He leído y releído “Acedia” de Benjamin Castro Espinoza, Editorial Signo, y no he dejado de sorprenderme ante el logrado método de su composición, concluyendo que un texto de tamaña plenitud formal no siempre se consigue inicialmente. Los temas que asedian las cuatro partes de “Acedia” parecen ser la prolongación de ciertas constantes temáticas ya abordadas por poetas como Armando Uribe y Eduardo Anguita, a saber: la muerte, la finitud, la caducidad, las limitaciones, las inautenticidades. Si bien hay un paralelismo temático con estos poetas, hay aquí en esta primera obra un muy marcada intenciòn de sobreabundar en la angustia y el aburrimiento que nivelan a todas las cosas y a todos los hombres. El poeta Benjamin Castro Espinoza acusa y recusa toda perfecta ecuación entre el sujeto viviente y los objetos vividos. Partiendo de que el hombre es una fracasada recapitulación de la naturaleza, el hablante lírico encara las insatisfacciones vitales arrojándose en la perspectiva aterradora, (para la mayoría), de la disolución, y el aprehendiendo el efecto disolvente del olvido El poeta va a encarar diversas depresiones espirituales, rebelándose contra todo tipo de omnitud, de mundanismo, y contra toda exigencia objetiva de la vida. Hay una lúcida amargura y un agotamiento espontáneo que recorren estas páginas, hay la búsqueda de remotas analogías para enaltecer el silencio o más bien su concreción material y simbólica en la figura del monasterio. Por quién, y para quién es la vida, pareciera preguntarse el poeta en una serie de poemas, sometidos en su mayoría a una máxima síntesis, y elaborados con un rigor extremo. Son textos que nacen a partir de una intuición potencial, con mínimos desarrollos que sortean con gran destreza en algunos de ellos, los peligros del desenlace circular, es decir frente al peligro de la forma circular, no hay un manejo mecánico, al contrario, los desenlaces circulares se libran de ser abruptos, cualidad que hay que destacar. Incidentes interiores y exteriores nutren esta escritura. No hay más fundamento que el olvido y la muerte, en tanto el olvido aquí es expuesto como limitación cuantitativa de la vida misma. El poeta no busca vencer la finitud, ni compensar la vaciedad del sentido, menos oponerse a ese tiempo destructor, ni tampoco alcanzar una epifanía que lo absuelva de las convenciones de la temporalidad lineal, se sabe desde antes inmerso en lo baldío, y en una materia que en términos Agustinianos es negativa en oposición al espíritu, llegando el poeta a rozar los extremos de un dualismo interior. De allí deviene cierto ascetismo, o ética extremista, que está muy presente en varios textos. La vida en su frágil mecanismo vive de espaldas a la vida misma, a su nadidad, a su primer origen y a su último fin, como la muerte que está de espaldas a quien escribe sobre ella. Habíamos afirmado sobre el castigo formal de estos textos, lo cual celebramos porque exponen escuetamente el mundo doliente y baldío del autor, existir es estar sosteniéndose sobre la nada, el ser es para no ser, angustia y no dolor. La nada tiene la última palabra, no hay garantías de sentido parece decirnos el poeta Bejamin Castro Espinoza, en “Acedia”, un texto urgente cuya lectura y relectura es crucial en una época como esta, donde se disimula el absurdo, y se camufla la angustia.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Presentación de "Acedia" de Benjamín Castro Espinoza.
Por Rodrigo Verdugo Pizarro