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"La vida deshilachada" de Francisco Mouat
Santiago. Debate, Random House Mondadori; 2008.

Por Roberto Onell H.
Pontificia Universidad Católica de Chile
ronell@uc.cl

Taller de Letras N°45, segundo semestre de 2009

 

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Según la primera solapa de este volumen, Francisco Mouat (Santiago, Chile; 1962) es un periodista y licenciado en estética que no solo ha trabajado en diversos medios escritos de nuestro país, como las revistas Apsi, Hoy, Don Balón, Domingo en Viaje y Sábado, sino que también ha publicado los siguientes libros: Cosas del fútbol (1989), El Teniente Bello y otras pérdidas (1998), El empampado Riquelme (2001), Nuevas cosas del fútbol (2002), Chilenos de raza (2004), Crónicas ociosas (2005) y Tres viajes (2007). En su quehacer periodístico, ha recibido diferentes reconocimientos dentro y fuera de Chile. El presente libro, de hecho, es una compilación de 100 artículos originalmente redactados para la revista Sábado del diario capitalino El Mercurio, y publicados ahí en forma semanal, a excepción de uno, aparecido en la edición digital del diario; es decir, el presente volumen es semejante a Crónicas ociosas. Ya en el "Prólogo" (pp. 9-14), Agustín Squella nos advierte, o nos recuerda, a quienes conocemos en parte el trabajo de Mouat, que hemos de entrar en una escritura que asume, de modo periodístico, características de crónica, investigación y reportaje, pero que da un paso más, para iluminar ámbitos desconocidos o poco observados de la realidad cotidiana, tanto en el retrato de personajes como en la recreación de anécdotas diversas. Squella pondera positivamente algunos rasgos narrativos de Mouat en su vinculación con otros narradores: capacidad de observación, habilidad de traducción de lo observado a palabras, cierto sentido del humor, entre otros, emparentarían a Mouat con sus admirados Chéjov, Carver, Hagel, De la Vega, Edwards Bello y Bolaño. Veamos qué ocurre en el libro, homónimo de uno de los textos.

En la fotografía de la portada, un hombre camina equilibrándose bajo el paraguas que lo protege de la lluvia, encima de dos sillas ubicadas en la corriente de un río. En la primera solapa del libro, vemos el rostro de Mouat ubicado de perfil, con fondo oscuro, como contemplando cómo se viene su propio trabajo reunido. "Todo lo que hemos olvidado grita en nuestros sueños pidiendo ayuda", reza el epígrafe de Elias Canetti, y a continuación se suceden los artículos, cada uno con su respectivo título, en siete agrupaciones temáticas. En "I. Idiosincrasia" (pp. 17-52; 17 textos) Mouat nos cuenta múltiples anécdotas que podrían servir como indicadores del modo de ser chileno. En "II. Estampas" (pp. 53-90; 10 textos) leemos retratos de personajes conocidos y desconocidos que han obrado pequeñas grandes hazañas. "III. Lecturas" (pp. 91-128; 18 textos) nos ofrece diferentes comentarios muy personales acerca de autores y textos en su mayoría literarios. En "IV. Foráneas" (pp. 129-150; 10 textos) Mouat se aplica a experiencias en ciudades extranjeras, vividas por él mismo y por otros. "V. Ociosas" (pp. 151-160; 4 textos) es una breve sucesión de elogios dedicados al ocio gozador y creador, en oposición al productivismo imperante. Con "VI. Viejas amistades" (pp. 161-196; 17 textos) Mouat profundiza en su entorno más antiguo y entrañable. "VII. Cavilaciones" (pp. 197-246; 24 textos) es un surtido de pensamientos acerca de diversas y cambiantes cuestiones. Sin otro particular, el libro se cierra.

Al sopesar las páginas leídas, este reseñador confronta lo hallado y una aprensión inicial que es tiempo de explicitar: ¿tendría este conjunto de artículos la eficacia del solo artículo semanal? ¿Cómo cambia la apreciación de esta escritura, y su innegable disfrute individualizado, al leer toda una centuria? ¿Cómo será beberse un chorro de lo que se ha probado bienhechoramente a sorbos cada semana? Tres hipótesis a lo menos: ganancia por amplificación (lo que abunda no daña), pérdida por repetición (de lo bueno, poco) y diferencia neutra (más de lo mismo). Veamos cómo procede este autor y qué resulta para este lector. Mouat suele anticiparnos el objeto de cada texto en su título respectivo; pista inicial que sin embargo, en pleno transcurso, él mismo altera con salidas y reingresos en el tema. Unos pocos textos exhiben fotografías, siempre en blanco y negro, de elementos cruciales para una mejor comprensión de lo tratado. Además, si bien es generalizado el recurso a la literatura, nuestro autor evidencia siempre un afán ilustrativo de experiencias de vida: la circunstancia de tal o cual personaje de ficción es tratada como circunstancia existencial, como otro pasaje de la condición humana toda. Y también propone su propia clave, al fantasear con escribir un libro llamado "La mesa del fondo": "Una mesa en la que envejecemos contando historias, anécdotas; combinando humor y filosofía de cuarta categoría; la filosofía doméstica para la cual no cuentan los estudios" (108); filosofía deshilachada, diríamos, sobre una mesa que puede ser perfectamente este libro. Un estudio más analítico podrá definir si el trabajo aquí reunido consiste en crónicas, reportajes y/o investigaciones, a condición de deslindar previamente cada uno de estos dominios.

Es cierto que este conjunto de textos, medido con la milimétrica vara de lo justo y necesario, podría abreviarse en florilegio. Mas algo huele bien a lo largo y hondo del ciento: es esta una escritura enraizada en la oralidad, pero no la oralidad del poeta que reanima una tradición letrada, sino la llana oralidad del conversador. Mouat empapa su trabajo de una rica tonalidad conversacional que libera un aroma de sobremesa: los ires y venires de una palabra para compartir, cruzada por paréntesis que no se cierran, medida y desmedida en párrafos de irregular extensión, perdida y ganada al irse y venirse por las ramas. De ahí que la fina observación de lo real sea en verdad una escucha atenta, en la cual es escuchado el propio lector cuando sigue las huellas de cada relato y reflexión; de ahí que nos veamos, lectores y entes de ficción, compañeros de ruta en la tarea mayor de vivir; de ahí que, a la luz de Canetti, lo que ha sido olvidado se recuerde aquí. La amargura es sorteada no solo con acidez sino sobre todo con dulzura. Mouat quiere mirar, ayudar a mirar y ser ayudado a mirar. En breve: Mouat nos ayuda a hacer memoria de aquello que da sentido y que tendemos a olvidar: la gratuidad originaria. Obra del contemplador, de quien desafía el espíritu hiperactivo de nuestros días con un espíritu contemplativo, de meditación al desgaire; exploración sin otra brújula que la humana hebra que nunca se extravía en esta escritura deshilachada, sino al contrario... Por eso, el ocre de la escena en blanco y negro de la portada colorea los elementos que ofrecen, en conjunto, algún cobijo y seguridad para el frágil devenir del caminante, para la deshilachada vida nuestra. Decamerón en sordina; apuesta de sanación por la palabra. Ganancia para la literatura entonces, porque ganamos los lectores: ganamos nuevas miradas y, así, nuevos objetos que nos hablan de nosotros mismos y nos dicen que algo nuevo espera por nuestra atención y nuestro abrigo.



 



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