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Raúl Zurita
La poesía se manda sola

Por Mónica Oportot
Publicado en La panera, N°23, diciembre 2011


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Es la mañana de un día soleado, vislumbro la conmovedora figura del poeta que se desliza por la calle como río humilde y limpio. La escena me toca el corazón. Nos encontramos en una esquina con esa remota complicidad que nos congrega en torno al arte. En un café del barrio Providencia sigo con entusiasmo el ritmo de sus palabras pausadas. Raúl Zurita viene llegando de Durban, Sudáfrica, donde fue invitado a un encuentro de poesía.


DEL DOLOR A LA ALEGRÍA

Me dice que la poesía sueña los sueños que son de la tierra. Que él sólo es un trasmisor de cosas que lo superan profundamente. Que escribir INRI, por ejemplo, ha sido una exaltante experiencia creativa: estaba hablando de tragedia y al mismo tiempo tocando el cielo, asevera que es muy extraño bajar la poesía de no sabe dónde. Palpita en mi alma su desbordamiento interior con acentos propiamente religiosos. Le pregunto cómo lo hace y me responde: "No sé quién habla y quién escribe. Qué es aquello que en un momento dado me hace crear un lenguaje distinto de cuando voy a comprar el pan... ¿De dónde surge? ¿Quién irrumpe? Claro que es una experiencia que no sale de golpe". Hace una pausa y sigue: "Tengo que corregir hasta que se da. Es independiente de ti. Cuando siento que se ha plasmado algo que no estaba antes, es como si el cielo se abriera, salirse de los márgenes es de una plenitud infinita. Esto de escribir poesía es como hablar en lenguas, no va por el intelecto, al mismo tiempo, sin el intelecto tampoco pasa nada, necesito su mecanismo pero no estoy pensando. Me apasionan las artes visuales, me alucina el cine, la música, y la poesía se manda sola. Es muy peligroso pedirle cosas a la poesía, ella te exige pero no te da nada. Los poemas más extraordinarios para mí son los sonetos de Shakespeare y tengo la sensación de que a estos sonetos les importaba un rábano las ambiciones, la fama. Lo único que querían eran ser los sonetos. No están ni ahí con lo que a mí me pase".

Le pregunto por su vida en Valparaíso y responde: "Mi papá murió cuando yo tenía dos años, crecí con mi hermana menor, mi abuela y mi madre, que trabajó toda su vida en una compañía. Fui el único varón en un mundo frágil, entonces tienes que hacerte hombre. La poesía y el arte me gustaron desde niño, también las matemáticas, por eso tenía que estudiar ingeniería. Cuando egresé de la universidad, vino el golpe militar y me tomaron preso a las 6 de la mañana en Valparaíso; boca abajo nos vimos en un cruce. Yo era un tipo del montón y finalmente me soltaron. Necesitaba trabajo, pero no conseguía nada. Escribía poesía y pasé a ser el único sostén de mi vida, lo que me mantenía en pie, pero no era lo que hubiera querido".

No cree en una trascendencia: "Aquí está todo: infierno, paraíso, reencarnaciones... No necesitas otra vida ni otro cuerpo. Está bien. Cuando ves muertos por bombardeos, te das cuenta que no merecemos existir, porque el ser humano introdujo una violencia que el Universo no conocía. La tragedia de millones de personas es impresionante, por otro lado, vemos un mundo tan rico. Existir es tan extraño, que uno sea uno, y que yo no sea tú. Me gustaría de pronto mirarme la nuca, las fosas de mis ojos, pero estoy condenado a sólo verme en el espejo. Es abismante que realmente ese tú sea un desconocido, tanto, que no puede verse la cara: todos somos unos encapuchados".


LA ÚLTIMA OBRA

Leo trozos de la promoción de «Zurita», su último libro: "Dividido en tres partes que tiene como trasfondo el relato de un atardecer, un anochecer y un amanecer del 10 al 11 de septiembre de 1973, día del golpe de Estado en Chile, en 'Zurita' confluyen simultáneamente uno de los episodios históricos más determinantes de la vida del país, una historia privada (la de quien escribe) y las demoledoras imágenes: ciudades arrasadas, genocidios, dictaduras, que hicieron del último siglo uno de los más cruentos que haya conocido la humanidad. Una década le tomó escribir este volumen de 750 páginas donde se recogen textos de varios de sus libros anteriores...(), en los cuales se va trazando un fresco en el que la poesía se transforma en novela y la novela en historia. Constituye así la obra más importante del poeta y Premio Nacional de Literatura".

Zurita me responde: "Es un libro triste, el paraíso no estaba al final del camino. Y Borges dice: 'Los únicos paraísos son los paraísos perdidos'. Estoy absolutamente en paz con mi último libro, es lo que tenía que hacer. Me gustaría no agregar nada. Está bien".

 

 

 

 

DE «ZURITA»

"Hasta pronto, amigo, hasta pronto, estás
pegado en mi corazón.
Pero una partida predestinada como esta
lleva la promesa de un futuro encuentro.
Hasta pronto, amigo, sin apretones de manos
ni palabras,
No te apenes ni frunzas el ceño.
En esta vida morir no es nada nuevo,
Pero, por supuesto, tampoco es nada nuevo vivir.
Y al frente, las cataratas del Pacífico destellaban".

 


 

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Raúl Zurita. La poesía se manda sola.
Por Mónica Oportot.
Publicado en La panera, N°23, diciembre 2011