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El libro de los bolsillos
Gonzalo Maier.
Editorial Minúscula, Barcelona, 2016. 152 páginas.
Por Rodrigo Pinto
Publicada en Sábado de El Mercurio, 2 de Julio de 2016
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En los tres libros que ha publicado hasta ahora, Gonzalo Maier ha ensayado fórmulas distintas, pero todas variaciones en torno a la autoficción. Aunque lo manoseado del término debería obligar al uso de otras aproximaciones, la cuestión no es fácil: en Leyendo a Vila-Matas, el personaje es el autor; Material rodante es más claramente biográfica aún, puesto que reflexiona sobre los viajes que hacía muy seguido entre dos ciudades europeas; y en este último libro, el de los bolsillos, hay un yo que reflexiona y recuerda, que habla de su mujer, de su infancia y de su vida cotidiana. Sin embargo, más allá del posible carácter autobiográfico de la obra, la gracia de El libro de los bolsillos es su arbitrariedad, que se articula desde dos vertientes: salvo objetos de primera necesidad -como las llaves, que tienen varios apartados en el texto-, es muy aleatorio el campo de lo que puede llegar a los bolsillos. Que pueden ser muchos, especialmente si se vive en climas fríos.
Maier defiende o declara su origen utilitario y el aporte de los bolsillos al progreso de la humanidad, pero también hay matices para lo útil (esconder algo no es lo mismo que simplemente transportarlo) y usos que ya francamente lo eluden, como los propósitos decorativos. Sea como sea, las cosas que van a dar a los bolsillos son un conjunto altamente arbitrario y variable de persona a persona; y, más importante todavía, la selección que hace Maier del contenido de sus bolsillos -histórico, por cierto, desde el mapa del tesoro en la playa hasta papelitos con direcciones que tienen una vida fugaz- es completa y definitivamente arbitraria. Y ahí radica lo más atractivo del libro, en la veta lúdica que lo lleva de un tema a otro, y que deja, claro está, entrever un recorrido biográfico que pasa por Punta Arenas, Santiago, Holanda y Berlín, entre otros puntos, donde Maier defiende a Salgari -no vayamos a avergonzarnos de las lecturas que de niños nos hicieron felices- y aboga por escuelas de literatura creativa que enseñen a sobrevivir más que a escribir. Claro, porque hay oficios que están más expuestos que otros a las arbitrariedades del azar, y entonces es mejor que se sepa qué tener en los bolsillos en caso de emergencia, de esas emergencias contemporáneas que no son terremotos o inundaciones, sino el repentino aviso de que estás sin trabajo. Por lo demás, y con alguna vocación por el ensayo, Maier sabe sacarle punta a temas aparentemente anodinos, con humor y frescura, hasta el punto de que la forma de las tapaduras en la consulta del dentista -recordadas por el papel, en el bolsillo, que contiene la siguiente cita- puede ser un motivo de regocijantes preocupaciones.
