes
actividades culturales como las Escuelas Internacionales de Verano en
cuyo marco se realizaron el Primer Encuentro Nacional de Escritores
(1958) y el Primer Encuentro de Escritores Americanos (1960). Para
Carlos Fuentes y José Donoso estas reuniones, habrían sido el comienzo
del boom latinoamericano, pues abrieron un espacio de reflexión -como el
propio poeta lo propusiera-, en torno a las imágenes de América Latina y
del hombre actual. Esta intensa actividad académica no le impide el
ejercicio poético, en busca de la palabra diamantina que habitará en
Contra la muerte (1964), libro celebrado unánimemente por la crítica.
El golpe militar chileno (septiembre, 1973) lo sorprende en La
Habana, donde se desempeña como Encargado de Negocios; no sólo la
historia de su país tiene un giro violento también, su vida. El poeta es
ahora un exiliado, un "indocumentado" a quien no sólo se le ha
arrebatado su rango de diplomático sino también se le ha expulsado de
todas las universidades chilenas por "significar un peligro para el
orden y la seguridad nacional". La Universidad de Rostck -Alemania
Oriental- lo acoge como profesor, pero sin dictar clases, situación que
lo perturba e incomoda. Entonces parte a Venezuela (1975), ha sido
contratado por la Universidad Simón Bolívar, allí llega con Hilda, su
segunda mujer, y el hijo de ambos, Gonzalo.
Su tercer libro de poemas Oscuro (1977) se publica en Caracas, a
partir de este momento su poesía escrita sin prisas, desde lo profundo
comienza a leerse en todo el continente y es aplaudida sin reservas por
la crítica internacional. Recibe invitaciones para leer su creación
poética, dictar conferencias y cursos en universidades norteamericanas y
europeas; es objeto de homenajes y sus libros comienzan a publicarse en
México, Madrid y New York. Las ediciones se suceden unas a otras:
Transtierro (Versión antológica: 1979), Antología breve (1980), 50
poemas (1980), El alumbrado y otros poemas (1987), Antología personal
(1988), Schizotext and Other Poems (1988), Materia de Testamento (1988),
figura como uno de los libros más vendidos en Madrid ese año, éste como
otros del autor se construye desde una escritura cuya metáfora es el
tapiz, poemas antiguos y nuevos convergen con la misma frescura en tres
vertientes: la numinosa, la erótica y la repentina. Desocupado lector
(1990), Antología de aire (1991), Las hermosas. Poesías de Amor (1991),
Zumbido (edición para bibliófilos: 1991), La miseria del hombre (edición
crítica: 1995).
Gonzalo Rojas regresa a Chile en 1979, haciendo uso de la beca
Guggeheim, sabe que las puertas de las universidades permanecerán
cerradas, pero aún así elige Chillán, 400 kilómetros al sur de la
capital, como lugar de residencia permanente; desde allí se desplazará a
universidades de Alemania, Estados Unidos, México y España. El 5 de
junio de 1992 recibe el Primer Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana y el 13 de noviembre del mismo año, el máximo galardón
que otorga Chile a sus escritores, el Premio Nacional de Literatura; el
reconocimiento internacional no cesa para este poeta circular, sediento
de absoluto y de pasión erótica, a los premios anteriores se sumarán el
Octavio Paz de México y el José Hernández de Argentina y ahora el
Cervantes, máximo galardón de la lengua española.
Gonzalo Rojas: Premio Cervantes es un honor para mí y
los chilenos
Al enterarse de haber sido distinguido con el Premio Cervantes de
este año, el más importante de las letras hispanoamericanas, el poeta
Gonzalo Rojas, quien vive en Chillán, señaló que el galardón es "lo más
extraordinario" que le podría ocurrir a cualquier escritor.
El literato, de 85 años, se declaró sorprendido por el premio y dijo
que era "honroso" para él y para los chilenos.
"Imagínese cómo recibo este premio, Cervantes es Cervantes, Alcalá de
Henares anda en la cabeza de todos los locos de este mundo. Tenemos a
Cervantes en el seso desde que somos niños".
"Recibir un premio que lleve ese nombre es para nosotros lo más
extraordinario que puede darse en nuestra lengua y en cualquiera de las
lenguas", agregó.
Rojas nació en Lebu en el año de 1917. En la
selecta y nada prolífica obra de Rojas (sólo tiene 17 obras) prevalecen
el amor, el erotismo y el enfrentamiento vida-muerte, según lo consigna
Radio Cooperativa.
"Contra la muerte" es uno de sus más célebres poemas el cual apareció
publicado en 1964 cuando el poeta tenía 46 años. Hoy a los 85, la obra
de Rojas sigue con esta temática.
Hasta hoy ha recibido numerosos premios internacionales entre los que
se cuentan, el Premio Sociedad de Escritores de Chile por "Poesía
Inédita" 1946, Reina Sofía de poesía de España (1992), Octavio Paz de
México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de
Literatura de Chile en 1992.
* * *
Una entrevista a Gonzalo Rojas:
"no hay que
tenerle miedo a la muerte"
Esta es una entrevista -bajo el
título "No hay que tenerle miedo a la muerte"- que realizó Melanie Josch
en
La Tercera del 10 de junio del 2000.
Gonzalo Rojas (Lebu, 1917) se mueve por el mundo. En España acaba
de entregar su poemario Metamorfosis de lo Mismo a la
prestigiosa editorial Visor, "el libro más caudaloso" -dice el poeta por
teléfono- y ahora se apronta a dejar en suelo mexicano su obra Diálogo
con Ovidio.
Pero como buen "movedizo y errante", el octogenario Premio Nacional
de Literatura no podía sino trasladarse personalmente a México, país que
le concedió en 1998 el galardón Octavio Paz en un tiempo en que sobre el
vate cayeron otras distinciones como estrellas fugaces.
En la capital azteca recitará mañana en la enorme plaza del Zócalo,
donde cada 15 de septiembre los mexicanos dejan salir su famoso y
desgarrado grito de la Independencia (¡Viva México, hijos de la Chingada!), sobre el que sus
intelectuales, inclusive el propio Octavio Paz, han elaborado los más
finos ensayos develando el alma de esa nación, un "epicentro de este
mundo, en especial iberoamericano, de la mayor vivacidad", apunta
Gonzalo Rojas.
¿En qué le han aportado los viajes a su literatura?
Por un
lado los viajes son absurdos. Uno se dice que no habría para qué ir tan
lejos. Eso por una parte. Por otra parte, claro, ofrecen una vibración
intensa. Múltiple, de un registro más mundano. Mundano en cuanto a
mundanidad. No se trata de un turista literario, frívolo, aburrido. ¡Hoy
día quién no testea! Nosotros, por ejemplo, que solemos considerarnos
muy importantes -y lo somos- en el país de Chile, estamos demasiado
aislados. Y eso no es culpa nuestra porque la geología y la geografía
nos determinó una insularidad muy fuerte. Eso nos hace un poco aislados,
si no lugareños. Ni siquiera esa palabra que le gustaba tanto a
Teillier, láricos. Para mi la laricidad es el mundo. Es el lar
mayor.
En ese sentido hace la misma distinción que Paul Bowles en cuanto
a los turistas y los viajeros...
El turista es una viuda que
intenta tocar todas las puertas si pudiera del planeta, va y viene,
normalmente tiene mucho dinero para ir de un lado a otro, pero no
alcanza a ver. Ver e intraver es una cosa muy distinta. Es como en
Chile. Nosotros debiéramos intraexiliarnos constantemente. Es decir,
irnos a vivir a los parajes más hermosos de ese longilíneo país pero no
como turistas de tanta hermosura, sino para siempre. Esa sería la idea.
Eso fue lo que yo hice cuando viví de niño por Atacama, las zonas de las
salitreras, en las islas, en las zonas hermosas de Chiloé para abajo,
incluyendo los Magallanes, la Antártica, el Concepción. Yo viví siempre
en las afueras de Santiago.
Sus recitales siempre han atraído a muchos jóvenes. ¿Cuál es su
afinidad con ellos?
Eso no lo sé. A veces hay, no un magnetismo,
sino una imantación que se crea, muy viva, entre los públicos y el otro
que está leyendo o recitando y a veces improvisando. Eso se da. Me ha
ocurrido ahorita en España. Yo estuve recién con Laura García Lorca en
Granada, quien me invitó, y me ocurrió lo mismo. Es que se me da esta
comunicación con los jóvenes, porque yo no les hablo con ese estilo en
altivo, sino como un muchacho más que habla. Soy partidario de la
lozanía y no de la altanería de ninguna especie, ni profesoral, ni
literaria, ni nada. Aprendices, aprendices, aprendices... todos somos
aprendices.
De allí que se considere un poeta lentiforme...
Si soy
lentiforme, me demoro, me fastidia la prisa, no entiendo para nada la
celeridad ni la publicidad, ni los famosos premios, aunque le caigan a
uno. A mí de viejo me han caído unos cuantos. Pero ese no es el
proyecto. Es el ejercicio diario, implacable, un diálogo con uno mismo y
con el mundo.
A propósito de ejercicio, ¿cómo van sus Visiones
(memorias)?
Eso va andando, pero no con prisa, ni con ganas de
que lo publiquen. Tengo un pacto con gente mía, con mis hijos. Les he
dicho a ellos que se encarguen de publicarlo. Son documentos que los
puede leer todo el mundo... aunque de repente yo podo mucho, soy
partidario de eso, de cortar, corregirme a mí mismo y seguramente dejar
un documento donde se vea cuál fue mi horizonte del tiempo y mis
múltiples horizontes....
Pero esas Visiones deben tener un sentido común. ¿Tiene que ver
con su erotismo y sensualidad?
En ellas están todas las
vibraciones. El trato con la infancia prodigiosa a la que uno asiste
hasta el último día si es que es tan cierta. Ahí tiene el caso de Matta
que no pasa de ser un niño, un niño fenomenal que le dieron los dioses
al mundo y a Chile también por añadidura. Están las infancias, las
movimientos cíclicos, porque uno nunca deja de ser ese púber. Además
cuando se habla de ese erotismo mío... yo no tengo nada que ver con lo
porno. El eros mío es sagrado. El Tánatos, la muerte, yo trato como
cualquier otro poeta el diálogo con la muerte y que va con uno desde los
instantes en que nace. Mis elegías no son reverenciales, no es el
recuerdo y el alma dormida, sino que son contra la muerte. Por algo le
puse a un libro mío Contra la Muerte, es decir, son visiones de la
muerte pero irreverentes. No hay por qué tenerle tanto miedo a la
muerte.
BIOGRAFIA
Gonzalo Rojas nace el 20 de diciembre de 1917, en el puerto de
Lebu.
Estudia en el Internado de Concepción y, posteriormente, en la
Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, carrera que abandona en
su tercer año para ingresar al Instituto Pedagógico de la misma
universidad.
Durante el transcurso de sus estudios trabaja como inspector en el
Instituto Barros Arana, alfabetizador de los mineros en Atacama, es jefe
de redacción de la revista Antártica en Santiago y, nuevamente, profesor
en Valparaíso.
Entre los años 1938-1941 participa, más bien como disidente, en el
grupo surrealista Mandrágora fundado por Braulio Arenas, Teófilo Cid y
Enrique Gómez Correa.
Siete años más tarde aparece La miseria del hombre (1948), su primer
libro de poemas, provocando reacciones encontradas entre los críticos
oficiales que no fueron compartidas por Gabriela Mistral: "su libro(...)
me ha removido y, a cada paso admirado y, a trechos, me deja algo
parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente
inédito".
En 1952, habiendo obtenido el grado de Licenciado en Filología
Clásica, gana -por concurso-, las cátedras de Literatura Chilena y
Teoría Literaria en el Departamento de Español de la Universidad de
Concepción donde permanece hasta 1970, fecha en que es nombrado por el
Presidente de la República, Salvador Allende, Consejero Cultural en
China.
En su permanencia en la universidad organiza y dirige importantes
actividades culturales como las Escuelas Internacionales de Verano en
cuyo marco se realizaron el Primer Encuentro Nacional de Escritores
(1958) y el Primer Encuentro de Escritores Americanos (1960). Para
Carlos Fuentes y José Donoso estas reuniones, habrían sido el comienzo
del boom latinoamericano, pues abrieron un espacio de reflexión -como el
propio poeta lo propusiera-, en torno a las imágenes de América Latina y
del hombre actual.
Esta intensa actividad académica no le impide el ejercicio poético,
en busca de la palabra diamantina que habitará en Contra la muerte
(1964), libro celebrado unánimemente por la crítica.
El golpe militar chileno (septiembre, 1973) lo sorprende en La
Habana, donde se desempeña como Encargado de Negocios; no sólo la
historia de su país tiene un giro violento también, su vida. El poeta es
ahora un exiliado, un "indocumentado" a quien no sólo se le ha
arrebatado su rango de diplomático sino también se le ha expulsado de
todas las universidades chilenas por "significar un peligro para el
orden y la seguridad nacional".
La Universidad de Rostck -Alemania Oriental- lo acoge como profesor,
pero sin dictar clases, situación que lo perturba e incomoda. Entonces
parte a Venezuela (1975), ha sido contratado por la Universidad Simón
Bolívar, allí llega con Hilda, su segunda mujer, y el hijo de ambos,
Gonzalo.
Su tercer libro de poemas Oscuro (1977) se publica en Caracas, a
partir de este momento su poesía escrita sin prisas, desde lo profundo
comienza a leerse en todo el continente y es aplaudida sin reservas por
la crítica internacional. Recibe invitaciones para leer su creación
poética, dictar conferencias y cursos en universidades norteamericanas y
europeas; es objeto de homenajes y sus libros comienzan a publicarse en
México, Madrid y New York.
Las ediciones se suceden unas a otras: Transtierro (Versión
antológica: 1979), Antología breve (1980), 50 poemas (1980), El
alumbrado y otros poemas (1987), Antología personal (1988), Schizotext
and Other Poems (1988), Materia de Testamento (1988), figura como uno de
los libros más vendidos en Madrid ese año, éste como otros del autor se
construye desde una escritura cuya metáfora es el tapiz, poemas antiguos
y nuevos convergen con la misma frescura en tres vertientes: la
numinosa, la erótica y la repentina. Desocupado lector (1990), Antología
de aire (1991), Las hermosas. Poesías de Amor (1991), Zumbido (edición
para bibliófilos: 1991), La miseria del hombre (edición crítica:
1995).
Gonzalo Rojas regresa a Chile en 1979, haciendo uso de la beca
Guggeheim, sabe que las puertas de las universidades permanecerán
cerradas, pero aún así elige Chillán, 400 kilómetros al sur de la
capital, como lugar de residencia permanente; desde allí se desplazará a
universidades de Alemania, Estados Unidos, México y España.
El 5 de junio de 1992 recibe el Primer Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana y el 13 de noviembre del mismo año, el máximo galardón
que otorga Chile a sus escritores, el Premio Nacional de Literatura; el
reconocimiento internacional no cesa para este poeta circular, sediento
de absoluto y de pasión erótica, a los premios anteriores se sumarán el
Octavio Paz de México y el José Hernández de Argentina
POESIA
OSCURIDAD HERMOSA
Anoche te he tocado y te he
sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi
cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he
sentido.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que
sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te
sentí latir la noche entera,
hija de los abismos,
silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo
cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.
¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?
¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la
vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: ¿amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas,
sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay
hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de
hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre
ellas por las calles, de no poder amar trescientas a la vez,
porque
estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en
el viejo paraíso.
LAS HERMOSAS
Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la
piel a los vestidos,
turgentes, desafiantes, rápida la marea,
pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos
tacones
y germinan, germinan como plantas silvestres en la
calle,
y echan su aroma duro verdemente.
Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas
ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
del hombre, y
algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas
ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.
Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
de
ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
de las
calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde
echamos las redes de los cinco sentidos
para sacar apenas el
beso de la espuma.
RETRATO DE MUJER
Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y
terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas
a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para
escuchar mi adiós de un solo tajo.
Te juré no escribirte; por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo
mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que
nunca me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que
estoy diciendo.
Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y
quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete
descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu
belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.
No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal
como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una
nariz de arcángel y una boca de animal, y una sonrisa
que me
perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas como inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste.
Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí mujer, te dejo tu figura.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que
pasa.
No quiero ver ¡no puedo! Ver morir a los hombres cada
día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco
de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal
de prosperar con mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en
mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar
vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto
libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras
máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué
sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo
sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.}pero respiro, y como,
y hasta duermo
pensando que me faltan uno diez o veinte años para
irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento
allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero
no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada
minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía
caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, besos sus pétalos, adoro
la vida, no me canso
de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas.
Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza
inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de
esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a
buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el
hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire,
eternamente.
CARBÓN
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en
dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo
recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la
lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes
y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un
olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo
atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se
derrumba
como una mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo
quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un
buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un
beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la
desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí
viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo
construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el
séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas
estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterado a tu
mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis
multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por
igual a los dos.
........................-Pasa, no estéis
ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.