Yanacona, recientemente publicado por Cuadro de Tiza, te devuelve al fogón, a esa oralidad que nutre y entreteje nuestra historia, permitiendo recuperar ese relato mestizo que se nos enseña como ajeno. A veces lárica, en estos poemas es posible establecer una relación con la naturaleza y la tradición, también con la diáspora y el destierro, en donde el poeta deja confluir los distintos sonidos de la tierra que forman parte del texto junto con su voz.
La figura del yanacona en el relato maestro aparece, por decirlo de manera generosa, como escasa. Poco han escrito los historiadores chilenos sobre este tema, dejándonos como gran registro aquello dicho por los cronistas. Es, tal vez, la literatura quien ha recuperado esta figura, sacándola de la oscuridad y resignificándola.
Rodolfo Reyes Macaya
A pesar de este silencio, la figura del yanacona ha trascendido como el indio vende patria, como el indio traicionero, pero ¿en dónde radica esta condición? La visión peyorativa del yanacona que se ha perpetuado tiene su origen en aquellos mismos cronistas que vieron a este indio amigo, a este indio doblegado, levantarse frente al español al que servían como último acto de resistencia. No es sacralizar la figura del indio, es cuestionarnos su carácter inferior, es cuestionarnos esta marca que ha trascendido en la historia.
En el poemario de Reyes nos encontramos con un camino repleto de sonidos, lugares y temporalidades que se cruzan. Si lo leemos como un gran canto percibimos un flujo escritural en los textos, una suerte de viaje al ethos cultural que se da desde el primer verso/ verbo: “arranco” (pág. 7, 2019). En el poema, los distintos registros evidencian la complejidad de este hablante forjado en el entremedio de la frontera, que se encuentra deambulando entre ambas lenguas, el mapuzungun se cuela en los versos de manera armónica como el hablar champurreado, como una nueva lengua que no desconoce la cacofonía de la tierra: las nalcas, el chavalongo, la chiñura, el pukem se entrelazan entre las maquinarias, entre el oficio de carpintero, los colonos y el bautismo.
Es entonces la dimensión simbólica del lenguaje que nos ubica en esta tensión, en esa cabeza que sigue soñando en la otra lengua, en ese ultraje que es la piel o en las canciones cantadas en el otro idioma que ya está pareciendo familiar.
Es el extravío, la pertenencia o el reconocimiento, es la piel que ha perdido el color, el lonko con su lengua opaca y áspera que no se entiende. El hogar que falta, pero las manos azules.
Es a partir de esta dimensión que el tiempo cronológico es puesto en tensión, en una suerte de devenir constante, sin embargo, el acontecimiento histórico se cuela a partir de imágenes como el bautismo, los restos de Saavedra, el Rijksmuseum, los latines y la figura del colonizador. El poemario hace un recorrido por la historia, es el registro de un pueblo que se niega a ser testimonio, a ser objeto de culto sacralizado.
En el poemario se pone en tensión el estatuto histórico, desarticulando la temporalidad que conocemos para llevarnos a otros tiempos, acaso no es el mismo hablante que experimenta esa confusión: “me han dicho que es 1888, pero estoy seguro/ han pasado menos de cincuenta años desde mi visión” (pág. 13, 2019).
En esta reescritura histórica también se pone en tensión las categorizaciones sobre lo literario mapuche y el derecho a de decir sobre ciertos temas, pues he decidido leer este gran poema como un texto con un político y no como una azarosa elección de contenidos, ofreciendo la siguiente forma de lectura: Desde la perspectiva mapuche, el término champurria hace referencia al mestizo. En un comienzo, este término tenía connotación negativa, pues hacía referencia a aquello que no era ni puramente mapuche, ni puramente mestizo (Millanca, 2015), sin embargo, en estos últimos años reconocerse como tal es un acto de memoria, de aceptar esta heterogeneidad, validándola como experiencia de vida diferenciada, pues involucra un trabajo constante de reflexión sobre lo que implica ser mapuche, pues da cuenta de un espacio fronterizo en donde convergen distintas experiencias culturales.
Yanacona se presenta como ese desafío para el mestizo que se ha blanqueado, como la posibilidad de apropiarse de esa historia reconociendo, a modo de tarea para aquellos que nos ubicamos en el mestizaje, esa raigambre cultural que también es propia, del indio que al final de sus días decide recuperar su memoria y su origen. El indio desacralizado, que dejó de ser bueno o inocente, que ha visto en las múltiples voces, historias y culturas su lugar de enunciación.
Yanacona
Traes temporal y cimarrones
mástiles rotos, amanece con neblina
hueles el porvenir en cajones de té
y el caballero mira al Joven Daniel, herido
sin resignación, sangre en las arenas
aquí empezaba un país de vidrios limados por olas
risueños pero desesperados, explotaron en la playa
los han visto en la trilla prestigiándose con chiñura
Elisa, por ejemplo, costó corrales de animales
ahora pasa el día en las máquinas de apuestas
oye canciones en esa lengua
que poco a poco nos resulta familiar
y tú conoces como ninguno
arrodillado ante un cuenco
introduje la epidemia
el tiempo nos obligó a enterrar los cuerpos
sin ataúdes. Los perros recuperaron a varios
entre luciérnagas
todavía no hay flores de plástico
*
Mar grueso en la pupila
helechos cimbreados por lenguaraces
cae nieve, plumas sin memoria
formaciones rocosas ciernen el desamparo
fumaderos y estambres
un zorro, la cola gacha, toma agua
arranco corriendo, la garúa se hace finita
el ultraje es mi piel
Severino ha pedido leche de yegua negra
chorrea sobre la fronda
me mira callado y después toma apuntes
cree que debería hablar como bruto
si no sabe que fui sable y yegua
me volví matapiojo entre vapores
apañé en secos pastizales
el espíritu se enferma, dicen
y la noche retrocede lentamente
*
Más allá de estas colinas
nada crece por el viento
pero en estos pagos de bandurrias
el sol cabe en los morrales
vi aserraderos adictos a la lluvia
queda harina negra, azúcar con percán
arboleda enterrada entre pestañas
vadeamos lumbreras oscuras
machetes y mercachifles
deja contártelo como si deslizara
otra lengua por tu piel
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «Yanacona» de Rodolfo Reyes Macaya: un desafío al mestizo
Por Elvira Rodríguez Droguett
En EL MOSTRADOR, 7 de septiembre 2029