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Raúl Zurita:
"Mis poemas se van destrozando conmigo como espumas contra las rocas"
Por Javier García
La Tercera, 4 de Octubre de 2015
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Era una noche de 1985. Viajaba en el Metro de París. Raúl Zurita (1950) llegaba hasta la última estación, Créteil. De pronto, el poeta tuvo la sensación de que el tren avanzaba cada vez más rápido. Pensó que no se detendría. “Al bajarme había dejado de ser joven para siempre”, recuerda Zurita. “Los cuarenta y tantos años que representa Tu vida rompiéndose es ese viaje en Metro, si es tan simple que llega a ser cómico”, agrega sobre el título del libro que resume su obra poética y que esta semana llega a librerías editado por el sello Lumen.
Son días vertiginosos para el Premio Nacional de Literatura 2000. Desde este martes participará en un simposio internacional en torno a su obra, en la U. de Littoral Côte d’Opale, en Boulogne, Francia. Y ya en el primer semestre del 2016 dictará clases en la prestigiosa U. de Harvard, EE.UU.
“Este libro, más que una antología, es el mapa de una vida que podría haber sido la vida de cualquiera”, dice Zurita sobre su nuevo título, que incluye una selección de sus obras, desde Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), El paraíso está vacío (1984), La Vida Nueva (1994), Poemas militantes (2000), Inri (2003) y hasta Zurita, volumen de 700 páginas aparecido en 2011. Además, se agregan imágenes, como la que contiene la frase “Ni pena ni miedo”, escrita sobre el desierto de Atacama, en 1993.
Antes de que cierre el año, saldrá por Ediciones UDP El Mein Kampf de Raúl Zurita, selección de 200 entrevistas editadas por Héctor Hernández. Ahí están sus años de formación, la lectura de La Divina Comedia, su relación con Juan Luis Martínez, Nicanor Parra y Enrique Lihn; reflexiones sobre el Parkinson que padece hace más de una década, y sus opiniones sobre política y poesía.
“Entonces, aplastando la mejilla quemada/ contra los ásperos granos de este suelo pedregoso/ -como un buen sudamericano-/ alzaré por un minuto más mi cara hacia el cielo llorando/ porque yo que creí en la felicidad/ habré vuelto a ver de nuevo las irrefutables estrellas”, se lee hacia el final de Tu vida rompiéndose.
— ¿Qué representa para Ud. la selección de los textos incluidos en la antología?
— Comencé a escribir poesía porque me era inevitable, pero no es lo que hubiese querido hacer. Hubiese querido, en primer lugar, hacer feliz a quienes han estado a mi lado y en segundo lugar, ver cientos de aviones dibujando con estelas de humo las caras de todos los que he amado trazándose en el cielo. No he podido hacer ni lo uno ni lo otro, y los restos de ese fracaso es lo que he llamado Purgatorio, La Vida Nueva, Zurita y Tu vida rompiéndose. Los textos e imágenes que están son una sinopsis de lo que fatalmente se va a llamar “Obras completas”.
— Zurita como un alter ego que aparece desde Purgatorio. ¿Un proyecto elaborado inconscientemente?
— Los alter ego literarios tienen algo irritante, es como querer estar pero con precauciones. Pero esto es sin precauciones, sin aliento, sin notas bajas; qué mas alter ego que el de tu propia vida: los cientos de seres que has sido y que han cruzado la noche y de los cuales solo uno ha sobrevivido: el que tiene tu nombre, tu voz, que ahora habla contigo. Al escribir Tu vida rompiéndose, al ponerle mi nombre a un libro Zurita, no hablo de uno solo, no he intentado revivir lo que ya no existe.
— ¿Cree que su obra ha evolucionado hacia una poética más plural y narrativa?
— Es como tú dices, pero la sensación es la de un periplo vertiginoso, guiado por algo que no son las musas, que no es Dios, pero que tampoco soy yo. Un libro es siempre un monólogo, el retrato de una mujer o de un hombre solo que apela a otra soledad. Lo único que cuenta es la potencia de esa apelación, porque en ese llamado de un ser solo a otro ser solo están contenidas todas las posibilidades de la existencia. La poesía es el sueño que nos deja la muerte. Y es un hermoso sueño, en él los lisiados que somos nos abrazamos. He hecho recitales, he publicado libros, he escrito poemas en el cielo y en el desierto, y todos han sido versiones de ese sueño. Tu vida rompiéndose, te fijas, rompiéndose como se va rompiendo el amor. He construido mis poemas desde mis complejos, miedos, esperanzas, que se van destrozando conmigo como espumas contra las rocas.
— ¿Qué ha significado la religión para su creación?
— Más que de religión, yo hablaría de una trascendencia que cada millonésima de segundo devora a una humanidad entera. Es imposible no mirar una noche estrellada sin percibir ese vacío infinito, esos millones de millones de años luz que relampaguean en el millonésimo de segundo en que uno está vivo. No soy religioso, no creo en Dios a no ser que sea un Dios absurdo que te hace emprender una lucha desigual de la que no saldrás vivo. Nadie soporta tanto dolor, miseria, injusticia, crueldad, sin vislumbrar un nuevo día. Si no fuese así lo normal sería el suicidio.
— ¿Por qué quiso incluir Poemas militantes, que ha sido interpretado como un elogio político?
— Fue un elogio político en un momento crucial, cuando la derecha más fascista estuvo a un tris de conquistar de nuevo el poder. Los poemas están allí y las personas que los encarnaron: yo, el presidente al que estaban dirigidos, tenemos solo el lapso corto de nuestras vida donde nos ilusionamos y desilusionamos, es parte de lo humano y en mi libro reaparecen los poemas militantes pero ahora convertidos en ruinas. Nada queda de esos sueños. Y a quien se lo dediqué, Ricardo Lagos, encarnaba las esperanzas de un pueblo que había sufrido mucho, y porque, con toda mi alejamiento posterior, críticas e incluso mofas, es un político de otra envergadura. Yo fallé, tal vez puse esperanzas donde nadie me dijo que las hubiera.