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ROBERTO ONELL H.
LA CONSTRUCCIÓN POÉTICA DE LO SAGRADO EN “ALTURAS DE MACCHU PICCHU” DE PABLO NERUDA
Hildesheim, Alemania: Georg Olms Verlag AG editor, 2016, 400.

Por Sergio Pizarro Roberts
Doctor (c) Literatura Hispanoamericana Contemporánea. Universidad de Playa Ancha, Chile.
sergioto.pizarro@gmail.com
Publicado en Nueva Revista del Pacífico, N°69, 2018 (UPLA)



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Siempre es un desafío escribir acerca de la poesía de Pablo Neruda dado el voluminoso caudal acumulado en su bibliografía crítica. Por eso, el trabajo de Roberto Onell demuestra su valentía en el afán exploratorio que hurga en la construcción de lo sagrado en el capítulo “Alturas de Macchu Picchu”, de Canto general. El libro de Onell, La Construcción Poética de lo Sagrado en “Alturas de Macchu Picchu” de Pablo Neruda, fue publicado el año 2016 por la editorial Georg Olms Verlag de Hildesheim, Alemania, la cual, dentro de su amplia gama de publicaciones, que abarca principalmente el campo de las humanidades, otorga especial importancia a la teología y a los estudios religiosos.

Por otra parte, el trabajo de Onell se inscribe en la ya nutrida literatura crítica chilena de este nuevo siglo en la que académicos plasman sus respectivas investigaciones en imprescindibles textos de consulta acerca de la realidad poética en nuestro país. Diversas editoriales han apostado a estos proyectos en colecciones especializadas de crítica, investigación y ensayo. Por ejemplo, recuerdo algunos textos de Cuarto Propio como Maquinarias deconstructivas, de Marcelo Rioseco, que analiza la obra de Juan Luis Martínez, Diego Maquieira y Rodrigo Lira desde una mirada lúdica, o Ciudad quiltra, de Magda Sepúlveda, con un importante esfuerzo antológico (ambos de 2013); de Ediciones Inubicalistas está el trabajo de Claudio Guerrero sobre los imaginarios de infancia en la poesía chilena (Qué será de los niños que fuimos, 2017); de Ediciones Altazor, los ensayos recopilados de Ismael Gavilán sobre la poesía chilena contemporánea (Inscripción de la Deriva, 2016); de la editorial UV de la Universidad de Valparaíso, el libro Nicanor Parra o el arte de la demolición, 2014, de Nial Binns, etc. Me detengo en este último trabajo porque se trata de una adecuación de las tesis de Magíster y Doctorado que Binns defendió en su momento. En este sentido las editoriales comentadas, en el afán de abarcar un público mayor al estrictamente académico, modifican los formatos originales de los investigadores, permitiendo una lectura más fluida y, por ende, más difundida del texto.

En el caso que nos ocupa, la editorial alemana, en cambio, optó por mantener íntegramente el formato base de la tesis doctoral de Onell con una primera parte introductoria, una segunda parte de análisis propiamente tal y una tercera y última sección que contiene las conclusiones del trabajo. De la introducción destaco el componente fundamental del texto: el objetivo del estudio que consiste en determinar la identidad del hablante del poemario “Alturas de Macchu Picchu”. La hipótesis en que se sustenta el autor para ello es que la identidad del hablante del poema “es un profeta que deviene mesías” (10). El marco teórico, a su vez, que sustenta las reflexiones del autor se basa en el concepto de cultura acuñado por Niklas Luhman y reevaluado por Martin Heidegger como un modo de habitar el mundo, además de la fenomenología hermenéutica que le aporta Paul Ricoeur. En definitiva, se postula que el discurso nerudiano del poemario en comento acusa una profecía y un mesianismo como anuncio y promesa de salvación, respectivamente. Se trataría, según Onell, de un lenguaje poético imbuido de una indesmentible carga soteriológica.

Para la metodología del análisis poético el autor recurre, entre otros, a las categorías de Michel Rifaterre (lectura heurística y lectura hermenéutica), Francois Rastier (lectura isotópica), Roman Jakobson (función poética del lenguaje) y Yuri Lotman (lectura estructural). El uso de estas categorías formalistas y estructuralistas es otra señal de osadía de Onell ya que reflota mecanismos o “métodos científicos” que han caído en desuso en la crítica literaria de los últimos veinte años, más por un tema ideológico que de precisión científica. La asepsia del método formalista fue cuestionada casi desde sus inicios. Nuestro autor se atreve y parte desde ese fundamento metódico para llegar a sus sugerentes conclusiones sobre la base de aplicaciones interpretativas.

El último segmento de la parte introductoria revela el estado de la cuestión que Onell se encarga de rastrear exhaustivamente. El esfuerzo desplegado en este sentido es encomiable y sumamente útil para cualquier intento investigativo, tanto de la sección “Alturas de Macchu Picchu”, como del Canto general y de la totalidad de la obra nerudiana. El autor, como señalé al principio, revisa afanosamente casi la totalidad del caudal crítico nerudiano. Dialoga con él para confirmarlo, completarlo o refutarlo.[1]

La segunda y más larga sección del libro contiene el análisis propiamente tal de “Alturas de Macchu Picchu” a través de una estricta y minuciosa microlectura (close reading) en la que se analizan, palabra por palabra, los 424 versos del poemario, con las fructíferas consecuencias interpretativas que ese procedimiento conlleva. Las intertextualidades que ofrece el autor en su análisis literal, al trenzarse con reflexiones ontológicas, demuestran el nivel de profundidad del estudio en comento y reflejan a un escritor instruido que garantiza seriedad.

Esta sección está dividida en doce partes que corresponden a los doce cantos del poemario, todas las cuales rematan en una síntesis que se pregunta repetidamente por la identidad del hablante. A través de esa pregunta, que cruza toda su investigación, Onell va transmitiendo la convicción del carácter sagrado que ostenta el poemario nerudiano mediante la constatación de un hablante que adviene sujeto escatológico desde que su discurso cruza el umbral que separa los límites de la vida y la muerte. El locus de enunciación del hablante se traslada desde la vida hacia la muerte y viceversa en un tránsito de catábasis y anábasis muy recurrente en la literatura (Gilgamesh, Orfeo, Psique, Lázaro y Dante, por dar los más renombrados)[2]. De esta manera, Onell nos permite concluir que en “Alturas de Macchu Picchu” nos encontramos ante un discurso hierofánico e intensamente soteriológico. Hierofánico porque se constituye como la manifestación de lo sagrado en los términos expuestos por Mircea Eliade (del griego hieros, sagrado y phainomai, manifestarse), y soteriológico en la medida que su fin es la salvación del hombre.

Como refuerzo argumental, destaco en esta sección las interesantes observaciones del autor acerca de la meditación de la muerte que realiza el hablante y las consecuentes clasificaciones tanatológicas que propone: “[S]intagmáticamente, vimos la muerte en la extensa meditación que abarca las partes III, IV, V, VI y VII; esto incluyó la categorización de las muertes “pequeña” (III, 6), “corta” (III, 11), “poderosa” (IV, 1), “falsas” (IV, 19), “grave” (V, 1), “pedazo de la pequeña” (V, 7-8) y “la verdadera, la más abrasadora” (VII, 4). Una categorización que comprendimos como la distinción de una muerte intrascendente (…) y una muerte trascendente” (322).

La muerte como experiencia trascendente le abre a Onell la posibilidad de traducirla en el poema como generadora de vida, diluyendo los límites dicotómicos que separan ambos campos semánticos, el de la vida y el de la muerte, en orden a conferirle a esta última una carga vivífica que anula su tradicional acepción destructiva. Esta reflexión, más las marcas textuales del poema que aduce al efecto, llevan al tesista a la convicción de que “[E]l hablante da muestras de estar observando la vida andina desde un código cultural cristiano” (156). El paradigma cristiano como clave descifradora del poema nerudiano acerca a nuestro investigador al pensamiento crítico de autores como el del sacerdote José Miguel Ibáñez Langlois, entre otros, y a concluir, en el análisis de los últimos cantos, que el hablante de “Alturas de Macchu Picchu” es Jesucristo en su destino de profeta que deviene mesías, con toda la discusión (incluso altercados) que Onell presupone si se carean los diversos exponentes de la crítica canónica escrita en relación al poemario. Quizá sea ese el mérito oculto de su trabajo: recordarnos que un poemario que cierra sus posibilidades interpretativas se agota en sí mismo y vuelve a brillar cuando ofrece un paisaje nuevo.

 

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Notas

[1] Me atrevo a sugerir como información adicional, interesante para la línea de investigación del profesor Onell, los aportes que en la materia brinda el filósofo chileno Clarence Finlayson, cuyos ensayos han sido rescatados por Ediciones Universidad Diego Portales en una publicación del año 2006. Dicho pensador, en sus reflexiones en torno a Residencia en la Tierra, coincide con nuestro autor reseñado desde que detecta en la obra nerudiana una resignificación de la muerte que le imprime una carga vivífica por sobre la destructiva en un giro que, sin embargo, califica como budista antes que cristiano.

[2] Uno de los aspectos que transforma a la obra de Neruda en una cumbre de la poesía universal es su connotado americanismo. En ese sentido, en este poemario desplaza geográficamente el orco, infierno o cualquier otra denominación del inframundo, y que tradicionalmente se representa en Europa o medio oriente, a las tierras americanas.



 

 

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