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Una comedia humana
Raúl Zurita. «Obra poética (1979-1994)» edición crítica de Benoît Santini, coordinador.
Colección Archivos y Alción Editora 321 y 1039 páginas.
Por Daniel Freidemberg
Publicado en Página12, 17 de marzo de 2019
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“Áreas verdes”, el más antiguo de los poemas, o grupos de poemas, de esta Obra poética, habla de vacas. Antes de formar parte de Purgatorio, el primer libro de Raúl Zurita, había aparecido en una revista de Valparaíso en 1973 y en 1975 en el único número de la revista Manuscritos, primera expresión importante de la “neovanguardia” chilena de los 70, que incluía también trabajos de, entre otros, Nicanor Parra, Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky. Se habla de vacas que pastan ingrávidas, de azules auras que las vacas mugiendo dejan libres, de vacas que se perdieron en la lógica o huyeron por un subespacio, parodiando discursos teóricos y científico-técnicos y explotando la lógica del disparate: el trasfondo de descreimiento absoluto que supone esa apuesta experimental contrasta a primera vista con la gravedad y el tono apocalíptico y visionario, saturado de religiosidad, de Nueva nueva, con el que la compilación de libros se cierra, pero no sólo es la misma la radicalidad de ambos gestos sino es lo mismo, así como Zurita los asume, el descreimiento y la religiosidad: un despojamiento, una extrañeza, un tocar fondo, un carecer de coartadas o explicaciones, un jugarse sin retorno, una entrega sin reservas, una extrema y amorosa responsabilidad en la administración creativa de la materia verbal, por más inusitadas o extravagantes que se vean las muy diversas propuestas formales.
Nueva nueva es en realidad, uno de los libros que integraban La vida nueva, publicado en 1994, que Zurita en su momento descartó y ahora recupera. Libros compuestos de varios libros que a su vez incluyen libros o series de poemas, y una poesía hecha de repeticiones, recurrencias, referencias culturales de muy variado origen, una franca apuesta a la experimentación en la escritura que no excluye el hermetismo ni, menos aun, el desconcierto, y, sobre todo, un negarse a cualquier concesión a un lector que no acepte entender la lectura como una aventura espiritual e intelectual, tan arriesgada, abierta, empecinada y creativa como para Zurita es la escritura de poesía, o, más bien, la creación, porque no sólo de escribir en libros se trata. Hace falta mucha paciencia, o una enorme disposición, para transitar las casi 1.500 páginas de textos poéticos y fotos u otros materiales –que a su modo son textos poéticos también– incluidas en los dos tomos de Obra poética (1979-1994). O, más bien, un genuino interés en lo que puede ofrecer, si uno se anima, la obra de uno de los más singulares autores –o el más singular– que la poesía en lengua castellana ofrece a esta altura del siglo XXI. Más aun tratándose de esta edición crítica, la primera de la obra de Zurita, resultado de un trabajo, también desmesurado y exhaustivo, llevado a cabo durante seis años por Benoît Santini, de la L’université du Littoral-Côte-d’Opale, al norte de Francia, con la activa colaboración del propio Zurita.
Publicada aquí en Argentina, en Córdoba, por Alción, para la colección Archivos de ediciones críticas de literatura latinoamericana, a cargo de la Universidad de Poitiers y con el respaldo de la Unesco, esta Obra poética (1979-1994) incluye, además de las versiones últimas de los cinco primeros libros de Zurita, una gran variedad de materiales, incluidos poemas descartados o inéditos, borradores, manuscritos, dactiloscritos, notas al pie consignando las variantes que los poemas y los libros fueron sufriendo a lo largo de las ediciones, un glosario, una bibliografía, una cronología y varias aproximaciones críticas. Queda para más adelante todo lo que el autor escribió y publicó en los últimos veinticinco años, incluido el monumental Zurita de 2011, lo que demandaría, seguramente, otro par de tomos. Lo que ya hay, hasta que eso ocurra, basta y sobra para quien quiera percibir algo de lo que, en uno de los trabajos introductorios, escribe Víctor Hernández Montecinos: “una poesía que se escapa a los estatutos del neobarroco, pero también a la antipoesía y al coloquialismo, que decanta el aura vanguardista pero sin confirmar ninguna de sus reglas, que indaga su imposibilidad mediante conmovedoras intervenciones en el propio cuerpo y el cuerpo social, que se pregunta desde una frágil y quebradiza existencia por las grandes y universales pasiones humanas.”
La historia universal, las literaturas, las artes (el rock, el cine, la plástica), las tradiciones, los textos sagrados, varias historias personales –sobre todo la del propio Zurita–, el paisaje de Chile con las recurrentes visiones de los Andes, el mar y el desierto de Atacama transmutados en espacios míticos, y la punzante presencia de la realidad política presente y pasada, en especial la dictadura de Pinochet, entreverados todos en una suerte de aleph, intensamente épico en un tiempo en que la épica se da por archivada en el anaquel de las antigüedades, radicalmente lírico cuando se supone que lo lírico quedó out. Audaz hasta el colmo en las jugadas de la escritura, obsesivamente riguroso en la elaboración de sus propuestas, siempre apostando a que la creatividad en la elección de palabras y frases, propias o tomadas del mundo, sea la que anime los textos, la poesía de Zurita es tan vanguardista o experimental como tradicional o anacrónica, porque lo que hace, en realidad, es “otra cosa”, que no entra en ninguna serie ni puede ser apropiada por ningún “partido literario”. Atenta a todo, sin desestimar nada, elige su propio modo de presentarse, lo funda, respondiendo a sus propias reglas o necesidades profundas: “se ha dicho de Zurita que es el último de una época, el último en levantar una épica, el último en alzar su voz en un canto, sin embargo es a la vez el primero en deconstruirlas para darles un nuevo lugar en el mundo rompiéndose en pedazos”, dice Hernández Montecinos. Es, al fin y al cabo, el mundo de siempre, visto de nuevo, como sólo en este tiempo se lo puede ver, desde un concreto país de Sudamérica y por una atribulada, responsable y amorosa subjetividad lanzada a concretar, explícitamente, su propia Divina Comedia, a la que entiende como una “comedia humana”. O, más bien, la extraordinaria tarea o juego o placer que a nosotros, lectores, nos proponen las palabras surgidas de ese intento.
Al final de la publicación aparecen una dirección y una clave para acceder a una edición digital complementaria, con lecturas de la obra de Zurita y testimonios, reseñas, artículos críticos, entrevistas, reproducción de originales y material fotográfico.
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Fotografía de Jorge Aravena Llanca