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Punto de encuentro: poesía de Manuel Silva Acevedo
"Punto de fuga" de Manuel Silva Acevedo. Ediciones Universidad de La Frontera, 2015, 118 páginas
Por Roberto Onell H.
El Mercurio, Lunes 12 de Octubre de 2015
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Estamos ante un notable ejemplo de consistencia, constancia y decoro en la poesía de Manuel Silva Acevedo. En su dominio de la métrica, el autor ganó la libertad de usarla y desusarla; seguro de su tono y sus visiones, puede asimismo ser enigmático, exultante, delicado, sentencioso. Desde su primer poemario, "Perturbaciones", de 1967, ha podido levantar y bajar la voz, sin premura, con perseverancia; hacerse escuchar solo teniendo algo que decir, hurtándose y hurtándonos a la trivialidad ambiental. Oidor de sus propias preguntas, no atiende la demanda de target group alguno; al testimoniar dolores colectivos, contribuye a dignificar el oficio de poeta. Publicada a propósito de la entrega en 2012 del Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier, la presente antología, "Punto de fuga", es otra buena prueba de todo ello.
Se trata de una selección de cuarenta y seis poemas -unos conocidos y otros inéditos, agrupados en tres secciones, prologados por un instructivo comentario de Grínor Rojo- hecha por el autor mismo y que resulta ser el concentrado de una poesía que ya es concentrada. Exponente de las preocupaciones amorosas, políticas, domésticas, que conocemos en Silva, esta secuencia pone de manifiesto un tema preferente: la reflexividad del poeta acerca de su quehacer. Como en la problemática e íntima "Arte poética" (25): "Gran danesa, dálmata o afgana/ [...] perra suficiente/ ecuación insoluta/ atisbo de la fuente [...]". Como en la tragicomedia "Barrabasada" (35): "-¿A quién quieren ver libre?/ pregunta el empresario/ -¡Al tragasables!/ grita el populacho/ -¿Qué haré con el poeta?/ -Deja que haga versos a la Luna". Extraño y extremo ministerio condensado en "El poeta" (37): "Ni Lázaro el resucitado/ tuvo la fe de este trabajador/ desalariado/ que no mueve montañas". Extraño, extremo, excéntrico, revelador: "Este hombre que parece un santo/ es un loco encandilado por la Luna/ Este verdugo que parece un hombre/ es un loco encandilado por la Luna/ Y esta Luna que mata de mirarla/ ¿es una hostia o una diosa blanca?" ("De mirarla", 41). Los ecos abundan, los homenajes se entreveran, los poemas se provocan. Como el estremecimiento detonado en "Facundia" (85), o el recordatorio sapiencial en "El cordero es el lobo del cordero" (111), personajes tan ancestrales como ya propios de Silva.
Huida, estampida, deserción quizá, búsqueda a la postre, la fuga mencionada en el título no se sugiere sino hacia el encuentro -desapasionado, autoirónico, asombrado, piadoso, gozador, desengañado- del sujeto consigo mismo y de este modo con los demás, nosotros, interpelados por la casi secreta pero siempre audible voz de esta poesía. Al desdeñar sonrientemente -sabiamente- el impacto, el sacudón ansioso, la impaciencia impotente, la poetización de Manuel Silva Acevedo nos trabaja en un desasosiego acaso más duradero y genuino, ahí donde las verdades descansan y se hunden, donde la piedad es un hilo de voz que sigue tejiéndose y llamando.
