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EL ESPEJO DEL FIN

Presentación de Rumbo a Corfú de Hernán Miranda

Raúl Zurita

 

Ya es hora que Hernán Miranda ocupe el lugar de honor que se merece en la poesía chilena y en la poesía escrita en castellano. Es lo que queda meridianamente claro al leer la selección de su poesía publicada en agosto de este año por Mago editores con el título de Rumbo a Corfú. El pequeño formato que caracteriza la remarcable colección de poesía que viene entregando este sello, no hace sino hacer más evidente aún la inmensidad de este libro. Perteneciente a una generación de poetas brillantes: Omar Lara, Gonzalo Millán, Oscar Hahn, que optaron por el lenguaje directo y la supremacía de la imagen en su instaneidad y concentración por sobre la lentitud y dispersión de la metáfora, la poesía de Hernán Miranda sobresale como una de las muestras más altas de precisión, de exactitud, de nitidez y, al mismo tiempo, de profundidad y delirio. Baste como ejemplo del uso proverbial de la imagen, esta joya de su poema "Insectario":

Yo gustaba de recorrer todo su cuerpo
centímetro a centímetro
como un escarabajo por las habitaciones en tinieblas.

Al releer ahora poemas tan extraordinarios como "A nadie daré una droga mortal", "Doralisa se lanzó bajo el tren de las 14", "Nuestro país", pero este último necesito citárselos de inmediato, y precisamente por la nitidez pasmosa de las imágenes:

Desde altamar no es más que una línea
De cumbres nevadas emergiendo de las aguas.
Lo que se ubica bajo las cumbres
Esa franja invisible al pie de las montañas
Es este país que tanto dio y dará que hablar.
Si alguna vez naufraga
Verán elevarse esas cumbres nevadas
Y después irse a pique con la bandera al tope.
En el momento de hundirse bajo el agua
Seguro que escucharán a algún gracioso
Haciendo chistes de doble sentido
Aferrado a la Cordillera de los Andes.

Esa visión de Chile: Desde altamar no es más que una línea/ De cumbres nevadas emergiendo de las aguas es simplemente soberbia, en dos frases tenemos a visión inédita y a la vez exacta, que hace que después resulte casi imposible mirar algo sin tener la sensación de que lo estamos haciendo desde el mar. En nuestra poesía, sólo un poeta de la talla de José Ángel Cuevas ha alcanzado una potencia análoga.

Resulta así una experiencia verdaderamente alucinante volver a leer poemas como "En el tiempo de Walt Whitman", "Hay una mancha de sangre en la casa", "Todo encaja con todo armoniosamente" (uno de los poemas más bellos de la poesía chilena de los últimos 50 años), "El viento prefiere los espacios abiertos", "Sueño", en rigor debería leer el índice completo, cada uno de los cuales no sólo mantienen su vigencia y calidad, sino que el tiempo no ha hecho otra cosa que acrecentárselas. Tomemos por ejemplo este "Ahora, hermano, puedo leerte tus derechos", que es a mi juicio junto con "Sólo la muerte" de Neruda el mejor poema sobre la muerte escrito en Chile:

Tienes derecho a mirar a un solo punto fijo
Y apoyar, si quieres, las manos sobre el pecho
(También puedes cerrar los ojos y simular que estás durmiendo)

Tienes derecho a no devolver el saludo
Tienes derecho a faltar a todas las citas
Tienes derecho a no contestar el teléfono
Tienes derecho a dejar un espacio vacío
....... Como habitaciones de una casa recién desocupada
....... Como árbol cortado en medio del bosque
....... Como un muro que acaban de echar abajo
Tienes derecho a dejar que tu rostro tome color a muerto
Tienes derecho a convivir con los insectos
Tienes derecho a oler a tierra de jardín

Nada de lo que digas
de aquí para adelante
podrá ser usado en tu contra.

Las comparaciones resultan odiosas pero a veces sirven para aclarar: en lo que entendemos por poesía chilena, únicamente Neruda y Parra, entre tantos adictos a la poetería de la muerte, han alcanzado el hondor, la tumefacción, la gravedad, de estos derechos de Hernán Miranda.

Se trata entonces de poesía con P mayúscula, de poesía mayor, y es sencillamente sobrecogedora la vastedad de lo que emerge de cada uno de estos poemas, las dimensiones que tocan. Pero esas dimensiones emergen en su plenitud porque Hernán Miranda lleva al extremo una forma y un lenguaje rebuscadamente poco estridente, optando por una contención máxima, en el extremo opuesto de Vicente Huidobro (y de los poetas neobarrocos), por la prescindencia de todo alarde, de todo exhibicionismo u ostentación verbal. Esa parquedad formal emerge entonces como un verdadero prodigio técnico porque hace que se vea de inmediato, casi por contraste, la dimensión de las coordenadas en que se mueven estos poemas. En su cotidianeidad, por decirlo de alguna manera, en su transparencia, hacen emerger un mundo tanto o más delirante, enloquecido y rompedor que los mundos de Huidobro por seguir con el ejemplo. Ese es el desquiciante golpe al plexo solar que provocan los poemas de Miranda. A través de lo común, de la anécdota, de cosas en apariencia despojadas de un particular esplendor, irrumpen los escenarios más oscuros, luminosos, arrasados y conmovidos de lo que podemos todavía llamar la condición humana.

Es lo que se ve en el poema que le da título al libro: "Rumbo a Corfú". Este poema es el relato de un viaje y representa posiblemente el momento más alto de la poesía de Hernán Miranda y de cualquier poesía. En su número 3 nos dice:

¿Qué relación existe entre los amores y los viajes?
¿Todo amante es un viajero en búsqueda
de su destino?
¿Qué desorden en la configuración del todo
hace que alguien se aventure más allá
de aquello que conoce y le es familiar?
¿Es que el viaje es un sueño
imposible de modificar?
¿Qué relación existe entonces
entre el viaje y el sueño?
¿El viaje es un sueño?
¿El sueño es un viaje?
¿El viaje es pasado?
¿El viaje es lo que está por ocurrir?

El viaje es lo que ya ocurrió
Lo que se olvidará.

El viaje es olvido.
La muerte es olvido.
Todos los viajes son un mismo viaje.
Todos los difuntos tienen un mismo rostro.
Todos los muertos son un mismo muerto.

Con este poema la poesía de Hernán Miranda entra en diálogo con 2800 años, por cierto con la Odisea y sus correlatos modernos: The Four Quartets de T.S.Eliot, con el Itaca de Kavafis, con Seferis, con Ritzos, con Katzanzakis, y con toda aquella literatura que ha identificado la escritura con el periplo de la odisea humana en general. "Rumbo a Corfú" amplia el horizonte de la poesía latinoamericana y nos hace a todos partes de una herencia triplemente milenaria que requería en nuestra lengua de más poetas que volvieran a hacérnosla presente. A partir de hoy este poema entrar a formar parte de nuestros sueños y de nuestros desvelos. Su existencia nos pone al frente un horizonte más ancho y generoso que aquel que poseíamos hasta antes de haberlo leído. Es también un poema de la soledad porque irremediablemente habremos de ver sólo nuestra imagen reflejada en el espejo:

"Desembarca.
No prosigas ese absurdo viaje"
me dirá insinuante una extraña mujer
con ojos de sirena
y en su mano un espejo
vuelto hacia mí.

Es el final de este poema y de este libro. Es muy probable también que esa imagen sea el final de nuestras vidas.


 

 

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El espejo del fin.
Presentación de "Rumbo a Corfú" de Hernán Miranda.
Raúl Zurita