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Presentación de Rafael Rubio al poemario Las primeras avenidas
de Tomás Manuel Fábrega



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Bar Las Tejas, 9 de agosto del 2022

Agradezco a Tomás, colega, ex alumno y amigo que me haya invitado a presentar este primer y valioso libro que, además, lleva una portada muy bonita.

Lo primero que voy a hacer es leer un poema que me conmovió mucho que se llama “Hogares ante el destino”, que es el poema que termina este libro justamente: Hogares ante el destino: La última gota de nieve cordillerana vencerá a los rascacielos/ los aviones jamás parirán lluvias/ los canales no conocen techos/ porque tienen recuerdos y suyo es el mundo / saben/ que el mundo no puede esconderse/ aunque las olas de los océanos concierten un contragolpe.

Cuando la neblina matutina acecha/ los grandes edificios brillan por su ausencia/ asoman solamente las puntas curvas/ de las montañas archipiélagos o los cerros islas/ que relinchan y aúllan como muelles en Santiago/ porque aquí/ en estas tierras antes polvorientas,/ en estos/ sueños antes reprimidos/ no sobra nadie.

Algunos apuntes y anotaciones a Las primeras avenidas:

Primero. Merodeo. Me ha sido encomendada la grata tarea de presentar este primer libro de Tomás Manuel Fábrega, lúcido habitante de la poesía, entrañable alumno de un taller de poesía que dicté en plena pandemia hace un par de años. Ahora, colega pleno y compañero en este duro oficio que consiste entre otras cosas en luchar contra el olvido, con los medios que nos han sido generosamente concebidos y negados.

La tentación citadina nos remite a un espacio que a primera vista nos puede resultar árido, sobre todo a quienes hemos vivido en el campo, al sur de las estrellas y que hemos encontrado en la ciudad un lugar inhóspito, lejos del bucolismo alimentado por nuestras lecturas de la poesía renacentista o de los poetas de la claridad como Óscar Castro o Carlos Pézoa Veliz incluso.

La ciudad como la poesía  puede ser concebida como una gran estructura técnica, una maquina delicada, capaz de producir o secretar la vida negra, los cargos y los margos, los charcos y piedras de las calles del mundo, los acróbatas que suben los tejados y los gatos que tienen la visión del insomne.

La nostalgia  es el dolor por lo que no ha ocurrido pero que sin embargo debería ocurrir -Armando Rubio, autor de El ciudadano concibió a la ciudad como un lugar nostálgico y huérfano, desde donde imaginaba con dolor la muerte propia en la forma de una nostalgia no ceñida al pasado sino que situada en un futuro que se veía muy próximo, implacablemente avizorada en mucho de los edificios a las 6 y media en sombra de la mañana. Esa nostalgia del futuro de la que hablaba Teillier en uno de sus ensayos problemáticos sobre la poesía de los lares, estética particularmente cercano al mundo poético configurado en Las primeras avenidas de Tomás Manuel Fábrega. Este será un concepto especialmente productivo en la poesía de los lares porque la ciudad de Teillier, un lugar nostálgico donde se verifica y constante la pérdida de un lugar mayor, la del propio mundo lárico configurado en el resto de su obra.

Ese mismo proyecto inaugurado con la publicación de Para ángeles y gorriones en el año 1956 y que al parecer experimenta en libros posteriormente como Para un pueblo fantasma alcanza un cierto debilitamiento de sus bases y de su alcance poético y ontológico. En efecto, ¿Qué validez tendrá ahora para la ciudad de Santiago de los 80 el concepto de realismo secreto que Teillier define como la búsqueda de símbolos ocultos en el paisaje del sur de la frontera?

El ejercicio nostálgico de Teillier del paisaje en Teillier apunta sobre todo  a una añoranza a una edad perdida que alguna vez estuvo sobre la tierra y que la palabra poética intenta recuperar. Aquí la nostalgia, dolor del regreso tiene por objeto la lamentación por un pasado irrecuperable, con toda su carga de elegía, la elegía -género que cuenta con una extensa y vasta tradición- le ofrece al autor de estos textos establecer un diálogo emocionado y a ratos fuertemente sentimental con lo perdido, ese sentimentalismo justamente reivindicado me hace pensar a ratos en algunos poemas del poeta José Angel Cuevas y en algunos momentos de Mauricio Redolés, cuando ambos rememoran una ciudad divorciada del proyecto social utópico que animó sus calles y sus barrios en un momento único de la historia reciente de Chile. La nostalgia es revolucionaria porque apunta siempre a un retorno, a un volver a sentir algo que está destinado a repetirse en virtud de la conciencia que tenemos del tiempo.

Heráclito definió la circunferencia como una figura geométrica donde cualquiera de sus puntos aisladamente es al mismo tiempo el fin  y el comienzo. Así, lo que se recuerda volverá a ocurrir, incesantemente y nada está perdido en realidad. La nostalgia del futuro es un sentimiento revolucionario porque añora el retorno de lo perdido, interviniendo un presente que se sabe insuficiente y estéril  con el real cumplimiento de cualquier sueño se este individual o colectivo y lo repara y lo interviene para  transformarlo en una práctica. Tomás Manuel Fábrega se ha tomado muy en serio esta noción de nostalgia. Yo creo que en este libro ha creado una nueva nostalgia, lo cual enriquece notablemente nuestra tradición poética chilena al inocular en ella un tono claramente distinguible, una música propia, que no es la música de los metromenos de los poetas más técnicos sino más bien la música triste, tanguera a veces, bolera del retorno nostálgico, una música en fin que se percibe debajo de las palabras como una corriente subterránea, como una vibración sentimental entre Lucho Barrios y Erik Satie, que nada tiene tiene que ver la racionalidad de un Bach por ejemplo.

La recursividad está muy presente en ella, tanto en el sentido como en la disposición rítmica, insisto, lo que hace de un poema una estructura recursiva que vuelve lo ya dicho o lo ya expresado una y otra vez como un extenso ritornello que progresa y retrocede al mismo tiempo es el ritmo, esa fuerza madre que para Maiakowski era la energía electromagnética del verso y que congrega a las palabras no tanto por su sentido como por sonoridad o mejor, por su vibración. El ritmo que etimológicamente tiene relación con volver, girar, dar vuelta en torno a sí mismo, funda su movimiento, su avance en el retroceso, como la figura del espiral en que Marx explicaba el curso histórico. Poniendo otro ejemplo que pudiera ser ilustrativo la rueda de la bicicleta solo puede avanzar en relación a su eje si al mismo tiempo  retrocede en relación al mismo. Sin esta dialéctica entre  retroceso y avance  la ruedas no podría girar y el movimiento  de la bicicleta sería imposible, así el ritmo avanza porque retrocede, porque reitera un segmento de su propio ser, porque vuelve a repetir una misma pauta. Si el verso es conservador y al mismo tiempo revolucionario, es porque se funda en el ritmo, en el retroceso y en la imaginación como avance, ritmo e imaginación serán las dos fuerzas que movilicen el movimiento circular de todo poema auténtico. Sin el primero el poema será un poema sin memoria y sin el segundo será un poema sin futuro sin premonición posible.

El ritmo aquí como en toda poesía genuina es una presencia protagónica. Una especie de corriente subterránea que va extendiéndose por debajo del sentido como otro sentido que lo refuerza o lo contradice. No se usa la rima, pero en su lugar, las reiteraciones se usan profusamente como una compensación formal. La técnica poética nostálgica por excelencia, el ritornello, aquella lo ya dicho reformulando, variando como una forma de recordar una emoción consumada dándole un nuevo sentido o contexto como el poema “Cuando tú y yo vivíamos en el mismo país” un verdadero manifiesto de la nostalgia, una proclama de la memoria que se resiste a abandonar los viejos hábitos del corazón. En este poema el ritornello que está dado por el título mismo que es reiterado con variantes a lo largo de todo el poema como una forma de recuperar a nivel rítmico y formal aquello que ha desaparecido en el plano de la realidad. El ritmo está constituido sobre la base de estas reiteraciones que no solo colaboran con la construcción técnica de los poemas sino sobre todo en la construcción de una emoción, frases que se colaboran con la construcción técnica de una emoción. Frases que se reiteran y se retoman para no ser olvidadas porque la poesía es una lucha denodada contra el olvido y contra la injusticia que supone la pérdida de lo querido. Esa es lucha y esa agonía es llevada a cabo a través de los recursos  de lo que la poesía dispone.

“Todos los elegíacos son unos canallas” dijo alguien consciente del desfase entre la lamentación, generalmente escrito en tono mayor y su pretendida honestidad, como la correspondencia entre el sentimiento real y su verbalización. Así puede creerse a priori en el status falsificador del poeta elegíaco. Al decir de Pezoa, un fingidor, que finge tan perfectamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente. Analogía implícita entre el oficio del poeta y el actor, que simula la emoción que no está experimentando pero que en el acto de la simulación adquiere tal verosimilitud y hondura que termina adquiriendo el status de una emoción genuinamente vivida.

Vamos a avanzar para no pasarnos de tiempo: Ritornello. La poesía es una tenaz lucha contra el olvido. La recursividad que la caracteriza, la recurrencia de figuras y procedimientos que tienden a hacer perdurable lo dicho parece imponerle al poema la voluntad del regreso, el imperativo de volver a decir lo mismo uno y otra vez para que no se olvide. El ritmo esa energía fundamental se basa precisamente en la recurrencia, es necesario que uno de los elementos del verso se repita a lo largo de la secuencia para que sea percibido como tal. Sin reiteración no hay retorno, no hay ritmo, esa voluntad de retorno o mejor aún, ese instinto de retorno que anima la sangre de todo poeta verdadero se halla presente curiosamente en la propia etimología  de la palabra verso. El poema como la vida se fundamenta en el regreso como en el recuerdo de algo perdido que el lenguaje sin saberlo intenta recuperar. ¿Qué es eso hacia lo cual el poema siempre regresa? No lo sé, nadie lo sabe, ningún poeta tiene ahí una idea clara, pero sí tiene conciencia de ese regreso.  De eso que llamamos voluntad de retorno o instinto de retorno que es el instinto de conservación de todo poema. La misma rima, por ejemplo, ese viejo artilugio sonoro que con el tiempo ha llegado a establecerse como una engañosa garantía de lo poético y que en la actualidad se halla en tanto descrédito tiene un fundamento nemotécnico. La rima se usa para que no se olvide lo dicho, para poder recordar con más docilidad. Es de esta manera un poderoso instrumento de la memoria del que el poema se sirve para lograr anclar la emoción fugaz en la memoria del lenguaje y la tradición para que no se olvide.

El ritornello, ese recurso técnico tan notablemente usado por Jorge Teillier y que consiste retomar un verso a lo largo de un poema a la manera de un estribillo como cuando ella y yo nos juntamos en la secreta casa de la noche o un desconocido silba en un bosque, permita  a la manera de la rima anclar una emoción en la memoria del lenguaje.  Nos obliga a volver una y otra vez sobre una misma idea, en un regreso nostálgico a un lugar que bien podría ser la edad de oro a la que hacía mención Jorge Teillier, ese emplazamiento mítico dichoso que se confunde con la infancia al que poeta siempre está volviendo para recuperar como pedía Rimbaud la llave del antiguo festín. Creo que eso es lo que ocurre en este primer libro de Tomás. Tan recursivo, tan memorioso, tan nostálgico, tan profundamente humano en su lucha denodada contra el olvido en todas sus formas.

Estas notables Primeras avenidas de Tomás Manuel Fábrega son a mi modo de ver una espléndida entrada en las instancias de la poesía chilena actual. Hay algo en su título que recuerda vagamente, por asociación paródica, las anchas alamedas del discurso de Allende, mucho más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor. Las primeras avenidas, algo así como la compensación de esas anchas alamedas que nunca se abrieron ni se abrirán dan cuenta tal vez de una desesperanza, de una frustración, de una decepción que este libro testimonia y expresa espléndidamente con justeza y bella retornidad. Una emoción que finalmente logra construir poesía, es decir, palabra cargada al máximo de sentido y de sentidos.

Celebro la aparición de este libro como celebro cualquier obra de la memoria que rescata un pasado que no es digno de olvidarse y lo rescata de una forma intransferible, como en toda buena poesía, una forma que es la única forma en que un contenido así podría encarnar o manifestarse cabalmente, sin traicionarse. Lo que me hace pensar a la poesía como un discurso regido por la necesidad. Uno puede distinguir sin gran dificultad una poesía nacida del lujo, de una poesía nacida del hambre. Los impostores saltan a la vista. Solo el hambre genera la buena poesía, la saciedad engendra la mala prosa, el lujo, la impostación y el esperceo fútil de los que creen que la perfección técnica basta para salvar un verso del infierno.

Estoy seguro que este libro cumplirá auspiciosamente el cometido de toda buena poesía. Lograr hacer de una emoción una experiencia perdurable. Al decir de Óscar Castro, para que no se olvide, para que nada ni nadie se olvide. Así sea.


 

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Presentación de Rafael Rubio al poemario "Las primeras avenidas" de Tomás Manuel Fábrega.
Ril Editores, 2022, 76 páginas