El opinólogo
de los Cantares
Por Guillermo
Valenzuela
Enero de 2005
En el artículo Poetas, cantares, pitutos... publicado
en el número anterior de Rocinante, el profesor Fabio Salas,
hace afirmaciones que por su naturaleza dañina e inexacta,
lo inscriben en esta rama del cahuín que ahora se estrena en
literatura, conocida en la farándula como opinología.
Respecto a mi persona: "Mal hace Zurita en mencionar como referentes
de los 80 a V.H. Díaz, Malú Urriola y G. Valenzuela
(el que habla) como valores que establecen una solución de
continuidad frente a los novísimos. Falso, porque autores como
los citados, a excepción de Urriola, no fueron los mejores
ni son representativos, ya que constituyen caras visibles de una escena
tejida entre compadrazgos y camarillas literarias y que ha dejado
mañosamente afuera a muchos de los citados arriba (Se refiere
a Felipe Moya, Hernán Meschi, Egor Mardones, Jordi Lloret,
Tatiana Cumsille, Gonzalo Muñoz, Horacio Eloy, Montes de Oca,
Polhammer, Natacha Valdés, entre otros) por el simple hecho
de no alinearse con mafia institucional alguna". Lo del referente
me da lo mismo. Pero me desayuno al enterarme que pertenezco a una
mafia institucional, porque todavía no veo un peso. Hay que
ser caradura para tirar acusaciones sin ningún argumento que
las avale, y muy poca cosa para escudar esa inconsistencia en la impunidad
que ofrece la feroz estupidez de la provincia. Se necesita una vida
a lo menos para cumplir el cometido que me endosa el opinólogo
Salas, y sólo se puede lograr cargando un saco de odio atemporal,
como él mismo lo lleva en las espaldas. No hay razones aquí,
hay las descalificaciones de un hombre que quedó dramáticamente
botado en la dictadura, tratando de mafiosa a cualquier persona que
tenga un trabajo remunerado, o que haya obtenido algún reconocimiento
con su esfuerzo poético. Es una pena, pero un resentido sin
imaginación, sólo produce veneno del malo. Claro, él
no conoce apremios, pues vive en la misma rama del árbol que
lo vio nacer. Pero voy a dejar pasar la agresión con viento
fresco, para ir a la inconsistencia del artículo. ¿Sabe
el lector que entre el citado Felipe Moya, Gonzalo Muñoz y
Natacha Valdés, hay a lo menos tres generaciones, siendo absolutamente
caritativo con el rango etáreo de la señora Valdés,
y considerando las dispares tendencias estéticas que estos
autores representan en función de la antología en cuestión?
¿De qué solución de continuidad entonces habla
el opinólogo Salas, si es que existe solución de continuidad
en poesía? No hay luces aquí del rigor que debiera tener
un académico para saber como se estructura una generación
literaria y sus posibles referentes. Yo desafío a este opinólogo
de la literatura, a que él mismo haga una antología
con los nombres que le penan. A ver si se atreve, que se ponga en
el forro de un antologador si tiene cojones para demostrar lo contrario,
y no mantenga esa sospechosa alianza crítica alineándose
con la Revista de Libros para después disparar tomándole
la razón, aunque sea con desgano como él dice, a críticos
delicadamente reprimidos. No queda claro tampoco quienes son los apitutados
del libro ¿se trata de todos los jóvenes seleccionados
por Zurita? Y de ser así, lo que no tiene ninguna relevancia
literaria ¿puede probar tamaña tontera? ¿Verdad
que nada de esto tiene sentido y sólo es la crítica
diferida de un sherif sin estrella? Otra cosa, qué académico
serio puede advertir a los jóvenes creadores a cerca de lo
pernicioso que es Fuget. Por favor, eso ya lo hizo el cura Valente
hace rato, y sólo puede ser tema para un pasota que tiene mucho
tiempo libre. Salas fue el peor poeta de su generación, a lo
menos su escasa calidad literaria fue criticada en el primer taller
Neruda de manera inapelable. Por lo tanto, no me cabe duda, y sin
haber leído la antología, que cualquiera de esos chicos
lo supera con creces, por lo que, siguiendo los consejos de Pound,
sus palabras son totalmente desatendibles, pues no tiene autoridad
crítica ni creativa sobre estos Cantares. Filo con el cahuín
y la tontera, filo con Salas.
Guillermo Valenzuela