Decir que Ramiro Rivas es uno de los mejores cuentistas chilenos es como aseverar que la Tierra es redonda Sus libros de cuento: “Una noche en tinieblas”, “El desaliento”, “Toque de difuntos”, “Luciérnaga curiosa”, “En malos pasos” y otros, lo afirman y confirman.
Ahora nos entrega su último trabajo del género: “Tan lejos de los dioses” que consta de quince relatos que vuelven a mostrar las virtudes literarias que ya le conocíamos a Rivas: atmósferas sugerentes que no sueltan al lector, personajes bien delineados que se nos convierten relación de intimidad, una prosa rítmica rápida, plena de imágenes atractivas y, sobre todo, una prosa cercana al habla, lo que produce la sensación de estar escuchando una amena conversación e, íntimamente, deseando que no termine, que se prolongue para seguir disfrutando de la novedosa anécdota y la singularidad de los personajes. Otra de las virtudes que conocemos de Rivas, es cierto toque de humor, cargado con la gracia y sabor que tiene el habla coloquial, debido al dominio que Rivas maneja del lenguaje formal e informal. A esto hay que agregar los finales sorpresivos, abiertos, impensados, que obligan al lector a una reflexión silenciosa sobre las, a veces, incomprensibles reacciones humanas o de la vida misma y sus misterios. Los diálogos en los cuentos de Ramiro Rivas tienen todos los requisitos que la buena literatura exige a una narración; son significativos, precisos, con todos los elementos al servicio de la historia. En otras palabras, en los diálogos de Rivas no hay elementos superfluos o gratuitos. Esto ocurre, tanto en los diálogos internos (“Maiga , hablemos del presente, ¿quieres que te muestre las fotos de Humphrey Bogart? Para ver si es cierto que me parezco, Maiga?, bueno, si es un ratito no más, dijo y lo acompañó a su cuarto”) (“Lo llamaban Humphrey Bogart”) como en los diálogos de formato tradicional: “Casting”.
-Todo esto que nos rodea, todos estos seres, nosotros mismos, ¿acaso no somos un desperdicio de Dios? -No lo he pensado de esa manera –dice-. O más certeramente no he pensado en absoluto que el hecho de ser impedido físico tenga relación con Dios.
(Una verdadera lección de cómo abordar la técnica del diálogo directo)
El acertado nombre del libro “Tan lejos de los dioses” es el elemento que da unidad al conjunto de los quince cuentos, frase cortaziana que bien podríamos parafrasear como: “Tan abandonados por los dioses”. Cuando todo parece ir bien, cuando con esfuerzo se va logrando algo importante, cuando teníamos a la vista la meta, cuando nuestro ideal era abandonar la provincia para iniciar el triunfo capitalino, viene el derrumbe, la frustración, la caída, el fracaso “Para mi sorpresa esa noche no acudió al bar, ni al día siguiente, ni nunca… (La mujer de las gafas oscuras”); “Pensó en los vecinos, pensó en sus proyectos muertos, pensó en Felipito y sus propios problemas… A lo lejos se escuchó la sirena del carro policial” (Noche de ronda) “…corrí sin sentido hacia una meta sin premios, apuré la vida por nada y me encuentro de la noche a la mañana sentado en la cuneta observando pasar los buses…”(Dirán los otros)
Una de las cualidades que se agradecen a este conjunto de cuentos es que en ellos se recobra el sentido de la narración, del relato, de desarrollar un argumento y una trama, y, por lo tanto, contar la vida, la vida que bulle en las calles, en los bares, en los prostíbulos, en las ciudades, en el mundo, con personajes que luchan, sufren, gozan y se enfrentan, día a día, a la azarosa aventura del vivir, como Lorraine, Tito Sánchez apodado el “Humphrey Bogart”, como la Chica del pelo rosa”, “La Chica Punk” “el Brayan”, el Manco y el Jorobado, que se quedan en nuestras retinas y memorias como si alguna vez los hubiésemos topado o la vida nos diera la oportunidad de conocerlos.
Hay cuentos que tienen una atmósfera onírica, de pesadilla, con ciudades agresivas, con calles peligrosas, callejones amenazantes, rincones oscuros donde aguardan mujeres y hombres patibularios y donde llegar a un lugar seguro, conocido, amable, se hace imposible, obligado a deambular con el pálpito de que en cualquier momento surgirá el peligro. Y es, precisamente, esta condición de sueño, la que les imprime un realismo feroz. “El peligro acecha en cada esquina, es verdad, pero estoy vagando por calles desconocidas contra mi voluntad, señor, yo no dispongo de mi voluntad” (Pesadilla”) La mayoría de los relatos son de un realismo duro, fuerte, sin concesiones donde las cosas que ocurren llevan la marca de nuestras vivencias y experiencias diarias: violencia juvenil, el fraude de la política, la invasión de migrantes, la prostitución callejera, el tráfico de drogas, el sexo, la lucha por la vida, el humor, la delincuencia desatada, etc. “...fue una tragedia terrible, hermano, dice, un grupo de neonazi asaltó la casa que ocupábamos hacia un par de semanas en el barrio Yungay, nos atacaron con cadenas, fierros y bates d béisbol. Violeta y otrocompañero sacaron la peor parte y fallecieron con la golpiza…” (La chica del pelo rosa”) Sólo que aquí están contados con la maestría de un lenguaje y una técnica que solo es capaz de imprimir un escritor de reconocido oficio literario, como es Ramiro Rivas.
“Tan lejos de los dioses” es un texto infaltable para quienes gustan de este género literario tan atractivo como difícil y para todos aquellos que se inician en la aventura de escribir cuentos y buscan la maestría de un verdadero maestro.
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dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «Tan lejos de los dioses», de Ramiro Rivas
Bravo y Allende Editores, 2022, 116 páginas
Por Rolando Rojas Redolés