Presentación: Inventario Solemne / Santiago Azar
Ed. Mosquito, 2004/ Invierno
Pavella Coppola
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Se me ha pedido presentar el libro “Inventario Solemne” del poeta Santiago Azar. Me instalo, entonces, ante el texto recorriéndolo desde mi interpretación. Primera vez que veo y registro al autor. Solo el texto es el puente para el convite entre la presentadora y el autor. Se vuelve, por tanto el texto, el lar un tanto misterioso del encuentro. A la luz de él, se va revelando el verso, objetivándose la palabra escrita como si se tratara de un trabajo de excavación. Los estudiosos llaman a este proceso lectura hermenéutica, exégesis le dicen otros. Yo le nombro simplemente, lectura, provisoria, instantánea.
Deseo instalarme con la primera marca que deja la primera lectura, y a partir de ella, reflejar algunas cosas que deseo compartir con ustedes. Pero, antes algo exigido: Toda presentación es un rito: se asegura con ella el vuelo que tendrá el libro en su conjunto; el texto se vuelve comida para el banquete que se inaugura: el poemario se enfrenta a un público, a lectores que tendrán el mundo del libro en sus manos y lo harán brillar o sucumbir ante el juicio generoso o devastador. Hay, por tanto, una responsabilidad implícita en el acto de presentar la obra. De aquí en adelante, la marca del juicio entra a sostenerse a lo largo de la memoria para sumarse a otras infinitas lecturas.
Inventario solemne es un libro de poemas, fragmentado en cuatro partes, en donde el poeta recorre lugares comunes de toda existencia humana: el amor se instala como tema fecundo. Ese amor desgarrado o el primero que se percibe en las andanzas de adolescencia o el amor hacia el hombre y su circunstancia política, a su pertenencia social, se declaran como principio y finalidad. Intento declarar con esto que Inventario Solemne, es ante todo un trabajo respecto al amor: el poema va ajustándose a los ropajes especiales que para cada ocasión luce el Señor Amor. Se viste de amargura por que el tiempo ha transcurrido desgraciadamente veloz como un cometa. El poeta Azar, apenas alcanza a entender la tragedia del espacio y el tiempo y declara “ me estoy apagando como una vela pobre!”. En este drama no le queda otra al poeta que fascinarse por la imagen y hacerla vivir como objetivación, como referencia para asirse a toda la exigencia, porque sobre ella desea hablar: necesita “inundar la vida de caracoles para que transcurra lenta”. En esta primera parte, que el autor ha bautizado Desafinaciones para mí mismo, nos revela su intimidad, su subjetividad de antaño y su subjetividad de un presente que anhela el hogar, el terruño que ya no es, sino recuerdo, memoria. Y, “aunque se nos aparezca el pasado hirviendo en una cacerola”, Santiago Azar cree mediante le poema narrado hacer válida la unicidad del tiempo.
Cierto despliegue narrativo participa de este fragmento: No estamos ante una poesía inundada de imágenes, sino más bien ante una narración que se sirve de la forma poética: el verso se ajusta a la estructura de un principio básico: inicio, desarrollo, desenlace: estructura-más bien-narrativa que poética pura.
Creo obedecer las palabras de buena crianza de toda presentación, esto es asegurar tediosamente las reiteradas alabanzas hacia el libro que se analiza. Prefiero, la honestidad del poeta que presenta a otro poeta. En este sentido, declaro abiertamente que mi lectura abraza la segunda parte en su totalidad: abrazo la segunda parte, maravillosamente titulada “Sinfonía de noventa minutos”. El futbol, criadero de anécdotas que marcan identidad, se vuelve escenario humano y los viejos cracks revolotean como asegurados goleadores de la existencia. En ellos nos vemos representados: en ellos acuden los viejos ejemplos. Leamos:
Cuando el tiempo se detuvo definitivamente
Sobre las piernas de los que fueron muchachos,
Sobre las cabezas de los que fueron ídolos,
Sobre la habilidad que hoy es terca,
No les quedó más a estos hombres fieles
Que juntarse semana a semana en la cancha de tierra,
Con todos los nietos en las galerías,
Con sus mujeres gordas, pero desafiantes,
Para patearle tiros libres a las canas,
A ver si de lejos sorprendían a la muerte.
Estamos ante un poema maduro: un poema que es unidad de imagen, metáfora, melodía y sentencia. La fuerza que radica aquí, debiera ser la regla de oro de todo el resto de poemas. No obstante, cierta tendencia al “queismo”, a la disgregación temática le juegan a Inventario Solemne un autogol.
Pero, como todo libro es un conjunto de esfuerzos, en donde la idea se prolonga mediante la estructura del verso, reconocemos en este libro la terquedad de todo poeta: insistir en que la existencia humana debe ser relatada, más allá del que la vive , más acá del que la escribe. Entonces, aparece esta “Crónica inédita de la garrapata”: bello poema, bella crónica: sus personajes ya no son los mismos: el juicio los ha trasmutado en sus roles: el perro es malo, los bichos-la garrapata y sus amigos-los buenos, y nos encontramos al final de la lectura, aplaudiendo al subversión de los insectos que somos nosotros mismos. A esta tercera parte se le ha bautizado “Militancia con el cielo y el infierno”: Encuentra en este lugar-el poeta- su condición humana, su condición políticamente humana: se desplaza por la tierra desgarrada de un Chile desmemoriado e interpela al resto para decir:
Háblenme, muchachos, aquí estoy, soy de ustedes,
Mi alma les pertenece, tiene vuestras pisadas gigantes,
Levántense donde quiera que estén, vengan a mi casa,
He preparado el mejor de los almuerzos,
Hay vino en todas las copas y un brindis esperando
O si quieren yo los recojo y unto la boca en el océano…
Azar recoge a los muertos, a nuestros muertos y los acaricia con la posibilidad de la mano del poeta. Cuando se insiste, en nuestros mediocres lugares poéticos, en que el poema es más perfecto cuando integra la metafísica a su légamo, entonces, este joven Azar recuerda la lección del vate: hablar de la metafísica sin hablar de la sangre que corre por las calles, es dar un espaldarazo a la poesía. La lección está aprehendida y Santiago Azar se preocupa de ser consecuente con ella: únicamente el poema es poema cuando habla de la vida, y la vida también es muerte que acecha al “hijo clavado en la soledad de un apellido roto”.
En “Primer Batallón de los sueños”, parte concluyente de Inventario Solemne, el poeta insistirá en lo que le es significativo: la reiteración del poeta anhelando una mejor tierra para todos, la postura del poeta romántico, algo así como la figura del decimonónico poeta sufriendo la vida de todos. Nos encontramos con un muy buen trabajo, a la hora de hundir el ojo en “Comisión examinadora”.
Ha concluido ésta, mi lectura. Inventario Solemne ya no le pertenece únicamente a Santiago Azar. Ahora es libro: deambulará de mano en mano, para cobrar más vida, de la que hoy le otorgamos. Atrás queda el poeta. Con una copa de vino, entre nosotros, lectores. Agradezcamos al poeta su escritura, el decir lo que nos cuesta balbucear, y, reconozcamos en esta universalidad nuestro propio Inventario Solemne.
Nuñoa, 20 de mayo de 2004.