Proyecto Patrimonio - 2015 | index | Rosamel del Valle        |  Autores |
        
              
        
        
        
         
        
         
        ROSAMEL DEL VALLE: LA LUMINOSA OSCURIDAD
        Orlando Jimeno-Grendi
          ANALES DE LITERATURA CHILENA  Año 7, Diciembre 2006, Número 7, págs. 55-71
           
          
        
          
        
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          El sueño saca al hombre de la Tierra 
            V. Huidobro
          RESUMEN
  
            En este artículo se estudia, a la luz de la fenomenología de Gaston Bachelard, la imagen inmediata y  cambiante que caracteriza la perspectiva onírica de la poesía de Rosamel del Valle. Poesía que penetra  la superficie del fenómeno en pos del sentido unitario de las diversidades, o más aún, de la dispersa  unidad de todas las diferencias. La poesía de Rosamel del Valle no es un “libre” abandono de automatismo  verbal, sino que somete, al modo de Huidobro, la expresión poética al filtro intelectual. Los  sentidos viven por el sentido; el sueño emerge del fondo convertido en forma, tránsito del poema a su  poética y de ésta a su fundamento: la belleza del pensar. Se puede decir de este poeta lo que él mismo  dice en La violencia creadora acerca de su entrañable coetáneo Humberto Díaz Casanueva: la visión  comunicable de la poesía conjuga método y delirio en los confines del surrealismo y el creacionismo.
           PALABRAS CLAVE: Rosamel del Valle (1901-1965), La visión comunicable (1954), poética, imagen  onírica.
          
              ROSAMEL DEL VALLE: THE LUMINOUS DARKNESS
  
                The article applies the phenomenological method of Gaston Bachelard to the study of the immediate  and changing image which characterizes the oneirical perspective of Rosamel del Valle’s poetry. This  poetry penetrates the surface of objective phenomena in search of the common meaning of diversities  or the scattered unity of all differences. It does not indulge in the lack of intellectual control  characteristic of automatic writing. Instead, and more in line with Huidobro’s poetic practice, it is  perfectly conscious of its intended expressive goals: The senses serve meaning; dream emerges from  the depths as a form; the reader experiences the passage from the poem to its poetics and from its  poetics to its meaning, a process that can be described as «the beauty of thinking» (to use Eduardo  Anguita’s expression). What this poet said of his contemporary Humberto Diaz Casanueva in Creative  violence can also be said of him: the communicable vision of poetry brings together method and fancy  at the crossroads of Surrealism and Creationism. 
          KEY WORDS: Rosamel del Valle (1901-1965), La visión comunicable (1954), poetics, oneiric images.
           
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          Rosamel o la visión comunicable, usque ad infinitum: en los confines de la  vida.  
          Su palabra viva devuelve la vida a la vida, a su vida cada vez más viva. Una  vez su voz, primero y siempre su voz esta y toda vez.  
          Cito y fagocito a su compañero de ventura y aventura, explorador de nuevos  hemisferios del Ser, Humberto Díaz Casanueva:  
          
            Regocija y alienta la recuperación de Rosamel del Valle… la poesía de Rosamel  avanza metálica, sabia, exhalando un aliento más puro y radiante. Así está sucediendo  con Huidobro. Se les consideraba oxidados, nombres apenas disponibles  para las citas, libros leídos por las ratas… pero apenas asoman sus cabezas  por encima de las brumas y ríen y fulgen sus dientes de diamante y de la negra  piscina en que están se alza la poesía que crearon : una criatura cuya desnudez  tiene plenitud de arcano y de lo órfico (Prólogo a la Antología. Caracas: Monte  Ávila Editores, 1976).
          
           Siempre actual (hoy más que nunca) su palabra augura e inaugura, allende los  sentidos en pos del sentido: “Por otra parte, nada más inútil que creer que el poema  no obedece a ley alguna… Al contrario, la poesía obedece a un esfuerzo de la inteligencia,  a un control vigoroso de la sensibilidad y su expresión extrae al ser del sueño  en que se agita. La imagen de este otro espacio bien no puede ser real del todo, pero  entonces ¿qué sería la poesía? ¿Nada más irreal que la existencia?
          ¿Origen de la videncia poética? ¿Eso distingue al poeta? La extraña posesión  de un secreto; el contacto exterior de una experiencia que despierta al ser entre tinieblas.  Este despertar es lúcido control de sus propias leyes, “en medio de una atmósfera  exacta”, es decir, hay que expresarlo, vértigo mayor que sentirlo. “En esto,  como en otras cosas, el sentimiento es algo secundario. Ver, siempre ver lo que  desea tocar con los ojos del entendimiento: “ver una vez más todavía antes que el  pensamiento vuelva a su sueño” (Rosamel del Valle, Antología, 15).
           La existencia como redención; he ahí su exigencia y testamento: la creación  en la vida y la vida creativa en la existencia a través de la transparencia onírica de la  evidencia enigmática. He ahí la fuerza alucinatoria de la imagen rosameliana; en los  confines del surrealismo y el creacionismo: de la mirada fértil reproductora de lo  cotidiano a la imaginación simbólica; entre ambas, la “serena fluidez musical de su  verso o de su prosa” (H. Díaz Casanueva, Prólogo a Rosamel del Valle, Antología,  10).  
          De la sentencia breve, capsular y métrica, al ámbito del mito órfico y arcano,  su lenguaje alcanza la intensidad de lo inteligible próximo a las fronteras del inconsciente.  Rosamel es un poeta, como Huidobro o Breton, de confines. Digamos de él lo  que Leon Chestov dice de los confines. Digamos de la vida “Nur für Schwindelfreie!”  ¡No hay que temer al vértigo!  
          Aun si los senderos en la montaña confinan con los abismos, escalar las cimas  sin temor a los precipicios produce la necesidad metafísica.  
          Cima, sima, suma, sêma y sôma, la visión poética se subjetiviza: si se trata del  conocimiento metafísico y/o científico es menester purificar el sujeto cognoscente.  Bachelard propone psicoanalizar el conocimiento; la ciencia asume el ser como una  estructura determinada, el poeta en cambio intensifica ese mismo conocimiento como  tragedia; la conciencia de nuestra hominidad frente al universo que nos ignora. El  poema rosameliano es el signo errante en pos de su arcano, origen interrogación,  coincidencia de opuestos, conjunción dispersa de la realidad múltiple. ¿Cómo despertarse  de lo real? Rosamel humaniza el mundo con la mirada, búsqueda de su  unidad íntima. Poesía confesional y dialógica. Allende el psicologismo del artista,  hay en su demarche la exigencia de una metafísica de la imagen, una ulterioridad de  la metáfora, una epifanía del Ser.
          Su poesía es inquietud óntica, un buceo en el enigma de la superficie. ¿Lo  visible? Demasiado evidente para no ser inquietante: “Was ist das schwierigste von  allen, was dich das leichteste dünket mit den Augen zu sehen was vor den Augen dir  liegt” piensa certero Goethe (Ver con tus propios ojos, aquello que ellos mismos  pusieron delante, eso que parece lo más fácil, es lo más difícil). Los ojos crean la  realidad que observan. Si Orfeo hubiese sido un ser razonable (y no un poeta) hubiera  aceptado la muerte de Eurídice como un hecho natural, en vez de ello reaccionó como ser vivo y no en tanto en “pura” conciencia fenomenológica, así esto significaría  sucumbir a la tentación de volverse y ver antes de tiempo a su amada y por ello  condenarla.  
          Su visión, más que en la sucesión temporal que discurre, transcurre en el  instante que ocurre, y concurre como filosofía y tragedia, entre lo demoníaco y lo  cotidiano, a los confines de la vida.
           El poeta nombra y existe en lo Uno y lo diverso, luego el pensador designa;  las categorías nacen de la imagen. “Was höher hinauf lockt, das is vom Uebel” (Leon  Chestov, 76). Vida y muerte son reversibles. La melodía rosameliana tiende a confirmarlo;  Rosamel perfora el muro de la cosa-en-sí –Ding an sich- de la necesidad  universal, una brecha mínima y decisiva en el lampo de un parpadeo, la arácnida  metáfora de Nietzsche envuelve al a priori kanteano en su tela. La poesía es imprevisible,  el poema es lo imprevisto; entrevisto lo entrevasto en la intravida; la vida  siempre es grávida de una entrevista inmediata: la vida de la imagen se explica por  ella misma.
           Si para los griegos el pensamiento es fruto del asombro, Kierkegaard nos dice  que éste reside en la angustia, y Chestov en la rebelión del alma ultrajada por lo real,  posición próxima a la vanguardista que rechaza la dictadura de la inmanencia fáctica,  y poder disponer res quae in nostra potestate sunt. Búsqueda metafísica convertida  en verdad poética.
           Kierkegaard exige de los filósofos que vivan en las categorías en las que piensan;  Chestov, que piensen en las categorías en que viven. Poeta es aquel que piensa  y vive como crea: “Debo identificarme poco a poco/aceptar el hueco solar del invierno/mientras  por debajo de mi cuerpo silba el tren /que me lleva hacia ninguna  parte”. Su entrañable amigo Díaz Casanueva con la lúcida generosidad de un grande,  dice de Rosamel: “Pocas veces en América ha existido un creador con mayor  fuerza alucinatoria, empeñado en su exigencia de ser hombre, nada más que hombre,  rozando el delirio… Vivía traspasado de poesía y como amigo, en largas veladas,  vestido de astrólogo, como cortando hierbas del aire, nos mantenía en una especie de  levitación; la masa del cuerpo, los malestares y sinsabores desaparecían: flotábamos  ceñidos de pájaros. Porque él nos advertía: ‘¿Cómo puedo abrirle la puerta al éxtasis/  si tengo la casa llena de lagartos?’” (Antología, 10-11).
          Rosamel poeta per se vivió como creó, en los mínimos intersticios entre la  percepción y el pensamiento, iluminó la nebulosa de los alvéolos existenciales “Sue-  ños construidos al borde de ciertas hojas que saben sonreír/Entre animales e insectos,  entre nadadores terrestres /Cerca del abismo donde duermen los ángeles asesinados  / Entre climas mentales, invisible tiempo”.
          A la causa-antecedente, a la gradación discursiva, al módulo del modo mimé-tico, el poema opone la aprehensión súbita. La imagen rosameliana realiza el fragmento de Parménides: “Ser y pensar es lo mismo”. Ser y crear dirá el creacionista.  Así sea. Rosamel dinamiza y dinamita el verbo, lo exonera del éxtasis “contemplativo”,  no excluye del Logos la categoría sensible en tanto mera Doxa, reductora  de la exterioridad mundanal a múltiplo de la ilusión. El artista-pensador, coincide  con Humberto Díaz Casanueva, asume la alternativa: a mayor autonomía sensible,  mayor presencia de lo real, así una colección de sensaciones no revela la realidad tal  cual es, sino como los restos de un naufragio de la percepción.
           ¿Carencia de Dios o de los dioses? El canto de Orfeo no solo debe mover  piedras y elevar la ciudad, debe ofrecernos una analogía del amor “que cambia las  bestias en hombres, los hombres en ángeles y estos en Dios por participación” (Santa  Catalina de Siena, citada por George Cattaui, 11).
           La poesía supera esta disyuntiva, no la filosofía, al reintroducir en el conocimiento  la función del mito aboliendo los compartimentos de la lógica binaria; sustituye  al esto o aquello, el esto es aquello, al tiempo lineal el eterno retorno.
           Si la poesía es a nuestro destino lo que el coro a la tragedia, la “otra” voz de  nuestra vía y vida íntima, voz que augura e inaugura; nunca antes como en nuestra  época de despojo a destajo, de fanatismos religiosos y políticos, de vulgaridad estú-  pida, de beatificación masiva del dinero y la técnica, fue tan necesario oírla. He ahí  la respuesta a la angustiante interrogante de Hölderlin; Wozu Dichter? (¿Poetas en  tiempos aciagos? Heidegger. Holzwege).  
          Poesía es más que canto encanto; es esa sílaba de agua en el desierto, clamando  y calmando lo que nada colma; presencia presentida, relámpago que lacera nuestro  trazo onírico, subitaneidad del tránsito, breve parpadeo, estupor mudo que mide  y modula el módulo y la muda del sueño al ensueño, llama húmeda dentro de una  nebulosa, vigilia de lo estrevasto a lo entrevisto, vista viva visible en la vastedad  humanizada en la sensación; paso y pausa, de lo inadmisible a lo inexpresable, los  poetas órficos convocan, evocan y vero-iconizan la imagen.  
          Rosamel, poeta de estirpe rilkeana, auspicia el paso, piensa el peso padeciendo  sin pesar el paso de la poesía a la profecía. Poeta de paso leve en la gracia del Ser,  su ontología gravita en torno a lo inasible; enigma iluminado en los ojos, alucinado  en la inteligencia de la vida: ese vicio de dicción que cometemos inconscientes.  
          ¿No ha dicho San Pablo que lo invisible debe comprenderse (cum prendere)  por lo visible? (Idea griega, más que el saber ético, el sabor de la percepción, id est,  el nacimiento de la estética). Coincidentia oppositorum con Heidegger: “Sólo lo que  se idea es lo que se ve; pero lo que se idea es lo que se inventa” (aus Erfahrung des  denkes).  
          Poesía, don de crear la verdad como ilusión (in-lusio, entrar en el juego). Sabor  y saber tienen la misma raíz; Sísifo condenado a la reiteración es el hombre del  sapere. El poeta en cambio criándose crea y cree en críticas criaturas en el cristal de su poesía gnóstica. Poeta del tiempo, de la dynamis de los opuestos, mentor que  mienta y aumenta la fértil contradicción del páramo; una nube sola es la única flor de  la pradera: verbo inicial; los vocablos habitan la palabra.  
          Mallarmé lo ha dicho: “Presente en sus vocales y sus diptongos, como una  carne” o el “alquimista” entre los antiguos medios de la magia y el sortilegio poético  existe una equivalencia secreta”. La idea misma deviene verbo; lo pensado, lo sentido,  lo imaginado se encarnan en la poesía; lo inefable se corporiza; la profundidad  del contenido emerge del fondo a la superficie en forma y ritmo. La palabra engendra  el pensamiento, la mente es su servidora, las leyes mentales son métricas. El  pensamiento se traduce a través del ritmo y éste deviene expresión, aparece la poesía.  Esta opinión de Hölderlin confirma el carácter creacionista del acto creador que  creando se autocrea y recrea. La poesía es un acto continuo. Conocer es reconocer.  De Rosamel se puede decir lo que de Baudelaire; en su rigor estético coinciden el  método y el delirio de un frenesí particular. Buscar en lo incondicional la certeza del  mundo fenoménico: realizar el absoluto mudándolo en objeto epistémico. Descubrir  las leyes internas que rigen la producción formal del objeto lúdico poético. Rosamel  por la ductilidad de su talento escapa a la ironía huidobriana (con quien tanto tiene  en común) poesía de poético poeta. Rosamel mantiene el frágil equilibrio entre inspiración  y regla, evidencia enigmática, o del abismo inambiguo del Ser en los entes  de todas las ambigüedades.
           La realidad de la imagen es inmediata: “essentiellement variationnelle. Elle  n’est pas comme le concept, constitutive” escribe Bachelard (La Poétique de l’éspace,  3). Rosamel reside en la imaginación bachelardiana; la imagen fruto del imaginario  imaginal carece de causa-antecedente: comprender es asistir al minuto de su nacimiento.  Su evidencia es un don; puente de sílabas entre memoria y olvido, vigilia de  los sentidos en pos de un sentido, gracias al poeta nos enteramos de la presencia de  seres y cosas; cesura en la censura, incisiones en el muro de la unanimidad.
          La imagen rosameliana nos inquieta, es anticonsensual, nos desaloja de la  comodidad comarcana, de los tibios primores aldeanos, no es hermética ni críptica,  sino insólita, debemos reacomodar nuestra óptica mental –rasgo que comparte con  Huidobro– simultánea e imprevista, transita y no transige con un universo de certezas  inocuas; su estro extrema el estroma de la trama, armazón de argumentos hasta  dotarlo de las llaves invisibles que abren ese mundo de sensaciones donde se manifiesta  la pluralidad pulsional, es decir, el poema reacio al consenso reductor. La  imagen rosameliana prospera, prefiere y promueve la indócil coincidencia de opuestos;  el maremágnum móvil, el múltiplo multiforme, la metamorfosis, mistura y misterio,  la momentánea mudanza, la movediza modernidad ; el mundo moviéndose, su  textura, texto y lectura; Rosamel más que residir (éxtasis) decide (dynamis) de la  heterotopia de su percepción. Proteico y prometeico explora lo inasible, lo irreductible,  a la canonización. Rosamel del Valle y Huidobro han extremado en nuestra poesía, la disidencia a lo verosímil y a la causalidad, proponiendo una estética de lo polimorfo  y politonal, de la metamorfosis, de lo discontinuo categorizando en el principio de  incertidumbre, una relación de lo indecible en las fronteras vertiginosas de los saberes  constituidos, en las orillas nocturnas de la “otra” voz: “Tan bella mano es el calor del  planeta en marcha”. ¿Apogeo del sentido o del estilo?
           Los títulos mismos de sus libros son mitos en miniatura: Mirador, País Blanco  y Negro, Orfeo, Fuegos y ceremonias, La visión comunicable, El sol es una pájaro  cautivo en el reloj, Adiós enigma tornasol…  
          La imagen rosameliana (luminosa oscuridad) supone, procrea, recrea, un campo  magnético de fuerzas opuestas, compuesto de sueños, mitos, arquetipos simbólicos,  que otorga la “otra” voz a los antagonismos, a los signos, los síntomas de toda la  esfera social, mensajes proferidos y preferidos, posesos poseídos, zonas de las oscuras  mezclas, diminutos rincones recónditos súbitamente iluminados: “La escritura  del día extiende su piel de algas rumorosas/Y sangra al pie de esta página muerta al  despertar” (“Escala de los sueños”, de Poesía, 1939) o “Sueños construidos al borde  de ciertas hojas que saben sonreír” (“Más bello el árbol que el paraíso”, ibíd.), zonas  del inconsciente colectivo, videncias vigentes del claro oscuro enigma. Rosamel abre  las puertas que dan al campo; al ocaso y el acoso, a la causa y al acaso, al exceso del  acceso, a la presencia plena y presunta, hedónica y adánica, al salto y asalto de la  razón analítica. Ella propone una sutil desobediencia a la norma, una anomia que  moviliza la contradicción heterogénea. Así la poesía nos libera del pensamiento autoritario,  lo modela y modula, su sueño interno sale de la pesadilla abstracta, se  distingue distinta y distante, su vigilia no la comprime ni reprime, la libera recreando  el flujo vital entre el Id y el Ego; emerge la terra incognita del continente sombrío,  entre dos se revela lo exterior de la interioridad y la exterior intimidad: Eros y Thanatos  se intimidan mutuamente; el poeta ve y va a través de lo impalpable a lo insondable  y pacta con el tacto y toca el misterio de lo inaudible en la metáfora inaudita.  
          El discurso “retórico” y “patético” liberado del concepto, cuyo punto de partida  es la imagen y la metáfora, puente que une realidades lejanas en el tiempo y el  espacio (broche de luz) posee por ello mismo una potencia emotiva ínsita en la manifestación  original del Ser.  
          En Rosamel ¡Esto es Aquello! La poesía encarna en la imagen; los opuestos  pactan, los sentidos saborean lo que saben, se concilian y no cancelan, se consideran  deseo: razona el sentimiento, siente la inteligencia, la sinestesia gobierna, la metáfora  reina. Periplo del sonido al sentido.  
          La imagen poética se constituye a partir de la paradoxa del olvidado recuerdo,  o de su complemento; el recordado olvido, id est, la traza mnésica se proyecta del  pasado a la profecía y de ésta a la memoria. Rosamel nos enseña la nostalgia del futuro. Oigamos a Eluard: “Tout ce qu’il crée disparaît avec l’homme qu’il était  hier, demain il connaîtra de nouveau”. Para Rosamel, poeta de la temporalidad y de  la audición visual, la música de su poética implica una metafísica; se “ve” lo que  idealmente se oye; la imagen rosameliana nace con el rocío tembloroso del alba,  gotas de diminutos sueños breves. Y sin embargo es un desafío a la afirmación de  Valéry: “una insuficiencia intelectual produce el dominio del azar de dioses y del  destino”. Pensar con Novalis es percibir con Rosamel: el pensamiento (poético y/o  filosófico dudaría suspendido entre dos ilusiones –lo visible e invisible del universo–.  ¿Descubrir, por la intuición, el credo de la fe en la apariencia? Toda poesía se  nutre del re-ligare inicial.  
          La superficie desvela parte de su enigma, la imagen emite señales de la trascendencia;  por los sentidos se alcanza el sentido: “poesía es lo real absoluto”, retorno  del sueño al presente, único tiempo real. Es obvio que lo onírico tiene un rol  benéfico; nos exonera de la esterilidad que acecha al hombre por el ejercicio continuo  de la razón; hechizo frenético que conduce Occidente en su avidez de poder a la  destrucción de la tierra y del hombre.  
          El poeta –Huidobro dixit– sorprende la relación oculta que existe entre las  cosas, los hilos que las unen, el orden de las correspondencias. Toda obra es una  estructura íntima, tanto más enigmática cuanto más evidente; el poeta encuentra la  resonancia común, la creación pura del espíritu (Reverdy). El valor poético de esta  imagen “creada” nace de la fuerza generada por la mayor lejanía de los elementos  reunidos y su traducción emotiva se cifra en la “sorpresa” que la “revelación” de la  imagen nos produce: “si algo nos emociona es lo inhabitual, la pulsión de lo insólito.  La imagen debe liberarse (Gerardo Diego)”. El creador de la imagen (niño-dios)  empieza a crear por el placer de crear.  
          No describe, construye. No evoca, sugiere. Su obra apunta hacia una “autonomía”  que justifique su propia finalidad. Sin embargo, aun cuando la imagen múltiple  no explique ni describa y sí “revele” y nos desazone y “maraville”, el poeta  asaltado de visiones las “oye” emergiendo del magma al cristal de la superficie. Allí  se “ensueña” la forma en la palabra, se manifiesta al “descubridor” la suma de su  experiencia humana: la visión comunicable.
           Y ¿qué diferencia hay entre personas y fantasmas ? (Rosamel del Valle, “La  cabeza solitaria”, La Visión Comunicable).
           El carácter indeductible de la apariencia y aparición sensible, dominio original  del lenguaje, la “otra” voz, más bien múltiplo de voces phônai, presupuestos de  palabras del lenguaje, propedéutica del distingo aristotélico de sonido y voz en tanto  que signo indicativo (sêma). Voz es sonido más sentido. Ernesto Grassi refuta esta  dualidad. Para él metáfora –metapherein indica movimiento de un objeto de un lugar  a otro–, tránsito y puente. Para el filósofo italiano, tan próximo a los poetas, el discurso lógico propio a la metafísica y a la ciencia occidental, se sustenta en el rigor  demostrativo, pero no da cuenta de sus propios principios.  
          Aristóteles en su Poética lo define como “transporte a una cosa de un nombre  que designa otra”. Para Quintiliano es mutación (Cum virtute mutatio) que anula la  definición conceptual de los entes. La metáfora es un escándalo lógico.
           El poeta a través de la imagen prospecta la materia; su mudanza mimética,  musicaliza mutando sin mutilar el mito, el método, la meta. La realidad es intermitente.  La historia a diferencia de la poesía postula una coherencia normativa, que  ésta realiza en la utopía; flujo fluctuante fiat lux de la lengua iluminando reflujos y  reflejos del hombre. Ello designado en el Es. El ser amenazado por los entes. Materia  materna in statu nascendi, percepción pre-cognitiva anterior a los categoremas,  fenomenología íntima de la confusión psicosomática, maremágnum magnético, torbellino  inicial, disyecta membra; la palabra primera designa los orígenes: poema y  universo se nutren de sus fragmentos dispersos; Rosamel pasa y prosa sin prisa su  verso, reverso diverso conversa con el universo; secuencia semántica; mienta la  metáfora, mito en miniatura, no desmonta ni desmiente, sino aumenta el mitema: “El  descenso, nada más que el descenso por vertientes del fuego/ Por arte de tinieblas, al  borde del vaso donde las bocas / Viven la diabólica ebriedad de la abeja…”
          
             “¡Orfeo, Orfeo ! ¡Aquí tenéis a Eurídice !”  
              “Orfeo ¿recuerdan ? Sí, en mi tiempo Orfeo. En mi tiempo en la fábula…”  
              “La cabeza no ha muerto del todo. Casi siempre muertos. 
              Ellos vagan aún como nosotros, vuelven como Orfeo. 
              Los hombres y los muertos. ¿Por qué nos arrojan de sus casas?
              ¿Por qué no nos dejan un lugar en el centro de la noche? 
              Oh verlos otra vez. Mágica rueda del mundo movida por sonámbulos… ”  
          
          “Como lo bello es lo que no se desprende del Todo” otra voz se oye; “Denn  das Schöne ist nichts als des Schrecklichen Anfag… Ein jeder Engel ist schrecklich  (Rilke, Die erste Elegie). ¿Quién oye al poeta? ¿Dioses o ángeles?  
          Orfeo emerge del Pacífico con la flor de la angustia en la mano tornasol; flor  rilkeana y creacionista, admirable, no por lo inconcebible, sino por lo “pensable”,  más aún, por el mito admitido a orillas de lo posible: episteme proteico: Orfeo en la  ciudad más irreal (Manhattan) evoca a Ovidio: “Y que sea yo Ovidio”. “¡Oh se vive  en plena metamorfosis!”  
          Signo en pos del significado. Alegoría metafórica. Verosímil, mas no verificado,  designa lo indecible. Figura prófuga de las categorías: “Es que mis ojos iban  fijos en los ojos de Eurídice”. Semantismo y polifonía, la imagen rosameliana es  siempre metahistoria y lo sensible evidencia lo psíquico en lo metafísico, su devenir  erótico errático en la intensidad del instante.
          Las palabras se liberan de la intemperie de todos los acopios posibles. Ha  dicho: “Babilonia. Sí, irás”. Eso es todo. Y ha venido (“El amor mágico”, El joven  olvido).  
          Y la Gorgona
            
  
            Cantaba para ti y para mí…  
          O ese texto capital; puerta para no pasar; visionario y vanguardista, fundacional  y genealógico: “Un día que habían venido los relámpagos. Un día que el amor salía  de ti en una lámpara/Todo iba de un lado a otro. Los árboles habían entrado en la  casa a dormir
            
  
            Mañana habrá un ojo en mi mano derecha. En mi izquierda, dirán, una lágrima”.  
          Rosamel en el parpadeo de lo instantáneo ilumina los alvéolos de la tiniebla:  “Y si la noche caía de pronto junto a tu sueño, ¿recuerdas ?, era que la muerte cantaba  afuera en el árbol de la mañana”.  
          Al fondo de lo soñado se curva el horizonte de lo posible; se dice lo indeciso,  sin desdecir lo indiviso. Aparece, allende la abstracción de la frase, lo singular, el  foco y enfoque del ojo en el detalle, lo real extremo y extraño; Rosamel nos devuelve  al origen del pensamiento analógico.
           La conquista de lo irracional es el fruto del rigor reflexivo y no de un mero  “abandono”. Su estilo es la visión comunicable; vigilia y sueño, interno y externo,  cíclope y minuto, mántica y mathesis, psíquico y social, individuo y comunidad.  
          Al alterar la estructura semántica de la frase nos comunica la inaprehensible  inmediatez. Como en André Breton (y aún más) la imagen rosameliana irradia en los  menores intersticios de la frase consciente, su poder de incandescencia más allá del  verbo, así: “Con una voz al través de una arpa tal vez vestida de jueves” (“Otros  desastres”. La visión comunicable).  
          “El mundo no más grande que la flor dormida en una mesa de noche” (“Llama  familiar”) o esta suite soberbia del mismo poema:
           “A semejanza de quien vive rodeado de visiones como una /En la que cierta  mujer pasa desnuda y dormida por el ojo de una aguja /Pasa y el resplandor es su  cabellera en llamas /Como su boca es la flor abierta por donde crece el mar desde su  reino”. Más que al estado salvaje el ojo del Valle existe como la rara inteligencia de  un flujo lírico que anula la contradicción en un insólito posible; trasdice, traduce  trastrueca tropo y tópico; subvierte lo real legible, la sumisión del significante al  significado: el texto es tesitura y no pretexto. La metáfora inaudita crea la semejanza:  promueve y provoca implicaciones ignoradas, orquesta armonías inéditas,  semánticas y perceptivas.  
          La intuición rosameliana (bersogniana) ínsita en “otro” modo de “ver” el mundo,  equivale a la “otra” voz paziana, otro decir para otro oír; modos que nos remiten a la noción de retentissement perceptivo de Bachelard: “Si el ciego tocaba la ocarina  en la Catedral, era Milton cortando una flor en el Paraíso…”
           El sujeto al alba de la imagen asiste al nacimiento de lo real; a la base la  poesía es hija de la sinestesia: ojo acústico, oído visual.  
          Así a la música interna de la imagen rosameliana hay que acordarle una objetividad;  la adhesión del lector, su “creencia” bachelardiana en el sujet de la reverie:  dotar un objeto falso (imaginado) de una objetividad psicológica cierta; redención  de la contradictoria geometría entre la intimidad liliputiense y el gigantismo de mi  representación; el mundo como voluntad gulliveriana; Nerval escribe en Aurelia que  “todo lo inventado por la imaginación humana es cierto en este mundo y en todos los  demás”. La imagen poética se cumple en ella misma y no la imagen post-ideativa,  solo un condensado de pensamiento. El uni-verso es un átomo multiplicado.
           Rosamel poeta de la metamorfosis espacial nos libera de la unanimidad (temible  tiranía) de la percepción del mundo exterior. Inversión espacial: lo pequeño contiene  lo grande. La inmensidad diminuta: “Mujer sentada al lado de una estrella”, o  “Tres niños andan por la orilla del cielo / Y un trasatlántico leva anclas en el cuadro  de mi casa”, o “Por las columnas del portal va un pie del sol hacia la hierba”.  
          Inmanencia e imaginación, realidad y esperanza, son una y la misma dimensión;  recíprocas, ni superior ni exterior, una a la otra; contenido y continente, retener  sin detener, sueño vigilante, extremar la trama real en el tramo verbal; la visión  comunicable hipnotiza la vida: “ardiente visión de los años amarrados a mí con  cadenas /A semejanza de la hiedra a los muros/de la selva al leopardo./ Porque  tengo junto a mí a quien espía mis sueños y los reduce / A la piedra que conversa de  noche en las colinas” (“Las horas danzan desnudas”. La Visión Comunicable).  
          Sístole y diástole del imaginario, el cosmos respira por un grano de arena, o  una galaxia atraviesa una mota de pasto. La poesía es contracausal en sus paradoxas.  La fenomenología debe señalar lo que supera el orden de lo visible. El psiquismo ensueña  y piensa, luego imagina (Bachelard, 156).  
          “¿Qué es ese ojo que llaman sol?” “Con mi corazón puesto en el dedo como  un anillo”.
           “Así se pasa por el ojo de la aguja y por la aguja de los ojos / Así se reúnen los  años en la cabeza para el viaje” (“Desfavorable encantamiento del Regreso”, Adiós  enigma tornasol).  
          La metáfora responde al llamado abismal de la phusis: “Todo lo visible tiende  a lo invisible; lo audible a lo inaudito, lo sensible a lo in-sensible, lo pensable a lo  im-pensable” (citado por E. Grassi, 44; Novalis, Schriften, vol II).
           El poeta se refiere a la dimensión pasional de voces, de sonidos indicativos.  Sabe que toda sensación está lastrada de significado. Es el profeta que anuncia en la  espera del lenguaje aquello presente en el sentido. El poeta indica el carácter pulsional del fenómeno mundano, irracional y misterioso, lampo entre dos oscuridades; la  phusis obliga al hombre a crear otro código que el racional para interpretarla.
           Así admitimos la metáfora inaudita de lo visible-invisible como testimonio de  la paradoxa de nuestro mundo. El carácter pasional del mundo sensible nos devuelve  a su fundamento abismal. La poesía nos re-liga a la naturaleza, pasión y proyecto,  irrupción de lo inadmisible en la legalidad inalterable de lo cotidiano, ruptura del  orden establecido y no sustitución total de lo real por la exclusividad del milagro.
           La obra no es en sí mismo un instrumento, sino una posibilidad; una de las  misiones de la poesía es desvelarnos el reverso del mundo, la cotidianeidad admirable:  “no la irrealidad, sino la prodigiosa realidad del mundo” (Octavio Paz, Los  Hijos del Limo, 78-79). Única fidelidad del poeta: la disidencia. Desclasado y vagabundo,  por el mundo que lo acoge, por la historia que lo condena.  
          Tiempo puntual del regreso y el rescate de la inocencia adánica. El tiempo del  poema es el instante eterno, allende las circunstancias, aquende los propósitos: poesía  y música se realizan quelque part dans l’inachevé, en esa in-determinación de lo  relativo en lo irrevocable; presencia y transcurso del tiempo: “Chaque moment de  notre vie advient une seule fois dans toute l’éternité et ne sera plus jamais” (Vl.  Jankelevitch), lo irrevocable se anticipa en lo irreversible en la necesidad del devenir  y la definición temporal; el instante, destello de la intuición, subraya la discontinuidad  pulsátil, renueva la gracia furtiva, su ironía ingrávida, su gravedad leve; gnómica,  gnóstica, drástica, empática: lo inefable de lo indecible y, sin embargo, poetizable.  
          La poesía es el lenguaje original de la sociedad; revelación y revolución, regreso  y pacto, antes de la escisión del hombre y la naturaleza, principio de todas las  iniquidades. La poesía es la reconquista de los orígenes humanos calumniados, la  búsqueda del lenguaje primero, irreductible a ideologías y sistemas. Es la “otra voz.  No la palabra de la historia, ni de la anti-historia; sino la voz que en la historia dice  siempre otra cosa –la misma desde el principio”, nos dice Octavio Paz (El signo y el  garabato, 165).  
          En suma, la historia es el diálogo del hombre y el mundo; la poesía es el  diálogo de ese diálogo, puente de sílabas por el que transita la angustia humana  convertida en tiempo. El poeta surge como crítico del tiempo histórico; tanto como  el cíclico basado en la analogía y su modelo eterno, punto de eterno retorno, unidad  de dios, del ser y la comunidad, como el lineal moderno crítico, irónico, racionalista,  obsesivo con el proyecto del futuro, peste que hoy contamina todo el planeta; ambos  desertan el momento Hic et Nunc, Hoy humano, presente, irrepetible. La poesía lo  restaura; más allá de la circunstancia, al borde del espacio, el poeta sale de su cuerpo,  palpa el misterio de su persona. El cuerpo, antaño ámbito de la lucha del bien y el  mal, hoy máquina productora, bien rentable, degradado en la pacotilla de la publicidad.  Esta visión desintegra al hombre y su expresión. Aquí surge el poeta disidente  que perfora el muro del lenguaje petrificado y nos muestra la otra orilla de los signos.
          A través del acto creativo-crítico (Eros del deseo imaginario; desplazamiento  del sujeto con el objeto deseado) redescubrimos “el mundo múltiple, regido no por  las leyes sistematizadas de la convergencia, sino por las leyes cósmicas de la atracción  y la dispersión”, la Otredad comunitaria del instante puntual y fragmentario.  Eros en pos del Otro y Poïesis recreación del lenguaje nos desvelan el paraíso perdido  del origen. En el corazón del ritmo se encuentra el hombre (ver J. Rodríguez  Padrón, 45-61).
           ¿Tiempo y belleza son equivalentes? En una época como la nuestra –cementerio  de signos, la obra rosameliana (la “otra” escritura) como Paz o Huidobro o la  violencia creadora, ontología de H. Díaz Casanueva funda la nueva comunicación  de los signos entre ellos en el poema y de éste con la comunidad.  
          El ancestro común a los poetas de la visión comunicable se llama Mallarmé.  En Un Coup de dés aparece la visión del Uni-verso como crisis y crítica; metamorfosis  del Universo. ¿Poema visto? Concierto oído. La gran sinestesia de los signos en  el espacio de la página: signos hablados a través del poema. En LVC “mediante la  sutileza y la amplitud de su coro polifónico”, los poemas generan y elaboran la idea  de metamorfosis. “En Alegoría y Quinteto aparece el latino Ovidio, autor de la eterna  mutabilidad de las cosas, seres e ideas” (Ver comentarios de Hernán Castellano  Girón en antología Orfeo del Pacífico).
          La modulación fonética de la frase rosameliana no se separa del Logos, se une  en la punta extrema de la sensibilidad poética; de la intensa e inmensa intimidad a la  expansión indefinida, la errancia de los signos en pos de su sentido se organiza en  forma al interior del ojo; la mirada crea el paisaje, la palabra lo nombra, la evidencia  enigmática se revela y desvela, se sitúa, ahora es su hora; el tema leibniziano de los  coexistentes deviene espacio existencial. La música visual rosameliana actualiza la  coexistencia de los diverso en un punto único del espacio íntimo; en su mundo visionario,  aquende y allende, citerior y ulterior, próximo y remoto, son simultáneos;  horizonte y centro tienen el mismo rango. Rosamel, Rilke, Paz, concitan la fijeza del  vértigo. Lo mismo de Nietzsche retorna siempre en lo diferente.  
          Rosamel establece el meridiano de su poética en el eje de la ipseidad en la  alteridad. El joven olvido (1949) Fuegos y ceremonias (1952) y La Visión Comunicable  (1956) trilogía mayor, configuran su carisma visionario; su verbo se reinventa,  recrea, revive el lenguaje y crea la realidad, más aún, arranca a la evidencia la máscara  del discurso y nos da lo real en la metamorfosis. Como todo gran poeta, Rosamel  nos propone la dialéctica reversible de lo exterior/interior en nuestra propia ipseidad,  la geografía solemne de nuestros límites, puesto que somos ahí donde aún no estamos.  Lo abierto/cerrado se metaforiza en una metafísica a geometría variable e  implícita; la imagen de la puerta, mitema recurrente, como la mano o la lámpara,  tránsito o interdicto, umbral y penumbra, nombre y número, lumbre y costumbre; efímero, el paso del lenguaje por el sentido delimita, por la expresión libera: “Mientras  el mundo espera de pie en las puertas del sueño” (Poesía, 1939) ¿La página?  ¿Espacio abierto o cerrado?: “La escritura del día, extiende su piel de algas rumorosas /  Y sangra al pie de esta página muerta el despertar (ibíd, “Escala de los sueños”).  «Sueños construidos al borde de ciertas hojas que saben sonreír”.
           “Detrás de mi voz aparece la noche y su flor prendida”. Analogía y greguería;  confines de la ironía creacionista, relación de lo humano (la voz) cotidiano con lo  cósmico, un exceso de grandeza nos ahoga más que su carencia. El hombre es relativo  y las puertas que dan al campo nos dan una libertad a espaldas del mundo.  Rosamel conjuga el “vértigo interior” con la “intimidad inmensa”. Devuelve a la  metáfora: “son être de surface, la faire remonter de l’habitude de l’expression à  l’actualité de l’expression” (Bachelard, 199). Digamos con el filósofo francés: “La  Porte! La Porte c’est tout un cosmos de l’entr’ouvert. C’est du moins une image  princeps”. Pasar sin peso por el paso sin pesar de la puerta y pensar paso a paso por  la fértil ambigüedad de la perífrasis del verbo intermediario; Rosamel logra la paradoxa  de atenuar el exceso de la desmesura; es cósmico no exagerado; su misión es la  visión del enigma reflejado en el espejo; “Il y a bien deux êtres dans la porte: une  fois de plus c’est l’objet ‘porte’ qui tirerait son nom de Janus. La porte est ambigüité  fondamentale, synthèse des arrivées et des départs” (Gilbert Durand).
          
            El anuncio del fin es una alegoría particular, un golpe 
              De lámpara en el jardín profundo del sueño. No, 
              Tal vez las puertas se abran solas y lo que entre
              Hablará como la llave de la muerte en la cerradura
              De una puerta incendiada por dentro… (“Llaves para ninguna puerta”, La visión  comunicable).
          
           Poética y poesía de Rosamel desafían el tiempo roído por el olvido, no en  vano la memoria alegórica es uno de sus mitemas recurrentes, y las exégesis escolares  y escatológicas, roídas por pretensiones hegemónicas de verdades “científicas no  convienen a la putrefacción del hombre”. Sabemos ser fábula sin fin y crecer en la  hierba como “Visión sentada junto a mí y con el fin del mundo sobre las rodillas”.  (“Cántico de la visitación”, La Visión Comunicable).  
          La poética rosameliana ilustra la idea nietzscheana sobre la “prohibición de  contradecirse en los conceptos, de que un concepto no designa solamente la esencia  de las cosas, sino que la abarca… De hecho, la lógica (geometría, aritmética) solo se  aplica a seres figurados, creados por nosotros. La lógica es la tentativa de comprender  el mundo verdadero bajo un esquema del Ser fijado por nosotros; más exactamente:  de ponernos en condiciones de formular y de determinar el mundo verdadero…”  (La voluntad de dominio, III, 515-516).
          “Cuando un poeta hace hablar un árbol como una ninfa, indica, transgrediendo  el orden natural, la posibilidad de hablar según otro orden que el establecido por  nuestros hábitos” (Sarah Kofman, 113). ¿El origen del conocimiento poético-filosó-  fico, sería el mismo? ¿Lo idéntico, la sustancia, la explicación y la descripción, causa  y efecto, y sucesión múltiple, id est el continuum del cual aislamos fracciones de  puntos aislados? Los comienzos del arte y de la ciencia serían metapsicológicos  como la indeterminación de Heisenberg (Die Unbestimmtheistrelation).
           El observador participa en la determinación del objeto y lo modifica: “Todo  lo que es derecho miente, murmuró el enano despreciativo. Toda verdad es curva, el  tiempo mismo es un círculo” (Alles Gerade lügt, murmelte verächtlich der Zwerg /  alle Warheit ist krumm,die Zeit selbst ist ein Kreis”. Von Gesicht und Raetsel,  Zarathustra, II, 2.)  
          La poesía rosameliana (y Paz y Huidobro) libera la palabra de la servidumbre  histórica, de su monólogo y confesión, rescata la conciencia individual del despojo  de la biografía; impostura inconfesable. El poeta concibe la Historia como texto, y él  es una frase al interior, irrepetible y contradictoria, nuestra condición es paradójica;  nuestras experiencias-límite el amor, la muerte, la radical soledad humana, se inscriben  en la incandescencia del instante y éste repite el modelo del tiempo universal: la  poesía lo niega y afirma. La línea cede al círculo: eterno retorno. El poeta sale de lo  discursivo-histórico y se interna por los senderos del lenguaje que lo conducen a la  morada del Ser.
           Rosamel lo dice como nadie:
          
             Yo soy el tiempo y crezco de noche como las enredaderas.  
              Puedo hacer que el templo de mi sangre cambie el calor de sus columnas;  
              Puedo acallar los órganos a cuyo sonido despiertan el Hombre y el Ángel. 
              Yo soy el Amor y sobre todo la Vida, pues soy el que abraza y el que sepulta.  
              Y para que todo siga, Eurídice es mi muerte (Orfeo).
          
           ¡Orfeo, Orfeo! Cosmogonía, Weltanschaung, síntesis de Historia y Mito,  simbología analógica en 10 cantos de 688 versículos; curso, discurso y decurso “solemne  e irónico”. Gran fresco del dolor humano, vértigo detenido de la belleza mítica  y el horror contingente del siglo XX.
           Un gran texto (Como Altazor, las Residencias o Piedra de Sol) por un poeta  mayor de la lengua.
           Rosamel milenario.
           
           
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          BIBLIOGRAFÍA CITADA
          BIBLIOGRAFÍA PRIMARIA
           del Valle, Rosamel. Mirador. Santiago: Ediciones Panorama, 1926.  
            ————— País Blanco y Negro. Santiago: Ediciones Ande, 1929.  
            ————— Poesía. Santiago: Ediciones Intemperie, 1939.  
            ————— Orfeo. Santiago: Ediciones Intemperie, 1944.  
            ————— El joven olvido. Santiago: Editorial Nascimento, 1949.
  
            ————— Fuegos y ceremonias. Santiago: Editorial Nascimento, 1952.
  
            ————— La visión comunicable. Santiago: Editorial Nascimento, 1954.
  
            ————— El corazón escrito. Buenos Aires, Argentina: Ediciones J. Héctor Matera,  1960.
  
            ————— El sol es una pájaro cautivo en el reloj. Santiago: Armando Menedín Editor,  1960.
  
            ————— Adiós enigma tornasol. Santiago: Ediciones Orfeo, 1967. 
           
            ————— Viaje a Bear Mountain /Journey to Bear Mountain. Toronto, Canadá: Oasis  Publications, 1975.
  
            ————— Antología. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores, 1976. Selección de  Juan Sánchez Peláez. Prólogo de Humberto Díaz Casanueva.
  
            ————— The Apostles’ Bar and other Poems. Toronto: Oasis Publications, 1990.  
            ————— La visión comunicable. Antología poética. Madrid: Huerga & Fierro, 2001  (Signos). Prólogo de Juan Carlos Mestre.  
            ————— Un Orfeo del Pacífico (antología poética). Santiago: LOM Ediciones, 2000.  Selección, prólogo y postfacio de Hernán Castellano-Girón.
  
            ————— Obra poética. Santiago: J.C. Sáez, editor, 2000, 2 vols.  
          
            BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
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            Cattaui, George, Orphisme et Prophétie. París : Plon, 1965  
            Chestov, Leon, Philosophie de la tragédie. París: Flammarion, 1966.  
            del Valle, Rosamel, La violencia creadora. Poesía de Humberto Díaz Casanueva. Santiago:  Ediciones Panorama, 1959.
  
            Diego, Gerardo, “Poesía y creacionismo de Vicente Huidobro”, Cuadernos hispanoamericanos LXXXIV, 222 (Madrid, junio 1968).
  
            ————— “Posibilidades creacionistas”, Cervantes (Madrid: octubre, 1919): 23-28.  Durand, Gilbert, Les structures anthropologiques de l’imaginaire. París: Bordas, 1969.
          Eluard, Paul, “L’évidence poétique”, Donner à voir. París: Gallimard, 1992.  
          Grassi, Ernesto, La metáfora inaudita. París: Editions Quai Voltaire, 1991.
  
          Heidegger, Martin, Holzwege.  
          Heisenberg, Werner, Physics and Philosophy. New York: Harper and Row, 1958.
  
          Huidobro, Vicente, Altazor, O. C. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1976.
  
          Jankelevitch, Vladimir, L’irreversible et la nostalgie. París: Flammarion, 1974.
  
          Kofmann, Sarah, Nietzsche et la métaphore. París: Editions Galilée, 1983  
          Neruda, Pablo, Residencia en la tierra. Buenos Aires: Editorial Losada, 1979.  
          Nietzsche, F., La voluntad de dominio. Buenos Aires: Aguilar, 1951.
  
          —————, Zarathustra.
  
          Novalis, Schriften. II, Darmstadt: Wiss. Buchges., 1960.  
          Paz, Octavio, “Piedra de sol”, en Obra completa (vol. VII: Obra Poética). Madrid: Galaxia  Gutenberg / Círculo de lectores, 2000.
  
          ————— El signo y el garabato. México: J. Mortiz, 1975.  
          ————— Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral, 1965.
  
          ————— “Los signos en rotación”, El arco y la lira. Barcelona: Seix Barral, 2004.  
          Reverdy, Pierre, Plupart du temps. París: Gallimard, 1969.
  
          Rilke, R.M., Les Elégies de Duino, en Collection bilingue, París: Editions du Seuil, 1972.
  
          Rodríguez Padrón, J., Octavio Paz. Madrid: Ediciones Júcar, 1975 (Los Poetas,17).  
          Valery, Paul, Œuvres. Paris: Editions de la Pléiade, 1960.
           
           
          Orlando Jimeno-Grendi  
            49, Rue de Poissoniers
  
            París 75018
  
            Francia