Desde los últimos diez años el registro poético de las nuevas voces en nuestro país ha variado no solo en su formato y edición sino también en su extraña y diversa materialidad. El lenguaje parece ser el otro nuevo protagonista de estos tiempos de imágenes marcadas por la dismorfia y divergencia tonal. El actual concepto de lenguaje poético ha cruzado las barreras del sonido y se ha convertido en un campo de referencias y enlaces que despiertan nuevos sentidos de realidad a lo antes llamado lenguaje literario. Y es con la poesía donde convergen ese caos sonoro y ese esplendor escrito de aquello que denominamos realidad. Cuando leemos no estamos solos, o mejor entiéndase, estamos tan solos que ya no lo estamos, y la escritura en si se vuelve una entidad viva y activa, que nos toca y nos interpela a la vez. Requiere una noción nueva e integra del estado de cosas, para el que la memoria se vuelve un recurso y el recuerdo en un reverso antípoda que vuelca su existencia en otra temporalidad. Hablar de temporalidad es hablar de interioridad, y la memoria como el recuerdo construyen ese territorio imaginario bajo el alto riesgo del desencuentro y el extravío. La intensidad del silencio es intrínseca a la intensidad de la voz poética de ahí que su abismarse en cada experiencia derive en una profunda pero perturbadora claridad. A riesgo de un equilibrio y un desarrollo en progreso este nuevo registro deja abiertas las zonas oscuras y sus contradicciones, así como sus involuciones todas conforman el cónclave de su resistencia y disidencia. Se dice para no estar diciendo, se está para dejar de estar estando. Una lucha continua e iluminada de lo que es estar consciente de cada aliento que damos. Hay lirismo quebrado, disruptivo. Existe la calma y la quietud en medio del largo ejercicio verbal por integrarse con el mundo insonorizado por lo inaudible. Pero el ritmo proverbial de esta gesta es íntima, solitaria y muchas veces enajenada del yo social, se desliza en el accidente de los sujetos. Y sin embargo la masa se fecunda de cada goteo, de cada hebra, de cada triza que suelta a su paso el discurrir del tiempo colectivo.
No discutiremos aquí la magnitud social de este quehacer pero lo es en su origen y deseo, porque nadie escribe para que no lo lean. La escritura poética se completa y convierte en una fuente de acontecimiento verbal que afecta cada estructura social que atraviesa. Sea esta una comunidad, una aldea, un círculo de lectura, etc. Y su realización ya conlleva una crítica y un acercamiento diferente al orden establecido. La lectura y la exploración de este libro Viaje a los campos sin fónicos es un internamiento cuasi escatológico en los niveles de registro que cada parte compone. Se somatiza pues el lenguaje no solo desde la mirada sino también desde el oído, y ese síntoma precisa una nueva configuración de internamiento y procesamiento de lectura. Pluriversal por momentos, el texto se transforma con ardor y penumbras que vislumbran un mundo complejo de sensorialidades cardinales expuestas a la intemperie. Hallarse en este cosmos es trasvasarse a una contemplación diegética, donde el tiempo se exhibe no lineal e insuficiente para registrar la carga poética que demanda una recomposición, y una regeneración del mundo experimentado. Un cuestionamiento que interpela la propia realidad del lector ante el descubrimiento de un desasosiego que problematiza su relación con el elemento verbal per se. A ratos se combina lo inesperado con lo inconexo proporcionando una especie de catarsis y epifanía. Señala pues una poética de lo visionario desde una nueva interioridad, una infinidad que corresponde a las múltiples tonalidades del registro.
Campos reclama, en algún instante de desfallecimiento y extremaunción, pero no los campos desangrados y torturados por nuestro desarraigo y nuestro desapego, sino campos donde fauna y flora marquen el compás de un nuevo flujo vital del espacio y de la forma. Conquistar ese espacio desde la vivencia integral que decanta dentro de cada accidente verbal una conciencia, una luz que nos divisa enteros y nacientes. Alumbrados por este desconcierto, imaginar es creer ya que el lenguaje nos ha reconectado por fin. Imaginar es concebir un tiempo capaz de radicalizarse en la subjetividad y resanar los accidentes que atraviesan cada experiencia individual. Viaje a los campos sin fónicos resuena sustancialmente con la plurivocalidad y multiversalidad que comporta la experiencia poética y sus quebradas experiencias. Escrito en largos versos problematiza el formato lírico de fondo, y conlleva una lectura disruptiva e integral de los procesos de memoria y recuperación del recuerdo, así como la formulación de la palabra como experiencia poética.
Desde los E(x)strabismos (2003) hasta Ejercicios contra el Alzheimer (2019), pasando por Sueños de un Bonzo (2013) la autora Virginia Benavides ha desarrollado su propia materialidad verbal desde una osadía original y transgresiva. Y paso aquí a hablar que la materialidad verbal sincroniza acto y acción de la escritura en una puesta en escena inédita hasta los años próximos del 2000, cuando se comenzaron a problematizar los temas del lenguaje poético, sus formatos y sus convenciones para apelar a un público lector marcado ya no por la polifonía sino por lo audiovisual. Estos previos libros y formatos condicen con esta gran apuesta por el delirio de lo consciente lírico en nuestros tiempos, por desmontar los grandes discursos para centrarse en la problemática del sujeto experiencial, sin atavismos ni ataduras a categorías generacionales o de grupo. Se trabaja en el mismo poema una forma nueva que conforma o reconforma la materia verbal que lo antecede, historia, memoria y olvido. Nos convoca ahora a cantar hasta el delirio, descendiendo y ascendiendo por el vértigo del neuma, que convierta la vibración en formas, colores y frases nutridas del misterio, para habitar los campos en sincronismos, y así formular nuevo signo de arraigo y pertenencia. Premeditar en el sueño y la vigilia una celebración que aguarda por todos nosotros.
Lima, 14 de Julio de 2023
Selección de Viaje a los campos sin fonicos
Escarba la voz un antro de cantos donde aparece la herida. El ojo
es un sol que vaga entre los trigales buscando una cuenca para su
desorbite de sentido e irradia desesperado por incendiar todo lo que
palpita. No sabe que está cerca de encontrarse consigo y su reflejo
de astro que alteriza y soslaya altares del tiempo en universos que
aún no encuentran retina. Acecha la herida. El campo no solo era un
paisaje. Era una palabra líquida, un trapecio que unía cada monte y
lago por donde tú andabas naciendo un camino hasta perderte en él,
en los puentes invisibles que tienden los estrellados, mudanzas donde
nadie te busca
El porvenir tiembla y yo tiemblo con él porque no veo sino cabezas
voladoras con pensamientos de duelo y con sed de huir a otras
latitudes, hacia el universo de los no contactados. Seremos cuerpos
templándose en patios entre cordeles de carnes que se secan al sol.
Seremos cuerpos resonantes que se exhiben, vestigios de caminantes
que trazaron rutas pioneras, viajeros del tiempo que no quieren
encontrar más que la casa siniestrada para reconstruir la raíz pránica
sobreviviente a la explosión. Una raíz subterránea que desde el micelio
teje sus esporas para engarzar palabras en una aguja poema cuyo ojo
está despierto e hilando
Reconozco mis ramas e historia que sigue sin escriherirse. Lo
inexpresable teje alambradas y eriazos pensamientos que la lengua
transfigura en este delirio de fiebre del reino de la no forma. Reconozco
una planta que me nace y conecta a todas las migraciones internas.
Veo mis pistilos y savia lidiar con ideas de alterar la realidad en
esta escritura febril. Ser el que se regenera como el tronco hachado
del bosque de eucaliptos, ser el viajero de un universo nato. Ser
también la que delira su escritura muda, lactante y convulsionada
por la ronquera de todos los aguardientes que te plantaron en las
patronales. Regenérate
Búscate en el micelio
Inmigrar hacia adentro. Descifrando pasos que arden por las calles
de la carencia, ansiando un descanso arrastro mi bandera blanca, es
decir mi bitácora de vuelo, mi lengua recién nacida, por si aún no
termina la guerra y debo enroscarla del afuera y desplegarla adentro.
Adventicia sonora de raíz creciendo en memorias celestes, una
permanencia de alumbrante salida para rechinar cerraduras mentales,
semilla subterránea que destruye lo ya visto y brota el antiverso:
música de cuerdas para viajeros sin voz
Cuerpos regados por aguas sin nombre que cambian de curso en el
derrame. Campos energéticos creados desde una sola consciencia en
expansión como instantes naciendo de polvos estelares en los dedos,
cuerpos celestes buscando planetas que orbitar. Descifrar en este
viaje los campos que somos y los por venir. Cuerpos intervenidos de
sonido autista, navegando universos como barcos intergalácticos que
se alejan de un sistema solar hasta el siguiente sueño dactilar
Corremos por los campos como niños que se saben perdidos. Como un
corredor de fondo espacial que no espera su nave nodriza, perdidos
por no reconocerse niños sino aves que tantean un vuelo sin nadie que
les recuerde una casa. Los niños del futuro lactarán de la vía láctea
y nadarán en estrellas fugaces que sus madres avistarán para pedir
el deseo de no encarnar más. Deseo que será concedido por ellas
mismas donde todos los universos solares nos maternarán. Somos
niños, cúmulo de alta magia, y soñamos encontrar la lengua de la fiebre
No era un campo de batalla el delirio de afiebrar en este campo
mental. Nos estábamos soñando en un viaje. Ese viaje es posible en
todas las dimensiones donde la mente es una nave que nos deposita
en las plantaciones aún en brotes de la escritura. Ver a través de
las letras el paisaje sonoro de este campo es como ver cada sabor
de los frutos de la tierra, tocar el olor de las flores y los árboles al
habitar seres sintientes y beber cada sonido de la raíz que enardece
el mundo subterráneo en sus conversaciones. La voz se amplifica en
sentidos que caen a la tierra como restos de meteorito, humus estelar
de palabras desesperadas por rearmarse. El campo se insonoriza para
que empiece la grabación del poema indecible interior
El niño lenguaje que corre hacia la luz en el apagón
Resana, esparce oro en las grietas del dolor y haz una sola herida de
guerra que brille en tu mano con orgullo, que brille mientras esa mano
escribe averías, desentierres y batalla para encontrar el lenguaje que
se perdió, el niño lenguaje que corre hacia la luz en el apagón. Una
vez resanada, la cicatriz será (¿) tu nueva lengua, tu túnica encendida
en vestir un nuevo alfabeto sonoro, sampleo de mente que reinicia el
playlist revitalizante, la sangre rojo pasión salpicando en el baile (?).
Resana y cose la centrífuga cicatriz a una psicopoética: una escritura
para afrontar el desastre, arqueología de las cenizas o restauración
de sonidos inaudibles que se esconden y afónicos viajan en lo que
la mano va tallando, roncos de indecir. Además, una escritura como
puente para comprender cómo es que opera este lenguaje resanado,
resemantizado, recién aterrizado luego de infragar mundos como
un navegante espacial buscando salvar o enterrar por fin la lengua
muerta. Un desprendimiento de alas quemadas, escritura desde
las cenizas que flotan en la mente como estrellas nunca avistadas.
Cumbres que deshielan palabras que roturan sentidos
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Cantares para un tiempo radioactivo
"Viaje a los campos sin fónicos" de Virginia Benavides (Lima, Perú)
Alastor Editores, 2023, 88 páginas
Por Rosario Rivas Tarazona