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NUEVA NOVELA DE GONZALO CONTRERAS: “MAÑANA”.
Seix Barral, 2015
Por Ramiro Rivas Rudisky
Publicado en revista Punto Final, 5 de agosto de 2016
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Para hablar con propiedad de Gonzalo Contreras (Santiago, 1958), habría que remitirse a la “nueva narrativa chilena”, movimiento generacional que promocionó la Editorial Planeta y cierta prensa con fines netamente comerciales y que los propios autores reconocen. Incluso han declarado en diferentes oportunidades no haber compartido afinidades estéticas ni programáticas. Sólo coincidirían en las edades y la eclosión de publicaciones que se produjeron a inicios de los 90 y el retorno a la democracia. Entre estos escritores (Carlos Franz, Jaime Collyer, Díaz-Eterovic, Fuguet, Ana María del Río, Eltit), el más promocionado y el que acaparó las críticas más laudatorias, fue Gonzalo Contreras. Todo producto de su novela La ciudad anterior (1991), ganadora del concurso “Revista de Libros” de El Mercurio, que obtuvo excelente acogida crítica y de ventas, algo insólito en nuestro alicaído mundo literario. Rápidamente se transformó en bestseller, lo que contribuyó a que el resto de su generación fueran igualmente leídos. Este emergente “boom” literario perduró algunos años y el mercado del libro retornó a su desidia congénita. Pero Contreras continuó publicando con intermitencias sus novelas, manteniendo el asedio de la crítica. Sus obras El nadador (1995), El gran mal (1998) –considerada por muchos comentaristas como su obra más lograda -, La ley natural (2004) y Mecánica celeste (2012).
Mañana (Seix Barral, 2015, 209 páginas) es una novela intensa, psicológica, que se mantiene en esa suerte de universo narrativo propio que caracteriza la escritura de Gonzalo Contreras. Es un escritor que interroga y cuestiona su mundo interior para lograr construir su objeto estético. Si por un lado lo individualiza, por otro lo remite a esa comarca más amplia en que él participa activamente, desentrañando la crisis del individuo de nuestro tiempo. Sus novelas son un constante revisionismo de la existencia humana.
En esta nueva novela Contreras pareciera rendirle tributo a su mentor literario, Henry James. Son poco más de 200 páginas en que los acontecimientos anecdóticos son mínimos. Todo fluye desde el interior del personaje protagónico, Antonio Marsante, un joven funcionario chileno del BID que retorna de Estados Unidos para festejar el Año Nuevo con sus amigos. El detonante de la historia se inicia en una casa de veraneo, junto a un grupo de parejas burguesas que matan la monotonía de sus vidas con coloquios superficiales y actitudes propios del arribismo social. Pero Marsante queda subyugado con Esther Carrero, una joven madre de dos niños y un marido opaco que no está la altura de esa mujer enigmática y de gran belleza. La atracción es ineludible y el protagonista, a lo largo de la novela, elucubrará mil alternativas para aproximarse a la mujer que, al poco tiempo, queda viuda por el suicidio sorpresivo de su esposo.
La historia, resumida en estos términos, pareciera conducir hacia la novela sentimental, género casi desterrado de la literatura actual. Pero Contreras se las ingenia para desentenderse de la imposiciones de la moda literaria, y elabora sus textos sustentados en la inteligencia, los agudos análisis psicológicos de sus personajes y el misterio de la heroína que desconcierta a Marsante, hasta llegar al extremo de pedir consejo y ayuda a Anabel, su mejor amiga y amante, con el fin de lograr la amistad y el encuentro con la viuda.
En este tipo de literatura es frecuente que muchos escritores fracasen y rocen lo “cursi” o “naif”. Pero Contreras posee una cantidad de recursos literarios que evitan estos escollos. El constante racionamiento del personaje en primera persona, que limita al autor de una mirada más omnisciente de los protagonistas secundarios, torna su escritura más cerrada en sí misma, en una introspección permanente del joven Marsante.
La viuda Esther Carrero es un personaje fascinante. No obstante interiorizarnos más por las reflexiones y conjeturas que el joven amante nos expone, su presencia se apropia de la historia, creando un personaje que queda en la memoria del lector. Con un desenlace ambiguo, sugerente, la protagonista nos sumerge en nuestras propias disquisiciones, como si no bastaran las constantes digresiones del joven.
La historia se sitúa a inicios de los años 60, mediante alusiones al paso del Presidente Kennedy, Alessandri y algunos políticos de la época. Pero la inclusión de estos nombres no contribuye en nada al relato, que bien se podría haber ambientado en la década del 80 o del 90 y en nada habría influido en la anécdota y la progresión dramática.
La escritura de Contreras es cuidada, lineal, sin artificios, salvo un par de oraciones metafóricas de dudoso gusto y uno que otro desorden sintáctico. Pero en general estos contratiempos se olvidan por el buen manejo narrativo y el trabajo psicológico de los personajes. Gonzalo Contreras es un escritor inteligente, diferente a sus contemporáneos. Sus novelas siempre irán a contracorriente de los nuevos escritores, más pendientes de la innovación escritural, el coloquialismo y una especie de nuevo realismo marginal que reduce sus obras a una mímesis exagerada de la realidad.
El crítico Ignacio Valente afirma que “la extraña fuerza y la opacidad que emana de estos textos se convierten en una virtud tan lograda como puede serlo, en estos casos, lo translúcido y lo radiante”. Y en eso tiene razón. Contreras ilumina a sus personajes desde el interior, irradiando una fuerza que atemoriza y subyuga.