Roberto Rivera (1950) es un escritor perteneciente a la generación del 80, a esos jóvenes artistas que escribieron y publicaron sus primeros escritos bajo dictadura, eludiendo o despreciando ese permiso previo que imponía una censura militar estricta. (Recordemos que la quema de libros fue otra práctica habitual, homologando a Hitler).
Su primer libro fue el tomo de relatos La pradera ortopédica (1986), recibido favorablemente por la crítica. Le seguirían dos novelas: A fuego eterno condenados (1994) y Piedra azul (1998). Libros con espacios de reflexión, de escritura consciente y compromiso social y político.
Santos de mi devoción (Simplemente Editores, 101 páginas) es un libro de cuentos que reúne ocho textos de diversa extensión y aliento. Una primera lectura nos muestra a un autor de variados registros narrativos y temáticos. No se podría hablar de unidad de contenidos, sino de una persistente convergencia textual e ideológica, una tenaz observancia crítica a nuestra sociedad de consumo y de neoliberalismo desatado. También están reflejados en sus escritos el arribismo social, la degradación de las clases empobrecidas y su futuro incierto, la mirada cuestionadora, pero sin moralina ni consejos, reemplazados por la mera exposición de los hechos y las anécdotas que hablan por sí mismas. No se necesita testificar o justificar; basta exponer y dejar al arbitrio del lector sus propias conclusiones. Rivera tiene buen dominio de las técnicas del cuento, sustentado con una escritura de alto nivel literario. Elementos vitales para llegar a buen puerto y estructurar un conjunto de relatos con armonía y calidad.
El humor también está presente en esta selección, no muy habitual en este autor, más dado a la ironía desacralizadora. En "Viejos perros" relata una historia desopilante de una pareja de ancianos que se ve envuelta en un paroxismo sexual que invade su barrio y sus calles y los transforma en nuevos integrantes de ese desatado círculo libidinoso, sin ataduras morales ni éticas. Es un texto que causa irreprimibles carcajadas. Una veta que Rivera debería explotar en futuras creaciones.
"Santos de mi devoción", texto que da título al libro, es un relato extenso y el más sólido del conjunto. Es un elaborado trabajo "en 1983, a los veintiocho años de edad, Eleodoro Rebolledo decidió ser rico". En efecto, un joven ingeniero, con desmesuradas ambiciones de trepador social, decide cambiar sus apellidos demasiado comunes por los de Echenique Benech e iniciar un giro en su vida comercial y familiar para lograr el éxito. Pero el peso de la conciencia y la eterna falsedad de una identidad ficticia se transforman en un karma que lo sumerge en la mayor de las desgracias. El hilo conductor de la anécdota es llevado con prolijidad y un adecuado crescendo que remarca con propiedad.
En "Conejita de jardín" y "Fotografía por encargo" la sexualidad desinhibida es un componente crucial. Rivera demuestra cierta preferencia por los temas de impregnación erótica, como una suerte de violación instintiva a las normas morales de nuestra sociedad pacata e hipócrita, reguladora de los principios colectivos. Cuentos que tratan de oscuros secretos sentimentales, riesgosas obsesiones que conducen a pequeños dramas familiares.
En "Un ligero material" se expone un tema muy de nuestro tiempo y que el autor conoce de cerca por sus labores en ese campo empresarial: el blanqueo de dinero. Narra las angustias de un exitoso empresario acosado por un anónimo redactor a sueldo que interviene sus teléfonos y produce el descalabro de sus transacciones poco santas. En "Mortajas de rayón", en cambio, la trama se centra en esas jóvenes de provincia que viajan a la capital en busca de mejores expectativas de vida y finalizan absorbidas y degradadas por un ambiente ominoso. Tragedias comunes relatadas de manera nada convencional, con hábiles desplazamientos temporales, equívocos existenciales, yuxtaposiciones expresivas, subjetividades a medio ocultar, acontecimientos enrarecidos y sugerentes.
El primer texto del libro, "El castigo contable del señor Muller", es el más débil del tomo. "Muertos de la felicidad" es un paranoico juego de identidades trastrocadas que giran alrededor del crimen brutal de dos niñas ejecutadas por un sicópata que deslumbra a Monsalves, protagonista de la historia. Las desquiciadas lucubraciones de este individuo enturbian la verdad y siembran la duda sobre el hechor de tan sangriento crimen. Narración inquietante, ambigua, con entrecruzamiento de certezas y mentiras, verdades adulteradas y realidades indeterminadas. En resumen, un libro homogéneo, bien estructurado, con un autor que sabe interpretar las incoherencias de una sociedad alienada por el triunfalismo y el desprecio por sus semejantes. Variedad de historias en las que reaparecen muchas claves de las situaciones que están marcando este inicio de siglo.
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Roberto Rivera Vicencio. Simplemente Editores, Santiago, 2010, 104 páginas
Por Ramiro Rivas
Publicado en PUNTO FINAL, N°772, diciembre de 2012