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Dos segundos poemarios
"Industrias Chile S. A." de César Cabello, y "Círculo de sal", de Juan Espinoza Ale
Por Roberto Onell
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 11 de Noviembre de 2012
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Círculo de sal es el nuevo poemario de Juan Espinoza Ale (Los Ángeles, 1977), de quien conociéramos Falso testimonio en 2005. El libro se abre con un poema homónimo, pauteado en la modulación de una anáfora: "Cuando el agua se mezcla con la sangre/ uno escucha [...]/ Cuando la sal se mezcla con el agua/ uno escucha, si uno quiere/ [...] en fin, como la vida/ cuando aún húmeda en las manos se nos pudre/ y entonces/ entonces escribimos". En este clima de cautelosa pero decidida expresividad, el hablante va mutando. Susceptible observador del devenir colectivo: "Mentiría si no dijera que me duele/ aquella fluidez/ no la felicidad/ con que otros se mueven por la vida [...]" ("Terceras personas"); dolorido heredero de un país: "Vuestros nombres/ valientes soldados/ no sabemos./ Sabemos que un valiente/ violó y saltó encima del vientre de Carola/ embarazada y militante socialista [...] y lo sabrán/ nuestros hijos también" ("Contrato marcial"); solitario en la propia finitud: "Quisiera al menos una vez/ como el resto partir quizás adónde/ [...] y no ser más el que se queda/ siempre aquí conmigo" ("A la sombra"); [...] estoy tomando té/ de un termo que mi hermana/ [...] me regaló hace muchos años./ [...] que me perdonen mis ancestros/ porque este es todo el paraíso/ que pude concebir" ("Cielo raso"). El largo "A new deal" contiene buena parte de los asuntos del libro: denuncia de las hipocresías de la vida social, deseo de autenticidad existencial, dialéctica individualidad-colectividad.
El tono general de Espinoza tiene pocas oscilaciones: tristeza, angustia, ternura; matices del ensimismamiento (círculo) que busca una verdad (sal) en otras dimensiones de la convivencia. Por eso es pertinente "A flor de labios", soneto de un coloquio sereno que pulsa, con lucidez templada, varias cuerdas del yo y nos hace ver el buen oficio que sustenta la mayor parte del poemario.
Industrias Chile S. A. es la nueva publicación de César Cabello Salazar (Santiago, 1976) tras Las edades del laberinto, que reseñamos en esta revista (21.02.10). El presente libro evidencia una continuidad de visiones y propósitos, con una escritura igualmente visual, tanto por el sentido de las palabras como por diversas imágenes. En once secciones con versos, prosas y algún parlamento, desfilan asuntos concernientes directa e indirectamente a un país llamado "Chile". Como "Adios, Marinetti" (22): "Hasta nunca, corredor exagerado,/ velocista infecto en la noche de las máquinas.// Detente a contemplar la luz en las calderas// [...] Como sabes, Marinetti, la ciudad oculta a otra ciudad/ [...] Ya no hay cupo/ en las glorias de la Industria. Déjanos tu nombre/ y te llamaremos.// Sí, te llamaremos". Como "Epístola" (56-57): "[...] A veces pienso, hermano, que los poetas mapuches somos como esos pequeños difuntos de los que nadie se quiere hacer cargo: a un lado, la raíz, la memoria y el hospicio; al otro, la fuente ajena de la que bebemos [...]", firmada por "Antonio Romano Montalbán", alter ego que reaparece sucesivamente. También, "El encargo" (47): "Sepulturero: ¿Adónde vas con carga tan pesada? ¿No sabes que ventear a un muerto solo trae desgracias?// Romano Montalbán: ¡Calla, Buitre! Sé bien lo que pretendes. Este no es encargo para ti [...]". Así, la cuestión indígena, la valía de ciertos escritores, la disquisición político-económica, convergen en un sinfín de textos alineados, en general, en una crítica del país pretendidamente industrioso y anónimo, por lo cual este proyecto puede suscitar grandes adhesiones y rechazos. Pero ¿cómo esto se hace texto? Con una potente imaginería, a veces bienhechoramente delirante, caótica, reveladora, pero muchas otras gratuita, saturada, más catártica que poética. El espacio poco más breve, como "Adiós, Marinetti", parece ser el ámbito de mejor cristalización, donde el propósito se cumple como poema, sin desbaratarse por cortedad ni desmesura, sin sobre-estimarse por amontonamiento, sin apartarnos por inverosimil.