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En el nuevo vértigo de David Preiss
Señor del vertigo, Pfeiffer Editorial. 85 págs.
Por Roberto Onell
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 3 de Enero de 2016
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La reedición de Señor del vértigo, de David Preiss (Santiago, 1973), impone preguntas relevantes sobre el devenir interno del poemario y sobre sus momentos de aparición. Publicado por primera vez en 1994, bajo auspicio de la Dirección de Actividades Extraprogramáticas de la UC, la edición entregaba "el total de los poemas originales", de los que apareciera un anticipo en 1992. Alumno del taller de Guillermo Trejo, y apoyado por Miguel Arteche y Alfonso Calderón, Preiss mostraba así, con poco menos de veinte años, un puñado de poemas que establecieron preocupaciones éticas, como revisaremos, y opciones fuertemente estéticas, en una comprensión orgánica de ambos aspectos de todo arte. A poco andar, lectores atentos, como Pablo Oyarzún, Julio Ortega, Marcelo Pellegrini y Javier Bello, entre otros, ahondaron en este trabajo poético que supo continuarse, con variaciones significativas, en Y demora el alba (1995), Oscuro mediodía (2000) y Bocado (2011). Pero Señor del vértigo estuvo, hasta ahora, medio oculto por la escasísima difusión, medio conocido por algunas referencias, y, sobre todo, como despliegue de al menos tres etapas: el anticipo del 92, la publicación del 94 y esta reedición.
El asunto inmediato del libro es la lamentación del holocausto judío, acontecimiento en que murieron personas cercanas al hablante. Subdividida en cinco secciones, la edición actual también reagrupa 43 poemas; casi todos, presentes en la anterior. Sin puntualizar ahora las pocas variantes, digamos que también este Señor del vértigo sazona su lirismo con dosis pequeñas de austeridad emotiva. Dialéctica interna de la voz: labrar su fuerza expresiva precisamente en un lirismo del detalle, cristalización del instante y su lamentación o celebración, con pocos tránsitos, antes meditativos que narrativos. El metro se quiebra y se recupera; no está ahí la base compositiva, sino en un temple: la serenidad que, anhelante de comprensión, interroga, pide, llora, acoge, cuida, canta, piensa. Como en "Agua", cuyas preguntas al agua la sugieren sagrada. La fuerza de este Señor... , el pulimento delicado de una extensa plegaria, el cuidar una estirpe al cuidar las palabras, es así su carencia de fuerza, su despojo, la apertura del yo a lo otro, así sea el horror, así sea "la posibilidad de la hermosura". El poema inicial, "Hombre con la mano cerrada", lo señala al contemplar, visionariamente, una mano empuñada como la escena de cinco hombres que oran arrodillados.
Preiss integra el conjunto de poetas, jóvenes en los 90, que comenzaron con una poesía vuelta sobre sí misma, con renovado lirismo y reflexión. Así, la tópica dictadura chilena quedó relativamente suspendida ante esta reconcentración del discurrir poético. En un diálogo expectante, este gesto era una indagación en las fuentes, a ver si era posible -significativo- seguir haciendo poesía. Y precisamente esta discontinuidad en la abominación dio señal de la gravedad de las lesiones autoritarias; montar la máquina del contraataque hubiera evidenciado una agilidad aún en pie. Soslayar Señor del vértigo en la reinauguración democrática es esquivar un horizonte donde comprender ya no solo el terror nacionalsocialista, sino todo el humano sufrimiento ocasionado por manos humanas. Señor del vértigo es el luto que nos abisma con nosotros mismos. Porque la violencia del "nazi (que) divide la mejilla de Israel" queda pospuesta y cede a la contemplación del dolor; ahí donde la experiencia desprende ciertas marcas locales y revela fibras inherentes de lo humano; donde la política encara un límite, como en "Elegía por Abel". Por eso aquel dolor es también nuestro. Por eso, en claves sapienciales -Torá, Antiguo Testamento- hay lamentación y no diatriba; atisbo de síntesis, justamente al abrazarse la miseria humana. Lo celebró Arteche como "dignidad de poeta", carente de odio y desprecio. Lo celebramos de nuevo, en el nuevo vértigo de ese abrazo posible.