Entrevista a Róger Santiváñez 
        SONIDOS  INTERIORES
        Por  Teobaldo Pinzás
        Ex poeta maldito,  Róger Santiváñez se  avoca a la luminosidad del lenguaje desde el lenguaje
 
          mismo con Labranda
        
          - Hay una profunda diferencia entre tus poemas  primeros y los actuales contenidos en Labranda, tu último  poemario ¿Cuál ha sido tu evolución como poeta a  través del tiempo?
          - 
          Yo nací cuando  imperaba acá el conversacionalismo y el coloquialismo del  Parra de Poemas y Antipoemas. Eso provenía de la gran  contribución de poetas como Eliot o Pound, también  Apollinaire o  incluso Jules Laforgue. Pero el gran logro es “La  Canción de Amor de J. Alfred Prufrock” de Eliot. Había  en los sesentas y setentas una actitud relacionada con el pop-art que  buscaba restituir el arte a la cotidianidad, desacralizar el arte y  volverlo algo tan común como comer. Pound decía:  “poetry is speech”, eso era lo que estaba al alcance. Y en Perú  lo más inmediato era Cisneros y el grupo Hora Zero, que  llevaba las cosas al extremo del prosaísmo con una poesía  integral que buscaba expresar la ciudad en toda su complejidad. Y  también estaba Luis Hernández que, en su poema “Ezra  Pound: Cenizas y Cilicio”, por ejemplo, ingresa con sutileza un  fuerte coloquialismo. En realidad, es la oralidad lo que refresca la  poesía. Yo comienzo escribiendo en esa onda, era el tono que  imperaba en la poesía hispanoamericana.
incluso Jules Laforgue. Pero el gran logro es “La  Canción de Amor de J. Alfred Prufrock” de Eliot. Había  en los sesentas y setentas una actitud relacionada con el pop-art que  buscaba restituir el arte a la cotidianidad, desacralizar el arte y  volverlo algo tan común como comer. Pound decía:  “poetry is speech”, eso era lo que estaba al alcance. Y en Perú  lo más inmediato era Cisneros y el grupo Hora Zero, que  llevaba las cosas al extremo del prosaísmo con una poesía  integral que buscaba expresar la ciudad en toda su complejidad. Y  también estaba Luis Hernández que, en su poema “Ezra  Pound: Cenizas y Cilicio”, por ejemplo, ingresa con sutileza un  fuerte coloquialismo. En realidad, es la oralidad lo que refresca la  poesía. Yo comienzo escribiendo en esa onda, era el tono que  imperaba en la poesía hispanoamericana.
        - En tus primeros poemarios primaba, dentro de lo  conversacional y coloquial, el lenguaje lumpem...
          - 
          Yo estaba obsesionado en  los setentas y ochentas con captar el lenguaje de la gente callejera;  es como subirte a un micro e intentar escuchar la poesía que  puede haber en el discurso de la gente. Algunos dicen que hablar en  español es hablar en endecasílabos. La cosa es que me  dije: ¿dónde está lo más vivo de la  lengua callejera? Pues en el lumpen. Esto era en los tiempos del  movimiento Kloaka. Y así, caminando por las esquinas más  solitarias de Lima, quedé fascinado con esa vitalidad, esa  onda tan creativa. Yo dije: aquí el lenguaje está vivo.  Eso está muy bien expresado en Symbol, un poemario que,  además, está lleno de asociaciones intertextuales. Con  los de Hora Zero yo conozco la calle y ya sigo mi camino con Kloaka.
        - Uno de esos  referentes intertextuales recurrentes en tu poesía es Luis  Hernández. Incluso en Labranda, un verso tuyo habla de  “...la playa inexistente...”, una irrefutable referencia a la  obra hernandiana. ¿De qué manera gravitó él  sobre tu poesía?
          - Yo le tengo mucho  cariño. Yo tuve la suerte de conocerlo y fue magnífico,  me lo presentó Lucho La Hoz y era un pata con un aura muy  luminosa. Tenía una carga humana muy fuerte, era un pata que  estaba en otra, en la vida de la poesía. Luis La Hoz tenía  un montón de cuadernos de Hernández, y con él  fundamos Auki y le hicimos el primer homenaje de todos los que  se le han hecho. Mirko Lauer dijo algo muy bonito y muy cierto en un  poema: a Lucho Hernández, que está por encima de  nosotros.
        - Y después de esta etapa dominada por el  coloquialismo y el conversacionalismo, ¿hacia dónde  gira tu poesía?
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          Cuando estaba  investigando el mundo lumpen para Symbol llegó a tal  extremo el escarbar y excavar en el coloquialismo que me quedé  solo con la pura luminosidad de la palabra, la palabra desprendida de  todo, eso ya se puede ver en Eucaristía. Ya no haces  poesía con un tema, sino con sonidos: escucho primero un  sonido interior y eso me lleva a otro sonido. La semántica, el  sentido, nace del sonido, porque ese sonido ilumina en mí un  recuerdo, un tema, una memoria. El sentido lo voy encontrando  envuelto en la música. El secreto de la música y el  neobarroco es justamente eso: decir las cosas sin nombrarlas, desde  el contorno. Mallarmé decía algo así.
        - La palabra en Labranda, siguiendo esa tendencia, es un poco una palabra que  se cierra sobre sí misma.
          - Sí, en cierto  sentido. Es un lenguaje que llama la atención sobre sí  mismo. Tengo la esperanza de que estos poemas sean disfrutables desde  su sonoridad, desde su música como desde su tema.
        - Y este poemario está construido en torno a  las estaciones del año.
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          Sí, sí,  cuando escribía esto me di cuenta por primera vez en mi vida  de que los poemas los podía agrupar, porque algunos de ellos  tienen cierta similitud, cierto color que los acerca. Es más  que solo un grupo de poemas que hablan más o menos de lo  mismo.
        - ¿De donde nace la coherencia de esta nueva  obra?
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          Del lenguaje mismo, de  ahí surge la coherencia.
        - ¿Y Labranda como título?
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          Hay un templo a Zeus en  ese sitio, es un lugar. Pero más que nada me gustó el  sonido. Es como el sitio donde habita la poesía, esa “playa   inexistente” de la que estábamos hablando.
        
            POETA CUESTIONADOR
        - El poeta César Ángeles opina en un  ensayo que tú escribes una poesía netamente  individualista.
          - 
          Sí. Es que la  poesía es el acto más individual tal vez, porque se  trata de visiones y emociones  personales, es la construcción  de un lenguaje personal.
personales, es la construcción  de un lenguaje personal.
        - Tú dijiste en Ser  poeta en el Perú: un testimonio, que “un poeta en  Perú es alguien raro, distinto, marginal, cuestionador, casi  un peligro para las tranquilas y acomodadas conciencias” ¿Sigues  pensando igual?
          - 
          El poeta sigue siendo un  cuestionador, en el lenguaje mismo está lo subversivo. Antes  era más político el cuestionamiento, influenciado por  Marx, como toda mi generación. Ahora soy subversivo en el  lenguaje, en la dificultad que se le genera al lector.
        - En cuanto al ideal no de escribir, sino de vivir  poesía, ¿Aún lo mantienes?
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          Me queda, es decir,  conservo el ideal del poeta entregado a la poesía. Ya no es lo  del poeta marginal, maldito. Por eso yo me fui a Estados Unidos, como  un acto de sobrevivencia. Acá en Lima el próximo paso  era el cementerio. Allá volví a la vida académica,  la del inicio, la que tuve al comienzo en San Marcos. Entonces sigo  con el propósito de entregar la vida a la poesía, a la  creación. Porque todos mis excesos, la bohemia, yo los tuve,  los probé, pero por la poesía, siempre por la poesía.
        - Y la poesía, ¿sigue siendo un refugio?
          - 
          Definitivamente, porque  yo llevo ahora una vida muy apacible en Estados Unidos: de la  universidad a mi casa y viceversa. Y es difícil, yo te digo,  para nosotros los latinos vivir allá, nosotros que somos tan  festivos y allá vives enfrentado a una cultura del trabajo. La  poesía es, entonces, el espacio de la libertad, de la  liberación, el refugio que permite sobrevivir en un medio tan  mecanizado como el americano. Si voy a vivir allá tengo que  adaptarme...así es la vida.