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Todo mi amor está aquí, Raúl Zurita
Por Javier Gil Martín
http://www.revistaadios.es/
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“Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas”, así reza la parte superior del Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político que se encuentra en la ciudad de Santiago, Chile. Es un monumento erigido en memoria de aquellos que murieron o desaparecieron por motivos políticos durante el periodo de la dictadura militar que comandó Augusto Pinochet, entre 1973 y 1990. Por ello, se encuentra en el Cementerio General y recoge el nombre de cada una de las personas represaliadas mortalmente durante este periodo funesto. El memorial fue inaugurado el 26 de febrero de 1994. La frase procede del poemario Canto a su amor desaparecido (1985), de Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950). Quien quiera acercarse a él, lo puede descargar en el inagotable espacio Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl/
La obra del poeta santiaguino se inició en 1979 con Purgatorio, paralelamente al comienzo del Colectivo de Acciones de Arte (más conocido por el nombre CADA), al que también perteneció la narradora y por entonces esposa del poeta Diamela Eltit. El colectivo se propuso indagar en las posibilidades del arte para incidir en la vida y de la vida para incidir en el arte. En este sentido, apunta Zurita en una entrevista: “...en el nudo del CADA estaba la inseparabilidad del arte y la vida en lo que sigo creyendo como el único sueño, como la única meta que merece en el arte ser considerada: la vida como obra de arte”, y hablando de su percepción de lo literario dijo en otra entrevista: “A mí lo que me interesa son las evidencias carnales, es decir, una obra que desde la literatura se cumpla en la vida y no en la literatura, o no allí solamente”. Este extremo les llevó a hacer acciones de arte o performance en el contexto de “una realidad devastadora, donde el pathos fundamental era el miedo”, marcada por la represión y la censura en todos los órdenes de la vida, no solo el artístico.
Y como el propio Raúl Zurita indica al principio de Zurita (Delirio, Salamanca, 2012), “como tantos, despojado, en el año 1975 inicié mi trabajo entendido como una práctica para el Paraíso, no para el cielo vacío. El inicio de su camino se abre con el acto de haber quemado mi cara porque todavía no era posible marcar el cielo con el hecho corregido de nuestras vidas, pero en el documento de esa quemada se relaciona este acto con las estrellas de la noche”. Y este acto no es una metáfora, el poeta se hirió a sí mismo quemándose la cara con un hierro incandescente y, de hecho, ese primer libro que mencionábamos antes, Purgatorio, en su portada llevaba la foto de la cicatriz resultado de esta lesión autoinflingida. Y las estrellas que menciona tienen que ver con unos versos que se encuentran al final del libro: “mi mejilla es el cielo estrellado y los lupanares de Chile”, que además está inscrito entre las líneas de un encefalograma del propio Zurita.
Purgatorio fue además el comienzo de un ciclo con la Comedia de Dante Alighieri como referente al fondo que continuó conAnteparaíso (1982). Pero si el primero apunta a un “tránsito por la experiencia de lo precario y doloroso de la vida”, en palabras del propio Zurita, Anteparaíso se dirige a una colectividad, “es una experiencia de lo colectivo, en ese sentido apunta al Paraíso”, dice en la misma entrevista; y el Paraíso habrá de ser una construcción de todos, no de uno: “Pero la nueva marca en el cielo, no en la cara, ese será el Paraíso”, escribió en el mismo texto de Zurita que mencionábamos antes. Anteparaíso se abre además con el poema “La vida nueva”, que dice así: “MI DIOS ES HAMBRE / MI DIOS ES NIEVE / MI DIOS ES NO / MI DIOS ES DESENGAÑO / MI DIOS ES CARROÑA / MI DIOS ES PARAÍSO / MI DIOS ES PAMPA / MI DIOS ES CHICANO / MI DIOS ES CÁNCER / MI DIOS ES VACÍO / MI DIOS ES HERIDA / MI DIOS ES GHETTO / MI DIOS ES DOLOR / MI DIOS ES / MI AMOR DE DIOS”. Estos versos fueron escritos originalmente el 2 de junio de 1982 por aviones en el cielo de Nueva York (concretamente, sobre el cielo de Queens, un barrio más bien pobre habitado sobre todo por inmigrantes hispanohablantes).
El último gran happening que llevó a cabo Zurita, en 1993, fue una experiencia de “earth art” o “land art” cercana a los míticos geoglifos de Nazca que consistió en escribir la frase “ni pena ni miedo” en el desierto de Atacama, al norte de Chile. La frase tiene tal envergadura, más de 3 kilómetros de largo y 400 metros de ancho, que se puede ver con Google Earth en las coordenadas 24º2'49''S, 70º26'43''W.
Y ese “ni pena ni miedo” vuelve a apuntar a la represión sufrida por el pueblo chileno durante el periodo de la dictadura, como todo su Canto a su amor desaparecido, aunque este y suponemos que su obra en el desierto no solo apelan a Chile y su sufrimiento, sino también a otros países y espacios (como Angola, en África o Argentina, Guatemala o Amazonas en América) donde la acción represora ha dejado su funesto rastro.
“Ahora Zurita -me largo- ya que de puro verso / y desgarro pudiste entrar aquí en nuestras / pesadillas; ¿tú puedes decirme dónde está mi hijo?”, con estas palabras empieza el Canto a su amor desaparecido, que se erige así como un lugar para el recuerdo, para dar un espacio a ese hijo y una respuesta a esa madre o padre que pregunta (aunque sea solo un lugar ficticio). Edmundo Garrido lo llama “Ciudad de la memoria” en un excelente artículo sobre el libro titulado precisamente “Construir una ciudad para la memoria”. En él desarrolla la idea del trabajo en el duelo que supone el poemario, llamando la atención sobre el esfuerzo de Zurita por dar voz y sitio a los desaparecidos por la represión política (los detenidos desaparecidos). Pero, como decíamos, no solo en su Chile natal; una de las partes del libro está formada por nichos en forma de texto que se disponen como cuadrados dedicado cada uno a alguno de esos países que sufrieron represión como Chile. A continuación aparecen dos mapas de un imaginario cementerio, “ciudad de la memoria”, en los que cada nicho corresponde a uno de estos países (o regiones).
Esto apunta a los desaparecidos, pero también, y de forma especial, a los que quedan, los supervivientes (familiares, amigos, amantes...), que sufrieron la pérdida y que además no pudieron realizar el necesario proceso de duelo para asimilarla y poder así continuar con sus vidas: “...el mayor daño es para los deudos que quedan inhabilitados, en sentido antropológico, para llevar a cabo el proceso de duelo correspondiente al fallecimiento de un ser querido. Nadie certifica su muerte, sólo su desaparición”. Y, como señala Edmundo Garrido, esto afecta al conjunto de la sociedad, entre otras cosas por ser la violencia sufrida una violencia institucionalizada: “...estos casos permean a toda la sociedad por su carácter público y por tener los crímenes su origen en el Estado mismo, no sólo en el momento del golpe de estado sino durante toda su permanencia en el poder”.
Por su ambición y alcance, la obra de Raúl Zurita es una de las más importantes que han surgido en América en la segunda mitad del siglo XX y Zurita, el libro recientemente editado que antes mencionábamos, lo sitúa en ese mismo punto en lo que llevamos de siglo XXI, “una práctica para el Paraíso” que esperamos siga dando frutos como estos.
Ay amor, quebrados caímos y en la caída
lloré mirándote. Fue golpe tras golpe, pero
los últimos ya no eran necesarios.
Apenas un poco nos arrastramos entre los
cuerpos derrumbados para quedar juntos,
para quedar uno al lado del otro. No es duro
ni la soledad. Nada ha sucedido y mi sueño
se levanta y cae como siempre. Como los
días. Como la noche. Todo mi amor está aquí
y se ha quedado:
— Pegado a las rocas al mar y a las montañas.
— Pegado, pegado a las rocas al mar y a las montañas.
— Recorrí muchas partes.
— Mis amigos sollozaban dentro de los viejos galpones de concreto.
— Los muchachos aullaban.
— Vamos, hemos llegado donde nos decían —le grité a mi lindo chico.
— Goteando de la cara me acompañaban los Sres.
— Pero a nadie encontré para decirles "buenos días", sólo unos brujos con
— máuser ordenándome una bien sangrienta.
— Yo dije —están locos, ellos dijeron —no lo creas.
— Sólo las cruces se veían y los dos viejos galpones cubiertos de algo.
— De un bayonetazo me cercenaron el hombro y sentí mi brazo al caer al
— pasto.
— Y luego con él golpearon a mis amigos.
— Siguieron y siguieron pero cuando les empezaron a dar a mis padres
— corrí al urinario a vomitar.
— Inmensas praderas se formaban en cada una de las arcadas, las nubes
— rompiendo el cielo y los cerros acercándose.
— Cómo te llamas y qué haces me preguntaron.
— Mira tiene un buen cul. Cómo te llamas buen culo bastarda chica, me
— preguntaron.
— Pero mi amor ha quedado pegado en las rocas, el mar y las montañas.
— Pero mi amor te digo, ha quedado adherido en las rocas, el mar
— y las montañas.
— Ellas no conocen los malditos galpones de concreto.
— Ellas son. Yo vengo con mis amigos sollozando.
— Yo vengo de muchos lugares.
(...)
Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)
De Canto a su amor desaparecido (Santiago, Editorial Universitaria, 1985)
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Raúl Zurita (Santiago, 1950). Entre sus libros se cuenta Purgatorio (primera edición 1979, segunda edición Ediciones Universidad Diego Portales, 2009), Canto a su amor desaparecido (1985), La vida nueva (1994), Los países muertos (2006). Ocupó el cielo de Nueva York (1982) y el desierto de Atacama (1992) como escenario para trazar importantes poemas. Ha recibido la beca Guggenheim (1984) y DAAD de Alemania (2002) y, entre otros, los premios Pablo Neruda (1988), premio Nacional de Literatura de Chile (2000) y José Lezama Lima (Cuba, 2006). Su obra ha sido traducida a varios idiomas.