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RAÚL ZURITA: ¿A LAS PUERTAS DE LA ESQUIZOPÓIESIS? (1)

Por WALDO ROJAS




Los eruditos en cuestiones teológico-históricas nos enseñan que hasta antes del siglo XIII la geografía del más allá no conoció sino dos lugares: el Cielo y el Infierno. Lugar de redención por el sufrimiento, la naturaleza eterna o simplemente transitoria de este último, no fue siempre una certeza para todos. Para Orígenes, por ejemplo, el infierno no podía ser otra cosa que -y nada menos que- una suerte de antesala de sufrimientos redentores abierta a término hacia el cielo, único locus aeternus. No bastó más a la Europa cristiana medieval para infligir el estigma de hereje al neoplatónico padre de la iglesia ortodoxa griega. Pero en esta bipartición del más allá, ni una palabra que dejase entrever los contornos de un cualquiera sitio medianero. San Pablo había imaginado ya la potencia purgadora del fuego, atributo indispensable del ámbito infernal; pero el verdadero fundador del purgatorio fue sin duda San Agustín, al distinguir el fuego purgador del fuego infernal.

El descubrimiento de este tercer lugar, con todas sus consecuencias teológicas, se acompañó muy poco más tarde de la nominación substantiva del mismo como Purgatorio, suplantando la función de epíteto en las designaciones de "fuego purgatorio" o "penas purgatorias". La suerte ulterior de ambas, palabra y cosa, es ya más conocida. Los títulos de nobleza de nuestro Purgatorio le fueron conferidos por los maestros seculares de la escuela catedral de Nôtre-Dame de París. La Divina Comedia del Dante agregó los pergaminos literarios. Desde entonces, de deslizamiento semántico en desliz político, desde la copiosa imaginería renacentista hasta Rodin, el Purgatorio devino lo que es hoy día: un término minusculado, uso y abuso de lenguaje, en su acepción banal; y en su sentido teológico, una suerte de dependencia forense en la que se alegan circunstancias atenuantes.

La literatura se prodiga a menudo en cielos, paraísos y purgatorios de variado simbolismo. Enigmático quizá, ya que de ningún modo improcedente, el título de este primer libro poético (2) de Raúl Zurita rubrica algo más que una vaga mención culterana o un artificio simbólico. Pero fuera de los ecos literarios fáciles y de su primer texto, en el sentido de la manipulación tradicional de un libro, suerte de poema visual intitulado justamente "En medio del camino", cabe preguntarse por el sentido del juego alusivo que un tal título implica: ¿Purgatorio de qué Infierno?. ¿O de qué Paraíso?. ¿Alusión a cierto 'sufrimiento redentor', y éste -valga el juego de palabras- propuesto como paraíso artificial?. Como muy frecuentemente en los poemarios, el título abre una especie de zona de connotación que colora todo sin denotar nada. En el resto de los textos y series de textos, sin embargo, esta coloración pierde su opacidad: "Domingo en la mañana", "Desiertos", "El Desierto de Atacama", "Áreas verdes", etc., conforman unidades y admiten entre ellas algunas conexiones mutuamente referenciales. El último texto, que cierra literalmente el libro, extiende en el tríptico Infierno, Purgatorio, Paradiso, tres breves frases o versos aislados, inscritos sobre una hoja de electroencefalograma. No es nuestro propósito analizar en esta ocasión todo el juego de significaciones aparentes u ocultas de esta obra, ni entrar en consideraciones puntuales sobre el perfil de su poeticidad. Apuntaremos sin embargo, a propósito de este texto, la voluntad de descodificación de elementos provenientes de diversos rincones del ámbito cultural (nombres propios, referencias literarias, religiosas, geográficas, históricas, etc.,) y de re-codificación en un espacio semántico nuevo donde el orden de la realidad es reemplazado por el orden textual del poema. Todo lo cual es propio del modo de significar de la poesía, de toda poesía, siempre. El interés particular de Purgatorio, resida quizá en el grado de exacerbación de este mecanismo ordinario.

Digamos, simplemente, que la voluntad poética que anima esta obra se encuentra revelada o develada en una textualidad asaeteada de mensajes que desbordan el broquel de la escritura literaria, exponiendo en ello la desmesura de la poesía, ese más allá del lenguaje que la funda. Si bien el cuerpo de la obra está constituido por textos propiamente literarios (3) aunque de particular disposición gráfica, desde la portada (obra del autor, así como el proyecto todo de la edición) se advierte la extensión de los recursos literarios hacia el trabajo semántico de la imagen visual. Puesta en juego de signos, señales, señuelos visuales destinados a dilatar, volver ambiguo y tambaleante el ámbito substantivo aludido por la palabra poética; efectos de analogía y de contrapunto, juego de superposiciones y de mensajes combinados, todo parece llamar en este libro al reconocimiento atento de cada elemento, para luego entregarlo al extravío de una lectura abierta, ambulatoria arrítmica o excéntrica del texto así (re)compuesto. La fórmula empleada en tres o cuatro de estos 'poemas visuales' y/o caligramas, parece organizar también el resto de los poemas confiados a las virtudes imaginarias de la palabra escrita y, sobre todo, de la palabra impresa.

El conjunto de tales procedimientos no es, bien entendido, nuevo ni es por puro afán de novedad que Zurita acude a ellos. En materia de 'modernidades', sin excluir además el empleo paródico de las mismas, los poemas de Zurita despliegan el abanico todo que la poesía viene abriendo desde Rimbaud y los simbolistas y su progenie hasta las diversas antipoesías en vigor o ya faltas del mismo. Sin olvidar el paso por las inefables herencias surrealistas: epígrafes más o menos enigmáticos, dedicatorias provocantes, incursiones heréticas o de piedad sospechosa, series de poemas enumerados lacunariamente, motivos obsesionales, referencias crípticas, ondulantes, brumosas, pansexualismo, coloquialismos, etc. Amén de otros formulismos escriturales inscritos en la contravención deliberada de las normas gramaticales, como el uso personalizado de verbos impersonales, discordancias de género, epítetos de pertinencia chocante, y en muchos casos, una figura ya menos tradicional que consistiría en una suerte de fraseo mimético de la perturbación afásica.

Algo es claro en la tentativa de Zurita y ello constituye a nuestro juicio su más alto punto de interés. Nos contentaremos de señalarlo sin más, por ahora: la búsqueda pertinaz de un lenguaje que diga la poesía al margen y contra las lenguas institucionalizadas, los metalenguajes adiestrados y toda la servidumbre, por ejemplo ideológica, que sustraen el decir poético de su especificidad. Poesía de la ruptura, anticonformista frente a los modelos racionales del mundo; negación de toda coincidencia entre la realidad y el intelecto humano, por lo menos de toda coincidencia primordial:

hoy laceamos este animal imaginario
que correteaba por el color blanco.

Las insurgencias de este proyecto poético serían menos formales que -en el sentido señalado- de contenido. Búsqueda del lenguaje insubordinado/insobornable del poema. Zurita no teme llevar el verbo del poema al linde mismo del orden del lenguaje. Algo hay aquí que recuerda sin equívoco el perturbador Pèse-nerfs de A. Artaud, en el afán de capturar entre las mallas más finas de la red del lenguaje las aprehensiones apenas verbalizables del espíritu, afán de dar acoso a aquellas condensaciones fugitivas que se forman en esa zona de fluctuación de las categorías del pensamiento y del lenguaje, de la percepción y de lo que podríamos llamar los campos mínimos de conciencia verbal. Punto de revelación quizá, del insospechado poderío que se abre en ese umbral que Gérard de Nerval llamó con bella lucidez "les portes d'ivoire ou de corne".

Leemos en la primera página del libro: "Mis amigos creen que estoy muy mal porque quemé mi mejilla". Zurita, "rapado y quemado", juega frecuentemente con la ambigüedad masculino/ femenino -¿sugerida por la ambigüedad de género gramatical de su nombre?-, el autor se da por sujeto de sus enunciados un Otro femenino, santa y prostituta. Esta identidad ondulante, desdoblada, del sujeto, así como la pagano/ cristiana mejilla quemada del autor abren al discurso vías simbólicas. La explicitación más o menos constante de un pathos redentor lleva implícita una suerte de aspiración mística: la de la realidad suprema del Amor. Por otra parte, la evocación de ese acto mutilante autoinfligido a que aluden diversamente algunos poemas, ¿no transparenta un acto iniciático?. La iniciación a ciertas religiones, en efecto, comporta a menudo una prueba mutilante o sacrificial que simboliza en segundo grado una pasión divina. Símbolos más o menos obvios, "quemadura", "mejilla", conllevan las imantaciones de sentido propias de ciertos soportes culturalmente metafóricos y en este caso verdaderas "anagogías" en segundo grado: quemadura del amor, mejilla cristiana sumisa al castigo en símbolo de amor:

Destrocé mi cara tremenda
frente al espejo
te amo -me dije- te amo
Te amo a más que nada en el mundo.

No nos interesa penetrar aquí las motivaciones extraliterarias de esta poesía;(4) valga señalar de paso, sin embargo, algunos elementos que parecen contribuir en más clara medida a la coherencia estructurante de la misma. ¿Incursión de Zurita en el tópico sufi del amor humano como instrumento y vía del amor divino?. ¿O voluntad de anular toda inocencia del acto verbal, suprimiendo el espacio que separa el lenguaje del acto?. ¿El cuerpo del hablante convertido en significante, en verbo puro, o sea, en poema?

En un fragmento del Paraíso del Dante, traído aquí a colación al azar de la memoria, el hablante lírico afirma: "Yo soy aquel que cuando el amor me inspira, escribe, y como dentro de mí es él quien dicta, yo le doy significado..." Ahora bien, el último fragmento de Zurita, Paradiso, remite con toda explicitud a la coartada del amor "que mueve el sol y las otras estrellas". El círculo alusivo se cierra, a nuestro juicio, cercando un aura simbólica más o menos clara que designaría el purgatorio de Zurita; no el que él escribe, por cierto, sino el que él, el poeta Zurita, padece: el de la redención no por sino para el amor, y no cualquier amor, sino aquel de máxima extensión que abraza creatura y creador.

El Purgatorio de Zurita delata, bien entendido, un sufrimiento más mental que propiamente físico. Padecimiento simbólico cuya puesta en discurso supone una individualidad en crisis, enfrentada a lo que la excede y sobrepasa, la disuelve y la arranca a su gravitación y a sus pertenencias. "Desiertos", "pampas", "oasis" amén de otras infinitudes y profundidades que se explayan en la escritura de Zurita, soledades adonde "se escucha el balar de nuestras propias almas", espacios señalados por su enorme "dignidad" o su "esterilidad", ellos fundan a la manera de una topología fantástica, una geografía escatológica. En otro orden de cosas, ellos son el correlato de aquella región mental entre cuyas fronteras en fuga permanente el acto de nombrar resbala y naufraga en un gesto angustiosamente inane:

Por eso lo que está allá nunca estuvo allá y si ese
siguiese donde está vería darse vuelta su propia vida
hasta ser las quiméricas llanuras desérticas
iluminadas esfumándose como ellos.

Asimismo, en el padecimiento revelador así connotado reside el correlato de esta locura (5)-otro tópico zuritiano- que el vaporoso sujeto de los poemas no repugna adjudicarse como un beneficio, y que el discurso del poema a menudo "actúa", por ejemplo, en los poemas de "Domingo en la mañana".

Los méritos estéticos ciertos de esta poesía no son íntegramente tributarios de la ideología virtual en la que en última instancia se organiza el discurso que la sustenta. Cabe preguntarse, sin embargo, si a través de este tipo de opción Zurita no encuentra su filiación con alguna de las corrientes románticas que amalgamaban el impulso creador al estado patológico. La locura -y a menudo la pretensión de padecerla-, pero también todo estado hipnagógico artificial o natural, suscitado por la droga o la enfermedad, eran precisamente para aquellos románticos el fundamento mismo del arte y la vía cierta hacia la "ciencia del alma", aquella al lado de la cual la ciencia de las cosas externas no es nada. Dimensión superior de la conciencia, el estado patológico, ya sea mental, corporal o social, pondría al poeta en contacto con realidades supremas ("Estoy mal. Lo he visto", dice un texto de Zurita): Dios, cualquier dios, el Absoluto, la gran plenitud o el gran vacío, la exploración temblorosa de esas llanuras privadas de horizonte.

¿Es de este tipo de 'revelación' que nos habla la fascinación de Zurita por los espacios externos y despoblados, aquellas extensiones desbordantes y extraviadoras: Áreas de Desvarío, Áreas de Pasión, Áreas de Muerte?.¿Es la locura el revelador de la verdadera realidad de esos parajes, es decir, de su condición de signos de alguna transcendencia, como la "Cruz", como la "Corona de Espinas" de que habla precisamente el poema "Para Atacama del Desierto"?. No insistiremos en las connotaciones obvias del tópico del desierto ni en sus resonancias bíblicas, metafísicas o simplemente sensoriales. No son ajenas, por cierto, a las vibraciones semánticas que agitan el descarnado verso zuritiano. Pero no sería difícil de advertir que el Desierto de Atacama acotado aquí toponímicamente no es el de la realidad geográfica ni el de los mapas de Chile. Se trata de una pseudo precisión referencial, un guiño si se quiere; no un referente lingüístico (la extensión territorial concreta y palpable que es un lugar geográfico) sino un 'lugar geométrico' de todos los predicados, una realidad ubicua e inestable, una figura, en suma, que remite a un signo que a su vez expresa algo así como la 'desertitud', al mismo tiempo que deja explayarse el complejo de imágenes significativas contenido en el nombre propio "Chile":

Sobre los paisajes convergentes y divergentes Chile
es convergente y divergente en el Desierto de atacama
(...)
Y cuando vengan a desplegarse los paisajes
convergentes y divergentes del Desierto de Atacama
Chile entero habrá sido el más allá de la vida porque
a cambio de atacama ya se están extendiendo como
un sueño los desiertos de nuestra propia quimera
allá en estos llanos del demonio.

Descubrir que el mundo real, digamos tradicionalmente real, es no ya un reflejo platónico, un más acá inesencial de un más allá esencial, truismo fundador de todo idealismo filosófico, sino una figuración, o más aún, un significante; confiar a la poesía el estatuto de discurso del mundo en vez de discurso sobre el mundo, he aquí un aspecto de la tentativa de Zurita que haría del extravío vía de clarividencia (¿como Dante extraviado "en medio del camino" es conducido en su periplo por las entidades emblemáticas de Virgilio y Beatriz?). Un curioso juego de metamorfosis del observador en el paisaje observado y viceversa, así como de transformaciones de lo simbolizado en su símbolo y de varios de ellos entre sí, sustenta un poema de Zurita ya mencionado; advertimos también un juego de implicaciones de reversibilidad en el que el acto de mirar convierte a los observadores en puro aspecto extemo, los fija en su traza, en su "facha", dice Zurita.(6) Envuelto en la mirada del desierto, "desolado frente a esas fachas", se volverá él mismo una facha, y Chile mismo "una larga facha coronada de espinas", redimidos unos y otros en esta especie de transubstanciación en cadena o metáfora total. Un espejeo sinonímico -facha = figura- que desdobla un juego de analogías semánticas -figura/rostro y figura/discurso o forma que reviste en el discurso la expresión del pensamiento-, dan cuenta quizá, analógicamente, del fundamento, para Zurita, de la relación poesía-mundo.

El Purgatorio de Zurita, con sus implicaciones de padecimiento y de redención, ¿no alude entonces al desgarramiento de una conciencia que se invierte a sí misma en una empresa desquiciada?. Esto es: en un mundo de inconsistencias (o sólo de consistencias metafóricas), vislumbrado como tal gracias al beneficio de un estado segundo, el de la locura, funda su existencia en una suerte de estado bipolar, hecho de ambos términos de una metáfora permanentemente desmontada y remontada. Ser la transparencia del poema, guardar la opacidad del ser:

el vidrio es transparente como el agua
Pavor de los prismas y los vidrios
Yo doy vuelta la luz para no perderme en ellos

¿Adonde brilla esta luz de signo inverso -luz, lucidez, luz del espíritu -?. ¿Qué oculta el pavor de disolver su identidad en un reflejo?. "La locura de mi obra", dice Zurita al final de su libro, en una línea que continúa una ecuación: N = 1. ¿Fórmula de la identidad?. ¿Radica allí su desmesura?. Hay exceso de sentido, de todo sentido, en la psicosis; exceso de lenguaje en el síntoma, exceso de presencia en la madre o de ausencia en cuanto al padre, exceso de pensamiento, de más o de menos. Exceso que no llega a separar al sujeto del objeto, pero que lo distancia al desbordar la identidad de uno con la aprehensión del otro. Alguna corriente nueva del psicoanálisis, opone proceso paranoico y proceso esquizofrénico; en cuanto el primero tiende a conservar las estructuras represivas de la sociedad; este último, en cambio, sería de carácter revolucionario por cuanto capaz de descodificar los territorios codificados y asumir el carácter negativo de la desestructuración. No sería quizá del todo especulativo asimilar, con los ajustes del caso, la tentativa liberadora del esquizoanálisis evocado más arriba, a esta especie de "esquizopóiesis" propuesta por el inquietante Purgatorio de Zurita.

París, julio/agosto de 1982.



NOTA ACLARATORIA

Páginas destinadas originalmente a nutrir el nuevo soplo de la revista Trilce, nuestro trabajo sobre Purgatorio, de Raúl Zurita, debe mucho a la atmósfera estimulante y a las incitaciones que su reaparición entre los poetas pudo suscitar. La resurrección de Trilce fue flor de un día, pero el bien fundado entusiasmo que alentaba su veleidad de sobrevivencia ha sido menos efímero y se aplica ahora a sustentar otras iniciativas auspiciosas, como lo son los Encuentros de Rotterdam.

Nada casual, la idea de escribir sobre Zurita se ajustaba precisamente al remanente del espíritu que otrora inspirara, en el Chile de los años sesenta, los hábitos literarios de nuestra generación, ahora desperdigada.

Por obra y gracia del retardo y el desorden cronológicos con que viajan los ecos lejanos, supimos de la publicación de Purgatorio, pero también de los visos de escándalo que rodeaban a la persona del poeta. Los distendidos lazos epistolares con el país chileno, las servidumbres de la sobrevivencia lejos de su suelo, nos impidieron conocer la obra antes de un año y medio de su publicación; entre tanto, habíamos acumulado una profusión de notículas, mini-comentarios, cuasi-reseñas, tímidas aproximaciones sin gran valor de exégesis literaria, pero que en una media lengua crítica daban cuenta del libro con prudencia socarrona, a un paso del denuesto y a otro del panegírico.

En otro orden de trámite periodístico, un diario santiaguino medianamente bulímico de hechos de sensación, había publicado en noviembre de 1979 un artículo que testimoniaba de "la insólita reacción de un poeta en exhibición de pintura porno". En una galería de arte, central y bien reputada, decía el articulista, un pintor joven presentaba sus cuadros con la "descripción de escenas tortuosas en donde abunda la homosexualidad; literatura pictórica sobre sadomasoquismo y lujuria de encantamientos hermafroditas, terror abismante que nos antepone (sic) ante la angustia, etc.; sátira, náusea, vuelo, caída, encrucijadas, fe, paganismo, recreación, ataque". Prosigue, en el particular estilo macarrónico del articulista, el relato del "gran escándalo" protagonizado por el poeta Zurita, cuya última obra. Purgatorio, se apunta allí, está en vías de ser publicada en la Editorial Universitaria. Citamos textualmente: "Entra Raúl Zurita, observa la exposición, se sobrecoge, llora, y su primigenio (sic) impulso es masturbarse públicamente. Además saca de su bolsillo una hoja de afeitar y se hace un corte en la mejilla. Abunda la sangre. Coge entre sus manos las lágrimas y la sangre y "creando una obra poética" dice: ¡no puedo más! Se pasa inmediatamente una desconcertante mezcla por su rostro. (...) Para eso, señala el mismo articulista, se hace tomar fotos"; acto seguido, "se hace un foro y ante todo el público se muestra el material fotográfico cuadro por cuadro, desde la entrada de Zurita a la sala de exposición, pasando por el derramamiento de sangre, su acto onanista y el posterior -evidentemente- rubor, indignación alegría, asentimiento y desconcierto de los asistentes. "Una entrevista completa la información, en la que el poeta explica su gesto como un espaldarazo a su amigo pintor al mismo tiempo que "una reacción contra el circuito del mercado", acto que continúa la serie de una progresión autolacerante, iniciada tiempo antes quemándose una mejilla. La aparición de Purgatorio sucede, pues, a la porción emergida del 'caso Zurita', el poeta por quien el escándalo llega a las playas de un país de crispadas tradiciones de sobriedad pública (la tortura, como se sabe, se practica en secreto).

Ese mismo año 1979, el viejo mundo conoció la provocación estetizante del cantante francés de origen ruso, Daniel, integrante del conjunto de música rock Taxi Girl, quien en pleno espectáculo se abrió las venas en escena y asperjó con su sangre público y músicos. "No hubo intelectualismo en ese gesto, declaró tiempo después a la prensa, todo lo que quise fue ver hasta dónde podía ir, ver si me atrevía a cortarme las venas ante dos mil personas". ¿Signo de los tiempos?. ¿Contaminación psicótica?. ¿Acto gratuito o cálculo publicitario?. La coincidencia, a escalas diferentes, de ambas ceremonias de automutilación pública admite todas las interpretaciones. (Cinco años más tarde Taxi Girl es en Francia el único grupo rock "duro" que posee su propio sello, llamado Mankin).

Cualesquiera sean los soportes sensacionalistas de la súbita notoriedad de un poeta, cualquiera sea el volumen de la parte que es dable atribuir en ello a una eventual estrategia del escándalo y del exhibicionismo ultrajante, el 'caso Zurita' tiene la virtud o el inconveniente de existir. La provocación literaria -se sabe- posee sus pergaminos y su tradición, y es a menudo la crisálida donde dormita agitadamente, y a plazo, un futuro estetismo. En sus formas radicales la rebelión provocadora se desliza hacia el terreno menos ríspido del arte, travestida, como aspiraba Baudelaire, en "belleza convulsiva". Según las épocas y las circunstancias esta categoría de retos subversivos se agota en el huís clos, élite o mundillo de una comunidad endogámica de iniciados como, ni más ni menos, la de los poetas y de los círculos intelectuales y letrados. Allí suele prosperar un breve tiempo la ilusión de hacer temblar con la fuerza del arte, con su verdad y desmesura reales o supuestas, las columnas mismas que sostienen un mundo corroído por la iniquidad. En coyunturas especiales el ideal revolucionario -en el sentido primitivo del término- se encarna en medio de esa esfera limitada, como para que tome cuerpo ese ideal, se requiere que la percepción, el deseo y la acción se asocien en una misma andadura, que lo Intolerable sea percibido y lo Deseable imaginado. Sólo que, traspasados los muros del recinto, la obra de arte de ese linaje, así como los actos materiales que ella inspira, desfallecen de impotencia o exacerban la indiferencia de la Ciudad de los Hombres. O lo que es casi lo mismo, el hermetismo visionario de los textos producidos en ese trance, no suscita más que una lectura reductora y perezosa, dictada por el conformismo aleve o por el inconformismo utilitario, formas ambas de la manipulación ideológica que con nada inocente atolondramiento coronan en la obra literaria la cifra de sus expectativas recíprocamente incompatibles.

Cogida entre ambos engranajes de una misma estrategia provisional, la obra pierde su especificidad estética, la que es substituida por el canon de su utilidad social supuesta, y en lugar de beneficiarse con su pública notoriedad, es suplantada por ella. No hace falta decir que la consecuencia consiste, para un publico potencial más o menos prosélito o snob, en economizarse la fatiga de su lectura.

Asunto de letras en su origen, el 'caso Zurita', es tributario de algunos factores que hacen de él un 'hecho de sociedad'. Comprender su poesía exige desmontarlos y analizarlos separadamente, así como determinar, por una parte, las conexiones entre sus valores propiamente literarios y el contexto general; y por otra, desprender la gema poética de la ganga con que la han ido recubriendo los actos de publicitación por el expediente del escándalo más o menos público, amén de su magnificación periodística. Un factor contextúal significativo estriba, por ejemplo, en el clima nebuloso y apremiante de contracultura real o pretendida que arrecia de modo imperativo entre los creadores chilenos bajo la "democracia vigilada"; clima favorable, con la mejor de las intenciones, a la fuga hacia adelante de las licitaciones de subasta de una estética de choque. La prensa chilena de este tiempo, remodelada por las condiciones de subsistencia informativa de la opinión pública, acantonada detrás de sus diversas instancias y grados de alienación inconsciente o programática, representa también uno de esos factores.

Sensible en un momento a los episodios más extravagantes del 'caso Zurita', esta última no ha prestado igual atención a los valores intrínsecos de la obra del poeta. A la inversa, las secciones especializadas de la prensa oficial, con su preeminencia indisputable en el marco del régimen en plaza, han intentado imponer acerca de esta obra -con perdón de sus pecados de notoriedad dudosa y púdico silencio de los mismos- una visión específicamente literaria; sólo que intencionada, neutralizada y jubilosa, contra una lectura 'de oposición', dispuesta ésta más bien a ver en la persona del poeta Zurita, aunque sin mayor penetración de los dispositivos estéticos de su obra, el signo críptico de la deploración de los tiempos que corren en 'la copia feliz del Edén'.

Para decirlo con las palabras de un poeta chileno en pleno servicio activo de su muy estimable poesía, y a propósito de un crítico 'mercurial' "sagaz, flexible e ilustrado", Zurita ha sido a su turno objeto de la tenacidad con que el mismo critico "trata de atraer al redil el alma descarriada que él presiente al borde de la conversión". Algunas coincidencias del tono místico y de las referencias gnósticas o bíblicas de los poemas de Zurita con un cierto ambiente de recogimiento misericordioso que ha ido tomando cuerpo en un sector importante de la oposición política chilena, satisfacen también en el otro polo -y paradójicamente- el mesianismo polivalente de la exégesis 'mercurial'. "Los pocos y nada que estábamos en este Chile-isla, dice Jaime Quezada, nos hicimos -me hice- religiosos y claustrales y eremitas."

A nuestro juicio, y valga la insistencia, el 'affaire' Zurita, con las implicaciones complejas ya señaladas, seguramente vendrá -para bien o para mal de una obra poética válida en sí- a redundar en la sobre-determinación de sus significaciones específicamente literarias, pero no deja por ello de ser un aditivo prescindible en el esfuerzo por vislumbrar los valores más profundos, la verdadera trama estética de su poesía. Creemos que su valoración y justiprecio son las preseas de un necesario trabajo de desmistificación, de disipación de malentendidos pasionales o no, y de natural reinserción, sin escalafones olímpicos, en, y no a pesar de, la cimentada continuidad de nuestra tradición poética.

La publicación actual de este breve ensayo sobre Purgatorio, leído durante el Segundo Encuentro de Poesía de Rotterdam, a dos años de su redacción en las condiciones de desproveimiento de los materiales indispensables para una investigación de terreno, en circunstancias de un prolongado alejamiento de la realidad chilena, exige éstas y seguramente otras prevenciones.

París/Rotterdam, abril de 1984.



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NOTAS

(1) Texto original de una intervención en el Segundo Encuentro de Poesía de Rotterdam, realizado en abril de 1982, y publicado en Lar, Nos 4-5, Madrid, España, mayo de 1984, pp. 43-49, precedido de una introducción reproducida aquí en anexo. Ver infru, "Advertencia al lector"

(2) Purgatorio, de Raúl Zurita, Poemas 1970-1977, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1979, 70 páginas.

(3) Entiéndase: constituido por una escritura tradicionalmcnte alfabética animada de una voluntad de forma más o menos explícita, siguiendo algún uso reconocidamente literario.

(4) Léase: el marco circunstancial que según cierta manera de vincular la poesía al contexto histórico-social inmediato se situaría en el 'origen' de este libro y acordaría su fúndamento y legitimidad a una lectura oblicuamente alusiva, remitiendo sus poemas a un acto encantatorio de denuncia protestataria del estado de cosas espiritual y político establecido por la dictadura militar. Hoy por hoy [1982] tal lectura 'circunstancial' es sin duda inevitable, probablemente necesaria y no menos inevitablemente reductora. La problemática que ella suscita es del orden de la sociología cultural, y su discusión por supuesto escapa a los alcances previstos para estas páginas.

(5) La noción de "locura" que aquí nos ocupa, se entenderá, no debe ser tomada en un contexto rigurosamente clínico; es, por así decir, un tópico o concepto poético que de suyo remite a toda una tradición imaginaria, legendaria o literaria, que, de Ulises a Mishkin, pasando por Hamlet y don Quijote, pone en escena la pérdida o suspensión de la "razón" por obra divina o por acción de fuerzas oscuras. La psiquiatría contemporánea, por lo demás, al destronar aquel prejuicio científico que hacía del postulado de la "realidad objetiva" el monopolio de la gente "normal", delimitando de paso salud mental y locura como polos antinómicos, parece confortar una antigua intuición poética; según ésta, justamente, "la realidad en tanto que tal" no posee otra existencia que la de un tejido de imágenes y nuestra relación con ella sólo se funda sobre la interpretación.

(6) El título del poema ya aludido más arriba, "Para Atacama del Desierto", resulta por cierto del reflejo simétrico del topónimo 'el Desierto de Atacama', y el sentido metafórico de este trastrueque puesto en exergo no es otro, se advertirá fácilmente, que el del anuncio de la clave de reversibilidades puestas en juego en el poema.

 

Poesía y cultura poética en Chile : aportes críticos
Waldo Rojas.
Santiago de Chile : Editorial Universidad de Santiago, 2001. 288 p.


 

 

 

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Raúl Zurita: ¿A las puertas de la esquizopóiesis?,
por Waldo Rojas.
Fuente: Poesía y cultura poética en Chile : aportes críticos.
Santiago de Chile : Editorial Universidad de Santiago,
2001.