Poesía: palabra reflexiva
"Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas" de Nadia Prado y " El remoto país imposible"
de Damaris Calderón
Roberto Onell
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 23 de Octubre de 2011
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Nadia Prado (Santiago, 1966) es autora de Simples placeres (1992 y 2002), Carnal (1998 y 2002), Copyright (2003) y Job (2006), poemarios reconocidos con diversas antologías, generalmente en relación a la mujer, y con becas y premios en Chile. Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas es una sola secuencia de versos y prosas, sin títulos, que dejan ver a una hablante que piensa su propio origen como sujeto. Comienza: "Por las letras/ la mano/ desde el rincón/ entre la madera de la mesa/ y la madera de la silla./ Entre palabras de carne/ teme que el desierto de papel pierda su velocidad./ Al contrario de mí la lección escribe el sonido de antes". Dicho énfasis en la escritura, como ejercicio con palabras tangibles para la hablante, deriva en discusión y autoafirmación: "Dirás que no digo yo sé que no digo/ un exceso que no pudo frenarse se hace relieve/ dibujo y calculo/ para demostrar que se respira/ que se lleva en sí/ la extensa manera del abecedario y su relave/ que arrastra la certeza y el miedo" [sic]. A veces encontramos en la página, como aparición, como retazo de discurso, una sola línea: "Resopla el hablar". O la prosa que irrumpe, respiración imparable: "En el umbral la comida, en celdas diurnas criaturas resurgen. Los túneles se entibian para estirar el tiempo. Al final se encogen los cuerpos [...]" [sic]. Frecuentemente apto para dialogar con estudios sobre la fragmentación del sujeto y el poder como disciplina del cuerpo, el trabajo de Prado nos empuja a cuestionar, asimismo, su propia libertad como poesía. La saludable frescura poética de: "Las cosas perdidas regresan sofocadas", línea tan intempestiva como meditabunda, tan enigmática como certera, o aquellos "diálogos" entre madre e hija, demuestran en esta escritura la presencia de otra fuerza, interior, casi secreta, que pugna por manifestarse a distancia de las teorías que facilitarían su estudio temático, pero que resecan y ahogan el poema.
Damaris Calderón Campos (La Habana, 1967) llega con El remoto país imposible. Recordemos que la poesía de Calderón se ha destacado por su reflexión sobre el lenguaje, la condición de la mujer como sujeto activo en diversas escenas, la experiencia erótica, el recuerdo del terruño, entre otros motivos cuya expresión, con el tiempo y el trabajo, ha adquirido un tono más personal, de mayor individualidad como voz. Autora de una versificación que prescinde del metro y tiende al tono prosístico, al ritmo interno de una palabra más cerca de la conversación íntima, Calderón entrega ahora un poemario concentrado, no sólo por breve, sino particularmente por introspectivo. Este ánimo habla, por ejemplo, en el poema "La anunciación": "[...] Miren el blanco rasguñado./ El trapo nacional./ El sudario.// Mírenla bien./ Una mortaja no es otra/ cosa que un trapo/ con pretensiones/ solemnes [...]". El poema de apertura, que conviene citar completo, es la muestra perfecta de algunos de esos motivos; danza de muerte, él incorpora, vivificadas, fuentes que equilibran el flujo de tragedia y coloquio. Es "La soñante": "Larva hombre mujer/ barrida por el viento sur/ va la muerte portando su fanal./ En los patios con olor a lejía/ hunde su cetro,/ cierra los ojos,/ sueña un capullo/ para sí.// El cuerpo/ una mortaja/ crisálida/ de bien morir.// Quien trafica con vísceras:/ el cuerpo no obedece/ se desvanece/ y se convierte/ en sombra.// No el aullido/ la sutileza/ de la sombra.// La soñante:/ sin otra tierra que el país de los párpados.// Henchida por el sueño,/ rompe la red de sus propias visiones./ Las venas descarnadas,/ el árbol, que se te parece,/ y la caída de las hojas,/ la conversación silenciosa,/ la claridad de morir.// Venga la noche./ Venga la madre y lance su carnada/ al remoto país imposible". Adonde somos conducidos enseguida.