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  El 
océano trizado de Roger Santiváñez 
Por 
Jorge Polanco Salinas
Prólogo de "Amastris" de Róger 
Santiváñez. Altazor, Viña del Mar, abril 2007, 52 pp.
"Sí, 
mar, gran mar de delirios dotado"
Paul 
Valéry
"Con 
el mar estoy como solo, sin embargo"
Sebastián Salazar Bondy
Ociosamente, 
en múltiples ocasiones me he puesto a pensar en quién escogería 
si tuviera que elegir a un solo poeta que represente la lengua castellana, y defender 
su poesía ante escritores de otras latitudes. Al final siempre llego a 
la misma conclusión: César Vallejo. No creo que exista un poeta 
que reúna al mismo tiempo toda la desolación y maravilla de nuestro 
idioma como él. No creo que haya un paradigma más imponente del 
poeta en Latinoamérica. La poesía de Vallejo contiene diversos ramales 
de intensidad poética, y en todos ellos nos remece. Es más, "irónicamente 
-como  afirma el 
crítico Julio Ortega-, muchos poemas de Vallejo nos conmueven antes de 
que podamos entenderlos del todo, y no podemos estar seguros siempre de lo segundo. 
De allí también el carácter peculiar del hermetismo vallejiano"(1). 
Su riqueza transita por diferentes puestas en escena de la escritura: experimental, 
exuberante, cándida, descreída, comprometida, desolada, etc, pero 
sobre todo, intensamente escrita como la vida misma de Vallejo.
afirma el 
crítico Julio Ortega-, muchos poemas de Vallejo nos conmueven antes de 
que podamos entenderlos del todo, y no podemos estar seguros siempre de lo segundo. 
De allí también el carácter peculiar del hermetismo vallejiano"(1). 
Su riqueza transita por diferentes puestas en escena de la escritura: experimental, 
exuberante, cándida, descreída, comprometida, desolada, etc, pero 
sobre todo, intensamente escrita como la vida misma de Vallejo.
Sin embargo, 
para que un poeta de aquella talla pueda llegar a formarse un pueblo entero tiene 
que haber sufrido y cultivado inconscientemente la poesía. No es el único 
escritor peruano del que hemos obtenido poco a poco referencias (como siempre 
atrasadas): Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Sebastián Salazar 
Bondy, Javier Sologuren, Martín Adan, Américo Ferrari, José 
María Eguren, José María Arguedas, Carlos Germán Belli, 
entre muchos otros -incluso Mariategui en el plano del ensayo- sorprenden por 
la vigorosidad de su escritura. Pues la poesía peruana constituye una de 
las tradiciones más importantes del continente.
Por las noticias 
que históricamente nos han llegado, Perú es un país con una 
cultura rica en contradicciones, y aquello se muestra a través del lenguaje 
poético. Esta es quizás una de las virtudes proteicas de la poesía 
peruana, de acuerdo a lo que se alcanza a pispar entre los escasos libros o antologías 
que asoman en Chile. Sin duda, aquella es también una de las características 
de la poesía de Roger Santiváñez. En la selección 
que recorre treinta años de escritura, recogida en su libro Dolores 
Morales de Santiváñez (2), 
despliega una poesía que varía de registros y de lenguajes. Pasa 
por la experimentación verbal, la espacialidad de los poemas al modo de 
Pound, la prosa poética, la búsqueda de una escritura entrelazada 
con la vida, la utilización de expresiones coloquiales (algunas provenientes 
del lumpen) y, en los últimos textos, la mezcla del inglés. Todas 
estas indagaciones dan cuenta de una escritura que no se detiene en su búsqueda. 
No obstante, tal como en Vallejo y el poeta mexicano Juan Rulfo, en diversos momentos 
de la poesía de Santiváñez una soledad constitutiva como 
la de Comala refulge entre los poemas, agregándose además un cándido 
erotismo que a veces pareciera confundirse con la desolación. ¿Será 
casualidad de lectura o un aspecto que se reitera en la poesía peruana?(3)
Tal 
vez. Tal vez no. Tal vez la poesía chilena patentiza asimismo aquella desolación 
constitutiva, y sea uno de los rasgos que asimila cierta parte de nuestras tradiciones 
poéticas. No puedo dejar de relacionar, por ejemplo, la data del poema 
"Viaje hacia la noche" de César Moro: "Lima, la horrible, 
24 de julio o agosto de 1949", con el poema de Enrique Lihn: "Nunca 
salí del horroroso Chile". ¿No será que este cuestionamiento 
radical, esta relación de pertenencia y desarraigo, de amor-odio, en los 
poemas de Lihn y Moro, compone uno de los temples de autocrítica y sensación 
de intemperie tanto en chilenos como peruanos? Un poema de Santiváñez 
da cuenta de esta atmósfera, ubicándola igualmente como en "Piedra 
negra sobre una piedra blanca" de César Vallejo en París:
Rimbaud 
en Abisinia
En este cuento del amor
yo no sé si habré 
cantado
yo no sé si mi canción
será de amor o
soledad 
o frío de noche
por la noche
Oscuridad de Rimbaud
en Abisinia
sin 
ningún amigo en París
sin nada sin nadie
paria como tanto 
senderista
puro
solo
oscuro
duro
pasteleado
pastelero
refugio
rolling
stone
Aún
Vivo
Este 
poema espejea no sólo la soledad latinoamericana que persiste fuera de 
nuestros países, sino que además muestra ciertos aspectos que insisten 
en la poesía de Santiváñez. De algún modo, a pesar 
de la experimentación y los juegos fonéticos de su escritura (o 
justamente por eso), el poeta peruano establece una estrecha relación con 
circunstancias vitales y sociales. Este "paria" que declara: "Aún 
Vivo", seguramente ayudado por el oficio poético, no deja de lado 
la escritura política o, mejor dicho, social. Algunos textos contenidos 
en sus libros y plaquettes evidencian una rememoración de situaciones avizoradas 
primordialmente en los barrios de Lima y Piura. Por eso en muchos momentos la 
poesía de Santiváñez pareciera entreverada de vida. De ahí 
se explica que el fonetismo y la mixtura de expresiones idiomáticas vayan 
incorporándose en su poesía. El caso de Eucaristía 
es ejemplar: el libro yace convocado por un lenguaje germinal que atraviesa un 
peculiar gongorismo, unido a diversas locuciones latinas, peruanas, inglesas, 
y además a una musicalidad fonética que las sostienen.
En 
Eucaristía ya se insinuaba lo que iba a suceder en el actual libro. 
El acento de algunos poemas de Amastris está puesto en el inglés 
debido a razones vitales: el enfrentamiento cotidiano del autor con el idioma 
al haberse trasladado a Estados Unidos. Como poeta este fenómeno es crucial. 
Confrontar dos lenguas y mixturarlas es ocasionado por una experiencia del lenguaje 
novedosa. En otros escritores latinoamericanos también se observa como 
se está dando testimonio de dicho suceso. Piénsese, por ejemplo, 
en algunos poemas actuales de Luis Correa-Díaz, o en la misma perspectiva, 
en la traducción de El Quijote al spanglish. En cuanto fenómeno 
cultural y poético este proceso de intercambio lingüístico 
es interesante de seguir pesquisándolo.
Amastris sitúa su 
escritura en el país del Norte, sin abandonar la memoria del Perú. 
Filadelfia se aúna en el recuerdo con Piura, iniciando el recorrido del 
libro a través de unas delicadas y bellas prosas poéticas. "Nadie 
toca la canción –dice en un poema- sólo yo & la memoria"; 
una memoria que comienza de forma casi pictórica a orillas del río 
Cooper, y que después viaja hacia al río Piura. El título 
Amastris pareciera insinuar estos dibujos poéticos y paganos que 
se confabulan con el amor y el erotismo de ninfas bañándose 
"calatitas". Los primeros textos se mantienen en la orilla, pero al 
avanzar las letras se confunden con el río y el mar. La cita de Pound al 
comienzo de la segunda parte es primordial: allí se da inicio al oleaje 
de los versos, la espacialidad de los poemas cambian -como si las mismas palabras 
se sumergieran lentamente en el océano- y el ritmo se entrecorta en oleadas 
de sentidos onomatopéyicos.
Aun cuando la influencia de Pound es 
sugerida en la libertad de la página, se cristaliza principalmente en la 
mixtura de expresiones idiomáticas. El inglés ayuda a través 
de su musicalidad de onomatopeya al resonar alternado con el castellano. El mejor 
ejemplo es el poema de la venta de chicken tacos, mientras pasa una gaviota 
y el poeta pregunta por el vuelo incaico en el Atlántico Norte. Si además 
se tiene la fortuna de escuchar este texto leído por Santiváñez 
–como tuvimos la oportunidad el año 2006 en Viña del Mar-, estas 
diásporas de sonidos se oyen nítidamente, y alcanza a intuirse la 
manera cómo el poeta refina su oído para reunirlas en la escritura.
En 
aquellos poemas de Amastris entusiasma la aspereza hermética que 
crea el verso. El hermetismo surge ante la marea elaborada por el poema, que requiere 
de fracturas y aliteraciones. Las torsiones sufridas por la palabra crean rizos 
musicales, y no se puede dejar de recordar aquella tradición peruana que 
resquebraja el verso, tal como se lee, por ejemplo, en el excelso Vallejo de Trilce. 
Estos giros son los que provocan la sensación de un lenguaje que se inaugura 
a sí mismo, advirtiendo de refilón la crítica contenida en 
la contraportada de Eucaristía a la ilusión generada por 
la primacía del coloquialismo. Es decir, la idea de que los usos coloquiales 
tienen una relación directa con la realidad, olvidando que también 
es lenguaje y que, por ende, no puede escabullirse –parafraseando a Celan- de 
las rejas del habla. Lo que expresa esta crítica es el cuestionamiento 
al fundamento que ha sostenido a los defensores acérrimos del coloquialismo, 
en la supuesta preponderancia que tienen ciertos usos de la lengua por sobre otros. 
No se trata tampoco de eliminarlos –el mismo poeta ocupa usos coloquiales-, sino 
de ubicarlos en su lugar como una forma más de las expresiones posibles 
en poesía.
Las fracturas de ciertos poemas de Amastris son 
interesantes debido a que no pierden musicalidad. Esta eufonía proviene 
quizás del ritmo propio de "los mares del solitario sur" –como 
señala Santiváñez-, donde el "antiguo tema del poema 
(parece) una especie solitaria en extinción", pero en el que aún 
persiste "la brisa vespertina de la sierra / Porque somos de aire & de 
mareas". Es por ello que el poeta conjuga aquel reino de fracturas a través 
de un peculiar canto resquebrajado. Algunos dicen que es imposible leer a Vallejo 
sin haber escuchado el vals peruano, y yo diría que, en mi caso, me resulta 
difícil leer a Santiváñez sin atender a esa música 
de "olas (de) vidrios rotos".
Quisiera insistir, antes de terminar 
esta breve presentación, en la oportunidad que abre la publicación 
de este poemario. Los intercambios que pueden suscitarse con la edición 
de poetas peruanos resulta primordial, sobre todo al considerar la importancia 
que reviste su tradición. Y este libro de Roger Santiváñez 
demuestra la instancia de reconocimiento que se amplía al leerlos. Un aspecto, 
eso sí, me interesa volver a destacar a partir del actual texto, y es la 
mirada desamparada que conforma al Latinoamericano, más aún cuando 
se relaciona con el supuesto "Primer mundo", debido a que su desolación 
tiene que ver también con una soledad del lenguaje. De ahí que el 
lector puede hallar diferencias notables si compara la comodidad de la palabra 
que plasma el "espíritu" en el mar de Valéry, por ejemplo, 
con las oleadas de hebras de Santiváñez(4). 
Las fracturas de la versificación no son para nada triviales en los escritores 
latinoamericanos, si pensamos en las hondas repercusiones que han traído 
consigo las herencias idiomáticas. Por eso de este poeta que comienza en 
Amastris describiendo una especie de retrato, y que crea después 
una distancia lozana a través de su palabra bellamente hermética 
y resquebrajada, dan ganas de decir que triunfa precisamente porque su lengua 
se vuelve una herida.
. ......................... 
......... ................ .Verano, 2007
 

 
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  NOTAS
(1) Cf. "La hermenéutica vallejiana y el hablar materno" en Vallejo, 
  C. Obra poética, Allca / Universitaria, Madrid, 1997, p. 620.
  
  (2) Véase: Hipocampo editores, Lima, 2006.
  
  (3) Piénsese en el hablar materno de Vallejo que rescata Ortega, patentizado 
  por excelencia en los versos de Trilce XXVIII: "He almorzado solo 
  ahora, y no he tenido / madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua", 
  por ejemplo, junto con los versos de Sebastián Salazar Bondy: "En 
  todo aquello de que hablo hay temor (...) Madre escucha venir con sus coturnos 
  de acecho / al dios de la salud en su coche de mimbre (...) hay un vago temor 
  cuando algo se detiene o las cortinas/ danzan al lado mismo de las almas cercanas", 
  donde se siente esa desolación constitutiva que apela al cuidado de la 
  madre.
  
  (4) Véase el poema "El 
  cementerio marino" de Paul Valéry, y las opiniones que el autor francés 
  sostiene sobre el mismo texto: "La literatura no me interesa, pues, profundamente, 
  sino en la medida en que ejercita el espíritu en ciertas transformaciones: 
  aquellas en las que las propiedades excitantes del lenguaje juegan un papel decisivo(...). 
  La fuerza de doblegar el verbo común para fines imprevistos sin romper 
  las 'formas consagradas', la captura y el dominio de las cosas difíciles 
    de decir, y, sobre todo, la conducción simultánea de la sintaxis, 
      de la armonía y de las ideas (que es el problema de la poesía 
  más pura), son, para mí, los objetos supremos de nuestro arte". 
  Cf. Valéry, P. "Sobre el cementerio marino", en El poeta y 
    su trabajo, Universidad Autónoma de Puebla, 1980. Los destacados son 
  míos. 
 
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mas: Amastris en www.laciudadletrada.com