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BREVE
VIAJE FELIZ A LA POESIA CHILENA HOY / Crónica a vuelo de pájaro
Por
Róger Santiváñez
Cuando
llegué a Santiago de Chile la noche lluviosa del 5 de julio de este año
jamás imaginé que mi estadía de 17 días iba a ser
una de las experiencias más hermosas y estimulantes de mi vida. En efecto,
ni bien caminé -al día siguiente- por el Paseo Ahumada en busca
de la silueteada sombra del gran Enrique Lihn (académico motivo de mi viaje)
contacté con el joven poeta Felipe Ruiz Valencia, quien me invitó
a un recital de noveles creadores en que él participaría. Apenas
llegué al local de la Sociedad de Escritores de Chile - SECH (aquí
un agradecimiento a su actual Presidente Reynaldo Lacámara, magnífico
anfitrión) fui presentado al organizador de los recitales el poeta Víctor
Hugo Díaz -Premio Pablo Neruda- y no casualmente autor de estos versos:
Los extraños que conocemos / son cada vez más jóvenes
. Y con los jóvenes
precisamente me voy a Bellavista, al "Sabor a Mí" a otro recital
de nueva poesía. En ese instante comprendo la riquísima dinámica
de la actual poesía chilena. En la SECH escucho los poemas del galardonado
Cobijo de Ruiz Valencia y otros inéditos suyos más salvajes.
Le reclamo Fosa Común interesantísima y radical propuesta
de la que yo tengo noticia y Ruiz me asegura que muy pronto explosiona ese dispositivo.
Me gusta así mismo el vitalismo y el desborde propios del lenguaje de Rodrigo
Gómez y su aún inédito Grasa. En el "Sabor a
Mí" Pablo Paredes lee unos poemas ambientados en Lima, fuertes, gloriosos,
y demuestra porqué ha escrito: Mamá cuando grande quiero ser
doctor / y no sanar a nadie. Minutos después ya estoy sentado en la
vereda del frecuentado bar de esta mancha en cierto modo liderada por Héctor
Hernández Montecinos, con su carisma, talento e ingenio a prueba de balas.
El me entrega un ejemplar de Putamadre y a mí me parece genial,
desde el título. Y su increíble y radical despliegue verbal es sencillamente
una bomba atómica. Para muestra un botón: Yo soy un hombre que
ha perdido algo desde que encontré en la vagina fálica de mi madre
al primero que hizo daño y quise matar al que no pudo verme llamando al
niño que no fui. Pensé en Eielson ya de madrugada cuando a pesar
de la lluvia rematábamos la infinita noche en cualquier bar con Felipe,
Rodrigo, Héctor y su inseparable Galo. Otros novísimos dignos de
mención son Víctor López, Diego Ramírez y Paula Ilabaca.
Y en especial Oscar Saavedra y su inédito y alucinante dOPING hISTORICO
así como el talento en ciernes de Daniela Johannes. Pero para mí
la estrella de esa nocturnidad había sido Elizabeth Neira -llena de gracia-
y su desafiante y atrevido libro Abyecta donde pueden leerse desenfadados
y pulcros versos como éstos: Salí a la calle con una gota de
esperma colgando como una perla en la / esquina de mi sonrisa / no quise negarle
al sol el brillo lechoso de tu regalo por la mañana.
Y así,
ya era otro día en Santiago en cuya Biblioteca Nacional gracias a la mediación
de Pedro Lastra y Jorge Polanco me esperaba Daniel Fuenzalida -recopilador del
reciente y excelente libro de entrevistas a Enrique Lihn- para mostrarme toda
la información pertinente sobre el genio de La Pieza Oscura. Pedro
Lastra me entrega su última antología poética de donde con
placer transcribo "Leve canción" poema que da título al
libro: Mientras espero tu llegada / las aves sobrevuelan el jardín silencioso:
/ ellas también te esperan, / con sus alas dibujan tu figura / y te veo
venir por un claro del bosque / junto al agua real / encantada por pájaros
más veloces que el sueño. Cuando llega la noche me encuentro
con el gran poeta de Chile Raúl Zurita, con quien ceno en Providencia.
Recibo de sus manos Los países muertos que acaba de salir. Una muchacha
lo reconoce y le pide un autógrafo. Ya en la soledad de mi cuarto en el
hotel Londres veo que el volumen recoge el Canto a su amor desaparecido
de 1984 y recuerdo la fotocopia que me prestó el poeta Rafael Dávila-Franco
en el violento Perú de aquellos años. Avanzo unas páginas
más y leo -del poema "El nuevo estrecho"- en voz alta: Devolviéndose
el aire ... a las llanuras que las rompientes / tiraban
contra el horizonte cuando se abrió el nuevo / estrecho y era el tajo del
Pacífico abriéndose en el cielo / Levitarán los países
sobre el cielo y los ojos se nos / romperán mirándolos decimos nosotros
avanzando por / el nuevo paso del mar ... todavía
pegados ... amaneciendo. Pienso: el punche de
Zurita sigue intacto.
Una llamada telefónica me despierta al día
siguiente (no necesariamente de esta noche citada) y es el poeta Andrés
Ajens. Con él uno ingresa a un otro universo. El de la insólita
epifanía de la palabra. Ajens es uno de los autores más interesantes
en el Chile de hoy. Su poesía no sólo presenta una avanzada propuesta
experimental en el lenguaje sino la raíz étnica de un sonido por
venir. Leamos como un aperitivo estos versos entresacados de su libro Más
íntimas mistura: capitanías, ínsulas grafotrópicas,
amazónicas vías. / …/ desmedusan la dicción de las musas./
brújulas gustativas, insumisas/…/ palmas grafológicas (estrógicas).
Poco después de mi estancia chilena Ajens viajaría a La Paz (Bolivia)
a presentar Mar con Soroche una nueva revista creada bajo los presupuestos
de renovación aquí mencionados. En una búsqueda en cierto
sentido similar (por la experimentación verbal y el trabajo con el espacio)
-aunque por supuesto muy personal- estaría Felipe Cussen, de quien obtengo
un muy interesante DVD y unos materiales inéditos. De Enciclopedia práctica
en su sección Definiciones tomo en esta ocasión clepsidra:
una particular especie de camaleón, que no cambia de colores, sino que
los incluye a todos, dispuestos en franjas a lo largo de su cuerpo, como si lo
hubieran pintado. O crisma: hostia consagrada en viernes santo.
En mi encuentro con Felipe Cussen en la Universidad Diego Portales conozco a Rodrigo
Rojas, el autor de Grand Central compuesto a partir de su experiencia vital
en Nueva York (y su famosísimo metro), editado por el Foro de Escritores
y acompañado por un CD que contiene 7 solos para cello, versión
musical cuasi-dada del poema por JI Fernández e interpretados por Jan Filip
Tupa. En la Universidad escucho a los novísmos miembros del Taller de Poesía
presentados por Raúl Zurita y es sinceramente sorprendente el nivel de
estos muchachos, entre los cuales menciono aquí al sagaz Guido Arroyo.
Al día siguiente asisto invitado por Felipe Ruiz y Felipe Cussen a la reunión
vespertina del Foro de Escritores en el simpático bar Rapa Nui de
Providencia. Una veintena de jóvenes congregados espontáneamente
por una sola pasión: la poesía. Martín Gubbins presenta a
quienes van a leer. Me impresiona el trabajo visual de Andrés Anwandter
y la voz poética de Kurt Folch; con ellos y David Bustos me reúno
-otro día- en casa de Martín. Y allí me espera una grata
sorpresa: la presencia de Carlos Cociña cuyo Aguas servidas hubo
de llamar mi atención cuando me enteré de su existencia a principios
de los 80. Otro motivo más para decir salud. Y un instante antes por Peces
de colores de David Bustos y el Álbum de Martín Gubbins,
ambos libros signados por el talento de dos poetas jóvenes en pleno despegue.
La
noche cae sobre el cielo de Santiago y sus íntimas calles de "Café
con Piernas" mientras me dirijo a "Metales Pesados" la librería
del poeta Sergio Parra. Elegante como él solo, el autor de La manoseada
despliega su buen talante mientras departimos junto al muy bien surtido estante
de poesía. Me llevo -como un tesoro- Mandar al diablo al infierno,
su libro recopilatorio y por las calles de Santiago disfruto el contagiante ritmo
de sus versos y de súbito me encuentro con esta increíble y sugerente
línea: pero escribir en general es esconder. Pegado en ella atravieso
raudo el Paseo Ahumada al filo de la medianoche, recordando que el día
siguiente almorzaré con el poeta Andrés Morales, a quien conocí
el 2002 en un encuentro en Hofstra (New York). "Vive como un príncipe"
me había dicho Miguel Angel Zapata y en efecto un lindo y bien dispuesto
apartamento alberga al creador de Memoria muerta, Réquiem
y Demonio de la nada de cuyas páginas copio el hermoso Beso que
reza: Tu boca una bandada de gaviotas / que trae a mí el mar con su
sonido / y nubes que aparecen y cielos que se abren / o una fiel tormenta de rayos
en mi boca.
Con este sabor de la buena poesía parto para Viña
del Mar donde me espera el poeta (y especialista en Lihn) Jorge Polanco para una
lectura y conversación con los poetas de allí y de Valparaíso:
Luis Correa-Díaz (a quien por fin veo luego de nuestra correspondencia
Georgia-Collingswood), Ismael Gavilán, Alejandro Cerda, Sergio Muñoz,
Ricardo Loebell y su editor Patricio González de Altazor. Mención
aparte merece el poeta Juan Cameron, a quien yo conocía por unos textos
de Cámara oscura aparecidos en la prestigiosa revista Hueso Húmero
de Lima en los tempranos 80. Ahora tengo en mis manos su recopilación del
2000 Jugar con la palabra y confirmo la calidad de su poesía mientras
contemplo -desde arriba- el mar azul de Chile y a un costado la casa de Neruda,
a la que ya no tuve tiempo de entrar, pero sí a La Chascona de Santiago,
guiado por la conocedora palabra del joven poeta Cristián Aedo. Muy de
mañana el entrañable Juan Cameron me embarca de vuelta a Santiago,
de donde debo partir ese mismo día hacia Lima, la esponja. Pero no puedo
terminar esta crónica a vuelo de pájaro, sin mencionar al poeta
Eduardo Llanos Melussa y su excelente Antología Presunta, el domingo
que me pasé con él entre los libreros de viejo de Ahumada y -por
supuesto- recordando a Enrique Lihn.
Y es para mí el momento de
volver. Es difícil salir de un mundo en el que uno se ha sentido en
su salsa como diría CG Belli. En el avión recuerdo al brillante
Matías Ayala. poeta y editor de Una nota estridente, reciente y
nueva entrega poética de Enrique Lihn que tengo entre las manos. Recuerdo
también la cordillera -ahí nomás- dándole su blanca
e impoluta belleza al cielo de Santiago. Recuerdo ahora el friesito de sus calles
y las hermosas muchachas con sus altos abrigos cortando el aire. Y no olvido la
mística atmósfera de mi barrio, el gótico Paris-Londres,
en cuyas empedradas arterias se me quedó un trozo del corazón.
[Collingswood,
New Jersey, 9 de setiembre de 2006]