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ANTOLOGÍA FUNDAMENTAL DE ROLANDO ROJO
Siempre Cuentos (Antología Personal), Bravo y Allende Editores, 2015

Por Ramiro Rivas
Publicado en Revista Punto Final, 15 de Abril de 2016



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La trayectoria literaria de Rolando Rojo (Ovalle, 1941) no deja de ser novedosa. Empezó a publicar tarde –Como con bronca y junando (1993) -, pero estos últimos años ha iniciado una vertiginosa labor creativa que lo ha llevado a publicar cinco libros de relatos, cinco novelas y dos textos autobiográficos: Hoja de ruta de un escritor tardío (2014) y Viaje a las raíces (2006). Además ha obtenido una infinidad de premios literarios, hecho que no ha contribuido a una mayor difusión de su obra, en un medio en que los compadrazgos, las cofradías literarias y las buenas influencias son fundamentales.

El presente volumen, Siempre cuentos (Bravo y Allende editores, 2015, 118 páginas), es una antología de relatos seleccionados por el propio autor. Los textos fueron recopilados de los últimos cinco libros de cuentos de Rojo. Existen tres elementos claramente diferenciables en el conjunto de narraciones que configuran el libro. Varios relatos se estructuran a partir de la problemática del exilio y el desarraigo. Acá se manifiestan las vivencias del autor que pasó una larga temporada exiliado en Buenos Aires. También es una constante la presencia ominosa de la dictadura chilena, la tortura y la muerte. Narraciones dramáticas como Negritas en las cornisas de Buenos Aires, Y a ti, ¿te gusta el boxeo, Sueños de familia o El baile de los solitarios. Sin embargo, Rojo sabe aligerar sus temáticas con toques de humor, como el cuento La petit pompidour  y Duelo de boleros.

Otra característica que hay que destacar  de esta antología, es el acabado trabajo del lenguaje. Rolando Rojo posee una escritura creativa, con ramalazos poéticos muy logrados, hermosas imágenes que aligeran las descripciones  narrativas. El autor evita caer en cualquier lugar común que empañe su estilo. En general es una escritura uniforme que no decae a lo largo del  libro, manteniendo esa fuerza interior e intensidad tan esenciales en el cuento moderno.

También es oportuno destacar un discurso ficticio, propio de la corriente arquetípica, que consiste en ejecutar un distanciamiento que transite hacia lo indeterminado de lo real, convirtiéndolo en enigma, en ficción fantástica, más próximo al realismo mágico que al realismo a secas. Clásicos ejemplos lo constituyen los cuentos Avería aérea, El Sur Bus de las cinco treinta P.M, y, hasta podríamos incluir, Subterraneando. Este último se inicia en medio de una realidad concreta –el viaje en un carro del Metro, atestado de pasajeros -, y finaliza en una alegoría erótica alucinante. El segundo ejemplo, en cambio, es una metáfora del Chile de la dictadura. Todo ocurre en un interminable viaje en bus por carreteras desiertas y campos inhóspitos y nevados. Todo puede suceder en ese viaje sin fin: muertes, desapariciones, delaciones, locura y crímenes impunes. Un texto, cuya simbología sarcástica, refleja un tiempo de dolor e impotencia en un territorio sometido.

Pero Rojo sabe pulsar otras teclas más íntimas, como en Tarde de sábado. Acá se emplea una suerte de monólogo o corriente de conciencia de un profesor, doblegado por los años y una vida miserable y sin expectativas futuras. El lenguaje en este cuento es melancólico, frustrante, por instantes agresivo ante una existencia desbaratada en la rutina y la mediocridad. No obstante, la escritura no se priva de ciertos pantallazos líricos que nos recuerda algunas páginas de Juan Carlos Onetti, maestro en retratar personajes angustiados y eternos perdedores. En Señas de familia se relata la situación dramática de un par de ancianos que siguen venerando el cadáver de su hijo asesinado por la resistencia.

Tampoco está ausente en este sólido conjunto de cuentos, otro tema que al autor lo subyuga: recrear el viejo barrio Yungay de su infancia. Un buen ejemplo lo constituye La pensión de Doña Rosaura. Cines y negocios desaparecidos, casas derruidas, restos de rieles por la calle San Pablo por donde se deslizaban los viejos carros de antaño. Todo un mundo en disolución, como la reminiscencia de los legendarios prostíbulos de la calle Maipú, hoy barridos por la modernidad.

La literatura de Rolando Rojo es dura, más próxima al realismo sucio norteamericano, que no elude retratar el deterioro barrial, la desesperanza y la soledad del hombre contemporáneo. Seres sobrevivientes de una dictadura bestial que se esfuerzan por rehacer sus vidas mutiladas. Es difícil hurgar un resto de alegría en estos personajes golpeados por la vida. Pero el autor los ilumina con un lenguaje poético que transfigura la desgracia, el desgarro, la opresión y el abuso político, mediante una mirada comprensiva que aliviana esa realidad brutal y la torna más humana y profunda.        



 



 

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Por Ramiro Rivas
Publicado en Revista Punto Final, 15 de Abril de 2016