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Texto sobre Salvador Reyes Figueroa presentado en
reunión del Círculo Cultural de Antofagasta

Por Rodrigo Ramos Bañados


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Como tantos otros relevantes en la literatura nacional, Salvador Reyes (Copiapó, agosto de 1899), Premio Nacional de Literatura, no cuenta con la reedición de sus obras por lo menos en los últimos 30 años. Para leer y apreciar su trabajo, hay que adentrarse en una búsqueda que puede resultar apasionante para los coleccionistas. Para quien se adentre desde el oficio de la literatura a conocer sus obras, encontrará trozos de estas, esparcidos en bibliotecas públicas (como la de Antofagasta) y personales. En internet (sitio de Memoria Chilena) puede hallarse una selección de textos, entre artículos y el manuscrito de su novela El incendio en el astillero. Por esta razón, y hago énfasis, es importante el rescate y reedición tanto en libro como en digital de la obra de autores con pertenencia nortina, como en el caso de Reyes, por parte de nuestras editoriales y otros proyectos que vengan en el camino.

La iniciativa de rescate, que en la mayoría de los casos brota desde personas naturales, también debería provenir desde las instancias oficiales de cultura locales, tanto del Estado como de la municipalidad, y de las universidades, en su afán de vincularse con la comunidad desde la identidad hacia el territorio —en un contexto donde las universidades de Antofagasta aprecian más lo relacionado con la minería por un asunto económico—. Esto, con el propósito de refrescar nuestra exigua memoria literaria, en una ciudad donde cuesta adherir el ladrillo identitario. La reconstrucción de una memoria literaria requiere de la recuperación de estas piezas y de la perseverancia de grupos de constructores, como es el caso de este Círculo Cultural de Antofagasta.

Esta recopilación de Salvador Reyes, por ejemplo, la desarrollé a través de internet, como dije. Ocupé información de Memoria Chilena y de amigos y amigas que conocen su obra más que quien escribe. A estos les pregunté detalles de la vida del autor.

En adelante, la vida de Reyes será el eje conductor. El paso del tiempo lo lleva a escalar hacia la diplomacia, que será trascendental en su visión de mundo. La diplomacia le implica tejer una importante red de influencia que a la postre le sirve para obtener el Premio Nacional de Literatura, en 1967. Respecto a las novelas a las que tuve acceso, fueron: El incendio del Astillero, Ruta de sangre y principalmente de El Cazador de Tiburones, con la cual concluyo el texto. Además de algunos artículos.


1.

Salvador Reyes nace en Copiapó, en el seno de una familia de clase media.   La familia emigra, la primera década del siglo XX, a Taltal, donde queda deslumbrado por el mundo de la pesca. Luego en Antofagasta, el adolescente Salvador desarrolla una curiosidad profunda por el mar, principalmente por el ir y venir de buques trayendo personas y mercadería. Reyes pasa horas sentado en el sector de los muelles, imaginando qué pasa por la cabeza de esas personas que llegan con monos y petacas a conquistar el desierto. Recorrió cientos de veces la costanera, llevándose una fotografía perfecta de la ciudad en constante crecimiento que aparece en la novela “Incendio del Astillero”.  Dibuja veleros y buques de todo tipo. Luego se traslada nuevamente a Taltal, donde desarrolla sus primeros trabajos en la escritura, en el diario “El Día”. Con esa ciudad logra un lazo de admiración profunda que perdurará toda la vida, especialmente por los pescadores, algunos diestros en la caza de la albacora y los tollos negros, y por su tierra fértil que permite generar huertos (todos detalles presentes en su posterior obra).

Entre sus lecturas de la época estaban autores como Colette (precursora del feminismo en Francia), Jean Lorrain (uno de los primeros escritores abiertamente homosexuales a quien Marcel Proust le sirve de inspiración), el multifacético Pedro Sienna (poeta, dramaturgo y reconocido cineasta del cine mundo por su obra El Húsar de la Muerte) y Daniel de la Vega (cronista de los entretelones del espectáculo, pero cuyo detalle en la manera de narrar influencia la prosa de Reyes), entre otros. La admiración por escritores y su apetito por leer lo llevan a considerarse tiempo después como un “escritor amateur”, decía Reyes en sorna, después de varios premios y viajes. En medio de las lecturas, desarrolla su oficio escritural que luego alcanza al periodismo. Ya instalado en Santiago, ejerce de cronista esencialmente del mar de la revista ZigZag, Las Últimas Noticias y la Revista Hoy, donde firmaba como “Simbad”.

Su lugar en nuestras letras se afirma en la década del 30 del siglo pasado, cuando, capitaneando —sin asumirlo de su parte— el movimiento “imaginista”, desarrolla en su obra una apertura hacia el universalismo con espacios para mitos y costumbres de nuestra historia relacionados con el mar. Su pluma descriptiva, muy de crónica, narra, por ejemplo, la expedición del pirata Sharp en el siglo XVII (Ruta de sangre) por las tierras nortinas y las australes. Reyes capta el ambiente de nuestros puertos a la manera del escritor y cronista francés Mac Orlan, que hizo agudas descripciones de la vida de los puertos en Francia.

El matador de tiburones, quizás la obra literaria más famosa de Taltal, se agota en Santiago. “No elegí los temas del mar —explicaba al diario El Mercurio el 17 de marzo de 1968—; ellos me eligieron o yo fui a ellos por impulso natural, por la fuerza de las cosas. Mi familia me llevó a Antofagasta a los dos o tres años de edad. Desde entonces viví en la costa, en ese puerto y en Taltal. Cuando niño tuve por escenario de mis juegos las playas y roqueríos. Cuando adolescente, los bongos pesqueros, las chalupas fleteras fueron mis elementos de diversión y de deportes (en ese entonces no teníamos yates). Desde muy pequeño fui “habitué” de los vapores de la carrera y de los transatlánticos que entonces tocaban Taltal. Viajaba continuamente con mi familia a Caldera y a veces a Valparaíso. El mar me entusiasma; es mi más viejo y fiel amor. El mar está lleno de buques maravillosos, de puertos fascinantes” (Zig Zag, 22 de mayo de 1954).


Sobre Antofagasta, escribe:

“Mi ciudad y yo éramos los mismos. Sin embargo, muchas veces tuve fuertes sorpresas en los barrios construidos durante mi ausencia. Me detenía en un sitio, miraba en torno mío, esforzándome por situar el decorado de mis años mozos en el espacio que el progreso transformara. Las obras del puerto nuevo han hecho desaparecer un enorme espacio de la costa rocosa y ha ganado el mar muchas centenas de metros. La mayor parte de las antiguas construcciones ya no existe, y una ancha avenida plantada de palmeras me desorienta completamente”. Cita del Incendio en el Astillero, publicada en 1964 por Zigzag, que hace una descripción minuciosa de Antofagasta de la década de 1930.

Puede decirse que su vocación por el mar y principalmente por Antofagasta le inspiró un sentido nacionalista que fue creciendo por el respeto que sentía la Armada por su trabajo. Era un ferviente opositor a la aspiración boliviana de salida al mar, así como a las aspiraciones argentinas sobre la Patagonia.


2.

La diplomacia, primero en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, lleva a Salvador Reyes a conocer diversas personalidades, que se aprecian en sus entrevistas y fotos posteriores. Vivió en Francia ocupada, en calidad de cónsul; tarea similar desempeñó en Barcelona, España. En 1947 regresó a París, esta vez como Primer Secretario (1947-1949); luego se trasladó hasta Londres (1950), se desempeñó como Encargado de Negocios en Haití (1956-1958), en Turquía (1959), en Grecia (1960-1962), para culminar su carrera diplomática como Cónsul General en Francia (1963). En este ámbito pudo relacionarse con personalidades de su época. De ahí también que fuera considerado como un dandi, dentro del mundo cultural chileno.

En París conoció a Suzanne Bertrand, quien posteriormente fue su esposa. Cuando quiso casarse, debió hacerlo por poder, y al verse obligado para salvar una objeción de celos por parte de su novia, tuvo que aceptar que ella fuera representada por un varón en la ceremonia civil, celebrada en la Embajada Francesa en Santiago.

En 1954 viaja a la Antártida, donde se inspira para escribir “El continente de los hombres solos”. Puede decirse que esta obra más bien es un tratado de soberanía literaria en el continente antártico.

Después de una larga estadía en París y en vísperas de emprender viaje a Londres (1956), lo más selecto de la intelectualidad francesa: Farrére, D'Auberade, Miomandre, Coiplet solicitará para “su viejo amigo” la Legión de Honor. Le fue concedida sin dilación. Y tres años más tarde, la Academia Chilena lo acogía entre sus miembros.

En 1967 le otorgan el Premio Nacional de Literatura.

En cincuenta años de actividad literaria, Salvador Reyes ha publicado al menos 30 obras entre poemas, cuentos, crónica y novelas. A lo anterior, hay que agregar los siete libros que recogieron sus recuerdos literarios y las impresiones de sus viajes. Reyes señala a El Mercurio en 1954: “Pasé mi primera juventud —recuerda en El último pirata— entre marinos, entre mineros y cateadores del desierto, entre gentes que andaban errantes por el mundo sin saber el motivo. Tal vez de ahí nace mi entusiasmo por las cosas que no se prolongan excesivamente, por lo que es aventura y libertad”.

Salvador Reyes, quien perteneció a la Hermandad de la Costa, al igual que Andrés Sabella, fallece en Santiago, en febrero de 1970. Sus cenizas fueron embarcadas en el cazasubmarinos “Papudo” de la Armada de Chile en Valparaíso, para ser esparcidas en el mar frente a Antofagasta, su tierra de la infancia; que así dejó dispuesto antes de morir. Hoy una calle importante en Antofagasta, donde se encuentra el Club de la Unión, lo recuerda para siempre con su nombre.


3.

El Matador de Tiburones

El Cazador de Tiburones es una película de 1979, quizás surgida comercialmente después del éxito de Tiburón. Pero antes, mucho antes, fue el libro “El matador de tiburones” de Salvador Reyes, un éxito comercial en Chile, un bestseller.

Una novela que, para el lector santiaguino, le resultó exótica. Cómo era posible que al norte hubiera hombres que se enfrentaban con estas bestias marinas, cuya ferocidad de algún modo era desconocida.

Salvador Reyes, en su breve novela El matador de tiburones, nos envuelve en la bruma y aires marinos del puerto de Taltal, a 200 kilómetros al sur de Antofagasta, en donde vemos cómo la vida gira en torno al Océano Pacífico. Reyes nos aventura en la leyenda de un hombre capaz de enfrentarse a una de las más temidas criaturas del mar, como es el tiburón. Un relato donde un niño, Perico, atesora en un diario de vida recuerdos de su infancia complementados con la vida marina. El niño termina por conocer a un misterioso hombre, una especie de vikingo, un noruego llamado Luis Adler. Él es famoso porque con sus propias manos y un cuchillo enfrenta al tiburón y le da muerte. Con ello, la leyenda crece a tal punto que es respetado en toda la ciudad.

Perico ve en este gigante a su héroe. Encuentra en Luis Adler a este tutor, a este guía que va moldeando su camino. En la novela, Reyes evita que Luis Adler sea presa del destino marino, sino que es el amor el que determinará el desenlace. La aparición de María Clemencia en la vida de Adler provoca que descuide su filosofía de vida. Ata su alma a sus emociones y, con ello, es una presa fácil para el mar. Es por esto que no es de extrañar que el gigante noruego pierda el último combate contra el tiburón, a pesar de las corazonadas del joven Perico. Adler intentaba demostrar su valía ante la mirada de María Clementina sin saber que estaba realizando el réquiem de su propio funeral.

La historia, que algunos todavía la cuentan en Taltal, tiene un recuerdo en una piedra del sector de la Puntilla. Una leyenda inmortalizada por un escritor con fama de dandy que cazaba historias en las caletas.

 

 

 

 



 



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