Por Roberto Onell
H.
Revista de Libros de El
Mercurio. Domingo 17 de Abril de 2011
Tres poetas menores de treinta años reaparecen. Vicente José Cociña (Concepción, 1982) llega con Estornino (Santiago: Chancacazo, 2011; 70 págs.), poemario compuesto por prosas. Tras epígrafe de Yeats, vemos a un hablante encerrado en sí mismo, cuya memoria es eclipsada por objetos repentinos. Ejemplos de intensidad bien manejada: "El autoconfinamiento y el autoexilio llegaron a él de manera inesperada en los años en que parecía todo avanzar alrededor. Destruyó cartas y compró pasajes en tren, llegó sin que nadie lo conociera. Todas las tardes dudaba de su decisión, vio vírgenes junto al camino. [...] era la taza de té al despertar su mayor placer. Animales eran cocinados en el horno. [...] el mundo se desbasta ante sus ojos, sabe que en el fondo es él" ("Impenetrable", 57). Asimismo el final: "Presiente en sus ojos la tietta, la putrefacción del cuerpo, las últimas secreciones inmóviles. Entonces es que empieza a decirse a sí mismo: `Recuérdame´ [...], los libros arden en sus estantes, un primer coyote salta sobre su cama, ya es la hora" (Lo inevitable", 67). Poética del canto tentativo por ensimismado; donde la prosa, entrecortada pero incesante, es más desborde respiratorio que empeño narrativo.
Víctor López Zumelzu (Curacaví, 1982) trae Guía para perderse en la ciudad (Santiago: Ripio, 2010; sin numeración), tomo primero: "El canto de las aves/ (un poema)". Fragmentos sin títulos, precedidos por el inicio de Ana Karenina, sus versos se disponen a derecha e izquierda de la página, graficando la oscilación anímica (como Huidobro en Horizon carré y Ecuatorial). Alterna enigma: "El día está repleto de palabras/ y se resume en el horizonte", sugerencia: "Imágenes que se duermen/ en la velocidad de la lengua", aforismo: "Un poema es un inventario/ de silencios", meditación metafísica: "El corazón late de manera/ impersonal", memoria íntima: "Mi abuela de a poco vertía el té caliente/ en el plato y lo soplaba", teoría literaria: "La escritura no es la representación del mundo/ sino una concesión con él", y autoconciencia de escritor: "Escribir con palabras lo que no se puede/ decir con palabras". Poesía parpadeante, pensativa, que vence frecuentemente el peligro de dispersarse, gracias a una concentración en el detalle.
Enrique Winter (Valparaíso, 1982) presenta Guía de despacho (Santiago: Cuarto Propio, 2010; sin numeración), poemario en torno a la ficción de una firma comercial. Cada poema está numerado correlativamente, evidenciando la cotidiana cosificación humana. Como en ese buen poema del marasmo adolescente que es "Ballenatos (0107)": "Les falta cara para ponerse aros, pelo/ para teñirselo a estos liceanos/ sin sangre en el ojo ni brillo en las venas [...]". O "Música (0114)", que reflexiona sobre la relación entre la escritura y nuestros difuntos: "Esto/ como una forma trunca de hablar con los muertos/ de aguantar la angustia de una viola que sigue/ sonando cuando nadie la toca/ [...] cuya sola pulsión escucharía a los detenidos/ que jamás pudimos desenterrar". Y "Regalo (0127)", cuyos cinco versos resumen la ambigüedad del distanciamiento: "Uno se va lejos para no recibir visitas.// Pero si uno está lejos y vienen a verlo de sorpresa/ para cantarle feliz cumpleaños (challas y restos de ramitas, crema)/ uno empieza a entender//la distancia". Winter ha comenzado a soltar el metro procurando un aliento más narrativo, quizás más prosaico, pero solventado en la disciplina inicial. Ello da credibilidad a una poética que aquí "despacha" conmovedores retazos de deshumanización.
Autores que comparten intensidad vital y una cierta soltura al escribir. Y preocupados, en especial Winter, por la escritura como oficio y no como puro desahogo. Proyectos en marcha: estemos alertas para sus plenos despliegues.
